Bombardeo del Complejo Petrolífero de Leuna

Los bombardeos que los Aliados llevaron a cabo sobre las plantas de petróleo sintético en Alemania, constituyeron sin duda alguna las incursiones que más daño a nivel estratégico provocaron al Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que ni Estados Unidos ni Gran Bretaña prestaron atención a este tipo de raids hasta una fecha tan tardía como mediados de 1944, en cuanto lo hicieron adelantaron sin duda el final de la contienda, especialmente tras la durísimas incursiones sobre las instalaciones de Leuna.

El impresionante complejo químico de Leuna era una propiedad de la Compañía IG Farben que estaba situado muy cerca de la ciudad de Merseburgo en Sajonia, aproximadamente a 140 kilómetros del sudoeste de Berlín. El área de esta peculiar urbe metálica se extendía sobre una superficie de 8 kilómetros cuadrados con 250 edificios interconectados por tuberías exteriores, conductos subterráneos, vías de ferrocarril y cables, sin obviar una maquinaria de 3 kilómetros de largo unida a la procesadora y trece características chimeneas que alcanzaban los 30 metros de altura. Aquel entramado industrial estaba atendido por un personal de 35.000 obreros, de los que 10.000 eran prisioneros de guerra o trabajadores forzosos de los países ocupados, quienes se encargaban de extraer millones de toneladas de carbón lignito de los pozos locales que al combinarlos con los miles de millones de litros de agua bombeada por tubos se obtenía combustible sintético a través del denominado método «Bergius».

Al inicio de la Segunda Guerra Mundial en 1939, los ingenieros petrolíferos de Leuna sugirieron al régimen nacionalsocialista trasladar la producción de petróleo sintético a plantas subterráneas para impedir su destrucción a manos de la aviación enemiga que con total seguridad tarde o temprano convertiría al «oro negro» en un objetivo de alto valor militar. Curiosamente los funcionarios no sólo se negaron alegando a la contienda se ganaría en unos cuantos meses, sino que además desde el año 1942, ya con la entrada de Estados Unidos en liza, los agentes de la Gestapo presentes en las instalaciones prohibieron formular este tipo de propuestas acusando a sus autores de «derrotistas».

Complejo petrolífero de Leuna antes de la Segunda Guerra Mundial.

Los Aliados curiosamente podrían haber golpeado objetivos petrolíferos en Alemania desde el año 1942, tal y como habían sugerido los expertos del Comité de Analistas de Operaciones (Committe of Operations Analyst) cuando clasificaron al combustible sintético como un objetivo prioritario a destruir para poner de rodillas a Alemania. Sin embargo las cosas no fueron tan sencillas porque tras la fallida incursión sobre los pozos de Ploiesti en Rumanía durante la «Operación Maremoto» en 1943, en donde los norteamericanos perdieron 53 aviones sin infligir daños significativos a las instalaciones, tanto la Fuerza Aérea Estadounidense (USAF) como la Fuerza Aérea Real Británica (RAF), optaron por desviar su atención del petróleo y concentrarse en las fábricas de rodamientos de bolas del Ruhr y en las industrias aeronáuticas que proporcionaban aviones a la Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe).

Cuando a principios de 1944 los Aliados obtuvieron una superioridad en el aire sobre el oeste y centro de Europa, en parte gracias a la entrada en servicio de los cazas P-51 Mustang que barrieron de los cielos a los interceptores de la Luftwaffe, los mandos estadounidenses y británicos en Inglaterra convocaron una reunión la jornada del 25 de Marzo para averiguar cuál iba a ser el siguiente paso a dar. La mayoría eran partidarios del denominado Plan del Transporte con el que pretendía interrumpir todo el tráfico ferroviario y rodado sobre Francia de cara al desembarco de Normandía, aunque otra minoría era mucho más favorable al Plan del Petróleo consistente en bombardear los complejos petrolíferos con los que se alimentaba la maquinaria del Ejército Alemán. El máximo defensor de esta tesis era el general Carl Spaatz, comandante de la Fuerza Aérea Estadounidense en el teatro europeo, así como el general Henri Arnold del Cuerpo Aéreo e incluso el Primer Ministro Winston Churchill. En contra no obstante tenían al vicemariscal del aire británico Arthur Tedder, al general norteamericano George Marshall en calidad de jefe de Estado Mayor y a nada menos que el general Dwith David Eisenhower, quién como comandante de la Fuerza Expedicionaria Aliada tenía la última palabra y acabó por dar prioridad al Plan del Transporte.

Al mes de haber sido desechado el Plan del Petróleo en favor del Plan del Transporte, en Abril de 1944 el general Carl Spaatz mantuvo una reunión privada con el general Dwith Eisenhower, al cual pudo convencer parcialmente de que si le permitía llevar a cabo 50 incursiones contra las plantas de petróleo sintético de Alemania, se podía hacer caer la producción del país a más de la mitad. El problema era que «Ike» no podía dar marcha atrás a sabiendas de que la «Operación Overlord» iba a tener lugar en dos meses, por lo que en lugar de conceder a Spaatz sus 50 raids, tan sólo le autorizó a llevar a cabo tres para comprobar luego los resultados.

La primera incursión del Plan del Petróleo tuvo lugar el 12 de Mayo de 1944 cuando una formación de 886 bombarderos estadounidenses B-17 Flying Fortress al mando del general James Doolittle sobrevolaron el corazón de Alemania y atacaron diversos complejos petrolíferos, incluyendo Leuna tras saberse que allí se producían lubricantes para el temido tanque Tiger. El raid fue un fracaso porque 46 cuatrimotores acabaron siendo derribados por cazas alemanes y los daños en las instalaciones fueron mínimos, salvo por la muerte de 126 trabajadores, ya que al cabo de 16 días las reparaciones habían finalizado y la producción volvía a estar a pleno rendimiento.

Bombarderos estadounidenses B-17 sobre Leuna.

El segundo raid lo protagonizó la VIII Fuerza Aérea Estadounidense la jornada del 28 de Mayo y el tercero la del 29. A pesar de que en esta ocasión se infligieron destrozos considerables y la producción petrolífera cayó temporalmente a un 50% de su ritmo habitual, la proximidad de la fecha con el Día-D obligó a los Aliados a suspender este tipo de ataques y concentrarse en la red ferroviaria de Francia, por lo que de nuevo la producción sintética se reactivó transcurrido algo más de mes e incluso aumentó porque para Junio se obtuvieron 197.000 toneladas de petróleo.

Los tres raids que la VIII Fuerza Aérea Estadounidense llevó a cabo contra Leuna hicieron montar en cólera a Adolf Hitler, quién como represalia amonestó públicamente al jefe de planificación química de la Compañía IG Farben, el directivo Carl Krauch. Acto seguido se tomaron las medidas que debían haberse adoptado desde hacía tiempo acerca de intentar trasladar la producción sintética bajo tierra, algo que jamás se lograría porque debido a la falta de tiempo tan sólo se lograron ocultar en túneles subterráneos un total de siete plantas de hidrogenación y recubrirse de hormigón algunas de las refinerías. Lo que sí se levantaron fueron una serie de edificios falsos en torno a Leuna, muchos construidos en madera o materiales baratos, los cuales simularon ser la fábrica real y terminarían siendo bombardeados por error en infinidad de ocasiones por los norteamericanos.

Otra de las cosas que cambiaron en Leuna fue el notable aumento de las defensas tierra-aire con el emplazamiento de la impresionante cifra de 600 cañones antiaéreos, muchos Flak de 88 milímetros dispuestos en círculo y distribuidos en baterías de seis a doce piezas, aunque también se instalaron algunas «Grossbatterie» o «Grandes Baterías» conformadas por 36 bocas de fuego capaces de crear una pantalla de proyectiles en un punto prefijado del cielo. Curiosamente los operarios de estas armas fueron artilleros movilizados por la Luftwaffe o 19.000 trabajadores del complejo a los que se adiestró como servidores o auxiliares en caso de ataque.

Justo después del desembarco de Normandía en Junio de 1944, los ataques de la Fuerza Aérea Estadounidense se reanudaron contra Leuna, registrándose a lo largo de ese mes un total de 28 incursiones, así como otras 27 en Julio y 23 en Agosto. El resultado de la intensa campaña de bombardeos fue un completo desastre porque pese a que se redujo en algunos momentos la producción y se mataron a 175 trabajadores, en los tres meses de continuos raids tan sólo entre un 1% y 2% de las bombas alcanzaron el objetivo, e incluso las que hicieron blanco apenas provocaron daños porque la mayoría detonaron sobre tanques de almacenamiento forrados de cemento reforzado que eran inmunes a explosivos inferiores a 130 kilogramos. A este fracaso hubo que añadir que los interceptores alemanes y especialmente las baterías antiaéreas derribaron a lo largo de estos tres meses la impresionante de 1.922 aviones estadounidenses entre 1.022 bombarderos pesados y 900 cazas de escolta.

Como el bombardeo de precisión resultó inútil sobre Leuna al ser el lugar con más media de cañones antiaéreos de la Segunda Guerra Mundial, los Aliados optaron desde el otoño de 1944 por poner en el aire a cientos de cuatrimotores y efectuar «bombardeos de alfombras» con la esperanza de que algunas bombas al azar alcanzasen los objetivos. De tal cometido se encargó la Fuerza Aérea Real Británica con bombarderos Lancaster, los cuales arrojaron bombas de 900 a 1.800 kilogramos que por primera vez causaron daños de consideración al ser capaces de penetrar el cemento reforzado y ralentizar con ello la producción de petróleo sintético, a veces reduciendo la obtención del combustible por debajo de la mitad.

La crisis en las plantas petrolíferas de Leuna propició que el régimen nacionalsocialista convocase al Ministro de Armamento Albert Speer para poner en marcha una campaña que titularon «todo por el petróleo». Entre las iniciativas tomadas estuvo nombrar a su lugarteniente Edmund Geilenberg como nuevo jefe de la Comisión General de Medidas de Emergencia, quién tan sólo en los primeros días sacó a 7.000 trabajadores de las industrias de munición y aeronáuticas para desviarlos a reparar los daños en las industrias petrolíferas, además de levantar un cuerpo especializado de bomberos compuesto por 5.000 hombres y mujeres. De hecho con el paso de los meses conseguiría reclutar a una mano de obra de casi 350.000 efectivos, con los cuales llegó a subsanar la mayor parte de las averías provocadas por los raids, a veces en plazos tan breves que variaron de las cuatro a las seis semanas dependiendo de la planta afectada.

Daños en el complejo petrolífero de Leuna.

A mediados de otoño de 1944 la VIII Fuerza Aérea Estadounidense decidió imitar el «bombardeo de alfombra» puesto en práctica por la RAF, lo que a corto plazo acabó por hundir cualquier intento alemán de mantener operativo el complejo de Leuna. El motivo principal fue la saturación de explosivos arrojados por centenares de aviones anglo-estadounidenses día tras día y noche tras noche, los cuales hicieron que los equipos de reparación fueran incapaces de atender tantos daños, ya que algunas de las plantas de hidrogenación acabaron ardiendo por los cuatro costados, los compresoras y sistemas de purificación de gas reventaron, el cableado de tuberías químicas se partió, la red eléctrica quedó interrumpida y las máquinas de procesado redujeron su productividad al 9%.

Conjuntamente a los raids sobre Leuna entre finales de 1944 y principios de 1945, los Aliados también llevaron a cabo otras incursiones sobre objetivos de producción de petróleo sintéticos cercanos a la factoría principal, como por ejemplo el complejo de Ludwigshafen o el de Pölitz, este último situado en los yacimientos carboníferos de Silesia a 110 kilómetros de Berlín. Estos bombardeos llevaron al Ministro de Armamento Albert Speer a manifestar ante el mismo Adolf Hitler que habían perdido la «guerra del petróleo», tal y como se demostró en las últimas operaciones alemanas durante la Batalla de las Ardenas o la ofensiva del Lago Balatón cuando los tanques de las divisiones Panzer apenas pudieron moverse.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial sobre Europa en Mayo de 1945, un total de 6.630 bombarderos de Estados Unidos y Gran Bretaña Aliados protagonizaron 505 ataques (347 los norteamericanos y 158 los británicos) contra 135 objetivos petrolíferos sintéticos en los que arrojaron 191.245 toneladas de bombas, aproximadamente el 15% del tonelaje total de explosivos caídos sobre Alemania. El resultado de estos raids redujo la capacidad de producción de las plantas sintéticas a tan sólo un 6% de capacidad original, lo que implicó la destrucción del 63% del petróleo sintético alemán y la del 65% del caucho sintético.

La campaña de bombarderos llevada a cabo por la Fuerza Aérea Estadounidense y en menor medida por la Fuerza Aérea Real Británica sobre plantas petrolíferas como la de Leuna, asestó un golpe mortal y con diferencia el más decisivo a la economía de guerra alemana, a pesar de que durante el intento fueron sacrificadas las vidas de 1.280 aviadores y en torno a 3.000 aparatos de varios tipos. No obstante el resultado condenó a la inmovilidad a las Fuerzas Armadas Alemanas, aunque para desgracias de los atacantes en una fecha muy tardía como el año 1945. De hecho de haberse puesto en práctica el Plan del Petróleo mucho antes, el colapso germano se hubiese producido en 1944, tal y como manifestó el Ministro de Armamento Albert Speer cuando ante sus captores norteamericanos expresó: «En caso de una ofensiva a gran escala de las fuerzas combinadas anglo-estadounidenses contra las plantas sintéticas, con incursiones muy seguidas día y noche sin cesar, por sí sola hubiese logrado la rendición de Alemania en seis semanas».

 

Bibliografía:

-Donald Miller, Los Amos del Aire, la Historia de los Aviadores que golpearon el Corazón de la Alemania Nazi, “La Guerra del Petróleo”, Desperta Ferro Ediciones (2024), p.409-422
-Fernando Paz, Europa bajo los Escombros, Los Bombardeos Aéreos en la Segunda Guerra Mundial, “La Devastación del Reich”, Áltera (2008), p.303
-https://www.exordio.com/1939-1945/civilis/industria/leunawerke.html