Bombardeo de Dresde

El bombardeo de Dresde del 13 al 15 de Febrero de 1945 fue uno de los más devastadores, sangrientos y polémicos que los Aliados llevaron a cabo sobre Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Esta incursión que se desarrolló en las etapas finales de la contienda en Europa, dejó como resultado la destrucción total de la ciudad sajona y la trágica muerte de unos 40.000 alemanes a manos de las fuerzas aéreas combinadas tanto de Estados Unidos como del Imperio Británico.

Preludio

Dresde era una de las ciudades más importantes de Sajonia situada a orillas del Río Elba, famosa por su porcelana, sus amplios parques urbanos y una emblemática arquitectura barroca que incluía monumentos tan característicos como la Catedral de la Santísima Trinidad, la Iglesia de la Corte o el Palacio de Dresde. La metrópoli era apodada cariñosamente por sus habitantes como la «Florencia del Elba» con motivo de su exquisito patrimonio artístico, aunque de igual forma poseía algunas industrias periféricas con extensas barriadas obreras que la convertían en el séptimo núcleo urbano más grande de Alemania.

A comienzos de la Segunda Guerra Mundial la ciudad de Dresde tenía un censo de 642.143 habitantes, aunque para el último año de 1945 la población había aumentando debido a la afluencia masiva de refugiados que huían del avance emprendido por la Unión Soviética en Europa Oriental. Entre estas cifras había también 50.000 obreros industriales movilizados para el esfuerzo bélico, 198 judíos que habían tenido la suerte de no ser deportados durante el Holocausto y numerosos prisioneros de guerra del bando de los Aliados a los que se obligaba a realizar trabajos forzosos.

Con anterioridad la ciudad de Dresde había sido atacada en dos ocasiones por la VIII Fuerza Aérea Estadounidense el 7 de Octubre de 1944 y el 16 de Enero de 1945, pero siempre siendo considerada un «blanco secundario» y con escasos resultados porque las bombas apenas alcanzaron ningún objetivo industrial o ferroviario, a pesar de que en las zonas residenciales los artefactos caídos por error mataron a 200 civiles. A raíz de esta manifiesta ignorancia de los Aliados por Dresde, la población descuidó su propia seguridad y hasta llegó a pensar que los anglo-norteamericanos respetarían la metrópoli para evitar la destrucción de sus joyas arquitectónicas. De hecho los mandos de la Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe) en los que recaída la defensa de la metrópoli, optaron por retirar a los escuadrones de caza para atender otros distritos del país y desmantelar la mayor parte de los cañones antiaéreos a los cuales se trasladó a las líneas del Río Oder para frenar el avance del Ejército Rojo.

Bombardero británico Lancaster en dirección a Dresde.

La elección de Dresde como objetivo a borrar del mapa de Alemania fue del mariscal del aire Sir Arthur Harris, encargado de los bombarderos estratégicos llevados a cabo por la Fuerza Aérea Real Británica (Royal Air Force o RAF) en Europa. La idea era acelerar cuanto antes el final de la guerra mediante un golpe salvaje a la moral de la población civil aprovechando que Alemania estaba retrocediendo dentro de sus propias fronteras y con crisis abiertas en todos los ámbitos, ya fuese por las casi nulas reservas de petróleo o la interrupción de gran parte de su sistema ferroviario que impedía a los alemanes mover tropas en dirección tanto hacia los anglo-americanos en el Frente Occidental como hacia los soviéticos en el Frente Oriental.

El general Carl Spatz que tenía la misma responsabilidad que Arthur Harris respecto a la Fuerza Aérea Estadounidense (US Air Force o USAF), propuso por iniciativa de su subalterno, el general James Doolittle, descartar un bombardeo de alfombra contra la ciudadanía y efectuar en su lugar un raid quirúrgico contra alguno de los objetivos estratégicos de Dresde, pues aunque la ciudad no tenía grandes industrias de tanques, artillería o aviación, en cambio sí poseía pequeñas fábricas artesanales que producían miras de cañones, espoletas de bombas, equipos de radar, componentes electrónicos y gases químicos con fines armamentísticos, sin obviar el complejo de Schlieben de donde salían las armas anticarro Panzerfaust. Sin embargo el blanco primordial eran las estaciones de tren que articulaban toda la red ferroviaria de Sajonia con los grandes núcleos urbanos de Berlín, Leipzig, Munich y las fronteras de Austria y Checoslovaquia, ya que a diario pasaban por la metrópoli una media de 28 trenes militares cargados con 20.000 soldados y todo tipo de material bélico.

Después de muchas deliberaciones entre los mandos aéreos de los Aliados finalmente se impuso la visión del mariscal del aire británico Arthur Harris, bautizado por el enemigo como «Bombardero Harris», aunque también parcialmente la de los generales norteamericanos Carl Spatz y James Doolittle. Así fue como se diseñó la «Operación Thunderclap» que ya se había puesto en práctica con anterioridad sobre Berlín, consistente en un devastador raid nocturno de la RAF sobre el centro urbano de Dresde seguido por un bombardeo diurno de la VIII Fuerza Aérea Estadounidense contra las estaciones e industrias periféricas.

La misión de bombardear Dresde se encargó a 2.089 aviones entre los que había 788 británicos (769 bombarderos Lancaster y 9 cazabombarderos Mosquito) y 1.311 estadounidenses (527 bombarderos B-17 Flying Fortress y 784 cazas P-51 Mustang). La defensa de la ciudad por el contrario estuvo al frente de tan sólo de 28 cazas nocturnos Messerschmitt Bf 110 en el cercano Aeródromo de Klotzsche y unos pocos cañones antiaéreos manejados por personal civil movilizado o chicas del Servicio Defensivo Antiaéreo Femenino.

Bombardeo de Dresde

A las 17:20 horas de la tarde del martes 13 de Febrero de 1942 despegó desde Inglaterra la primera oleada de 245 bombarderos Lancaster que sobrevoló sin incidentes el Canal de la Mancha y el norte de Francia, para a continuación girar a la altura del Río Somme y adentrarse en el corazón de Alemania en dirección a Sajonia. A la caída de la noche, en torno a las 21:51 horas, un contingente de 9 cazabombarderos Mosquito sobrevolaron a baja altura la ciudad de Dresde y soltaron bengalas de magnesio en paracaídas, las conocidas por los ingleses como «pathfinfers» y por los alemanes como «árboles de Navidad», para iluminar con una serie de destellos rosados las zonas de lanzamiento que posteriormente debían arrasar el grueso de los cuatrimotores de la RAF, la mayoría entre el Estadio de Heiz-Steyer y el casco histórico «Alstadt».

Justo a las 22:13 de la noche del 13 de Febrero, la primera oleada de cuatrimotores Lancaster alcanzó las alturas de Dresde y entre esa hora y las 22:28 arrojaron 881 toneladas de bombas de las que el 57% eran de alto explosivo y el 43% incendiarias. En primer lugar las bombas rompedoras de 1.800 kilogramos, apodadas «galletas», destrozaron las estructuras de los edificios apiñados provocando derrumbes, sepultando a docenas de personas y quebrando tejados, puertas y ventanas, además de cortar el flujo de agua entre los vecindarios y abrir grandes cráteres en las calles, lo que sin duda terminó dificultando de manera considerable el trabajo del cuerpo de bomberos y los servicios de emergencia. En segundo lugar los dispositivos incendiarios, bautizados por los británicos como «bastones», generaron centenares de fuegos de reducido tamaño que gracias a las grietas de los artefactos de fragmentación y a las estufas de combustible de las casas se fueron extendiendo sin remedio por toda la ciudad.

La segunda oleada de la RAF compuesta por 529 cuatrimotores Lancaster fue la peor porque entre la 1:21 y 1:45 horas de la madrugada del 14 de Febrero arrojaron 1.800 bombas incendiarias rellenas de termita que impactaron contra las zonas alcanzadas en la primera oleada y sobre gran parte del «Alstadt». A causa del calor que ya hacía en la urbe por culpa de los incendios incontrolados y de la masa de aire cálido que todavía presionaba sobre las zonas frías, en cuanto los «bastones» liberaron su carga provocaron una especie de vacío atmosférico de altas temperaturas que derivó en la denominada «feuersturm» o «tormenta de fuego».

Incendios y destrucción en la ciudad de Dresde.

La «feuersturm» levantó grandes vendavales sobre Dresde que dejaron bloqueadas a miles de personas en sus respectivas zonas urbanas, algunas ya atrapadas entre los escombros o con las zapatos pegados al pavimento ardiente. A continuación los fuertes soplidos de viento y el horno en que se había convertido la ciudad propiciaron la aparición de remolinos de convección y torbellinos de fuego que abrasaron a cientos de alemanes, fundieron el hierro, redujeron a polvo la piedra de los edificios e hicieron a los árboles reventar ante la presión de su propia resina, además de deformar los principales monumentos arquitectónicos del «Aldstadt».

El 30% de las muertes registradas en Dresde fueron por calcinamiento, ya que el 70% de la población fallecida perdió la vida asfixiada después de respirar el monóxido de carbono de los incendios, la mayor parte de estos ciudadanos mientras permanecía oculto en los refugios antiaéreos o los sótanos de las viviendas. Los británicos por el contrario apenas sufrieron bajas, ya que tan sólo perdieron a seis de sus bombarderos Lancaster derribados por los cañones antiaéreos o a manos un puñado de cazas nocturnos germanos Messerschmitt Bf 110.

A la mañana siguiente, el 14 de Febrero que era la fiesta cristiana del «Miércoles de Ceniza», se presentó sobre los escombros de Dresde la VIII Fuerza Aérea Estadounidense con 316 bombarderos B-17. A diferencia del raid nocturno, la incursión estuvo cargada de dificultades porque un cuatrimotor fue derribado por el fuego antiaéreo y algunos aparatos se desviaron del rumbo para acabar bombardeando por error la capital de Praga en Checoslovaquia. Sin embargo los aparatos que alcanzaron el centro urbano tampoco lo tuvieron fácil debido a que la columna de humo de los incendios se elevaba a 4.500 metros y les impedía ver el objetivo, por lo que soltaron casi todas sus bombas al azar, cayendo en tres áreas residenciales del extrarradio a entre 12 y 16 kilómetros del blanco, aunque algunas destruyeron un pequeño nudo ferroviario y dejaron fuera de servicio la Estación Friedrischstadt.

Consecuencias

Inmediatamente al infierno que vivió Dresde las jornadas del 13 y 14 de Febrero, de nuevo el jueves 15 los aviones norteamericanos regresaron a la ciudad con 200 cuatrimotores B-17 que en esta ocasión causaron graves daños en los suburbios industriales, pero que erraron otra vez contra los nudos ferroviarios que al fin y al cabo constituían el principal objetivo de la VIII Fuerza Aérea Estadounidense. A partir de esa fecha los Aliados ignoraron a la ciudad durante un par de semanas en las que la ciudadanía apagó los incendios, algunos de los cuales precisaron de varios días hasta ser extinguidos, además de retirarse millares de cadáveres calcinados a los que se apiló en montones y se incineró en la Plaza del Mercado. De hecho en un plazo más o menos corto de tiempo la urbe recuperó una parte de su actividad y el servicio de trenes fue restituido con la consiguiente circulación de convoyes militares a pleno rendimiento.

Inesperadamente el 2 de Marzo de 1945 la VIII Fuerza Aérea Estadounidense volvió a Dresde tras descubrir que el sistema ferroviario había sido restaurado, aunque las bombas apenas causaron daños porque cayeron muy lejos de sus objetivos. Algo más efectivo fue el raid que se repitió la jornada del 17 cuando 600 bombarderos B-17 arrasaron el nudo de trenes central de la ciudad, matando a 500 civiles entre las ruinas e interrumpiendo definitivamente la conexión por ferrocarril con el norte y sur de las ciudades del Tercer Reich.

Restos de la ciudad de Dresde.

El resultado de los bombardeos sobre Dresde fue de 40.000 ciudadanos alemanes muertos en el plano humano; mientras que en el plano material la ciudad quedó arrasada en un 79%, incluyendo un 56% de áreas civiles y un 23% de áreas industriales. Entre las pérdidas materiales se registró la destrucción de 105.700 viviendas o apartamentos, 63 edificios administrativos, 38 hospitales, 39 colegios, 640 tiendas, 95 almacenes, 31 hoteles, 26 bares o restaurantes, 24 bancos, 19 oficinas de correo, 17 iglesias, 18 cines, 3 teatros, 5 museos, 2 mercados y 5 consulados, además de quedar pulverizados 4 tranvías y ser hundidas 19 pequeñas embarcaciones en el Río Elba, así como quedar dañadas 64.500 casas y 200 fábricas. Por el contrario los Aliados tan sólo contabilizaron como bajas el derribo de 7 aviones, entre estos 1 bombardero norteamericano B-17 y 6 cuatrimotores británicos Lancaster, falleciendo todas sus tripulaciones.

La incursión de los Aliados sobre Dresde los días 13, 14 y 15 de Febrero de 1945 constituyó uno de los escándalos más polémicos que tuvieron que afrontar de cara a la opinión pública las fuerzas aéreas de Estados Unidos y Gran Bretaña, tan sólo superado medio año después por el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki sobre Japón. El debate acerca de la legitimidad de arrasar a una ciudad con todos sus habitantes justo cuando Alemania estaba al borde de la derrota final, generó por igual manifestaciones a favor y en contra tanto en el bando vencido como del vencedor. A pesar de las críticas y de las justificaciones que cado uno esgrimió, indudablemente lo ocurrido en Dresde fue uno de los crímenes de guerra más terribles y controvertidos del bombardeo estratégico en el siglo XX.

Bibliografía:

-Donald Miller, Los Amos del Aire, la Historia de los Aviadores que golpearon el Corazón de la Alemania Nazi, “Dresde”, Desperta Ferro Ediciones (2024), p.559-571
-https://es.wikipedia.org/wiki/Bombardeo_de_Dresde
-https://www.theatlantic.com/photo/2015/02/remembering-dresden-70-years-after-the-firebombing/385445/