Hambruna de Bengala

El crimen más terrible cometido por el Imperio Británico durante la Segunda Guerra Mundial fue la Hambruna de Bengala. Aunque el Gobierno de Londres se justificó diciendo que fue un daño colateral como consecuencia de la situación geoestratégica bélica, lo cierto fue que no se tomaron medidas para evitar la tragedia e incluso a sabiendas de lo que iba a pasar, los responsables británicos miraron hacia otro lado en favor de sus propios intereses. Así fue como se desató una hambruna de proporciones gigantescas que devastaría la India y más en concreto Bengala dejando más de 3 millones de muertos.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, la situación de Bengala no era precisamente de las mejores entre las provincias de la India, por aquel entonces una de las más ricas colonias del Imperio Británico. La Crisis Económica de 1929 había dejado una huella difícil de borrar en Bengala, algo que ya llevaría arrastrando hasta el siguiente conflicto. Una vez Gran Bretaña inició hostilidades con Alemania en 1939, reajustó la economía bengalí para ponerla al servicio bélico, aunque dejando los suficientes recursos para la subsistencia de la región. Lamentablemente esta tendencia empezó a cambiar en 1942, cuando Japón declaró la guerra al Reino Unido y en una espectacular victoria militar arrebató enteramente la colonia de Birmania a los británicos, lo que supuso la pérdida del 15% del grano destinado a la India y más aún a Bengala (que dependía en parte de los recursos procedentes del territorio birmano). Otra de las causas que también contribuiría a esta carencia de comida, aunque en menor grado, fue el ciclón que el 16 de Octubre de 1942 asoló las costas orientales de Bengala y en especial el distrito de Midnapur y Orissa, lo que dejó áreas enteras de cultivo inundadas y devastadas con la consiguiente pérdida de toneladas de alimentos, además de la muerte por ahogamiento de 200.000 cabezas de ganado, la destrucción de 2 millones de viviendas de madera y el surgimiento de un hongo que mató a varias plantaciones de arroz.

Primeros síntomas de inanición en niños indios de Bengala.

Sorprendentemente y a pesar de los episodios bélicos y naturales que se sucedieron entre 1929 y 1942, lo que llevó a una de las más terribles hambrunas de la India fue principalmente la política inglesa y el racismo casi institucionalizado en el Imperio Británico a la hora de dar prioridad a su metrópoli respecto a los indios. Todo comenzó cuando el Gobierno de Londres ordenó el requisamiento del arroz y otros alimentos ubicados en Bengala para llevarlos hasta Oriente Medio y Egipto, donde se estacionaban el grueso de las tropas británicas que por aquel entonces intentaban a duras penas defender el Canal de Suez del Ejército Ítalo-Alemán. Aquel plan económico que se cumplió con escrupulosa meticulosidad mediante el traslado de grandes cantidades de comida al Norte de África, encima se amplió cuando se abrieron otros escenarios para el Ejército Británico en Marruecos y Argelia tras la «Operación Torch», o en la Isla de Ceilán, donde se estableció una guarnición ante el temor de un desembarco japonés que jamás tendría lugar. Lógicamente este programa de esquilmar los recursos de la India, dejó a Bengala prácticamente sin subsistencias para el próximo año, un problema que todavía se agravó aún más cuando los barcos de carga bengalís (otra de las fuentes alimenticias de la provincia), fueron hundidos por los propios ingleses para bloquear los canales de Arakán ante el riesgo de que se infiltrasen submarinos japoneses. Incluso la mayor parte de los parques motorizados de suministros, fueron en su mayoría desmantelados por el Ejército Británico y todos sus vehículos como camiones, coches y motocicletas enviados al frente de Assam, incluyendo los elefantes de carga que tan importantes eran para la economía ganadera hindú.

Con el desabastecimiento de Bengala, los indios que eran los únicos que podían protestar por lo que estaba ocurriendo, fueron callados de golpe cuando todas sus organizaciones políticas y sociales fueron disueltas entre el verano y otoño de 1942 por una orden directa del Primer Ministro Winston Churchill. Así pues, todos los altos miembros del Partido del Congreso Indio que solicitaban la independencia de su patria, incluyendo los representantes pacifistas Mahatma Gandhi y Jawaharlal Nehru, fueron arrestados y encarcelados. Como consecuencia de esta respuesta por parte del Gobierno de Londres, se produjeron una serie de protestas y rebeliones que terminaron siendo aplastadas con violencia por los soldados del Ejército Británico, resultando ejecutadas hasta un total de 2.500 personas y hechas prisioneras otras 66.000 más que fueron encarceladas o enviadas a campos de concentración.

A comienzos del año 1943, Bengala estaba a punto de quedarse sin reservas y al borde de una gran inanición. Evitar esta tragedia sólo dependía del Gobierno de Londres, cuyo deber únicamente consistía en reducir los convoyes a los frentes de guerra (más del 60% de las naves de la colonia se dirigían a las Islas Británicas o abastecer la Unión Soviética) y emplear una parte de estos últimos en alimentar a la India antes de que se produjese una verdadera catástrofe humanitaria. Sin embargo y contra todo lo esperado, no sólo no se detuvieron las exportaciones masivas de comida hacia los teatros bélicos, sino que además se incrementaron para suministrar a las distintas ciudades de las Islas Británicas. No obstante y por si aquellas medidas no fueran suficientes, los escasos alimentos que sobraron, fueron entregados a las tropas de otras naciones de los Aliados con presencia en Calcuta, como por ejemplo a los contingentes del Ejército Estadounidense, el Ejército Australiano,el Ejército Chino del Kuomintang y el Ejército Francés Libre que consumieron a gran velocidad, algo que aumentó el precio del arroz a diez veces de su valor original.

Desde siempre para el Gobierno de Londres fue más prioritario ganar Segunda Guerra Mundial que no alimentar a unos «salvajes de piel oscura» tal y como el Primer Ministro Winston Churchill manifestó ante el Parlamento Británico cuando le preguntaron acerca las reservas de Bengala. De hecho el mandatario inglés era un gran admirador de las teorías racistas de su consejero científico Frederick Lindemann, quién le había explicado que los indios eran culpables de su situación por ser una raza débil que se había reproducido en exceso y que ahora debía pagar las consecuencias de verse en la escasez como consecuencia de su superpoblación. De igual forma, el líder británico estaba muy influido por su Secretario de Estado, Leo Amery, que afirmó que no valía la pena preocuparse por unas muertes que estaban escritas en la selección natural, siendo mucho más importante abastecer a las tropas que combatían en las trincheras. El mismo Winston Churchill ratificó estas palabras ordenando reducir las raciones de Bengala para alimentar al Ejército Británico cuando expresó las siguientes dos frases: “las peores personas del mundo después de los alemanes son los indios” y «si la comida es tan escasa, ¿por qué Gandhi no ha muerto todavía?».

Una calle de Bengala azotada por el hambre. En la acera se puede ver un cadáver que nadie recoge.

Oficialmente entre Mayo y Junio de 1943, se desató la Hambruna de Bengala cuando ante la escasez crónica de arroz y alimentos, la tragedia se extendió de manera irremediable al nordeste de la India. Apenas sin tiempo para reaccionar las autoridades locales y con una pasmosa rapidez, los pueblos que dependían de otros núcleos más grandes dentro la cadena de abastecimiento, fueron los primeros en ser afectados, falleciendo la mayor parte de sus habitantes sin nada que llevarse a la boca. A estas diminutas poblaciones, siguieron las aldeas agrícolas, las ciudades más pequeñas y finalmente los grandes conglomerados urbanos que dejaron una cifra de 10.000 muertos por semana.

El hambre se expandió descontroladamente mientras miles de familias morían de inanición dentro de sus viviendas; al mismo tiempo que otras preferían salir a la calle y desfallecer en la vía pública a la vista de todos sus vecinos. Como si de una plaga se tratase, las aldeas y ciudades se fueron abarrotando de cadáveres putrefactos y sin recoger de la acera, lo que encima facilitó la proliferación de enfermedades y epidemias como el cólera, tifus o la disentería que también se cobraron otros tanto millares de vidas. Precisamente las lluvias del monzón asiático todavía empeoraron más las cosas porque se cebaron contra unos supervivientes ya de por sí muy debilitados.

Normalmente pertenecer a una determinada casta de la India suponía ser una víctima con más o menos posibilidades de salir con vida dentro de la Hambruna de Bengala. Por ejemplo los albañiles, obreros, zapateros, herreros, sastres, dependientes o limpiadores, al ser los que menos posibilidades económicas tenían, fallecieron de hambre más rápido que los que practicaban actividades en el campo o simplemente eran propietarios con recursos. También hubo infinidad de casos en que los padres de una misma familia tuvieron que sacrificar a sus propias hijas o abuelos con tal de que sobreviviesen los herederos varones con la escasa comida disponible; mientras que otros con mucho más valor, prefirieron perecer luchando antes que sufrir una muerte lenta y dolorosa, por lo que se lanzaron contra los almacenes de víveres, cayendo ante el fuego de las ametralladoras de las tropas del Ejército Británico.

Niño bengalí muerto junto a un perro, ambos por falta de alimentos.

Los métodos que muchos indios buscaron para sobrevivir durante la hambruna les permitió en algunos casos conservar la vida. Algunas familias llegaron incluso al extremo de vender sus casas y tierras con tal de sacar unos pocos mendrugos de comida (que apenas tardaban días en consumirse); o padres que entregaron a sus hijas a hombres ricos para que al menos con favores sexuales pudiesen alimentarlas. Precisamente millares de mujeres tomaran la decisión de venderse a si mismas como esposas o esclavas a hombres de poder o nobles pudientes; sin faltar la prostitución masiva, sobretodo en Calcuta que se convirtió en un gran burdel de Asia para las tropas de los Ejércitos Aliados.

Calcuta, capital de Bengala, sufrió menos que otras ciudades del nordeste de la India porque al encontrarse más abastecida gracias al puerto con el Océano Índico, solamente se contabilizaron 2.000 muertos cada mes. Aquella cifra mucho más optimista que invitaba a la supervivencia, desembocó en un éxodo rural inmenso hacia las ciudades, lo que complicó más la situación porque centros urbanos como Howrah, Midnapur, Faridpur o Barisal se convirtieron en auténticas cárceles de muerte humana y focos de epidemias, pero especialmente en el distrito de Daca donde diariamente cientos de personas fallecían en cada una de las localidades circundantes.

Otro colectivo que lo pasó realmente mal durante la Hambruna de Bengala fueron los musulmanes de origen pakistaní o bangladí que residían al nordeste de la India. Como dicha minoría no podía enterrar a sus fallecidos por inanición según los parámetros de la fe islámica de la región, sus familiares se vieron obligado a tirarlos al Río Ganges para que la corriente los llevase hasta el mar. Lógicamente este tipo de prácticas terminaron en un nuevo problema porque el Delta del Río Ganges con el Golfo de Bengala quedó atascado con miles de cadáveres que se fueron acumulando, lo que no sólo supuso una macabra imagen difícil de olvidar, sino que además atrajo la atención de moscas y mosquitos con la consiguiente expansión de enfermedades.

Piras funerarias en una plaza de Bengala para evitar que los muertos contagien epidemias.

Fuera de la India existían reservas destinadas al Raj Británico calculadas en unas 50.000 toneladas de alimentos que nunca partieron hacia Asia porque en última instancia las autoridades inglesas las desviaron para el consumo de sus guarniciones en la Isla Ceilán. Lo mismo sucedió con otras 100.000 toneladas de cereales en Canadá que fueron bloqueadas en puerto después de que el Primer Ministro Winston Churchill telefonease al Primer Ministro Mackenzie King. De hecho el Premier de Londres llegó a manifestar «odio a los indios, se reproducen como conejos», algo que su Secretario Leo Amery la ratificó diciendo: «La India necesita de una transfusión más fuerte de sangre nórdica, ya sea mediante el establecimiento de matrimonios mixtos o de cualquier otra manera, a fin de criar un tipo de gobernante nativo más viril».

Numerosos soldados del Ejército Británico destinados a Bengala no pudieron soportar el sufrimiento que vieron en la zona y decidieron actuar por cuenta propia incumpliendo las órdenes de Londres. Por ejemplo en una ocasión una unidad militar inglesa acogió a más de 100 niños a los que dieron de comer; mientras que un batallón de tropas coloniales indias realizó una colecta con la que recaudó 100 rupías (dinero indio) que se gastó en alimentos para los ciudadanos hambrientos de un pueblo. Otro suceso similar ocurrió cerca del Cuartel de Chittagong, cuando unos soldados recogieron y alimentaron de la calle a un grupo de niños huérfanos entre los 5 y los 10 años a los que durante horas habían estado contemplando como lloraban en solitario bajo la lluvia. Hubo incluso negros afroamericanos del Ejército Estadounidense destacados en Bengala, que sintiéndose identificados con el racismo existente en su patria, no dudaron en echar una mano a las gentes nativas de la zona. Por supuesto tampoco faltaron las misiones cristianas y organizaciones civiles que ayudaron a paliar los efectos del hambre como la Unidad Amistosa de Ambulancias de Madnipur dirigida por el activista Sudhir Ghosh o la Escuela de Darjeeling que recaudó 800 rupías para comprar comida a los niños bengalís.

El primer medio de comunicación en denunciar lo que estaba sucediendo en Bengala fue el periódico británico Statesman que sin reparos sacó a la luz la triste realidad de la hambruna. A esta publicación se unió el diario local Hindu con el mismo propósito; mientras que Pandit Nehru, hermana del nacionalista Jawaharlal Nehru, también manifestó su horror públicamente a la comunidad internacional; lo mismo que las impactantes imágenes de mujeres y niños fallecidos en las calles de Bengala que el periodista Ian Stephens publicó en forma de macabras fotografías. No obstante, los que mediáticamente salieron ganando con esta tragedia, fueron las potencias del Eje conformadas por Alemania y Japón que presentaron a los ingleses como si fuesen unos asesinos sin piedad, dando alas al movimiento secesionista del Ejército Nacional Indio dirigido por Chandra Bose y que en aquellos instantes combatía junto al Ejército Alemán y al Ejército Japonés tanto en Europa como en Asia.

Diciembre de 1943. Niñas indias reciben los primeros socorros de alimentos.

Al saberse en Gran Bretaña acerca de la magnitud de la Hambruna de Bengala y el tremendo escándalo internacional que había supuesto, los responsables políticos no tuvieron más remedio que actuar ante las presiones de otras potencias, sobretodo de Norteamérica, así como por las del Virrey Archibald Wavell. Así fue como rápidamente en el otoño de 1943, el Secretario de Estado, Leo Amery, limitó la exportación de alimentos en Bengala y desvió numerosos mercantes para que llevasen hasta un total de 1.000.000 de toneladas de arroz al nordeste de la India. También países extranjeros de Iberoamérica, además de Australia y Estados Unidos, contribuyeron al envío urgente de productos a Bengala, lo que favoreció que a comienzos de 1944 la situación volviese a estabilizarse y la hambruna finalmente remitiese.

La Hambruna de Bengala fue el mayor crimen cometido por el Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial. Durante su prolongación que se extendió desde Mayo de 1943 hasta inicios de 1944, perdieron la vida unos 3 millones de indios por inanición, malnutrición, enfermedades o bajo las disparos del Ejército Británico mientras la población intentaba saquear los almacenes para hacerse con algo de comida. Este acontecimiento estuvo sin duda entre las manchas más oscuras del bando de los Aliados en la contienda y también de todas sus aventuras bélicas en el siglo XX.

 

Bibliografía:

-Christopher Bayly y Tim Harper, Forgotten Armies, Britain’s Asian Empire & the War with Japan, “The Great Starvation”, Penguin Books (2005), p.282-291
-Jesús Hernández, Eso no estaba en mi libro de la Segunda Guerra Mundial, «Hambruna en Bengala», Almuzara (2018), p.222-225
-Donny Glukcstein, La Otra Historia de la Segunda Guerra Mundial, Resistencia contra Imperio, «La India: De la Hambruna a la Independencia», Ariel (2012), p.190-192
http://en.wikipedia.org/wiki/Bengal_famine_of_1943