Genocidio en China

China fue el país de Asia que más sufrió durante la Segunda Guerra Sino-Japonesa de 1937 a 1938 y durante la Segunda Guerra Mundial de 1939 a 1945. A lo largo de este interminable período de nueve años, un infierno se desató sobre la nación en forma de matanzas, violaciones, deportaciones y todo tipo de tropelías a manos de las fuerzas ocupantes del Imperio Japonés, que dejaría una trágico cifra de casi 10 millones de personas aniquiladas en un episodio que bien podría calificarse de «Genocidio Chino».

Crímenes (1938-1939)

Cuando se produjo la Masacre de Nankíng de 1937 que dejó un saldo de 300.000 civiles asesinados en lo que había sido la capital de Kuomintang, escenas similares muy pronto se repetirían a lo largo y ancho de toda China. A partir de entonces, cada vez que las tropas del Ejército Imperial Japonés entraban en una ciudad o pueblo, lo primero que hacían era ejecutar a todos los soldados del Ejército Chino que se hubiesen rendido, antes de irrumpir entre las calles tiroteando a los civiles y continuar con el secuestro de mujeres a las que violaban hasta la muerte. Eso mismo fue lo que ocurrió en el puerto fluvial de Jiujiang junto al Río Yang-Tsé, después de que el 28 de Julio de 1938, los soldados nipones aniquilasen a toda su población dentro del contexto de la Batalla de Wuhan.

Fosa común de ciudadanos chinos en la ciudad de Hschow.

Cada vez que una zona de China era ocupada por el Imperio Japonés, el control del sector pasaba a quedar en manos de los agentes de la temida Policía Secreta del Estado, la «Kempei-Tai». Según los métodos empleados por estos hombres para extraer información al enemigo, los interrogatorios empezaban con puñetazos, patadas y golpes de bastón al reo, para luego aumentar el dolor con barras de hierro candentes al fuego, e incluso atando una piedra muy pesada sobre una determinada parte del cuerpo de la víctima que le causase mucho sufrimiento a causa de una incómoda posición. Sin embargo, una de las torturas más efectivas era introducir un trapo mojado en la boca del preso, mientras inmovilizado boca arriba sobre un banco iba tragando agua hasta llenar el estómago, instante en que los verdugos golpeaban el vientre haciendo que el cautivo vomitase todo el líquido.

Las mujeres chinas constituyeron unas de las principales víctimas del Ejército Imperial Japonés, bien porque fueron violadas salvajemente por muchos hombres, bien porque fueron convertidas en prostitutas forzosas dentro de burdeles militares bajo la denominación de «damas de consuelo». De hecho, las agresiones sexuales fueron algo tan habitual entre los soldados nipones, que en ocasiones consideraban estos actos como una especie de «rito de iniciación» de los veteranos hacia los reclutas más bisoños, por lo que las víctimas de abusos, desde chicas adultas a ancianas y niñas, se contabilizaron por cientos de miles en toda China.

Mucho peor fue el destino de los soldados del Ejército Chino capturados durante la Segunda Guerra Sino-Japonesa porque la mayoría acabaron fusilados, cuando no convertidos en blancos de prácticas de carga a la bayoneta mientras permanecían atados a un árbol o de pie junto a una zanja de tierra removida. Sin embargo, no todos los cautivos murieron rajados por cortes de arma blanca, pues muchos otros fueron inmovilizados en postes y ejecutados por tiradores desde la distancia que se ejercitaban en el disparo de fusil hasta vaciar todos los cargadores sobre la víctima. Como consecuencia de esta crueldad sin precedentes, sólo 56 prisioneros de guerra serían liberados al término de la Segunda Guerra Mundial.

Los «Tres Todos»

La «Ofensiva de los Cien Regimientos» organizada por el Partido Comunista Chino en 1940, radicalizó todavía más a las soldados del Imperio Japonés porque junto con la inesperada derrota, la violencia en la retaguardia generó una mayor psicosis en contra de la población local. Como consecuencia de esta tensión latente en el ambiente, miles de prisioneros fueron fusilados en zanjas y fosas comunes, ahorcados públicamente tirando de sogas, rajados con bayonetas, decapitados con katanas o enterrados vivos bajo el suelo, sin obviar con que multitudes enteras resultaron ametralladas por armas automáticas. A veces incluso se alcanzaron límites extremos como disparar sobre alguien por el mero hecho de resultar sospechoso o pinchar con bayonetas los carros y vehículos de carga ante la posibilidad de que ocultasen partisanos.

Oficial japonés sonríe a la cámara tras haber decapitado a montones de prisioneros chinos. En la mano sujeta una cabeza que acaba de cortar a un individuo con la katana.

Bajo el nombre de «Política de los Tres Todos» consistente en «matar a todo, quemarlo todo y saquear todo», cuya teoría estuvo promovida por los generales Ryûkichi Tanaka y Yasuji Okamura, las tropas japonesas se lanzaron una orgía de sangre jamás vista hasta la fecha en China. Fue entonces cuando cientos de pueblos y aldeas ardieron a manos de soldados descontrolados, en ocasiones comarcas enteras con todos sus huertos y alimentos, así como infinidad de propiedades que fueron asaltadas y robadas, con el consiguiente asesinato de miles de campesinos (muchos abrasados dentro de sus viviendas). Tampoco faltó la violencia contra las mujeres y los niños, como por ejemplo a una chica a la que rociaron con gasolina y prendieron fuego viva; o a otra a la que violaron delante de su hijo, después desnudaron para hacerla caminar hasta un barranco y finalmente acabaron por arrojar a su pequeño al vacío.

La «Política de los Tres Todos» dejó un saldo de 2.700.000 de muertos sobre las provincias de Hebei, Shandong, Chahar, Shanxi y Shaanxi. Según las estadísticas, uno de los crímenes más crueles tuvo lugar en la aldea de Panjiayu, donde 1.230 habitantes (toda la población del pueblo) fue aniquilada sin excepción el 25 de Enero de 1941.

Campos de Concentración

Originalmente los campos de concentración del Imperio Japonés fueron pensados para el trabajo esclavo y la explotación económica a cambio de la obtención de recursos o la construcción de infraestructuras en las zonas ocupadas. Así como en el norte de China y también en Manchuria, se abrieron una serie de recintos rodeados de alambradas y torres de vigilancia, en cuyo interior albergaron barracones para miles presos, instalaciones militares y centros de trabajo en forma de canteras para la explotación de mineral.

Los campos de concentración de China muy pronto se convirtieron en «campos de muerte» porque los prisioneros desfallecían hasta la extenuación, eran ejecutados por los soldados o en ocasiones eran empleados como cobayas humanas por doctores en una serie de experimentos médicos y bacteriológicos. A este tipo de excesos inhumanos, nunca faltaban las habituales torturas y palizas de los guardias, especialmente de los colaboracionistas manchús, coreanos o taiwaneses, quienes en su condición de auxiliares se mostraban mucho más crueles que los propios militares japoneses

Sobre toda la geografía de China los campos de concentración se contaron por decenas, especialmente en el norte del país, Manchuria y los valles del Río Yang-Tsé. Entre los más famosos por su elevada tasa de mortandad entre los presos estuvieron los recintos de Changchun, Songo, Hailar, Guangzhou, Permai y Yen, así como un centro penitenciario que se inauguró a escasos kilómetros de la capital de Nankíng.

Crímenes (1941-1945)

Al estallar la Guerra del Pacífico el 7 de Diciembre de 1941, el Imperio Japonés atacó las posesiones de Gran Bretaña y los Aliados Occidentales en China, apoderándose de Hong Kong y de las Delegaciones Internacionales en Shangai. A partir de entonces se desataría un infierno sobre estos dominios, ya que por ejemplo en Shangai y los alrededores de la provincia de Jiangsu morían a lo largo de la contienda unos 100.000 ciudadanos chinos como consecuencia de las acciones antiguerrilleras, las represalias y la devastación de la región. Simultáneamente en Hong Kong, la antigua colonia británica fue víctima de una terrible hambruna que redujo la población inicial de 1.600.000 hongkoneses a tan sólo 750.000, ya que los 850.000 restantes murieron de inanición o se vieron forzados a emigrar al interior de China.

Otras nuevas formas de represión con la Guerra del Pacífico en marcha fue la deportación masiva de cientos de miles de personas a otros escenarios como el Sudeste Asiático, donde infinidad de chinos morirían como esclavos en la construcción del «Ferrocarril de la Muerte» en Birmania y Thailandia, la mayoría por las malas condiciones, las palizas de los guardias, el hambre, las enfermedades de la selva tropical o devorados en los ríos por cocodrilos. Al mismo tiempo, más mano de obra fue enviada desde China a sufrir similar destino en lugares tan distantes como Nueva Guinea, Java o Borneo, además de remotas islas sobre la inmensidad del Océano Pacífico.

Un chino capturado es atravesado por una bayoneta para ahorrar balas tras una ejecución a las afueras de Shangai.

La violencia de Japón y la «Política de los Tres Todos» volvió a estar vigente a partir de 1942, como por ejemplo ocurrió en la costas de Shandong cuando 250.000 chinos fueron ejecutados masivamente como represalia por haber acogido unos aldeanos a los pilotos norteamericanos del «Raid Doolittle» que la Fuerza Aérea Estadounidense efectuó contra Tokyo. Al año siguiente, los días 9 y 12 de Marzo de 1943, el Cuerpo Expedicionario Japonés que entró en la provincia de Hunan, asesinó a otros 30.000 civiles en lo que se conoció como la Matanza de Changjiao. Sin embargo los crímenes no acabaron ahí porque a medida que las tropas japonesas comenzaban a retroceder desde el año 1944, emplearon la práctica de la «tierra quemada» destruyendo ciudades, incendiando aldeas y matando a miles de personas hasta los últimos días de la Segunda Guerra Sino-Japonesa.

Conclusión

Terminada la Segunda Guerra Mundial el 2 de Septiembre de 1945 con la derrota del Imperio Japonés, los Aliados se erigieron como los vencedores en Asia. Hasta la fecha, se habían registrado miles de fosas comunes, asesinatos, secuestros, desapariciones, violaciones, torturas, exterminios de población, deportaciones masivas, campos de concentración, experimentos médicos con humanos, guerra química y bacteriológica, etcétera en toda China, lo que convirtió a esta nación en una de las más sufridas del siglo XX.

Aproximadamente más de 10 millones de chinos fueron víctimas de los crímenes de Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Ante esta cifra de muertos sin precedentes, a veces de una forma sistemática como ocurrió con la «Política de los Tres Todos», lo ocurrido en China entre los años 1937 y 1945 sin duda alguna fue un claro acto de «genocidio», enmarcable dentro de los Crímenes contra la Humanidad.

 

Bibliografía:

-Lawrence Rees, El Holocausto Asiático, Crítica (2009), p.49-64
-Xavier Casals, La guerra más salvaje. La invasión japonesa de China, Revista Clio Historia Nº101 (2009), p.32-41
-Daniel Gomà, La vergüenza de Hirohito, Revista Historia y Vida Nº520 (2011), p.70-73
-Guillermo Partiente, El Escuadrón 731 del Ejército Imperial Japonés, Revista WW2GP Magazine Nº6 (2015), p.14
-http://en.wikipedia.org/wiki/Japanese_war_crimes