Antisemitismo en la URSS y el fallido 2º Holocausto

La Unión Soviética se caracterizó por su antisemitismo desde los inicios de la Revolución Bolchevique hasta al fin de la «Era Estalinista». A pesar de que el comunismo se mostró en la propaganda como una ideología que rechazaba el racismo hacia los judíos, lo cierto fue que miles de hebreos serían asesinados por su condición a manos de las tropas soviéticas, primero en la Guerra Civil Rusa, luego en la Segunda Guerra Mundial, y finalmente en la Guerra Fría tras la Conspiración de las Batas Blancas de 1953.

Guerra Civil Rusa

Al estallar la Guerra Civil Rusa en 1917, muchos judíos de baja clase social optaron por apoyar la Revolución Bolchevique debido a las matanzas y pogromos perpetrados durante la anterior del Imperio Zarista, así como por las brutales ejecuciones que comenzaron a cometer contra su minoría los soldados del Ejército Blanco y los movimientos secesionistas de Ucrania. Sin embargo y aunque al principio los bolcheviques toleraron a los judíos, e incluso el líder del Ejército Rojo era uno de ellos, concretamente León Trotsky, en general los hebreros eran vistos como «capitalistas» u «oportunistas» debido a que la mayoría procedían de profesiones relacionados con el comercio o poseían ideas religiosamente conservadoras, algo que no les hacía nada populares a ojos de los revolucionarios más radicales. Así pues, el antisemitismo latente en el seno de los Soviets, apenas tardó en aflorar porque a lo largo de toda la contienda millares de judíos serían masacrados por el «Terror Rojo».

La Matanza de Smela fue el primer crimen antisemita del Ejército Rojo cuando 107 judíos fueron asesinados en esta localidad de Ucrania, una masacre a la que siguió poco después la Matanza de Baranovichi en Bielorrusia cuando otros cientos de hebreros terminaron fusilados a manos de las tropas soviéticas. Sin embargo los peores episodios ocurrieron dentro del contexto de la Guerra Polaco-Soviética de 1919 a 1921 después de que el I Ejército de Caballería Soviético al mando del general Semión Budiony exterminase durante ejecuciones colectivas y violentos pogromos hasta un total de 20.000 judíos.

Estalinismo

Durante el resto del régimen bolchevique impuesto por Vladimir Lenin los judíos dejaron de ser molestados por las autoridades e incluso se les intentó integrar en la nueva sociedad revolucionaria a través de una organización hebrea llamada «Yevsektsiya» que lideró Semyon Dimastein. Lamentablemente las cosas cambiaron con la llegada al poder de Iósif Stalin, ya que el nuevo dirigente al frente de la Unión Soviética trasladó forzosamente a un buen puñado de hebreos a Crimea entre 1926 y 1928, antes de ilegalizar a la «Yevsektsiya» en 1929.

Justo en los peores años del estalinismo el Kremlin trató se segregar todo lo posible a los judíos de la población rusa, ucraniana o bielorrusa cuando 18.000 personas fueron enviadas a Siberia, exactamente a 6.000 kilómetros de Moscú y muy cerca de la frontera con China, para fundar Región Autónoma Judía en el distrito de Tíjonkaia que fue rebautizado con el nombre de «Birobidzhan». Este espacio debía ser el futuro germen de un micro-Estado Soviético Judío en donde confinar al resto de hebreos de la URSS, ya que se temía a que conspirasen contra el régimen, aunque durante la Gran Purga de 1937 a 1938 el proyecto fue cancelado por Stalin, quién no dudo en ejecutar a todos los representantes judíos de la región y en asesinar a Semyon Dimastein, antiguo líder de la «Yevsektsiya».

II Guerra Mundial

La Segunda Guerra Mundial que comenzó con la invasión de Alemania y la Unión Soviética a Polonia según lo acordado en el Pacto de No-Agresión Germano-Soviético «Ribbentrop-Molotov» de 1939, implicó una colaboración efectiva respecto a la cuestión judía entre la Policía Secreta Alemana (Gestapo) y la Policía Estatal Soviética (NKVD). Eso les acabaría afectando a miles de familias judías que tras intentar cruzar la frontera huyendo del nacionalsocialismo alemán, los rusos les prohibieron el acceso y encima en numerosas ocasiones decenas de estos refugiados cayeron abatidos ante las balas de los francotiradores soviéticos. No obstante mucho peor fue lo ocurrido cuando el Ejército Rojo ocupó los Países Bálticos en 1940 porque las autoridades comunistas cerraron las sinagogas, prohibieron el culto a los hebreos y en Estonia deportaron a 500 judíos que morirían en los gulags de Siberia.

Con el inicio de la «Operación Barbarroja» durante la invasión de Alemania a la Unión Soviética en 1941, los judíos sufrirían una verdadero infierno no solamente a manos de las SS en el territorio conquistado por el Eje, sino también en el lado soviético porque muchos rusos sorprendentemente les culparon de «colaborar para traer a los alemanes», algo que se tradujo en numerosos linchamientos y fusilamientos, tal y como sucedió en Lvov y otras ciudades de Ucrania. No obstante y a pesar de estas circunstancias tan adversas, desde 1942 el Kremlin rebajó su antisemitismo reclutando miles de hebreos en el Ejército Rojo y fundando el Comité Antifascista Judeo-Soviético que lideró Salomón Mijoels. Lamentablemente esta frágil tolerancia no evitó algunos abusos, como por ejemplo lo que ocurrió al producirse la «liberación» del campo de exterminio de Auschwitz en 1945 cuando los soldados soviéticos no dudaron en violar a numerosas mujeres judías y en ejecutar algunos prisioneros acusados de «capitalistas».

Guerra Fría

Terminada la Segunda Guerra Mundial en 1945 con la victoria de la Unión Soviética, la persecución antisemita por parte del comunismo volvió a reanudarse desde 1946 pese a que por aquel entonces de un censo de 2’5 millones de judíos, 1 millón habían sido asesinados por la Alemania Nacionalsocialista y 180.000 habían muerto combatiendo en las filas del Ejército Rojo. Entre alguna de las nuevas medidas estuvo la de prohibir mencionar la existencia del Holocausto debido a que los soviéticos pretendieron presentarse como las principales víctimas del Tercer Reich, por lo que todas aquellas publicaciones que hablaban de las matanzas cometidas por las SS contra los hebreos como por ejemplo el Libro Negro de Peretz Markish fueron sacadas de circulación y sus autores enviados a los gulags. Sin embargo, cosas peores sucedieron en la Europa Oriental ocupada por el Ejército Rojo, porque en Polonia se asesinaron a 327 judíos y en Eslovaquia se apalearon a otros 48 durante el Pogromo de Topolcany.

En 1947 el Comité Antifascista Judeo-Soviético fue ilegalizado por el Partido Comunista Soviético (PCUS) pese a haber apoyado a la URSS durante la Segunda Guerra Mundial, siendo su líder Salomón Mijoels abatido en un atentado en Misnk, además de otros 25 miembros fusilados y 100 enviados a prisión. A continuación el periódico Pravda inició una campaña de desprestigio contra la raza judía a la que acusaba de ser inferior a la raza eslava y de estar poniendo en peligro a la comunidad socialista. De hecho muy pronto se despidió a los judíos de los oficios de responsabilidad pública (y se los prohibió acceder en el futuro), además de efectuarse una redada en Moscú y Leningrado contra todos aquellos periodistas, escritores, músicos, pintores y poetas de origen hebrero a los que se deportó a Siberia. Esta actitud se debió en parte a que Stalin veía a la comunidad judía como sospechosa de seguir la doctrina del «cosmopolitanismo», una teoría que según él las hacía dependiente de países extranjeros y capitalistas, especialmente tras el nacimiento del Estado de Israel en 1948.

Conspiración de las Batas Blancas

Bajo la forma de una <<Conspiración Judía>>, la detención del comisario Víctor Abakumov y de otros dirigentes judíos del Partido Comunista Soviético entre 1949 y 1952, fue interpretada por Iósif Stalin como un intento de derrocar al socialismo en la URSS. Este suceso que tuvo lugar al mismo tiempo que el escándalo de la «Conspiración de las Batas Blancas», consistente en un supuesto proyecto de médicos hebreos que habían pretendido fabricar productos medicinales para envenenar a altos dirigentes del Kremlin, constituyó el pretexto perfecto para llevar a cabo una de las típicas purgas del sistema estalinista.

Inesperadamente en 1952, las tropas de la NKVD arrestaron y encarcelaron a los judíos que trabajasen en los empleos de más alta cualificación o como funcionarios del Partido Comunista Soviético. Otros con menos suerte perdieron la vida como los trece hebreros ejecutados en la industria metalúrgica de automóviles de Stalino, o los once militantes del Partido Comunista Checo que fueron ahorcados en Checoslovaquia, entre ellos el secretario general Rudolf Slansky. Ni siquiera se salvaron algunas mujeres judías como Aleksandra Poskrebyshev que resultó fusilada o Paulina Zhemchuzhina que fue deportada a Siberia.

Falla el 2º Holocausto

Al igual que había sucedido con las etnias de Chechenia, Ingusetia o los tártaros de Crimea, a principios de 1953 el sistema estalinista consideró al pueblo judío como «colectivamente culpable» de conspirar contra el Estado Soviético. Así fue como Iósif Stalin proyectó deportar a todos los habitantes hebreos de la URSS, calculados en 1 millón de personas entre varones, mujeres y niños, a un campo de muerte ubicado en el gulag de Birobidzhan, durante una operación que constituiría un 2º Holocausto en Europa.

Milagrosamente el 5 de Marzo de 1953, el mandatario Iósif Stalin perdió la vida en su dacha de Moscú, lo que puso fin a la «Era Estalinista» y por tanto implicó la cancelación del 2º Holocausto (previsto para ese Marzo de 1953). Gracias a aquella mera casualidad del destino que sucedió en un espacio de muy pocos días, posiblemente cientos de miles de judíos salvaron la vida en un episodio que bien podía haberse convertido en un genocidio muy similar al que cometió el Tercer Reich en la Segunda Guerra Mundial.

 

Bibliografía:

-Stéphane Courtois, El Libro Negro del Comunismo, «Capítulo 14. La última conspiración», Ediciones B (2010), p.-323-332
-Fernando Paz, Radiografía de Barbarroja, Un Análisis Multidimensional de la Invasión Rusia, «¿Por qué Barbarroja?», HRM Ediciones (2024), p.59