Crisis de los Sudetes y Pactos de Munich

Si hubo un suceso de especial trascendencia durante la «Etapa de Entreguerras», aquellos fueron los Pactos de Munich en 1938. Firmados por Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia, decidieron no sólo el destino existencial de Checoslovaquia, sino que sobretodo demostraron la ineficacia de las democracias occidentales por detener la ambiciones territoriales de Adolf Hitler, quién poco a poco iría poniendo la mirada en otros lugares hasta desencadenar la Segunda Guerra Mundial.

Antecedentes

Cuando finalizó la Primera Guerra Mundial en 1918 tras la desfragmentación del Imperio Austro-Húngaro, nacieron múltiples estados independientes a costa de su vieja integridad territorial como Polonia o Yugoslavia. Una de estas naciones situada en Europa Central fue Checoslovaquia, cuya presencia en el juego internacional causó fuerte polémica al aglutinar dos entidades muy distintas como fueron la checa o la eslovaca. Anteriormente jamás había existido una Chequia soberana; y aunque sí en el pasado hubo un Reino de Eslovaquia; era incomprensible la unificación de ambas. No obstante y a pesar del inconveniente que eso suponía, no fue el único problema de esta nación, ya que de los 122.000 kilómetros comprendidos por Checoslovaquia (650 kilómetros de largo y 100 kilómetros de ancho), casi la mitad de sus fronteras se anexionaron partes de terceros como Alemania, Austria, Hungría, Polonia o Ucrania. De hecho el país estaba habitado por un crisol de razas que se censaban de la siguiente manera: 6.727.000 checos, 3.123.000 alemanes, 2.010.000 eslovacos, 746.000 húngaros, 460.000 ucranianos, 180.000 judíos, 76.000 polacos y 239.000 inmigrantes extranjeros como italianos, franceses, yugoslavos, griegos, etcétera; todos ellos sumidos en la desigualdad dependiendo de la etnia a la que se perteneciese y además con un clima de odio latente y muy extendido.

Bandera de Checoslovaquia.

Tomás Masaryk, fundador y Presidente de Checoslovaquia, fue el unificador de Chequia y Eslovaquia al término de la Primera Guerra Mundial. Así lo decidieron los vencedores durante las Conferencias de Paz de París fijando las cláusulas del siguiente modo: el Tratado de Versalles para Alemania en los Artículos 27, 81 y 86; el Tratado de Saint-Germain para Austria; y el Tratado del Trianon para Hungría. Obviándose los 14 Puntos del Presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, cuyas líneas preveían la autodeterminzación de los pueblos mediante plebiscitos democráticos al finalizar la Gran Guerra, los checos incumplieron su parte porque prohibieron elecciones libres en las regiones donde sabían que iban a perder. De esta manera los alemanes de los Sudetes, los húngaros de Ruthenia, los polacos en Teschen y los ucranianos en los Cárpatos quedaron sin representación legal, siendo obligados a ser checoslovacos forzosamente tal y como sucedió en el plebiscito de unificación celebrado el 19 de Febrero de 1919, donde se impidió votar a todos los que no fuesen de etnia checa o eslovaca (aproximadamente el 40% por electorado y por tanto una votación fraudulenta). Por si fuera poco una vez unificado el país, únicamente los eslovacos estuvieron reconocidos con un organismo propio articulado en el Parlamento de Bratislava, aunque siempre bajo la supervisión del Parlamento de Praga y con menos derechos que implicaban una desigual reparto de la riqueza, la sumisión del ámbito rural eslovaco frente a la industrialización checa y la hostilidad hacia la lengua eslovaca.

Desde los inicios de la fundación de Checoslovaquia, el país se convertiría en una constante tensión entre eslovacos, alemanes, húngaros, polacos y ucranianos contra los cada vez más dominantes checos. Precisamente los polacos fueron los primeros en causar revueltas en contra los checos, a los que siguieron los ucranianos exigiendo reconocimiento y derechos. También en Bohemia y Moravia las protestas germanas provocaron altercados contra las autoridades checas que prohibieron el uso público del idioma alemán. Así fue como ante este clima de tensión y desigualdad, Chechoslovaquia alcanzó los convulsos años 30 del siglo XX.

Problema de Checoslovaquia

Checoslovaquia en 1938 celebraba el 20º aniversario de su independencia, siendo por aquel entonces una república democrática y liberal en torno al liderazgo del Presidente Eduard Benes. A pesar de que el país era reconocido internacionalmente sin tenerse en cuenta que había sido creado artificialmente por las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial, aquel 1938 la convivencia entre las distintas etnias había mejorado notablemente. Por ejemplo la minoría compuesta por los 3.500.000 alemanes de los Sudetes (la segunda del país incluso por encima de los eslovacos que eran los terceros) se habían ido amoldando a la nueva situación e incluso habían conseguido representantes en el Gobierno Checo. De hecho los más problemáticos eran los eslovacos por culpa de las cada vez mayores políticas de «chequización», especialmente tras el surgimiento de un movimiento nacionalista denominado Guardia Hlinka que fundó el rebelde Andreas Hinkla.

Hasta Febrero de 1938 los problemas no comenzaron para Checoslovaquia cuando en las elecciones regionales de las minorías alemanas, ganó el Partido de los Sudetes liderado por Konrad Henlein con un 92% de los sufragios, cuyas propuestas incluían la separación con Chequia y la incorporación al Tercer Reich a imitación de lo sucedido en Austria con el «Anschluss». Como era de esperar, Praga vetó el resultado, lo que provocó la dimisión de los representantes alemanes del Parlamento de Praga en señal de protesta por no ampliar los derechos de su minoría. Sin embargo el Gobierno Checo cometió el error de reaccionar muy violentamente anulando los comicios en los Sudetes, encarcelando a los alcaldes de origen germano y prohibiendo la cátedra de filología alemana en la Universidad de Praga. Por supuesto aquella decisión generó una serie de manifestaciones en la calle por parte de la minoría alemana, las cuales fueron disueltas mediante cargas policiales, apaleamientos y el asesinato de dos personas. Aquel inesperado uso de la fuerza bruta fue una equivocación total porque desde la opinión pública en el extranjero se consideró un escándalo y durante algunas semanas Checoslovaquia quedó parcialmente aislada. Por ejemplo el 24 de Marzo, el Primer Ministro Neville Chamberlein desde Gran Bretaña, expresó indignado que Londres no garantizaría a Checoslovaquia su independencia e integridad territorial si continuaba con esa actitud hostil; una advertencia similar que también pronunció la Sociedad de Naciones (SDN).

Aprovechando el aislamiento internacional de Checoslovaquia, las minorías alemanas solicitaron de forma urgente que se concediese a los Sudetes una amplia autonomía y que la política checa se orientase hacia Alemania. Inicialmente el Parlamento de Praga aceptó dialogar con los representantes germanos siempre que se respetara la Constitución y la integridad nacional, aunque de ningún modo anunció modificar su política exterior en favor de Alemania. Sería precisamente por esta última negativa, por lo que el 13 de Mayo de 1938 los minorías alemanas se organizaron en milicias vistiendo uniforme y brazalete al estilo nacionalsocialista de las SS o SA mientras desde el Tercer Reich se vertía una dura campaña publicitaria acusando a Checoslovaquia de cometer los crímenes y las más altas injusticias contra los ciudadanos germanos.

Bandera de Eslovaquia.

Simultáneamente a la crisis interna vivida en Checoslovaquia, se realizaron elecciones generales que finalizaron el 12 de Junio de 1938 tras la composición de un Gobierno de Praga formado por el Presidente Eduard Benes y el Primer Ministro Milan Hodza, ambos profundamente nacionalistas y antigermanos. Sin embargo en los Sudetes, los partidos alemanes separatistas arrasaron en los comicios por mayoría absoluta, lo que obligó al Gabinete de Praga a elaborar un Estatuto de Autonomía que una vez más cometió el error de no equiparar los mismos derechos de las minorías a los checos. Ante esta negativa por parte del Gobierno, los alemanes no sólo se radicalizaron, sino que también las minorías húngaras y polacas en sus respectivas regiones exigieron una autonomía similar, una petición a la que posteriormente se sumarían los habitantes ucranianos de los Cárpatos.

Rápidamente el problema de los Sudetes que había comenzado con las minorías alemanas, se extendió a toda la Europa Central cuando Hungría y Polonia, alertadas por los cada vez mayores discursos xenófobos de los checos, exigieron a Praga la entrega de los territorios habitados por húngaros y polacos. También en Eslovaquia la situación se radicalizó tras la muerte del líder nacionalista Andreas Hlinka y el ascenso del Partido del Progreso Eslovaco del Monseñor Jozef Tiso, una organización católica filofacista que solicitó la inmediata separación con Chequia. A raíz de esta escalada de amenazas, Francia e Italia entraron en escena, apoyando la primera a los checos y la segunda a los eslovacos; lo que propició a su vez la intervención diplomática de Gran Bretaña al comprender desde Londres que la situación podía irse de las manos y acabar en un conflicto armado.

Según afirmó Hitler el 12 de Septiembre de 1938 con las siguientes palabras: «la cuestión checoslovaca es un problema de Alemania». Eso mismo también pensó el Primer Ministro Neville Chamberlein cuando tras una visita a Alemania el 15 de Septiembre, se entrevistó con el Führer en Berschtesgaden, de quién se llevó muy buena impresión personal e incluso no vio con malos ojos que el Tercer Reich se anexionase los Sudetes. Así lo expresó a su regreso a Londres, asegurando a la opinión pública que ni Inglaterra ni el resto de Europa irían a la guerra por defender a Checoslovaquia.

El 23 de Septiembre de 1938, Hitler y Chamberlein volvieron entrevistarse en una reunión celebrada en la ciudad de Bad-Godesberg sobre la provincia de Renania-Westfalia, donde el mismo Führer recibió al Primer Ministro en el aeropuerto. A pesar de que el mandatario inglés se sintió algo irritado, tal y como comentó a sus asesores en el Hotel Petersber, finalmente emitió su promesa de no intervención en caso de un conflicto con Praga. Aquel anuncio generó tal pánico en Checoslovaquia, que inmediatamente se decretó la movilización general del Ejército Checoslovaco. Simultáneamente Francia, se posicionó en favor de Praga movilizando a una quinta parte de sus fuerzas armadas; mientras que Italia hizo lo propio en favor de Alemania con un total de doce divisiones que se situaron junto a la frontera francesa de los Alpes, además de zarpar hacia el Mar Mediterráneo una considerable escuadra de la Marina Real Italia (Regia Marina). Incluso naciones que hasta ese momento había permanecido al margen, sopesaron la posibilidad de involucrarse como hicieron Estados Unidos, Rumanía, Yugoslavia y Grecia.

Ante la inesperada respuesta internacional que a punto estuvo de desatar las hostilidades sobre Europa, Checoslovaquia volvió a cometer la torpeza de desatar una política represiva contra las minorías alemanas de los Sudetes que estuvo acompañada de agresiones y apaleamientos. Solamente el 25 de Septiembre, los soldados checos mataron de forma arbitraria a 11 ciudadanos alemanes. Así fue como debido a esta nueva oleada de violencia, Francia temió hacer el ridículo y por el momento paralizó la movilización. De forma contraria, Hitler todavía se envalentonó más porque tras celebrar un desfile militar de la 2ª División Motorizada por la Avenida Wilhelmstrasse de Berlín, ordenó a esta misma unidad desplazarse hasta la demarcación con Checoslovaquia.

A finales de Septiembre de 1938, un total de 50 divisiones del Ejército Alemán (Wehmarcht) comenzaron a desplegarse alrededor de la frontera con los Sudetes. También el Ejército Checo concentró a otras 30 divisiones a lo largo de su demarcación territorial, aunque a sabiendas de que no serían suficientes, volvió a pedir ayuda urgente a Gran Bretaña y Francia sin obtener ningún resultado. Al mismo tiempo que eso sucedía, dentro de los propios Sudestes se organizó una milicia alemana bautizada como «Frickorps» que no tardó en llamar a la rebelión; mientras que en las zonas próximas a Hungría y Polonia, el Ejército Húngaro en el sur y el Ejército Polaco en el norte, aproximaron sus divisiones a la frontera checoslovaca para recuperar los antiguos territorios arrebatados por los checos en el pasado. De tal magnitud era la crisis para el Gobierno Checo, que el Primer Ministro Milan Hodza tuvo que dimitir para ser sustituido por el general y también Ministro de Defensa, Jan Sprovy. Incluso el Presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, intentó mediar sin éxito para que la tensión no fuese más, ya que el Reino Unido impidió a Washington inmiscuirse en asuntos propios de los europeos.

Justo unas horas antes de la fecha fijada por Hitler para invadir Checoslovaquia que coincidía en el calendario con el 28 de Septiembre de 1938, la Italia Fascista intervino diplomáticamente para evitar lo que parecía ser una guerra inevitable. Gracias al Duce, Benito Mussolini, quién anteriormente había definido a Checoslovaquia como un «país con forma de salchicha», impidió al Tercer Reich lanzarse a la aventura consiguiendo la celebración de una reunión a cuatro bandas con Gran Bretaña y Francia. Según el mismo Mussolini explicó: «Sería verdaderamente absurdo, incluso criminal, que millones de europeos debieran precipitarse los unos contra los otros, simplemente para mantener el dominio del Señor Benes sobre ocho razas diferentes». Afortunadamente todos los implicados aceptaron la propuesta italiana y acordaron dialogar en lo que se conoció como la Conferencia de Munich.

Conferencia de Munich

La Conferencia de Munich se celebró los días 29 y 30 Septiembre de 1938 en la Führerhaus de Baviera. Adolf Hitler estuvo en representación de Alemania, Neville Chamberlain de Gran Bretaña, Benito Mussolini de Italia y Éduard Daladier de Francia. Ni siquiera se permitió participar a Checoslovaquia en la reunión (salvo una delegación que estuvo esperando en la antesala), ni a la Unión Soviética que exigió estar presente. De hecho a Hitler le bastaron solamente 48 horas para que su muy superior capacidad de oratoria convenciese a los otros tres conferenciantes de que la mejor solución era la anexión de los Sudetes, a cambio de que Berlín garantizase la la paz en otros territorios y resolviese los conflictos mediante el diálogo.

 

Pacto de Munich:

Alemania, el Reino Unido de la Gran Bretaña, Francia e Italia han acordado, por lo que respecta la cesión del territorio de los Sudetes:
1. La evacuación deberá empezar el 1 de Octubre.
2. El Reino Unido de la Gran Bretaña, Francia e Italia convienen en que la evacuación habrá de ser completada para el 10 de octubre, sin que se haya efectuado el desmantelamiento o destrucción de cualquier clase de instalaciones.
3. Los pormenores relativos a la evacuación serán fijados por una comisión internacional (…).
4. La ocupación escalonada comenzará en los días 1 y 2 de Octubre.
5. La comisión internacional a la que se hace referencia en el párrafo número 3 visitará los territorios en los cuales se deberá efectuar un plebiscito. Dichos territorios serán ocupados por tropas neutrales hasta la terminación de dicho plebiscito (…).
6. La comisión internacional fijará inmediatamente la línea fronteriza entre los territorios anexionados y la potencia que toma posesión de ellos (…).
7. El Gobierno checo, en un plazo de cuatro semanas, licenciará de sus unidades militares y policíacas a todos los sudetes alemanes que deseen separarse de las mismas (…).
Hitler, Chamberlain, Daladier y Mussolini
29 de Septiembre de 1938

Anexión de los Sudetes

Bautizado el suceso como los Pactos de Munich, todos los conferenciantes salieron ganando con la excepción de Checoslovaquia. Tanto Chamberlein como Daladier y Mussolini quedaron de cara a la opinión pública en sus propios países como mensajeros de la paz tras haber evitado una nueva guerra en Europa; siendo los tres recibidos en Londres, París y Roma como héroes. Por ejemplo a Chamberlein le esperó una multitud eufórica en el Aeropuerto de Herston, antes de desplazarse a la Calle Nº10 de Downing Street donde leyó una carta a los londinenses pronunciando las siguientes palabras: «Tengo la convicción de que esto significa la paz para nuestra generación». Por el contrario, uno de los pocos críticos y que posteriormente demostraría estar en lo cierto fue el diputado de la Cámara de los Comunes, Winston Churchill, quién en medio de unos abucheos declaró: «Una derrota total sin atenuantes».

Conferéncia de Múnich y futura desmembración de Checoslovaquia. En la fotografía Adolf Hitler (centro), Neville Chamberlain (izquierda), Éduard Daladier (derecha) y Benito Mussolini (detrás).

Oficialmente el 1 de Octubre de 1938, el Ejército Alemán cruzó la frontera con Checoslovaquia y se anexionó los Sudetes. Dicha incorporación amplió territorialmente el Tercer Reich con un total de 16.000 kilómetros cuadrados habitados por 3.500.000 personas (2.800.000 alemanes y 700.000 checos), además de unas fuentes de materias primas que incluían el 86% de los productos químicos en Chequia, el 80% del acero, el 80% del lignitio, el 80% de la industria téxtil y el 66% de su carbón.

Todo dio la sensación de estar aparentamente solucinado tras los Pactos de Munich aquel otoño de 1938. Sin embargo la tensa situación en Europa Central no demostró ser así. Igual que había hecho Alemania, también Hungría exigió su parte del pastel a Checoslovaquia con la región de Ruthenia; y Polonia advirtió a los checos con intervenir para anexionarse Teschen. A estas reclamaciones se sumó la inmediata amenaza de independencia por parte de Eslovaquia y las revueltas de los nacionalistas ucranianos en los Cárpatos. Dicho caos volvería a poner Checoslovaquia en los ojos de mira de Hitler, quién sin previo aviso el 15 de Marzo de 1939, entró con las tropas en Praga convirtiendo a Chequia en el Protectorado de Bohema Moravia. Esta acción despertó la desconfianza de Occidente hacia Alemania y rompió con cualquier cláusula aprobada en los Pactos de Munich, lo que puso a Europa al borde de un nuevo conflicto que rápidamente se materializaría en la Segunda Guerra Mundial.

 

Bibliografía:

-Ismael García, Checoslovaquia 1938 Un ejército frente al Führer. Nubes de Guerra, Revista Serga Nº49 (2007), p.34-36
-Ismael García, Checoslovaquia 1938 Un ejército frente al Führer. Desmembramiento, Revista Serga Nº49 (2007) p.36-37
-Editores de S.A.R.P.E., Crónica Política y Militar de la Segunda Guerra Mundial. «La Conferéncia de Munich», S.A.R.P.E. (1978), p.19-21
-Basil Liddell Hart, Así fue la Segunda Guerra Mundial. 2 Totalitarismo frente a la democracia, Noguer (1972), p.80-96
-Winston Churchill, La II Guerra Mundial Volumen 1. El Camino hacia el Desastre. «XIII Checoslovaquia», Planeta Deagostini (1959) p.153-160
-Joaquín Bochaca, Los Crímenes de los Buenos, «Checoeslovaquia. Rompecabezas geopolítico», Ediciones Sieghels (2009), p.59-79