La Lanza Longinos de Hitler

 

Santa Lanza, también conocida como «Lanza Longinos» o «Lanza de San Mauricio», fue el arma que atravesó a Jesús de Nazaret cuando yacía sin vida en la Cruz según las Sagradas Escrituras. Fue a partir de este suceso narrado en la Bíblia, cuando muchas leyendas nacieron en torno a esta misteriosa reliquia, las cuales aseguraban que quién estuviera en posesión dicha arma tendría el poder de levantar imperios; aunque también estaría condicionada por una maldición que auguraba la muerte a quién la perdiese.

Origen de la Lanza Longinos

Numerosas leyendas fueron las que surgieron en torno al destino de la Lanza Longinos. Sin contar con las repetidas supuestas lanzas y otras candidatas a serlo repartidas por todo el mundo (por ejemplo una en el Vaticano, otra en Armenia, Polonia…), dos versiones fueron las que narraron las andanzas de la reliquia que finalmente acabó en el Museo Hofburg de Viena, donde Adolf Hitler se acabaría apropiando de ésta en el siglo XX.

1ª Leyenda:

Originalmente los primeros datos conocidos sobre la Santa Lanza se registraron por el comandante tebano San Mauricio alrededor del siglo III al IV d.C, aunque apenas se obtuvo información acerca de la relación de este militar con la reliquia. De hecho el primer personaje importante en poseer la Lanza Longinos fue el Emperador Constantino de Roma, quién sostuvo la pieza como talismán durante la Batalla del Puente Milvio justo en el instante en que sobre el cielo apareció la Santa Cruz con el mensaje de «In hoc signo vinces (Con este símbolo vencerás)» y que llevó a su líder a pintarla en los escudos de sus tropas con la consiguiente victoria. Carlos Martel, caudillo de los francos, fue el siguiente portador de la Lanza Longinos durante la Batalla de Poiteirs en el año 732, donde los cristianos consiguieron uno de sus primeros triunfos militares contra los invasores musulmanes. A partir del siglo IX el Emperador Carlomagno se hizo con el preciado objeto, llevando consigo la Santa Lanza a lo largo de 47 campañas militares de las que salió victorioso; hasta que tras dejarla caer accidentalmente en Aix-la-Chapelle, fue víctima de la maldición al perder la vida en el año 814. Desde entonces la Santa Lanza pasó a ser propiedad de Heinrich el Cazador, también conocido como «Enrique el Pajarero» y fundador de la Casa de Sajonia, que la mantuvo bajo su poder a lo largo de más de cinco generaciones hasta ir a parar a la Casa Hohenstauffen de Suabia. Fue en ese momento cuando el Rey Federico I Barbarroja se apropió de la Lanza Longinos, la cual supuestamente le ayudó a construir un imperio mediante la conquista de Italia y la abdicación del Papado, hasta que una vez más en 1190, mientras vadeaba el Río Cidno en Asia Menor, perdió la reliquia e instantáneamente falleció ahogado. Incluso el mismo Napoleón Bonaparte de Francia intentó hacerse con la Santa Lanza en el siglo XIX, fracasando en su intento después de que los monarcas alemanes la pusieran a salvo tras cedérsela a la Casa de los Habsburgo de Austria.

Batalla de Poiteirs entre cristianos y musulmanes, supuestamente ganada por los primeros porque el Caudillo Carlos Martel portaba la Lanza Longinos.

2ª Leyenda:

Sorprendente fue el descubrimiento de la Santa Lanza en Antioquía (Turquía) durante la Primera Cruzada a Tierra Santa en el año 1098. Según la leyenda cuando los cruzados fueron cercados en la ciudad por tropas sarracenas sin posibilidad de escapar y después de resistir más de tres semanas apenas sin comida ni agua, un campesino llamado Pedro Bartolomé, narró que había tenido una visión milagrosa de San Andrés, quién le había indicado donde se encontraba la Santa Lanza que les llevaría a la victoria. Incrédulos los militares cruzados, siguieron a Pedro Bartolomé hasta la Iglesia de San Pedro y excavaron justo en el lugar señalado por el campesino. Para su asombro, entre la tierra apareció una lanza mohosa que todos los presentes identificaron como el arma que había atravesado a Jesucristo. Fue entonces cuando los cruzados enarbolaron la Lanza Longinos y ávidos de moral, rompieron el cerco y vencieron a los sarracenos.

La Lanza Longinos y la II Guerra Mundial

Siendo Adolf Hitler un joven pintor vendedor de postales que vagabundeaba por las calles de Viena, se fijó por primera vez en la Lanza Longinos en 1909 durante una visita al Museo Hofburg. Por aquel entonces la lanza pertenecía al Emperador Francisco José I de la Casa de los Habsburgo, una reliquia que Hitler visitaría muy a menudo, permaneciendo horas embelesado frente a la vitrina. Con 30 centímetros de longitud, recubierta por una fina lámina de oro y con un clavo de metal atado con alambres, tenía una inscripción que rezaba «Lancea et Clavus Domini (Lanza y Clavo del Señor)», de la cual Hitler quedaría maravillado e inspirado por hacerse algún día con ésta.

Lanza Longinos.

Tendrían que pasar muchos años hasta que en 1938, coincidiendo con la anexión del Tercer Reich a Austria, el «Anschluss», la Lanza Longinos finalmente cayera en las manos de Hitler después de que la noche del 14 de Marzo entrase en el Museo Hofburg y él mismo la sostuviera en sus dedos. Como un trofeo muy especial, el artefacto fue trasladado a Alemania y expuesto en el Museo de la Guerra de Nuremberg, antes de su instalación definitiva en la Cripta de Santa Calina, lugar tradicional de batallas clásicas protagonizadas por los Maestros Cantores de Nuremberg en la Edad Media. Protegida por un grupo selecto de hombres armados de las SS al mando del doctor Ernst Kaltenbrunner, la Laza Longinos únicamente era visible para los miembros de la Sociedad Thule (secta oculta que se había incorporado a la Oficina de Ocultismo de las SS), así para el Reichsführer de las SS, Heinrich Himmler, y al doctor y astrólogo Karl Haushofer.

Adolf Hitler en Austria, 1938.

Como propietario de la Lanza Longinus, Hitler como muchos otros antes que él, se adueñó de un gran imperio, en este caso el Tercer Reich. Así fue como según la leyenda, la Santa Lanza ayudó a Hitler a conquistar Checoslovaquia, Polonia, Noruega, Dinamarca, Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Grecia, Yugoslavia, Ucrania, Bielorrúsia, Letonia, Lituania, Estonia, Rusia Occidental y Egipto. Por dicha razón se decidió protegerla en una cámara acorazada a 24 metros de profundidad bajo el Castillo Kaiserburg, a la cual únicamente se podía acceder a través de un túnel subterráneo con una entrada secreta en el garage de una casa del siglo XVIII situada en la Calle Oberen. Sin embargo y a pesar de las enormes medidas de seguridad, Hitler fue presa de su terrible maldición. Todo ocurrió el 13 de Octubre de 1944 cuando aviones norteamericanos bombardearon la ciudad de Nuremberg, causando desperfectos en la puerta del Castillo Kaiserburg donde se hallaba la Lanza Longinos. A raíz de este incidente, Hitler ordenó que la lanza fuese inmediatamente trasladada a unos sótanos de la Escuela de Panier Platz. No obstante durante el trayecto efectuado el 30 de Marzo de 1945, los soldados alemanes confundieron la Espada de San Mauricio con la Santa Lanza, lo que impidió la evacuación de la reliquia. Poco después, el 20 de Abril de 1945, Nuremberg fue ocupada por el III Ejército Estadounidense del general George Patton, quién conociendo acerca de la existencia de la Santa Lanza, dio orden de buscarla a la Compañía C del 3º Regimiento de Infantería al mando del teniente Waltern Horn, jefe de la División de Monumentos, Bellas Artes y Archivos (Monuments, Fine Arts & Archives Division o MFA&A). De este modo y tras ignorar la falsa versión de unos alemanes capturados que habían asegurado haberse deshecho del artefacto arrojándolo al Río Zell de Salzburgo, el 30 de Abril de 1945 el propio teniente Waltern Horn encontró la Lanza Longinos en su lugar original del Castillo Kaiserburg, envuelta un lecho de terciopelo rojo. Curiosamente ese mismo día y coincidiendo que la Santa Lanza acababa de cambiar de propietario, Hitler se suicidó en su búnker cumpliendo así con la maldición por la que muchos otros habían sido víctimas.

General de los Estados Unidos, George Patton.

George Patton y por tanto los Estados Unidos se convirtieron en los nuevos dueños de la Lanza Longinos justo cuando Norteamérica salió como primera potencia vencedora de la Segunda Guerra Mundial. De este modo, bajo el poder de Patton en la inmediata postguerra, la recién independizada República de Austria exigió la devolución de la reliquia que los alemanes le habían robado. No obstante y a pesar de que Patton se negó creyendo firmemente en la leyenda de la Santa Lanza, el general Dwith Eisenhower zanjó la cuestión obligándole a devolverla a sus antiguos dueños. Así fue, como tras perder Patton la Lanza Longinus después de entregarla forzosamente al Museo Hofburg de Viena, el bravo general falleció en un accidente de coche y por tanto se convirtió en la última víctima de la maldición.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial y vuelta la paz al mundo, la Lanza Longinos permaneció a la vista del público en el Museo Hofburg de Viena; justo detrás del cristal donde Hitler la contempló maravillado por vez primera y estando a la espera de encontrar un nuevo portador y por tanto una nueva víctima.

 

Bibliografía:

Jesús Callejo, Hitler y la Lanza de Longinos, Más Allá Monográfico (2001), p.62-65
Víctor Baldoví, La Lanza del Destino, Revista WW2GP Magazine Nº5 (2015), p.13-15