Hiro-Hito

El Emperador Hiro-Hito de Japón fue uno de los monarcas más controvertidos de la Segunda Guerra Mundial. Al frente de la Jefatura del Estado del Imperio Japonés de una manera «simbólica», realmente fue un títere de la clase militarista de la época que se opuso a la Guerra del Pacífico, pero que fue arrastrado por las circunstancias de los que le rodeaban. Solamente su determinación en 1945 para rebelarse contra la casta belicista, le convirtió en una figura clave por poner término al conflicto y canalizar una ejemplar transición hacia una democracia que desembocaría en el Japón Moderno del siglo XX.

Hiro-Hito nació el 29 de Abril de 1901 en el Palacio Aoyama de Tokyo durante plena Era Meiji en Japón. Su padre fue el Príncipe Taisho Yoshihito, hijo del Emperador Meiji; mientras que su madre la Princesa Kujo Sadako; siendo el primogénito de tres hermanos menores llamados Yasuhito Chichibu, Nobuhito Takamatsu y Takahito Mikasa.

Desde muy pequeño y siguiendo el protocolo de ser el heredero al trono de Japón, Hiro-Hito fue educado según las más estrictas tradiciones japonesas dentro de un ambiente real y aristocrático marcado por la modernidad de la Era Meiji. Con tan sólo siete años de edad, comenzó sus estudios escolares en la Escuela Gakushuin, destacando en todas las materias relacionadas con la ciencia. Poco después, en 1912, sus dos progenitores se convirtieron en el Emperador Taisho y la Emperatriz Sadako; antes de en 1914 su hijo accediera al instituto tras haber recibido una muy buena preparación académica. Finalizada su vida como estudiante en 1918, el heredero decidió conocer de primera mano la cultura occidental y por ello inició un viaje por Europa que le llevó a Gran Bretaña, Francia, Italia, Bélgica, Holanda y el Vaticano.

Emperador Hiro-Hito.

Al regreso de Hiro-Hito a Japón, el príncipe se llevó una absoluta sorpresa cuando le informaron de que su padre, el Emperador Taisho, acababa de enfermar de meningitis y por tanto él como heredero debía ocupar temporalmente su puesto. Así fue como el 29 de Noviembre de 1921, Hiro-Hito fue proclamado Regente en sustitución de su progenitor, un cargo que desempeñó con eficacia desde el primer día. Entre sus medidas estuvieron sacar al Ejército Imperial Japonés de Siberia tras el triunfo del Ejército Rojo en la Guerra Civil Rusa que llevó a Japón a dejar de apoyar al Ejército Blaco; además de la firma del Tratado Naval de Washington que repartió el Océano Pacífico en áreas de influencia junto con Gran Bretaña y Estados Unidos.

La Princesa Kuni Nagako del Clan Satsuma, fue la chica escogida por Hiro-Hito para contraer matrimonio. La boda entre ambos se realizó el 26 de Enero de 1924 en Tokyo, naciendo de la pareja el primer hijo en 1925 al que bautizaron con el nombre de Shigeko. A éste le seguirían dos niñas llamadas Kazuko y Atsuko, así como el príncipe Akihito (futuro Emperador de Japón en 1989), además de las otras dos princesas Mashaito y Takako.

El 25 de Diciembre de 1925, el Emperador Taisho Yoshihito falleció de un inesperado infarto de miocardio. Aquel mismo día de su muerte, el Príncipe Hiro-Hito accedió al trono como Emperador de Japón y Jefe de Estado del Imperio Nipón sobre Asia y el Pacífico, inaugurando la «Era Showa», también conocida como «Era de Paz y Armonía».

«Paz y Armonía», tal y como preconizaba el lema de la «Era Showa», no fue precisamente la situación con la que tuvo que lidiar el Emperador Hiro-Hito al comienzo de su reinado. El país se encontraba azotado por la división política y la influencia de ideas revolucionarias procedentes de Europa, así como por la Crisis Económica de 1929 y la proliferación de sociedades militaristas y ultranacionalistas como el «Kodoha» o «Sociedad de la Doble Hoja» que lideraba el general Hideki Tojo. La presión que el Ejército Imperial Japonés ejerció sobre Hiro-Hito fue tan grande, que prácticamente el Emperador se convirtió en una mera marioneta de los militares, firmando órdenes y documentos que los oficiales le entregaban, y perdiendo toda autoridad ante un sistema cuartelero que acabó por dominar su vida.

Cuando el Ejército del Kwantung protagonizó el Incidente de Mukden en 1931 e invadió Manchuria tras provocar una guerra de corta duración entre Japón y China, Hiro-Hito que tuvo constancia de lo sucedido después de producirse la agresión, optó por no sancionar a los responsables e incluso movido por la influencia de los militares decidió no interferir en la política expansionista. Así fue como reconoció al Estado de Manchukuo que el Ejército de Kwantung creó como un «país satélite» de Tokyo y se reunió con el recién entronado Emperador Pu-Yi (antiguo Emperador de China y en esos momentos de Manchuria), a quién consideró su igual, a pesar de que ambos eran títeres de la cúpula militar nipona. Afortunadamente fuera del ámbito militarista, Hiro-Hito tuvo más libertad de acción gracias al control mucho menos asfixiante del Parlamento (Dieta) porque participó en numerosas reformas políticas como la mejora en las condiciones de vida de los trabajadores, en el impulso de la industrialización y en la equipación de modernas infraestructuras en el campo y la pesca, además de prohibir la poligamia bajo penas de cárcel a aquellos japoneses que tuviesen más de una esposa.

Inesperadamente el 23 de Febrero de 1936 tuvo lugar un golpe de Estado en Japón bautizado como «Ni Ni-Roku Jiken» que comenzó con la movilización de la 1ª División de Guardias Imperiales y milicias alentadas por el filósofo fascista Kita Iki, cuyos efectivos tomaron varios edificios de Tokyo y rodearon con 1.500 hombres el Palacio Imperial de Hiro-Hito. A pesar de que el objetivo era convencer al Emperador de que no prosiguiese con la expansión hacia China y en su lugar se centrase en establecer un cordón territorial para hacer frente a la Unión Soviética en Siberia, finalmente Hiro-Hito decidió ponerse del lado del sector militarista tradicional y por ello ordenó a la Guardia Imperial aplastar la sublevación que tres días más tarde, el 29 de Febrero, fue completamente desarticulada y sus responsables muertos durante una serie de choques urbanos o posteriormente ejecutados. Por desgracia y a largo plazo, el resultado no fue el esperado para el Emperador porque tras haber confiado en que la cúpula del Ejército Imperial Japonés se moderaría con el apoyo mostrado, sucedió todo lo contrario porque todavía se radicalizó más y adoptó una actitud mucho más imperialista de cara al exterior.

El Emperador Hiro-Hito a caballo pasa revista a las tropas del Ejército Imperial Japonés.

Al estallar la Segunda Guerra Sino-Japonesa en Julio de 1937 con la invasión de Japón a China, nuevamente el Emperador Hiro-Hito se dejó llevar por las circunstancias aprobando la agresión y la posterior conquista de casi un tercio del país, además de hacer la vista gorda a los informes recibidos procedentes de los miles de chinos asesinados en la Matanza de Nankíng y el uso ilegal de gases tóxicos contra el Ejército del Kuomintang. Simultáneamente en el plano internacional, fue también Hiro-Hito el que bajo la sumisión de los militares, firmó el Pacto Anti-Kommintern con la Alemania Nacionalsocialista, felicitando personalmente por escrito al mismo Adolf Hitler cuando se anexionó Austria en 1938. Precisamente aquel mismo año el Emperador ascendió al general Hideki Tojo a Viceministro de Guerra y Aviación, y aprobó su propuesta de crear una policía política encargada de eliminar rivales bajo el nombre de Kempai-Tai.

Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial en Europa el 1 de Septiembre de 1939, el Emperador Hiro-Hito se apoyó en el Primer Ministro Fumimaro Konoe para declararse neutral y posteriormente para adherirse a las potencias del Eje junto con Alemania e Italia con la firma del Pacto Tripartito el 27 de Septiembre de 1940. Gracias a la coalición que el propio Hiro-Hito había rubricado en el 15º Año de la Era Showa, el Imperio Japonés pudo expandirse a la Indochina Francesa después de que Berlín y Roma presionaran a la Francia de Vichy para ceder su territorio colonial. Desgraciadamente esta política despertó a partir de 1941 la hostilidad de Estados Unidos, Gran Bretaña y Holanda que con dominios en el Sudeste Asiático, bloquearon el suministro de petróleo y materias primas a Japón, lo que situó la economía nipona al borde del colapso. Ante esta grave crisis nacional, finalmente Hiro-Hito hubo de ceder completamente a la facción más militarista del Ejército Imperial Japonés, otorgando el poder al general Hideki Tojo que se convirtió en Primer Ministro con la única intención de hacer la guerra a los Aliados Occidentales (a pesar de que el Emperador era totalmente contrario).

El 7 de Diciembre de 1941 se produjo el ataque de Japón a Pearl Harbor que implicó a Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. El Emperador Hiro-Hito que había autorizado el bombardeo a las Islas de Hawaii, también declaró la guerra a Gran Bretaña, los Países Bajos y la Commonwealth que poseían colonias en el Sudeste Asiático y el Subcontinente Indio. Así fue como el Ejército Imperial Japonés y la Marina Imperial Japonesa, conquistaron entre finales de 1941 y mediados de 1942 un enorme territorio sobre Asia Oriental y el Océano Pacífico que incluyó Birmania, Filipinas, Malasia, Singapur, Indonesia, Nueva Guinea, Islas Marianas, Islas Marshall, Islas Salomón, Islas Gilbert, Islas Aleutianas y la Isla de Wake, que conjuntamente a Corea, Manchuria y extensas áreas de China, convirtieron al Emperador Hiro-Hito en el monarca del mayor Imperio Japonés hasta la fecha.

Inicialmente la Guerra del Pacífico comenzó muy bien para el Imperio Japonés de Hito-Hito, por lo menos hasta que la Marina Imperial Japonesa sufrió un gran revés en la Batalla de Midway librada en Junio de 1942 y hasta que el Ejército Imperial Japonés fue contundentemente derrotado en la Batalla de Guadalcanal en Febrero de 1943. Desde entonces los Aliados comenzaron la contraofensiva en el Océano Pacífico recuperando numerosos territorios perdidos en las Islas Salomón y Nueva Guinea; y ocupando las Islas Marianas desde las que establecieron bases para bombardear el propio Japón con los bombarderos pesados B-29 que redujeron a cenizas ciudades como Tokyo, Osaka, Kobe, Nagoya, etcétera, lo que obligó al Emperador a abandonar el Palacio Imperial y refugiarse en una residencia a las afueras de la capital. Mientras la familia imperial se ponía a salvo, Hiro-Hito cesó al general Hideki Tojo y nombró Primer Ministro al general Koiso Kuniaki, aunque éste tampoco pudo hacer nada por revertir la situación tras la destrucción de los últimos restos de la Marina Imperial Japonesa en la Batalla del Golfo de Leyte y la pérdida de las Filipinas. A raíz de este fracaso, en Abril de 1945 el Emperador eligió Primer Ministro a Kantaro Suzuki, justo antes de convocar una reunión de urgencia tras saberse acerca de la caída de las Islas Ryûkyû y el fracaso en la Batalla de Okinawa. Sería precisamente durante esta sesión en la que se evaluó la posibilidad de negociar con los Aliados a sabiendas de la Conferencia de Postdam y las declaraciones del Presidente Harry Truman de Estados Unidos, el Primer Ministro Clement Atlee de Gran Bretaña e Iósif Stalin de la Unión Soviética acerca de la necesidad de una rendición incondicional de Japón.

La mañana del 6 de Agosto de 1945, Estados Unidos arrojó una bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima que mató a más de 200.000 personas; una tragedia que se repitió el 9 de Agosto con el lanzamiento de una segunda bomba nuclear sobre Nagasaki que acabó con la vida de otras 174.000; además de producirse la simultánea declaración de guerra de la Unión Soviética a Japón que repentinamente invadió Manchuria, Sajalín y las Islas Kuriles. Ante esta crisis nacional de proporciones nunca antes vistas, Hiro-Hito convocó al Gabinete de Tokyo, al que por primera vez el Emperador se dirigió con autoridad e incluso mandó callar a la facción más militarista (a pesar de arriesgar su propia vida en el atrevimiento), ordenando finalmente a sus generales a aceptar lo inevitable y alcanzar de una vez por todas la paz. Así fue como grabó un mensaje en una cinta de audio dirigido a toda la nación que la noche del 14 de Agosto intentó ser sustraída mediante un golpe de Estado al Palacio Imperial, el cual afortunadamente fue abortado tras un tiroteo contra la 1ª División de Guardias Imperiales y a que la mayor parte del Ejército Imperial Japonés se posicionó del lado del Emperador. Gracias al fracaso de la rebelión militarista, al día siguiente, el 15, Hiro-Hito habló a toda la nación (era la primera vez que el pueblo escuchaba su voz) para pedir disculpas por todo el sufrimiento causado, ponerse a disposición de su pueblo y rogar a sus ciudadanos que se esforzasen en soportar el peso de la derrota. Tan sólo dos semanas después, el 2 de Septiembre de 1945, Japón firmó la paz con los Aliados en la Bahía de Tokyo después de haber muerto más de 3 millones y medio de japoneses durante la contienda.

Terminada la Segunda Guerra Mundial en 1945, la mayoría de países del bando de los Aliados exigieron arrestar al Emperador Hiro-Hito para que fuese juzgado como criminal en los Procesos de Tokyo tal y como se acababa de hacerse con los generales Hideki Tojo y Koiso Kuniaki. Sin embargo el general Douglas MacArthur que lideraba a las tropas de ocupación del Ejército Estadounidense en Japón, entendió que mantener con vida al Emperador era la mejor forma de apaciguar el clima revolucionario y nacionalista imperante en el país de postguerra. Sabiendo que ésa opción era la más viable, MacArthur habló personalmente con el Presidente Harry Truman, a quién propuso no solamente evitar que Hiro-Hito fuese procesado, sino que además se le declarase libre de cargos y sospechas, e incluso se le permitiese continuar en el poder como Jefe de Estado.

El general Douglas MacArthur con el Emperador Hiro-Hito.

El 26 de Septiembre de 1945 el general Douglas MacArthur invitó al Emperador Hiro-Hito a una audiencia a la embajada de Estados Unidos en Tokyo. Curiosamente el Jefe del Estado se presentó dignamente aseado y trajeado, mientras que para llevarle la contraria McArthur lo hizo en uniforme de campaña y con camisa de mangas. Sin respetar ningún protocolo y aparentando malos modales, el norteamericano miró a los ojos al Emperador (algo que sus súbditos no podían hacer) e intentó provocarle sin éxito porque Hiro-Hito simplemente se limitó a decir que asumía la responsabilidad por todas las cosas sucedidas durante la guerra y que aceptaría cualquier castigo que se le impusiese. Estupefacto por el comentario del japonés, MacArthur se sintió totalmente complacido con su homólogo y comprendió que iba a necesitar de su ayuda para reconstruir el país. Así fue como exoneró a la familia imperial de cualquier delito que hubiese tenido lugar durante la contienda, además de gestarse una coalición personal entre Hiro-Hito y MacArthur, e incluso a lo largo del tiempo una muy buena relación entre ambos.

Oficialmente el 1 de Enero de 1946 el Emperador Hiro-Hito anunció a la nación que renunciaba a su descendencia divina de «kami» y que desde entonces debía ser considerado como un ciudadano más. A partir de este comunicado Hiro-Hito comenzó una serie de reformas (la mayoría dictadas desde Washington) que incluyeron la redacción de la Constitución Japonesa, la instauración de una democracia, la desmilitarización del país, la prohibición de reconstruir el Ejército Imperial Japonés y la legalización del voto femenino. Respecto al poder ejecutivo dejó de estar en manos del Emperador porque desde ese instante simplemente se convirtió en el Jefe de Estado como símbolo de unidad nacional y en representante de su patria a través de la monarquía en el exterior. Poco a poco y a pesar de que en el período previo a la Segunda Guerra Mundial la ciudadanía apenas sabía de su existencia salvo por las fotografías, Hiro-Hito comenzó a dejarse ver entre el pueblo, haciendo su primera aparición pública durante la visita a los obreros de una fábrica en Febrero de 1946. Rápidamente sus discursos entre la plebe, el contacto con los trabajadores y los baños de masas, le granjearon ganarse la simpatía de los japoneses que pronto consideraron a Hiro-Hito como uno de los más queridos Emperadores de Japón.

Durante la segunda mitad del siglo XX, el reinado de Hiro-Hito se caracterizó por el «milagro económico» de Japón que convirtió al país en una de las primeras potencias financieras e industriales del mundo y a su población en una próspera clase media. También fortaleció su alianza con Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Canadá, formando parte de la Organización de Naciones Unidas (ONU); además de inaugurar los Juegos Olímpicos de Tokyo y Sapporo en 1964. Curiosamente y de forma paralela a su actividad política como Emperador, Hiro-Hito estudió biología marina y fue vanguardista en numerosas investigaciones sobre el fondo oceánico, recopilando valiosas aportaciones científicas y escribiendo varios libros sobre el tema.

A la edad de 87 años, el 7 de Enero de 1989, el Emperador Hiro-Hito falleció de cáncer después de una larga lucha contra esta enfermedad, siendo inmediatamente sustituido en el trono por su hijo, el Emperador Akihito, que dio inicio a la Era Heisei. Hasta ese momento la Era Showa había sido una de las más longevas de la Casa Yamato con un total de 63 años de reinado, habiendo ostentando Hiro-Hito el rango de Jefe de Estado Nº164 de una dinastía que había perdurado en el tiempo más de 2.000 años de antigüedad.

Justo unos años después de la muerte de Hiro-Hito, entre finales del siglo XX e inicios del siglo XXI, algunos países asiáticos como China, Corea, Taiwán, Indonesia o Malasia reclamaron la necesidad de celebrar un juicio a título póstumo al antiguo Emperador de Japón por su actuación durante la Segunda Guerra Mundial. La razón de ello fue la aparición de datos muy cercanos a él como documentos del señor del Sello Privado, Koichi Kido; así como papeles de su ayudante de campo Takeyi Nara que afirmaban que él mismo Jefe del Estado había autorizado la invasión de Manchuria, la agresión a China, el ataque a Pearl Harbor, la utilización ilegal de gas venenoso y la alianza con la Alemania Nacionalsocialista. A pesar de la dudosa interpretación de las pruebas y a que el mismo Gobierno de Tokyo se negó a participar en lo que consideraba un juicio ilegal, el proceso siguió adelante porque en Diciembre del año 2000 la jueza Gabrielle Kirk McDonald (que había presidido el juicio contra el Presidente Slobodan Milosevic tras la disolución de Yugoslavia), declaró a Hiro-Hito culpable indirecto de todo lo sucedido.

Curiosamente y a efectos legales, el juicio a título póstumo del Emperador Hiro-Hito no tuvo ninguna validez primeramente porque el personaje había fallecido y segundo porque las pruebas presentadas sacaron su figura de contexto debido a que durante la Segunda Guerra Mundial no había ostentado ningún poder real. De hecho fue él quién tuvo el valor en última instancia de enfrentarse al sector militarista (cuando la coyuntura de la situación lo permitió) y poner fin a un conflicto que había dejado millones de muertos. Así pues y gracias al Emperador Hiro-Hito, el final de la contienda se aceleró mucho más de lo previsto y también la posterior reconstrucción de su país, lo que sin duda honró el lema de la Era Showa en lo referente a la «Paz y Armonía».

 

Bibliografía:

-Salvatore Francia, Hiro-Hito, el Emperador redimido por MacArthur, Revista Historia y Vida Nº484 (2009), p.80-86
-Abraham Alonso y Luis Otero, Hiro-Hito, Muy Especial Nº68 (2005), p.32
-http://en.wikipedia.org/wiki/Hirohito