Resistencia Francesa

La ocupación de Francia por parte del Tercer Reich desde 1940 hasta 1944 fue relativamente tranquila durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. La Resistencia Francesa que a lo largo de la contienda se dedicó a emboscar a las tropas del Eje en suelo patrio, fue mitificada en exceso al término del conflicto cuando su papel había sido mínimo y a veces incompetente en comparación con el resto de guerrillas en Europa.

Al producirse la caída de Francia en 1940 que concluyó con la ocupación del Ejército Alemán sobre París, la zona norte del país y la costa del Oceáno Atlántico, así como la proclamación de la Francia de Vichy en el resto del territorio que dirigió el Mariscal Philippe Pétain como satélite de las potencias del Eje; la totalidad de la nación optó por la vía pacífica y por no ofrecer ningún tipo de oposición ni a las autoridades ni a las fuerzas ocupantes. Incluso el Partido Comunista Francés (PCF) que tras el Pacto Ribbentrop-Molotov entre la URSS y Alemania había sido disuelto acusado de colaboracionismo por la III República Francesa, fue readmitido por los alemanes y 300 de sus miembros liberados de prisión, además de permitirse la publicación de sus periódicos siempre que suprimieran la hoz y el martillo de la portada. Gracias a toda esta serie de medidas tolerantes hacia el pueblo galo, franceses y alemanes convivieron en paz desde mediados de 1940 hasta la mitad de 1941.

Cuando el 22 de Junio de 1941 el Eje invadió la Unión Soviética en la «Operación Barbarroja», Iósif Stalin aludió radiofónicamente desde Moscú a la «Guerra Patriótica» de todos los partidos comunistas del mundo integrados en la Internacional (Komintern), incluyendo al Partido Comunista Francés que hasta ese momento había colaborado con el invasor. A partir de entonces los comunistas franceses serían los primeros del país en organizarse en un grupo de resistencia encargado de atentar contra soldados alemanes, milicianos vichystas y colaboradores en una especie de lucha que muchos calificaron de «guerra terrorista» (el propio general Charles De Gaulle que lideraba a la Francia Libre desde Inglaterra definió de «innobles» a los guerrilleros marxistas), lo que a su vez propiciaría una «guerra contraterrorista» por parte del Ejército Alemán y las autoridades de Vichy que terminó cercenando la convivencia pacífica para dar lugar a un clima de violencia y represalias que pagaría la mayor parte del pueblo francés.

Brazalete de las Fuerzas Francesas del Interior expuesto en el Imperial War Museum de Londres. Fotografía de 2007.

Oficialmente el 21 de Agosto de 1941 tuvo lugar el primer atentado de la Resistencia Francesa cuando un grupo de pistoleros en París mataron de un disparo por la espalda a un joven cadete de la Marina de Guerra Alemana (Kriegsmarine). El suceso que dejó perplejos a los alemanes, por suerte no tuvo ninguna respuesta coercitiva porque creyéndose que se trataba de algo aislado, el comandante germano de la capital, Ernst Schaumbur, simplemente se limitó el 23 de Agosto a emitir por radio un mensaje en el que advirtió de que no se volviese a repetir un episodio similar. Desgraciadamente al día siguiente, el 24, los comunistas asesinaron a dos oficiales alemanes en Lille; mientras que el 25 a otros dos soldados en la frontera con Bélgica. Ni siquiera los vichystas se escaparon de la violencia porque el 27 los resistentes hicieron explosionar una bomba en uno de los cuarteles de la Legión de Voluntarios Franceses (LVF) con destino a Rusia, hiriendo al político Pierre Laval y al líder fascista Marcel Déat que dirigía el movimiento Unión Nacional Popular (RNP). Ante tales hechos, el general responsable de la ocupación, Otto Von Stülpnagel, ordenó una represalia ejemplar que acabó con el fusilamiento el 29 de Agosto de ocho personas, entre estas cinco comunistas y tres agentes al servicio de los Aliados.

La Resistencia Francesa creció sustancialmente desde 1941 tras articularse en varios grupúsculos. El más numeroso y efectivo en calidad fue el núcleo del Partido Comunista Francés (PCF) liderado por Pierre Villon que dispuso de su propio brazo armado paramilitar conformado por los Partisanos Francotiradores Franceses (Francs-Tireurs Partisans Français o FTPF). A estos les seguía el grupo «Carte» al mando de Andre Girard compuesto por derechistas y gaullistas que desde la sombra manejaba el Servicio Secreto Británico y el Gobierno de la Francia Libre en Londres. Otras agrupaciones destacadas fueron los sindicalistas de «Liberation» al frente León Jouhaux situados al sur del país y Marsella, los nacionalistas de «Combat» en Lyon, los católicos y sacerdotes de «Cofrèrie de Notre-Dame», los universitarios de «Défense de la France», los socialdemócratas del Comité de Acción Socialista (CAS) o los minoritarios «Interallié», Organización Cívico-Militar, «Réseau Brutus», etcétera.

A partir del verano de 1941 la Resistencia Francesa inició su cadena de atentados contra las tropas de ocupación del Ejército Alemán y el Ejército Italiano, así como contra la Gendarmería de Vichy, que poco a poco se irían multiplicando a lo largo de la Segunda Guerra Mundial. El modo de operar de estos guerrilleros fue el de llevar a cabo sabotajes en instalaciones, perpetrar pequeñas emboscadas, recopilar información y volar trenes o tramos de vía férrea; aunque siempre con resultados muy limitados debido a la división existente entre los grupos resistentes y a la falta de coordinación. De hecho la población siempre desconfió de los partisanos porque durante las explosiones de artefactos o descarrilamiento de locomotoras y vagones siempre morían muchos más franceses inocentes por daños colaterales que soldados alemanes mataban.

Básicamente uno de los principales problemas de la Resistencia Francesa fue la ausencia de unificación entre sus grupos debido la rivalidad entre ellos y a que cada uno compartía diferentes tendencias ideológicas y mantenía objetivos distintos. Precisamente entre los resistentes de derecha e izquierda existía un odio profundo que los llevó en ocasiones a denunciarse mútuamente a los alemanes con la finalidad de acaparar más poder. Incluso en el caso de los comunistas se aprovechó la ocupación alemana para purgar sus propias filas o saldarse viejas cuentas, como por ejemplo sucedió el 4 de Septiembre de 1941 con el asesinato del político Marcel Gitton, líder del Partido Obrero y Campesino (POP) quién no sólo se convirtió en el primer muerto galo a manos de los resistentes, sino que además el crimen se cometió por haber discrepado con la dirección cuando había sido el número tres del Partido Comunista Francés.

Gran Bretaña fue el país que más se implicó con la Resistencia Francesa, seguido posteriormente por Estados Unidos cuando también se sumergió en la Segunda Guerra Mundial, así como en menor medida Canadá y la Commonwealth. Sería precisamente en Londres donde el Primer Ministro Winston Churchill, intentando rebajar la influencia de la Francia Libre del general Charles De Gaulle por capitalizar la insurgencia, creó el Ejecutivo de Operaciones Especiales (SOE) encargado de suministrar armas a los guerrilleros, llevar a cabo labores de espionaje y lanzar agentes británicos en paracaídas o transportarlos a bordo de avionetas nocturnas Lysander.

En Agosto de 1942, coincidiendo en un año desde el primer atentando de la Resistencia Francesa en Agosto de 1941, los guerrilleros causaron 124 bajas a los soldados alemanes entre 54 muertos y 70 heridos; lo que llevó a las fuerzas de ocupación a ejecutar 48 rehenes como represalia. Sin embargo lejos de amedrentarse los resistentes, sus filas aumentaron aquel 1942 después de que el Comisario General del Tercer Reich, Fritz Sauckel, comenzase a reclutar forzosamente mano de obra para trabajar en las fábricas de Alemania, algo que propició que miles de franceses se unieran a la insurgencia para evitar la deportación. A raíz de este incremento de la oposición, la Francia de Vichy creó el Servicio de Represión de Actividades Antinacionales y autorizó una cooperación más estrecha de la Gendarmería Francesa con el Ejército Alemán, dos medidas que granjearon a éxitos a los vichystas como el arresto de 5.660 miembros de la Resistencia Francesa y la captura de 40 toneladas de armamento ilegal.

Generalmente la población de Francia no mostró simpatías por la Resistencia Francesa porque a pesar de compartir el deseo de poner fin a la ocupación del Ejército Alemán, la mayor parte de la ciudadanía nunca aprobó sus métodos porque en los atentados casi siempre las víctimas solían ser francesas y rara vez alemanas. Un ejemplo de ello ocurrió con la explosión de una bomba en la Estación de Montparnasse el 13 de Octubre de 1942 que acabó con la vida de 4 franceses e hirió a otros 11, a costa de provocar heridas leves en 4 soldados germanos.

Miembro de la Resistencia Francesa apuñala a un soldado alemán. Arte digital.

Con la llegada de 1943 la Resistencia Francesa comenzó a ser tan activa que el Tercer Reich desplegó a la Policía de Seguridad (SD o Sipo) y la Francia de Vichy fundó a la Milicia Francesa (Milice Française) compuesta por fuerzas paramilitares encargadas de suprimir la guerrilla. Entre los éxitos de esta nueva reorganización de efectivos por parte del Eje estuvo en Abril la desarticulación entera del grupo «Combat» en Marsella y la captura de su líder, Jean Multon, quién a cambio de salvar la vida delató a sus compañeros, lo que además propició el apresamiento de otros 125 partisanos más. Tras este duro golpe a la insurgencia, el 24 de ese mes la Milicia Francesa obtuvo un nuevo triunfo al matar a tiros a Paul de Gassovsky, jefe del grupo «Bocas del Ródano».

Tan fácil se volvió infiltrarse en la Resistencia Francesa e ir desmantelando sus grupos que muy pronto la guerrilla quedó infestada de agentes dobles, los cuales se encontraron ante un escenario que era el paraíso para cualquier tipo de espía o delator. Gracias a ello, jamás el Ejército Alemán tuvo desplazar una sola división del frente a Francia, prefiriendo los alemanes desplegar en el país a unidades secundarias de las Legiones Orientales (Ost-Legionen) conformadas por voluntarios rusos blancos, ucranianos, croatas, georgianos, armenios, azerís, árabes, indios, turkestanos… que se bastaron solos para ir aplastando a los insurgentes galos.

Los reveses de la Resistencia Francesa se debieron a la escasa coordinación con la Francia Libre en el exterior, la cual no terminaría declarando legítimos los atentados cometidos en suelo patrio hasta una fecha tan tardía como el 10 de Junio de 1943. Fue a partir de entonces cuando se produjo una unificación de los grupos conservadores y bonapartistas en el Comité Nacional de Liberación con base en Argelia del que surgieron dos ramas políticamente enfrentadas. Se trató del Ejército Secreto (Armée Secret o AS) considerado «gaullista» al estar impulsado por el general Charles De Gaulle; y la Organización de Resistencia del Ejército (Organisation de Resistance de l’Armée o ORA) de carácter «giraudista» por estar patrocinada por el general Henri Giraud. Fuera de estas fuerzas derechistas hubo a que añadir el movimiento del Progreso Social Francés (PSF) oculto en el interior de Francia, cuyos miembros liderados por François de La Rocque, viejo líder del partido fascista Cruces de Fuego (Croix de Feu), se articularon en un curioso núcleo partisano de ultraderecha que al mismo tiempo se declaraba «antinazi».

Al igual que contra el Ejército Alemán, la Resistencia Francesa operó casi al mismo nivel contra la Francia de Vichy, tal y como demostraron las estadísticas de Abril a Mayo de 1943, en que se produjeron 15 ataques contra alemanes y 13 contra franceses. A veces las incursiones eran simultáneas contra ambos como en el asalto a Verdún-sur-le-Doubs, en donde murieron un político vichysta, un suboficial alemán y dos soldados galos de la Legión de Voluntarios Franceses. También el mundo rural se volvió un objetivo de los guerrilleros al incendiar campos y cosechas con la finalidad de provocar el descontento hacia el ocupante tras ir hundiendo poco a poco las reservas de alimentos. No obstante y como era evidente, este tipo de estrategia fue un error porque los campesinos enfocaron su odio a quienes quemaban los cultivos, en este caso la Resistencia Francesa, lo que llevó a la población agrícola a colaborar todavía más con el invasor e incluso a crear una milicia encargada de defender sus medios de subsistencia de los partisanos que bautizaron como «Guards Messiers».

Nuevos golpes encajó la Resistencia Francesa cuando en Septiembre de 1943 uno de sus líderes, Claude de Baissac, se atrevió a delatar a sus compañeros cuando fue capturado, lo que facilitó a la Milicia Francesa desmantelar gran parte de la insurgencia en los Pirineos al hacer prisioneros a 3.000 guerrilleros y apoderarse de 132 depósitos de armas, un lote de 2.000 ametralladoras modelo Sten y recoger 605 paquetes de municiones lanzados en paracaídas por los Aliados. Tampoco en Bretaña las cosas fueron mejor porque después del atentando que mató al líder del nacionalismo bretón, el abad Jean Marie Perrot, la población bretona se posicionó en contra de la Resistencia Francesa y desarmó a la mayor parte de las células existentes que rápidamente fueron disueltas. Solamente en Córcega las cosas salieron bien porque tras la rendición de Italia aquel mismo Septiembre, los guerrilleros corsos obtuvieron la ayuda del Ejército Italiano que acababa de traicionar al Ejército Alemán y juntos pudieron expulsar a los germanos de la isla.

A nivel estadístico los resultados de víctimas dejados por la Resistencia Francesa en el otoño de 1943 fueron de 534 bajas entre 281 soldados alemanes y 253 franceses (79 agentes de la Gendarmería, 73 miembros de la Milicia Francesa y 101 civiles). A finales de aquel año 1943, en Diciembre, las cifras se multiplicaron porque los guerrilleros mataron a 709 franceses entre 230 gendarmes, 147 guardias de seguridad, 30 voluntarios de la Milicia Francesa y 150 civiles, además de hacer descarrilar 600 trenes, destruir 686 granjas, quemar 3.714 almiares y generar la explosión de 9.000 bombas en fábricas.

Otro de los aspectos de la Resistencia Francesa fueron los brutales crímenes cometidos contra los colaboracionistas, algo que sin duda levantó los recelos de una gran parte de la población e incluso inspiró cierto temor entre la ciudadanía. Por ejemplo en la Matanza de Voiron un jefe de la Milicia Francesa fue asesinado junto a toda su familia, incluyendo su esposa, la abuela, los hijos pequeños y hasta los bebés. De hecho los resistentes rara vez respetaron a los menores de edad porque en un corto espacio de tiempo mataron a cinco niños de ocho, seis, tres y un año, además de un pequeño de tres meses. Sin embargo uno de los crímenes más famosos fue el de Marcel Petiot, un gaullista que aprovechándose del caos provocado por la guerra, se dedicó a secuestrar personas para llevarlas a su casa, donde eran torturadas, asesinadas y descuartizadas, hasta que finalmente fue capturado por la Gendarmería Francesa tras contabilizase 14 cadáveres (aunque el acusado reveló que las víctimas fueron 63), lo que le llevó a ser guillotinado por la justicia.

La llegada del año de 1944 supuso la unificación definitiva de la Resistencia Francesa con la creación de la Comisión de Acción (COMAC) que unió en una sólo entidad a la Organización de la Resistencia Armada (Organisation de Resistance de l’Armée), el Ejército Secreto (Armée Secret) y los Partisanos Francotiradores Franceses (François-Tireurs Partisans Français). Hasta ese momento los guerrilleros ascendían a unos 40.000 combatientes repartidos a lo largo de toda la geografía francesa que poco a poco fueron incrementando sus filas hasta conformar las Fuerzas Francesas del Interior (FFI) al mando del general Pierre Koenig.

Alrededor de los Alpes, el Macizo Central, Borgoña y Limousin se centró la actividad de las Fuerzas Francesas del Interior que fueron siendo vencidas por la acción conjunta del Ejército Alemán, la Milicia Francesa y las Legiones Orientales. Por ejemplo en la Batalla de Glières un total de 450 guerrilleros, también denominados «maquis», fueron rodeados por 5.100 tropas del Eje (3.000 alemanes y 2.100 vichystas) hasta provocar su retirada a las montañas y aniquilar 140 resistentes a costa de sólo 21 muertos propios. Similar suerte corrieron los 2.700 maquis en la Batalla del Monte Mouchet que escaparon del cerco erigido por las SS, la Gendarmería Francesa y los musulmanes de las Legiones Azerís y Tártara del Volga «Idel-Ural», a pesar de que durante la huida cosecharon 518 bajas entre 338 muertos y 180 heridos.

Mientras los Aliados preparaban la invasión de Europa mediante una operación anfibia en Francia que bautizaron como el «Día-D», las Fuerzas Francesas del Interior aumentaron sus acciones a un total de 1.751 atentados entre los que 1.472 fueron dirigidos contra franceses y sólo 307 contra los alemanes (exactamente un 83% orientando hacia compatriotas frente a un 17% enfocado hacia los alemanes). Una vez comenzó la «Operación Overlord» el 6 de Junio de 1944 con el desembarco de Normandía, el mensaje radiofónico de la Francia Libre desde Inglaterra fue el siguiente: «Hieren mi corazón con monótona languidez». A partir de entonces la Resistencia Francesa llevó a cabo una intensa campaña de sabotaje de vías férreas, corte de las líneas telefónicas, marcado de señalizaciones para los aviones o de asistencia directa con los paracaidistas estadounidenses y británicos que aterrizaron sobre la retaguardia.

Notablemente se incrementó el fenómeno de la Resistencia Francesa tras el Día-D al contabilizarse durante las semanas siguientes hasta un total de 8.000 atentados en la retaguardia (7.000 contra vichystas y 1.000 contra alemanes), entre cuyas víctimas estuvo el general de información y propaganda de la Francia de Vichy, Philippe Henriot. Especialmente cruenta fue la Batalla de Vercors en los Alpes cuando 4.000 maquis fueron rodeados y casi aniquilados por las tropas germano-vichystas, las cuales emplearon planeadores para ir rodeando a los guerrilleros en torno a Vassieux, hasta finalmente matar a 840 resistentes a costa de unos 350 soldados fallecidos del Eje.

Combatientes de la Resistencia Francesa en el Levantamiento de París.

Al tener lugar la «Operación Dragoon» el 15 de Agosto de 1944 con el desembarco de los Aliados en Provenza, las Fuerzas Francesas del Interior contribuyeron a la caída de Marsella y Toulon, así como en el asalto contra el Hotel Dieu de Lyon que acabó con la toma del edificio y la rendición de la Milicia Francesa en su interior. A la semana siguiente, el 21 de Agosto, la Resistencia Francesa se alzó en armas sobre la capital durante un episodio conocido como el Levantamiento de París que llevó a miles de parisinos a sublevarse contra el Ejército Alemán ya fuese convocando la huelga, levantando barricadas o emboscando a tiro limpio a las tropas germanas en las calles. Tendrían que transcurrir hasta un total de cuatro días de intensa lucha urbana para que la 2ª División Blindada Francesa Libre del general Philippe Lecrerc entrase en la «Ciudad de las Luces» y liberase París del Tercer Reich.

Teóricamente la liberación de Francia en el verano de 1944 tendría que haber significado el fin de la Resistencia Francesa y de la violencia en territorio galo de no ser porque la mayor parte de las Fuerzas Francesas del Interior optaron por seguir rivalizando entre sí. Una vez expulsado el Ejército Alemán, los 400.000 guerrilleros franceses entre los que había 300.000 comunistas y 100.000 gaullistas pasaron de un enfrentamiento dialéctico a una especie de conflicto armado de baja intensidad, sobretodo cuando los segundos fueron movilizados para combatir en el Ejército Francés que se desplegaba frente a la frontera con Alemania en la «Línea Sigfrido»; mientras que los primeros permanecieron en la retaguardia organizando huelgas para hacer caer la producción, perpetrando crímenes descontrolados contra los colaboracionistas e incluso atacando a las tropas estadounidenses o francesas libres que marchaban hacia el frente.

Ante el riesgo de que la Resistencia Francesa se fragmentase en una «mini guerra civil», los Aliados recurrieron a trasladar a todos los grupos de las Fuerzas Francesas del Interior hacia las bases navales fortificadas del Eje que se ubicaban de las costas de Francia y que todavía permanecían en poder del Ejército Alemán, aunque sometidas a un duro asedio por parte de los Ejércitos Estadounidense y Británico. A raíz de esta estratagema, los guerrilleros se convirtieron en una fuerza sitiadora sobre los puertos y enclaves militares de Saint-Nazaire, La Rochelle y Royan, entre otras, así como en algunas montañas de los Alpes que aún estaban ocupadas por el enemigo.

Terminada la Segunda Guerra Mundial en Europa el 8 de Mayo de 1945, la Resistencia Francesa participó en la rendición de los puertos de Saint-Nazaire y otras bases del Canal de la Mancha, procediéndose el desarme definitivo de las Fuerzas Francesas del Interior en el año 1946. Desde entonces y a partir de esta fecha las autoridades de Francia comenzaron una campaña mediática por manipular y ensalzar a la Resistencia Francesa como uno de los movimientos guerrilleros más activos de la Segunda Guerra Mundial, cuando la realidad demostró que su papel fue desastroso a nivel bélico, que los daños causados al enemigo fueron mínimos y que salvo por la propaganda de postguerra, el fenómeno fue una anécdota en comparación a las fuerzas de liberación que combatieron y derramaron la sangre de decenas de miles de partisanos en la Unión Soviética, China, Polonia o Yugoslavia.

 

Bibliografía:

-Carlos Caballero Jurado, ¿Hitler o Napoleón?. «Los mitos de la Resistencia: Francia 1940-1941», García Hispán Editor (2000), p.213-254
-Carlos Caballero Jurado, Contra Stalin y De Gaulle. «Guerra Civil e Invasión: Francia 1943-1944», García Hispán Editor (2001), p.281-356
-Sergi Vich Sáez, La Francia de Vichy, una zona entre dos fuegos, Revista Historia y Vida Nº461 (2006), p.84-92
-http://en.wikipedia.org/wiki/French_Resistance