Paracaidistas «Fallschirmjäger»

El paracaidismo militar fue una de las innovaciones operacionales más importantes que dejó la Segunda Guerra Mundial. Puesta práctica por Alemania que se convirtió en la pionera de esta disciplina, los paracaidistas alemanes o «fallschirmjägers» protagonizarían algunas de las gestas aerotransportadas más populares de la contienda saltando sobre Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda, Grecia, Creta y otros escenarios de Europa y el Norte de África.

«Fallschirmjäger» con equipo de campaña.

Originalmente el paracaidismo en Alemania se introdujo en 1933 como una disciplina civil debido a que el Tratado de Versalles prohibía la aviación militar. Los artífices fueron los miembros de la Gendarmería Alemana mediante la creación del Grupo Paracaidista Policial «Berlín» (Landspolezeigruppe «Berlin») que impulsó el mariscal del aire Hermann Göering para disolver a los grupos comunistas de la capital del Tercer Reich. Por suerte y tan sólo dos años más tarde, en 1935, Adolf Hitler disolvió el Tratado de Versalles y por tanto el Grupo Paracaidista Policial «Berlín» pasó a incorporarse a la Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe) y a convertirse en una unidad profesionalizada gracias a la inauguración de la Escuela Paracaidista de Stendal-Borstel.

Bajo el nombre oficial de Regimiento Paracaidista «General Göering», se constituyó en 1937 la primera unidad aerotransportada de élite para la Luftwaffe al mando del general Reinhard Heydrich. Solamente dos años después, a inicios de 1939, dicha fuerza fue reconvertida en el Batallón Paracaidista Especial que el 20 de Abril tuvo el honor de encabezar el desfile militar ante Adolf Hitler con motivo de la celebración de su cumpleaños.

El comienzo de la Segunda Guerra Mundial en Septiembre de 1939 no contó con la presencia de paracaidistas en la campaña de Polonia debido a que todavía eran una fuerza minoritaria y bisoña. Por esa misma razón se inició un programa de ampliación en 1940 que incrementó los efectivos aerotransportados al tamaño de dos divisiones y a una considerable flota aérea de acompañamiento consistente en transportes Junkers Ju 52 y planeadores DFS-230. De hecho estas tropas paracaidistas, también denominadas «fallschirmjäger», dispusieron de un equipo muy particular respecto a otras unidades con cascos especiales M-38 sin rebordes y un fusil exclusivo llamado Fallschirmjägergewehr 42 (los clásicos Mauser se lanzaban en un paracaídas aparte, lo que restaba efectividad operacional porque los saltadores debían buscarlos y recogerlos). Gracias a todas estas reformas a lo largo de la contienda serían creadas las 1ª, 2ª, 3ª, 4ª, 5ª, 6ª, 7ª, 8ª, 9ª, 10ª y 11ª Divisiones Paracaidistas en Europa, así como la División Paracaidista «Ramcke» en África.

Salto en paracaídas desde aviones de transporte Junkers Ju 52.

La invasión de Dinamarca el 9 de Abril 1940 fue el primer bautismo de fuego de los paracaidistas alemanes. Bajo el más absoluto sigilo, los hombres de la 4ª Compañía Paracaidista al mando del capitán Walther Gerike saltaron sobre suelo enemigo aterrizando y tomando por sorpresa las dos bases aéreas de Aalborg, además de apoderarse del Puente de Stoerstrom y destruir un fortín cercano que defendía el Ejército Danés. La operación que se desarrolló sin ninguna baja, permitió posteriormente a los tanques Panzer cruzar los diversos obstáculos hacia la capital de Copenhague.

Simultáneamente a la campaña de Dinamarca, la 3ª Compañía Paracaidista al mando del comandante Freiherr Von Brandis saltó sobre Stavenger y ocupó rápidamente el Aeródromo de Sola, aplastando a la resistencia del Ejército Noruego, lo que facilitó al resto de transportes Junkers Ju 52 llevar gran cantidad de tropas con las que a continuación se pudo conquistar la capital de Oslo. Igual de efectivos fueron los paracaidistas que saltaron cerca del puerto de Narvik, en donde las tropas combinadas del Ejército Británico y el Ejército Francés asediaban a una guarnición alemana sitiada, la cual pudo ser liberada después de derrotar a los anglo-franceses y ponerlos en fuga.

A medianoche del 10 de Mayo de 1940, un total de 366 paracaidistas a bordo de 42 planeadores DFS-230 estirados por 6 aviones Junkers Ju 52 que contenían otros 76 hombres al mando del oficial Walter Koch, sobrevolaron la frontera con Bélgica sin ser detectados. Inmediatamente pusieron en marcha la «Operación Granito» saltando sobre el Fuerte Eben Emael, cuya guarnición fue sorprendida en cuanto los soldados alemanes recién aterrizados les atacaron tanto desde el exterior como del interior, ocupando acto seguido toda la instalación y provocando a los belgas 1.060 bajas entre 60 muertos y 1.000 prisioneros a costa de tan sólo 44 muertos propios. A este éxito, se sumaron otros triunfos similares contra el Ejército Belga como la toma del Puente de Velvezelt entre Maastrich y Amberes durante la «Operación Acero», la del Puente de Vroenhoven entre Maastrich y Bruselas durante la «Operación Hormigón», y la del puente que unía Maastrich con Lieja durante la «Operación Hierro».

Al mismo tiempo en que se producía la invasión de Bélgica, la 7ª División Paracaidista con 2.000 efectivos a bordo de 250 aviones Junkers Ju 52 saltó sobre Holanda. A diferencia de lo ocurrido en suelo belga, el territorio de los Países Bajos era llano y estaba dividido por canales de agua, lo que propició que muchos paracaidistas fueran abatidos por los tiradores del Ejército Holandés, incluso 11 transportes Junkers Ju 52 derribados a manos de las baterías antiaéreas sobre el Aeródromo de Ypenburg. No obstante y a pesar de estos reveses, las fuerzas aerotransportadas consiguieron conquistar las ciudades de Moerdjik y Dordrecht, apoderarse del Aeródromo de Waalhaven (en el que a las pocas horas aterrizó la 22ª División de Infantería Alemana) y asegurar el Aeródromo de Katwijk Aan Zee (aunque en este último se incrustaron por culpa del barro varios aviones cargados con 120 soldados).

Adolf Hitler con los héroes «Fallschirmjäger» del Fuerte de Eben Emael, Bélgica, 1940.

Grecia fue el siguiente destino de los paracaidistas alemanes cuando en Abril de 1941 decenas de planeadores DFS-230 descendieron y aterrizaron en el Canal de Corinto que separaba la Península Helénica del Peloponeso. Inicialmente las tropas aerotransportadas lograron expulsar a los soldados del Ejército Griego y apoderarse del puente que unía el continente, aunque un cañón británico emplazado fuera de su alcance disparó contra su estructura y lo hundió, pereciendo numerosos paracaidistas en el incidente. Afortunadamente la llegada de refuerzos desde transportes Junkers Ju 52 que saltaron al norte y sur del puente derrumbado, lograron establecerse firmemente en la zona, conquistar la vecina ciudad de Corinto y cerrar el paso a más de 12.000 soldados griegos, británicos y australianos que tuvieron que rendirse a costa únicamente de 253 bajas alemanas entre 63 muertos, 174 heridos y 6 desaparecidos.

«Operación Merkur» fue el nombre que se otorgó a la invasión de la Isla de Creta el 20 de Abril de 1941 después de que 500 aviones Junkers Ju 52 lanzaran la impresionante cifra de 14.000 paracaidistas a las afueras de las ciudades de Máleme, La Canea, Retimnón y Heraklión. Como las tropas británicas, griegas y neozelandesas ya les estaban esperando, las bajas fueron enormes porque cientos de alemanes fueron cazados en el aire o asesinados por civiles al quedar atrapados entre los árboles. Sin embargo y a pesar de la carnicería que supuso el salto, los alemanes se repusieron del golpe inicial y conquistaron el Aeródromo de Máleme, lo que facilitó traer a más soldados en aviones desde el continente que finalmente consiguieron expulsar a los Aliados de la isla y ejercer el dominio sobre Creta. Hasta ese momento las pérdidas enemigas habían sido de 13.500, aunque los paracaidistas sufrieron 5.895 bajas entre 3.891 muertos y 2.004 heridos que sin duda mermaron la capacidad aerotransportada de Alemania, y lo que fue peor, que equivocadamente hicieron creer a Hitler que esta disciplina acababa de quedar obsoleta.

Paracaidista alemán con un fusil Fallschirmjägergewehr 42, arma exclusiva para las tropas aerotransportadas. Detrás aparece un planeador DFS-230.

Durante la «Operación Barbarroja» contra la Unión Soviética en Junio de 1941, los paracaidistas alemanes fueron lanzados sobre algunos objetivos concretos como llanuras, puentes, cuarteles y bases aéreas. También en el Norte de África la División Paracaidista «Ramcke» que previamente había saltado sobre el desierto de Egipto para unirse al Afrika Korps del mariscal Erwin Rommel, combatió en 1942 como una unidad terrestre en la Batalla de Alam Halfa y luego en la Batalla de El-Alamein. Precisamente ese mismo año, en Noviembre, tropas aerotransportadas alemanas se arrojaron sobre el Aeródromo de Bona en Túnez que tomaron apenas sin encajar bajas después de vencer a los escasos defensores franceses libres y estadounidenses. Igual de eficaces en su misión fueron los paracaidistas alemanes que en Julio de 1943 fueron lanzados sobre Sicilia para defender el Puente Lentini de un grupo de paracaidistas británicos que también acababan de ser depositados en la zona; así como en el desembarco aéreo sobre las Islas del Dodecaneso en Grecia (concretamente Leros y Kos) después de que Italia se cambiara al bando de los Aliados.

A partir de finales de 1943 los paracaidistas actuaron como una fuerza defensiva terrestre combatiendo principalmente en Italia sobre Calabria y Salerno, aunque sin duda su mayor éxito lo cosecharon durante la Batalla de Montecassino cuando un grupo de alemanes al mando del general Gotthard Heinrici se atrincheró en las ruinas del monasterio sobre la montaña, rechazando a lo largo de los siguientes cinco meses a los ejércitos de los Aliados que encajaron más de 50.000 bajas para alcanzar la cumbre en Mayo de 1944. También después del desembarco de Normandía en Junio de aquel años las fuerzas aerotransportadas se distinguieron por tierra en la Batalla de Carentán; y durante la «Operación Market-Garden» sobre Holanda después de que la 7ª División Paracaidista Alemana bloqueara la ruta de acceso a la 101ª División Aerotransportada Estadounidense entre Koevering y Veghel, a la cual provocó innumerables pérdidas.

Paracaidistas alemanes en la Batalla de  Montecassino.

Hasta la Batalla de las Ardenas el 17 de Diciembre de 1944, las fuerzas aerotransportadas no volvieron a saltar cuando 125 hombres de las 3ª y 5ª Divisiones de Paracaidistas abandonaron sus aviones y generaron el caos en la retaguardia enemiga, ya fuese saboteando las líneas del Ejército Estadounidense o tendiendo emboscadas entre los bosques nevados. Sin embargo la última misión la protagonizó la 9ª División Paracaidista al mando del general Bruno Bräuer durante la Batalla de Berlín en Abril de 1945 después de los soldados saltaran desde Junkers Ju 52 entre el Río Oder y las Colinas de Seelow, aunque la operación resultó un fracaso total porque tras tomar un cuartel enemigo, los tanques T-34 del Ejército Rojo contraatacaron y pusieron en fuga a los paracaidistas, los cuales perecieron a cientos o huyeron hacia el Río Elba para rendirse a las tropas de Estados Unidos.

Con la finalización de la Segunda Guerra Mundial Mundial sobre Europa en Mayo de 1945, el arma paracaidista alemana sufrió 62.000 bajas entre 54.000 muertos y 8.000 desaparecidos. No obstante y a pesar de esta cifra, las pérdidas provocadas a sus enemigos se triplicaron, lo que convirtió a los paracaidistas alemanes «fallaschirmjäger» en uno de los cuerpos de élite más temidos del siglo XX.

 

Bibliografía:

-Paco Martínez Canales, Fallschirmjäger: Paracaidistas Alemanes en la Segunda Guerra Mundial, Revista Serga Nº41 (2006), p.34-44
-Gabriel Cardona, La II Guerra Mundial como nunca se la habían contado Volumen 4. «La Batalla de Creta», la Aventura de la Historia (2009) p.12-17