Antonov A-40 «Tanque Alado»

Los «tanques voladores» fueron uno de los ingenios más extraños y curiosos de la Segunda Guerra Mundial. Al servicio de la Unión Soviética, estos carros de combate capaces de volar acoplados a un avión, funcionaron con eficacia y fueron probados con éxito, aunque a causa de su vulnerabilidad jamás llegarían a operar en el Frente Oriental.

Muchos ingenieros de la Primera Guerra Mundial soñaron con la posibilidad de tanques caídos del cielo que hubiesen podido entrar inmediatamente en combate sobre suelo firme disparando el cañón de su torreta. Eso mismo intentó poner en práctica la Unión Soviética de Iósif Stalin aprovechando que la mayor parte de su geografía sobre Europa y Asia era un inmensa llanura, para transportar tanques desde el aire y hacerlos desembarcaran con celeridad en la tierra, tal y como comenzaron a investigar el ingeniero aeronáutico Oleg Konstantinovich Antonov, por aquel entonces el mayor experto en la construcción de aviones y planeadores de grandes dimensiones que tenía el Ejército Rojo.

Antonov A-40. El «tanque volador» de la URSS.

A pesar de que el proyecto de «tanques alados» se estancó con el aislamiento internacional de la URSS en 1938, al estallar la Segunda Guerra Mundial en 1939, el Kremlin volvió a ponerlo en marcha tras aumentar la financiación a los responsables de su desarrollo. Así fue como Oleg Antonov construyó un prototipo sencillo consistente en dos bombarderos cuatrimotores Tupolev TB-3 y Petlyakov Pe-8, a los que acopló bajo la panza un tanque T-27 que fue soltado con éxito casi a ras de suelo. Curiosamente este invento tomaría parte en la invasión de Besarabia a costa de Rumanía en 1940, donde los «carros voladores» todavía demostraron estar obsoletos en muchas cuestiones técnicas al precisarse de un blindado mucho más pesado.

El Antonov A-40 «Krylyja Tanka (Tanque Alado)» fue el invento definitivo para el nacimiento de los tanques volantes. Se trataba de un carro blindado T-60 con un cañón de 20 milímetros y una ametralladora de 7’62 milímetros, ajustado a una estructura alar de 18 metros de envergadura y 12’6 metros de longitud que carecía de hélices porque su objetivo real era hacer las funciones de un planeador remolcado por otro avión. De hecho, una vez el conjunto entraba en acción, el aparato nodriza descendía al borde del terreno (manteniendo la estabilidad gracias a la alineación de la torreta del cañón al moverse con la fuerza de gravedad) y el tanque encendía su motor y las cadenas en punto muerto, para a continuación desprenderse de las alas a una altura prudente del suelo y salir rodando sobre la llanura.

Oficialmente el primer vuelo del Antonov A-40 y su tanque T-60 tuvo lugar el 2 de Septiembre de 1942 a los mandos del piloto de pruebas ruso Sergei Anokhin, quién quedó muy impresionado por el invento. No obstante y pesar del éxito, como desde 1943 las prioridades bélicas de la URSS fueron otras, finalmente se descartó iniciar la producción del «tanque alado» que jamás pudo entrar en acción durante la Segunda Guerra Mundial.

 

Bibliografía:

-Víctor Fernández Kuznetsov, Proyectos especiales soviéticos. Transporte aéreo a primera línea de fuego. Antonov A-40 Krylya Tanka, Revista Serga Nº71 (2011), p.2-6
-http://en.wikipedia.org/wiki/Antonov_A-40