Nacionalismo Árabe en la «Era de Entreguerras»

El mundo árabe en vísperas de la Segunda Guerra Mundial constituía un polvorín a punto de estallar como consecuencia del dominio colonial de las potencias occidentales en el Norte de África o por la mala partición que se había hecho de Oriente Medio tras la descomposición del Imperio Otomano al término de la Primera Guerra Mundial. El carácter conservador y tradicionalista del islam, sumando al rechazo del materialismo comunista y al fuerte sentimiento anticolonialista, sobretodo hacia Francia e Inglaterra, derivó en que la mayor parte de los movimientos nacionalistas se sintieran atraídos al proyecto de la Italia Fascista y la Alemania Nacionalsocialista.

Durante la «Era de Entreguerras» entre la década de 1920 y 1930 las únicas naciones musulmanas independientes eran Egipto, Turquía, Irak, Irán, Arabia Saudí, Transjordania, Yemen, Omán, Afganistán y Albania. Las restantes eran colonias o protectorados de Francia como Marruecos, Argelia, Túnez, Senegal, Mauritania, Chad, Siria o Líbano; de Gran Bretaña como Palestina, Sudán y Kuwait; de Italia como Libia y Somalia; y de España como el Rif y Sidi Ifni. También existían numerosas comunidades islámicas en dominios de Inglaterra como la India, Birmania o Kenya, o de Estados Unidos como las Filipinas; sin contar con que la Unión Soviética gobernaba sobre población musulmana las Repúblicas Socialistas Soviéticas de Kazakhistán, Uzbekistán, Kirguizistán, Turkmenistán y Tayikistán en Asia Central, así como Azerbayán y otros puntos del Cáucaso entre los que estaban Chechenia, Ingusetia o Daghestán. De hecho existían países soberanos con poblaciones musulmanas menores como China con la provincia de Sinkiang o Yugoslavia con Bosnia-Herzegovina, más las reducidas minorías de Thailandia, Mongolia, Grecia, Rumanía y Bulgaria.

La amistad del mundo árabe con el fascismo comenzó desde el nacimiento de los Camisas Negras del Partido Nacional Fascista en Italia, ya que desde el mismo año 1919 de su fundación se adhirieron unos pocos inmigrantes árabes en el país y algunos ciudadanos musulmanes de las colonias de Libia, Eritrea y Somalia, la mayoría atraídos por el ideal de «tercera vía» alternativa al capitalismo y al comunismo, así como por su pensamiento revolucionario, sindical, patriótico, vanguardista y en un principio anticolonialista. De hecho cuando estalló la Crisis de Fiume en Yugoslavia en 1920, los nacionalistas «arditi» crearon la Liga de Fiume o Liga de los Pueblos Oprimidos que incluyó a las minorías locales como los croatas y los musulmanes bosnios. Sin embargo todo cambió cuando Benito Mussolini instauró la Italia Fascista en 1922, ya que desde ese instante su política se orientó a mantener los dominios coloniales en África, e incluso se expandió a la provincia libia del Fezzan y posteriormente a otros lugares como por ejemplo Etiopía y Albania, sin contar con que no ocultaba sus intenciones territoriales con respecto a Túnez.

Mapa colonial de África y Oriente Medio poco antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial.

El giro de Italia respecto al colonialismo causó desilusión entre las poblaciones del Norte de África y Oriente Medio, aunque lo cierto fue que salvo por las zonas que eran consideradas esferas de influencia del «irredentismo» italiano», en el resto de espacios geográficos el Gobierno de Roma prosiguió apoyando al panarabismo que encontró un fiel socio en la figura de Benito Mussolini. Así fue como se crearon una serie de organizaciones ítalo-musulmanas como los milicianos estudiantes de la Juventud Universitaria Árabe (GIL) que dependían de la Juventud Universitaria Fascista (GUF), se prestó a los residentes islámicos una emisora en Radio Bari que se convirtió en la primera en emitir en lengua árabe de toda Europa, se abrió un organismo para atender exiliados en El Cairo bautizado como Agencia de Egipto y Oriente Medio, e incluso el Duce inauguró en Roma el Instituto del Oriente Italiano para el intercambio cultural entre jóvenes italianos, árabes y asiáticos. Gracias a esta labor emprendida por el fascismo italiano con el mundo árabe, el propio Benito Mussolini fue premiado por parte de la comunidad musulmana con el mítico objeto sagrado de la denominada «Espada del Islam».

La Alemania Nacionalsocialista fue junto a la Italia Fascista el principal modelo que muchos árabes optaron por seguir para desprenderse del imperialismo anglo-francés, ya que tanto alemanes como musulmanes habían sido víctimas de los Gobiernos de Londres y París al término de la Gran Guerra. A esta coincidencia en el enemigo común que representaban Francia e Inglaterra, había que añadir que germanos y árabes rechazan el materialismo marxista de la Unión Soviética y que también compartían el antisemitismo contra los judíos, unos por una cuestión racial y otros por miedo a una colonización sionista de Palestina. También los lazos entre ambas comunidades eran históricos, pues durante la Primera Guerra Mundial el Segundo Reich del Káiser Guillermo II había apoyado la «Guerra Santa» o «Yihad» proclamada por el Imperio Otomano, a veces enviando tropas a Oriente Medio como el Cuerpo Asiático o «Asien Korps»; sin contar con la buena sintonía cultural de las dos civilizaciones porque muchos alemanes veían en los islámicos como a unos guerreros que hacían frente a los valores más nocivos y secularizantes propios de la Ilustración, incluyendo el escritor Johann Wolfrang Goethe en sus poemas La gloria de Mahoma o el aventurero Carsten Niebuhr que fue el primer europeo en atravesar vestido de beduino los desiertos de Arabia.

El Tercer Reich desde su nacimiento intentó atraerse al mundo árabe cuando Adolf Hitler siguió los consejos de Fritz Grobba, cónsul en Mesopotamia que igualmente había sido embajador del Imperio Otomano durante la Gran Guerra, fundando en Alemania el Servicio Oriental que lideró Otto Rudiger y absorbiendo en Austria a la Liga Cultural Islámica dirigida por Shekib Arslan. Entre las iniciativas de estos aparatos gubernamentales y de otros diplomáticos como el embajador Franz Von Papen en Turquía o Erwin Ettel en Irán, estuvo la traducción del libro Mi Lucha (Mein Kampf) a la lengua árabe y su posterior difusión por todos los países musulmanes en el Magreb, Próximo Oriente, Persia, India y las comunidades islámicas del Sudeste Asiático. También se prestó una serie de emisoras de radio a exiliados árabes como al predicador argelino Abd-al-Rahman Bel Hajj Hamed, alias «Yassin» o el marroquí Taqui ed-Din al Hilali que ofrecían discursos a sus compatriotas a través de espacios locales en Berlín, Sttutgart, Munich, Frankfurt y Saarbrucken; además de erigirse un rama para jóvenes islámicos en las Juventudes Hitlerianas baurizada como Asociación de Jóvenes Musulmanes que lideró el pakistaní Habib er-Rahman Al-Hiadi. Incluso muchos alemanes se interesaron por todo lo relacionado con el panarabismo editándose cuantiosas publicaciones sobre el tema, como por ejemplo el destacado teórico del racismo nórdico Ludwig Ferdinand Clauss que primero escribió una auténtica enciclopedia del universo musulmán y luego se convirtió a la fe mahometana.

Aproximadamente 440 millones de musulmanes vivían bajo la ocupación extranjera en la primera mitad del siglo XX, de los cuales 400 millones estaban sometidos al yugo de Occidente, básicamente Reino Unido, Francia, Italia o España, mientras que otros 40 millones al régimen comunista de la Unión Soviética. Entre los espacios geográficos islámicos que más relevancia tendrían durante la «Era de Entreguerras», poco antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, estuvieron los siguientes:

Argelia

Argelia fue colonizada por Francia en 1830 durante la expansión por el Magreb, encontrando una fuerte resistencia que creció desde tiempos del Emperador Napoleón III con la insurgencia liderada por el jefe tribal Abd-al-Kader, en parte surgida porque los argelinos fueron desposeídos de sus tierras y privados de muchos privilegios en favor de los colonos. A pesar de que a finales del siglo XIX las revueltas menguaron, muchos nativos se «afrancesaron» e incluso 100.000 emigraron a Francia, después de la Primera Guerra Mundial entre 1914 y 1918, durante la cual 25.000 autóctonos perdieron la vida sirviendo en el Ejército Francés, los nulos gestos del Gobierno de París condujeron al nacimiento de muchos grupos independentistas con la única pretensión de separarse del Imperio Francés.

El primer movimiento nacionalista de Argelia fue Estrella Norteafricana fundado en 1926 por un inmigrante en París llamado Messali Hadj, cuyas bases en un principio suscribieron una hoja de ruta con el Partido Comunista Francés de Maurice Thorez, por lo menos hasta que los árabes rompieron con los marxistas debido a las injerencias del Kremlin y a que su ideología materialista era inconcebible para la mentalidad tribal bereber, por lo que rápidamente los independentistas comenzaron a inclinarse hacia posturas más cercanas hacia el fascismo italiano. Mientras tanto también surgirían otras formaciones políticas como la fundamentalista Asociación de los Ulemas al frente de Sheikh Abdulhamid Ben Badis y ciertos grupúsculos laicistas dirigidos por Ferhat Abbas.

Las persecuciones de Francia hacia el nacionalismo árabe fueron frecuentes a partir de la década de 1930 porque en 1935 fue arrestado Messali Hadj y el 26 de Enero de 1937 ilegalizada y disuelta la Estrella Norteafricana, precisamente por el gabinete marxista del Frente Popular Francés. Una vez liberado de prisión, Messali Hadj fundó el Partido del Progreso Argelino en 1938 que tuvo contactos con el Tercer Reich, aunque su líder siempre se mostró cauto para no levantar las iras de las autoridades coloniales del Imperio Francés. De hecho cuando quince de sus miembros difundieron propaganda nacionalsocialista del consulado germano en Argel, fueron expulsados y dados de baja de la organización, por lo que éstos últimos fundaron el primer grupo fascista argelino bautizado con el nombre de Comité de Acción Revolucionaria Norteafricana (CARNA). Gracias a los militantes de este último partido, con ayuda de Alemania pudieron crear en el extranjero una asociación para atender a los refugiados y exiliados que escapaban de la represión de los franceses, como por ejemplo el Comité de Pro-detenidos Políticos en África del Norte y el Comité de Defensa del Magreb Árabe.

Marruecos

Marruecos que era un punto estratégico clave por su acceso al Mar Mediterráneo a través del Estrecho de Gibraltar, fue colonizado primero por Francia desde 1830 y algunas partes de sus territorios como el Rif o Sidi Ifni cedidas a España en 1906, para pasar a convertirse definitivamente en el Protectorado Franco-Marroquí tras la firma del Tratado de Fez en 1912. Precisamente en esta última ciudad tuvo lugar la primera revuelta con 70 muertos a manos del Ejército Francés, poco antes de estallar la Guerra Zayán que libraron marroquís y franceses dentro del contexto de la Primera Guerra Mundial entre 1914 y 1918. Suprimida la rebelión siguió en 1920 la Guerra del Rif cuando los rifeños de Abd-el-Krim derrotaron al Ejército Español en la Batalla de Annual, aunque posteriormente tanto el jefe tribal como sus hombres fueron completamente aniquilados por una coalición hispano-francesa durante el desembarco de Alhucemas en 1925. Aquella contienda concluyó en 1927 después de cruentas luchas en la Cordillera del Atlas y brutales choques con la Legión Extranjera Francesa y la Legión Española, siendo Abd-el-Krim capturado y deportado a la Isla de Reunión.

Rebeldes marroquís en la Guerra del Rif.

A partir de la década de 1930 la política de Francia se radicalizó porque el Ejército Francés y la Legión Extranjera se dedicaron a matar población civil, destruir aldeas y confiscar los pozos de agua del desierto, mientras que los marroquís respondieron asesinando a colonos galos y tomando fincas agrarias. La abolición de la ley musulmana, la «sharia», junto a la prohibición de festividades religiosas y la supresión del culto a Mahoma para sustituirlo por la figura del general francés Louis Lyautey destacado en el Norte de Africa, derivó desde 1937 en choques todavía más violentos sobre Fez y Meknes, así como manifestaciones en todo el mundo musulmán que se extendieron a Argelia, la India y la provincia de Sinkiang en China. Dentro de este clima surgieron unos grupos nacionalistas, la mayoría organizados por universitarios y pensadores de Rabat o Fez, entre los cuales estaban Ahmed Balafrej y Allal-al-Fasi, quienes en secreto se acercaron al fascismo contactando con agentes tanto de Alemania como de Italia a través del Comité de Defensa de Marruecos con sede en Berlín, e incluso algunos viajaron al Rif Español para sumarse a las tropas coloniales africanas del general Francisco Franco y combatir al comunismo en la Guerra Civil Española.

Túnez

Túnez dejó de ser una nación dependiente del Imperio Otomano en 1881 para convertirse en un protectorado de Francia, algo que generó la ira de Italia que albergaba aspiraciones en la región al considerarla parte de sus «territorios irredentos» en el Mar Mediterráneo. Aunque en un principio no hubo oposición, a comienzos del siglo XX surgió el Partido Destour que se declaró nacionalista a la hora de reclamar derechos para la ciudadanía local, pero que se mantuvo indiferente respecto a la cuestión colonial del Imperio Francés. A raíz de aquella indefinición política, en 1933 la organización sufrió una escisión de la que nació el Partido Neo Destour al frente de Habib Burguiba, quién no dudó en reclamar la independencia e incluso en buscar el apoyo de la inmensa población de italianos residentes, proclives junto a otros muchos árabes a crear una especie de «estado asociado» al Imperio Italiano de Benito Mussolini, quién concedió numerosas becas a un buen puñado de jóvenes tunecinos para estudiar en universidades de la Península Italiana.

Manifestación del Partido Neo Destour en Túnez.

A medida que la tensión aumentaba en una Europa a punto de sumergirse en la Segunda Guerra Mundial, también la convivencia en Túnez comenzó a resquebrajarse, sobretodo cuando el 8 de Enero de 1938 el Ejército Francés reaccionó con violencia a una manifestación nacionalista en Bizerta que costó la vida a seis personas y causó numerosos heridos. Inmediatamente a estos sucesos las protestas se extendieron al resto del protectorado, por lo que las tropas franceses respondieron con contundencia porque el 10 de Abril de 1938 fue ilegalizado el Partido Neo Destour y la mayor de parte de sus dirigentes encarcelados, incluyendo su jefe Habib Buriguiba, aunque por suerte muchos de los militantes huyeron a Alemania para fundar en el exilio el Comité de Defensa de Túnez.

Libia

Libia era uno de los considerados «territorios irredentos» de Italia por haber formado parte del Imperio Romano y ser bautizado así en honor a la Emperatriz Libia, esposa del Emperador Octavio Augusto. A pesar de haber decaído la presencia latina al pasar los árabes de la Dinastía Omeya y posteriormente los turcos del Imperio Otomano, ya en el siglo XX los italianos volvieron a apoderarse de la franja costera del país después de su victoria en la Guerra Ítalo-Turca de 1911 a 1912. A partir de entonces y desde la entrada de la nación en la Primera Guerra Mundial en 1915, las tropas del Ejército Italiano con ayuda del Ejército Británico tuvieron que hacer frente a la Tribu Senussi en Cirenaica y a otros pueblos confederados de la República de Tripolitania que liderados por Said Idris Ahmed y Omar Mukhtar llegaron a derrotar a diferentes guarniciones latinas e incluso a expulsar a los ingleses de las plazas egipcias de Sollum y Mersa Matruh, aunque para 1918 los Aliados se acabaron imponiendo a los libios y aplastaron a los insurrectos hasta expulsarles más allá del Osasis de Kufra.

Con la fundación de la Italia Fascista y ser nombrado Benito Mussolini con el título de Duce, el nuevo régimen apoyó las aspiraciones independentistas de los árabes siempre que no estuviesen bajo el dominio del Imperio Italiano, por lo que el Gobierno de Roma envió a Libia al general Rodolfo Graziani para acabar de una vez por todas con la Revuelta Sanussi de Omar Mukhtar, quién por sus victorias contra los latinos sería apodado el «Léon del Desierto». Lamentablemente el nuevo comandante en jefe aplicó una brutal política contra los libios, aislando a decenas de miles en inhumanos campos de concentración, algo que permitió aislar a la guerrilla, pacificar tanto Cirenaica como Tripolitania, y conquistar la provincia sur del Fezzan y su capital de Kufra, siendo capturado y ejecutado Omar Mukhtar.

Jóvenes Árabes del Líctor.

Ocupada Libia el país se convirtió en una provincia del Imperio Italiano, aunque a diferencia de otras potencias coloniales se otorgó a los árabes derechos bastante similares a los de los colonos italianos e incluso se les permitió participar en la administración política, afiliándose miles de ellos al Partido Nacional Fascista a través de la Asociación Musulmana del Líctor. De hecho existió una milicia árabe de Camisas Negras y unas juventudes fascistas similares a las de la Ópera Nacional Balilla a las que apodaron Jóvenes Árabes del Líctor. Gracias a esta integración que permitió a Benito Mussolini ser premiado con la «Espada del Islam» en 1937, jamás volvió a resurgir disidencia alguna en la colonia, ya que la población o bien era adepta el régimen o bien se mantuvo indiferente cuando estalló la Segunda Guerra Mundial.

Egipto

Egipto fue el país de África más codiciado desde la Era Faraones, ya que Roma, la Dinastía Árabe de los Omeyas y el Imperio Otomano dominaron las ricas tierras del Río Nilo, incluso también brevemente la Francia de Napoleón Bonaparte tras derrotar al Clan de los Mamelucos. Sería precisamente el Imperio Francés el que financió la construcción del Canal de Suez en 1869, aunque al final el Reino Unido fue el que más se se benefició de la conexión entre el Mar Mediterráneo y el Mar Rojo, enriqueciéndose con las mercancías que circulaban procedentes de sus colonias en la India y el Sudeste Asiático, algo que pudo conseguir en parte apoyando las aspiraciones del Sultán Mohammed Alí, con quién se repartió el vecino Sudán para convertirlo en una especie de Protectorado Anglo-Egipcio.

Los pactos suscritos en el siglo XIX entre el Reino de Egipto y Gran Bretaña estuvieron envenenados desde el principio porque como a largo plazo las autoridades no pudieron devolver los préstamos al Banco de Inglaterra, en seguida los administradores ingleses ocuparon los organismos económicos y de finanzas hasta que los egipcios saldaran su deuda. Obviamente la población no pudo tolerar un insulto de tal calibre, por lo que inesperadamente se produjeron una serie de revueltas que costaron la vida a unos pocos funcionaros británicos y sus familiares. Como respuesta a esta violencia la Marina Real Británica (Royal Navy) desembarcó a un contingente de tropas y sofocó la insurrección en 1882, haciéndose con el control total del país que pese a no convertirse en una colonia, pasó a ser un «estado títere» de Londres, incluyendo sus gobernadores Jedives (vigilados por un comisario occidental).

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914 y el Imperio Otomano proclamó la «Yihad» o «Guerra Santa», la guarnición del Ejército Británico en El Cairo depuso al Jedive Abbas Hilmi para sustituirlo por el Jedive Husayn Kamal que era más leal al Gobierno de Londres, además de declarar a Egipto con el estatus de «protectorado». Aunque muchos egipcios desertaron al Ejército Turco e incluso los ingleses perdieron durante un tiempo la Península del Sinaí, al final la derrota de Turquía en la Gran Guerra facilitó a los ingleses adoptar una posición de fuerza para rechazar en 1918 los denominados «14 Puntos de Wilson» que preveían la autodeterminación promovida por el Presidente Woodrow Wilson de los Estados Unidos. Lógicamente entre 1919 y 1920 la población estalló cargada de ira en forma de violentas protestas que encabezó la Organización «Wafd», las cuales tuvieron eco suficiente para generar la intervención de la Liga de Naciones y que el Reino Unido aboliese el protectorado en 1922. Sin embargo al cabo de poco más de una década la soberanía real se esfumó porque en Agosto de 1936 el Rey Faruk I suscribió con Inglaterra el Tratado de Amistad y Colaboración Anglo-Egipcio, cuyas líneas otorgaban un permiso de paso al Ejército Británico que de nuevo y bajo un paraguas de dudosa apariencia legal volvió a ocupar el país del Río Nilo.

General Aziz Alí Al-Masri del Estado Mayor del Ejército Egipcio y agente del Servicio de Inteligencia Alemán.

La presencia del Imperio Británico en Egipto no tardó en provocar el surgimiento de poderosos movimientos nacionalistas, siendo el más importante el de los Hermanos Musulmanes fundado por Ahmed Hussein y Ahmed Fathi Radwan que promovían el anticolonialismo y el panarabismo para la unión de todas las comunistas árabes en África y Oriente Medio. Dentro de esta formación también nacería Mirs-al-Fatah, apodado por muchos como el Partido Nacionalsocialista Egipcio, ya que su estética emulaba al nacionalsocialismo alemán, su ideario era anticomunista y sus miembros hacían saludos romanos e incluso se agrupaban en escuadras de Camisas Verdes (a imitación de los Camisas Negras de Italia). Curiosamente entre las filas de la organización estaban el general Aziz Alí Al-Masri, jefe del Estado Mayor del Ejército Egipcio que trabajaba para el almirante Wilhelm Canaris del Servicio de Inteligencia Alemán (Abwehr), así como los oficiales Anwar Al-Sadat y Gamel Abdel Nasser (futuros Presidentes de Egipto) que mantenían contactos con el embajador germano en El Cairo, Wilhelm Melchers.

Desde 1939 la relación entre los nacionalistas de Egipto y el Tercer Reich era un hecho difícil de ocultar porque el Ministro de Propaganda Joseph Goebbels, uno de los altos cargos del Partido Nacionalsocialista Alemán (NSDAP) y una de las personalidades más cercanas a Adolf Hitler, visitó el país realizando un tour por El Cairo y las Pirámides de Giza, además de entrevistarse con el delegado de las relaciones germano-egipcias Mahmoud Dessouki. También el general Italo-Balbo, uno de los más destacados miembros del Partido Nacional Fascista, se vio con las altas esferas del Gobierno Egipcio, e incluso dentro de la misma Italia, Benito Mussolini autorizó la creación de la Asociación Egipcia con exiliados al mando del político Abdul Hamid Said, a los cuales cedió hasta un espacio para publicar en el periódico Il Popolo d’Italia, justo unos meses antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Arabia Saudí

Arabia Saudí comprendía parte de la Península Arábiga y albergaba los santos lugares del islam que incluían La Meca y Medina. Como nación no surgió hasta la Revuelta Árabe de 1916 contra el Imperio Otomano en el contexto de la Primera Guerra Mundial, librando los árabes una guerrilla contra el Ejército Turco en la que participó el oficial británico Thomas Edward Lawrence «Lawrence de Arabia», hasta que en 1918 se materializó la derrota de Turquía y la región obtuvo una total soberanía que quedó a merced de la Dinastía Saudí del Rey Abdul Aziz Ibn Saud, quién consiguió unificar a la mayor parte de las tribus e incluso ser reconocido su proyecto por el Reino Unido en el Tratado de Jedda de 1927.

La posición estratégica de Arabia Saudí y los campos de petróleo en el Desierto Arábigo generaron preocupación en el régimen árabe por miedo a una posible invasión del Reino Unido, por lo que en1936 la familia saudita optó por acercarse a la Italia Fascista reconociendo la anexión latina de Etiopía, algo con lo que Benito Mussolini contestó positivamente enviando asesores, armamento y aviones de combate con los que nació la modera Fuerza Aérea Saudí. Durante los dos años siguientes 1937 y 1938, el Secretario de Estado Yussuf Yassin y el consejero Khalid al-Hud-al-Qarqani también probaron de aproximarse al Tercer Reich, lo mismo que el Ministro de Asuntos Exteriores Fuad Hazme que habló con agentes del Servicio de Inteligencia Alemán (Abwehr). No obstante fue el embajador germano en Irak, Fritz Grobba, quién consiguió que Khalid al-Hud-al-Qarqani se entrevistara con Adolf Hitler y el Ministro de Asuntos Exteriores Joachim Von Ribbentrop en Berlín, suscribiendo con ambos un acuerdo para que oficiales alemanes instruyesen al Ejército Saudí.

Yemen

Yemen constituía una de las pocas naciones que en el siglo XX obtuvo su independencia después de haber sido una especie de «estado vasallo» del Imperio Otomano y haber sufrido una ocupación del Imperio Británico en el denominado «Yemen del Sur», más conocido como Omán que permaneció bajo el yugo de la Corona Inglesa al término de la Primera Guerra Mundial. De este modo como el «Yemen del Norte» siempre temió que los ingleses se arrepintieran y volviesen a colonizarlo, el Gobierno de Saná firmó con la Italia Fascista el Tratado de Amistad Ítalo-Yemení de 1926 y posteriormente en 1937, justo cuando inglaterra instaló una serie de guarniciones cerca de la frontera, el Ejercito Yemení pagó al Ejército Italiano para que muchos de sus oficiales pudiesen recibir adiestramiento en Roma.

Siria

Siria era una de las naciones más antiguas de Oriente Medio que había pasado por manos de Babilonia, Asiria, Persia, Macedonia, Roma, el Imperio Árabe, los Reinos Cruzados y el Imperio Otomano que se mantuvo en la región pese a las pretensiones de Francia de influir en las minorías cristianas y greco-ortodoxas desde el siglo XIX. Compuesto por un 70% de población musulmana suní, el restante 30% eran chiítas, alwaitas, drusos, ismailitas, maronitas, kurdos, armenios, circasianos, caldeos, griegos, católicos y protestantes, siendo el primer movimiento nacionalista de carácter antiturco bajo la forma de la Liga de la Patria Árabe que nació con exiliados en París, aunque el más importante no surgiría hasta 1911 con militantes mucho más radicales dentro del Partido de la Juventud (Al-Fatah). No obstante y a pesar de estas organizaciones la mayor parte de los sirios fue leal a Turquía, e incluso entablaron simpatías con Alemania cuando el Káiser Guillermo II visitó Damasco y financió la reconstrucción del mausoleo del histórico Rey Saladino.

Con la Primera Guerra Mundial en marcha desde 1914, miles de sirios lucharon junto al Imperio Otomano contra los Aliados Occidentales, aunque el Partido Al-Fatah fue financiado por el Reino Unido y desde 1916 la Revuelta Árabe se extendió a la región, siendo muchos de los guerrilleros engañados por los Gobiernos de Londres y París que prometieron la independencia de su país en la Declaración McMahon mientras que al mismo tiempo la zona era asignada el Imperio Francés según los Acuerdos de Sykes-Picot. Terminada la Gran Guerra con la proclamación del Consejo Nacional Sirio al frente del Rey Faysal Ibn Husayn, los franceses procedieron a colonizar la nación escudados por la Conferencia de San Remo que otorgó plena libertad a Francia, por lo que después de ser derrotados los nacionalistas árabes en la Guerra Franco-Siria y entrar las tropas galas en Damasco, nació en 1920 el Mandato Francés de Siria.

Caballería Siria en la Gran Revuelta contra Francia.

El Mandato Francés de Siria se caracterizó por reprimir y enviar al exilio a miles de ciudadanos, incluyendo al Rey Faysal Ibn Husayn, sin obviar la secesión forzada del Líbano en 1926 y las matanzas en la Gran Revuelta Siria que dejaron más de 6.000 fallecidos y 100.000 refugiados en 1927. Ante tal cúmulo de humillaciones proliferaron los movimientos secesionistas como la Sociedad del Puño de Hierro liderada por Abd-al-Rahman Shahbandar que abrió su sede en la vecina Irak, el Partido Istiqlal procedente del extinguido Partido de Al-Fatah, el Bloque Nacional Sirio encabezado por Hashim Al-Atasi y por último el Consejo Sirio-Palestino de Shakib Arslan con delegaciones en Egipto y Suizo. Como no podía ser de otra manera también aparecieron organizaciones filofascistas como en 1933 la Liga de Acción Nacional de Abd-al-Razzaq al-Dandashi y en 1936 el mucho más mussoliniano Bloque Nacional que contó con su propia milicia articulada en los Camisas de Hierro al frente de Fakhri al-Burundi. Al cabo de un año, en 1937, surgió el Partido Socialista Nacional Sirio (PSNS) a imitación del nacionalsocialismo alemán que estuvo al mando del profesor Anton Saade, cuyo símbolo era la esvástica dentro de cuatro pétalos de rosas, su manual la obra de El Nacimiento de las Naciones a imitación de Mein Kampf (Mi Lucha) de Adolf Hitler, su esencia los desfiles de chicos uniformados haciendo saludos romanos y su ideología la creación de un «espacio vital» al estilo del «Lebensraum» sobre Mesopotamia. Incluso existió el Club Árabe formado por intelectuales que mantuvieron contactos con el Tercer Reich a través de Daid Al-Fattah Iman, quién operando desde la embajada alemana de Damasco consiguió del político Baldur Von Schirach la concesión de 70 becas a estudiantes sirios para estudiar en Alemania e ingresar en las Juventudes Hitlerianas.

Irak

Irak constituía la antigua Sumeria en Mesopotamia que albergaba importantes riquezas tanto agrícolas como petrolíferas entre los valles del Río Tigris y el Río Eúfrates. Como parte del Imperio Otomano, la región fue invadida por Gran Bretaña durante la Primera Guerra Mundial para en 1918 establecer un protectorado y tras la Conferencia de San Remo de Abril de 1920, fijar el denominado Mandato de Mesopotamia al frente del cual entronizó al Rey Faysal Ibn Husayn expulsado del Mandato de Siria por Francia. A pesar de que el monarca fue un mero títere del Gobierno de Londres, al menos consiguió obtener ciertas ventajas en las cláusulas del Tratado Anglo-Irakí mediante el cual se reconocía la independencia del Reino de Irak y se limitaba el tránsito del Ejército Británico por el país (ninguna unidad podía atravesarlo sin previa autorización de la Corona en Bagdad).

Las cosas cambiaron en 1933 cuando oficiales del Ejército Irakí bajo el beneplácito del Primer Ministro Yassin Paschá Al-Haschimi vendieron armas a los rebeldes sirios que luchaban contra Francia y uno de los cargamentos fue interceptado por el Ejército Británico, cuyos delegados amenazaron a los irakís con una invasión del propio Irak. Aunque por suerte la agresión no se produjo, el Rey Gazi I decidió reforzar la defensa de su patria entablando relaciones con Alemania a través del diplomático germano Fritz Grobba, e incluso en 1937 comprar armamento tanto al Tercer Reich como a la Italia Fascista, especialmente ametralladoras a la Compañía Rheinmetall. Obviamente los británicos no pudieron tolerarlo y por ello contrataron a un sicario kurdo que mató al general pro-germano Bakr Sidki, un crimen que lejos de romper los lazos con el Gobierno de Berlín, los fortaleció porque el Rey Gazi I recibió con entusiasmo al representante Baldur Von Schirach, quién financió y creó una rama de las Juventudes Hitlerianas formada por chicos irakís bajo el nombre de las Juventudes Árabes de Al-Futawwah, siendo treinta de sus niños elegidos para viajar a Alemania y ser recibidos en Congreso del Partido Nacionalsocialista Alemán de 1938 por Adolf Hitler. Lamentablemente al año siguiente, la noche del 3 al 4 de Abril de 1939, el Rey Gazi I perdió la vida en un polémico accidente de coche provocado por agentes británicos, algo que implicó la salida de miles de ciudadanos irakís a las calles bajo el grito de «el Rey ha muerto, lo han matado los ingleses», por lo que acto seguido el Reino de Irak rompió relaciones diplomáticas con el Reino Unido justo antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Palestina

Palestina era el mayor avispero de Oriente Medio porque desde tiempos inmemoriales había sido un lugar disputado por las grandes civilizaciones, sin contar con el crisol de religiones que convivían desde el nacimiento de Jesucristo en Galilea hasta la destrucción de Jerusalén por Roma, pasando por la llegada del islam y las Cruzadas que desolaron la región debido a los constantes enfrentamientos entre cristianismo, judaísmo e islam, cayendo finalmente la zona bajo la órbita definitiva del Imperio Otomano que dominó el Creciente Fértil entre finales de la Edad Media y toda la Edad Moderna. Solamente con el auge de los nacionalismos en el siglo XIX, tomó forma la idea de instaurar un «Estado Judío» con inmigrantes hebreos que desplazasen a los árabes, tal y como propuso la Asociación Colonialista Judía de Palestina (Palestina Jewish Colonisation Association) dirigida por Maurice de Hirsch y el Barón Edmond James de Rotschild en 1880, pero también el hebreo húngaro Theodor Herztl con su obra El Estado Judío (Der Judenstaat) en 1896, unas tesis a las que se sumaron los miembros del I Congreso Sionista de 1897 y la Agencia de la Verdadera Colonia Judía (Jewish Colonial Trust) de 1899, quienes negociaron con las autoridades de Turquía para establecer colonos en determinados puntos del territorio palestino como Tel Aviv.

Al inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914, la población de Palestina apoyó con entusiasmo la «Guerra Santa» o «Yihad» proclamada por el Sultán Mehmet V de Turquía, ya que justificadamente temían una colonización judía de su tierra, sobretodo cuando el Imperio Británico creó un cuerpo hebreo llamado los «Acemileros de Sión» que participó en la Batalla de Gallípoli, además de recibir los sionistas amplias donaciones de dinero por parte de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia para la fundación en Nueva York del Comité Judeo-Americano que lideró Chaim Weizmann, cuya organización creó una rama dentro de la propia Palestina bautizada como Comité Palestino-Británico (British Palestine Commitee) poco después de que las tropas inglesas irrumpiesen en el Creciente Fértil. Simultáneamente los Gobiernos de Londres y París aprobaron la Declaración Balfour, a la que en seguida se adhirió el Gobierno de Washington al frente del Presidente Woodrow Wilson para la creación de un «Estado Judío» sin consultar a los palestinos (aunque no se llevó a término porque los Acuerdos de Sykes-Picot acabarían entregando el enclave exclusivamente al Reino Unido, descartando con ello tanto las aspiraciones de árabes como de judíos).

Terminada la Primera Guerra Mundial el Reino Unido estableció el Mandato Británico de Palestina, donde ya había asentados 100.000 judíos que aprovechando la protección de los occidentales, fueron poco a poco expropiando las tierras a los palestinos e incluso acosándoles con la Milicia «Haganá». Como contrapartida los árabes respondieron lanzando el primer ataque nacionalista contra un asentamiento hebreo en la Alta Galilea el 1 de Marzo de 1920, antes de que el predicador Amín Al-Husseini llamase a la Insurrección del Domingo de Pascua en Jerusalén y el puerto de Jaffa que concluyó en 1921 con una revisión de la Declaración Balfaur que suprimió las milicias judías y concedió una mayor participación en los asuntos políticos a los palestinos, siendo su principal instigador nombrado Gran Muftí de Jerusalem en 1922. A pesar de todo los abusos continuaron generando tensión como una revuelta en 1928 que causó 25 árabes muertos y 82 heridos, así como el violento Pogromo de Hebrón, donde la población palestina linchó y asesinó a 155 judíos, sin contar con que en las posteriores venganzas fallecerían 116 musulmanes. A raíz de estos enfrentamientos, al final el Gobierno de Londres no tuvo más remedio que dar marcha atrás después de que la Comisión Shaw descartara crear un «Estado Judío».

A partir de 1931 los árabes del Jeque Izz Al-Din Al-Qassim desataron una guerrilla contra las tropas británicas de Palestina que operó durante media década hasta su completa extinción en 1935, aunque al año siguiente, en 1936, el Gran Muftí de Jerusalem Amín Al-Husseini instigó una segunda rebelión en Nablus que le costó su encarcelamiento, por lo que los partisanos continuaron combatiendo bajo el mando provisional del Alto Comité Árabe liderado por Fawzi Al-Kaukji. Este último guerrillero obligó al Ejército Británico a desviar fuerzas de Egipto, Chipre y la Isla de Malta hasta sumar los 20.000 efectivos que al final aplastaron a los sublevados, arrestando a 40.000 palestinos y expropiando las viviendas a 30.000 familias musulmanas. Sin embargo la paz duró muy poco porque después de ser liberado Amín Al-Husseini de prisión y viajar hasta Siria para participar en la Conferencia Pan-Árabe de Bludan junto a otros representantes de ese país, Irak, Líbano y Transjordania, tuvo conocimiento acerca de unas negociaciones secretas que pretendían partir a Palestina en dos mitades, una árabe y otra judía, por lo que nuevamente proclamó una insurrección contra el Imperio Británico contando por primera vez con el soporte diplomático del Tercer Reich según un comunicado oficial expresado por Ministro de Asuntos Exteriores Konstantin Von Neurath.

Guerrilleros palestinos combatiendo en la Revuelta Palestina de 1936 a 1939.

El 26 de Septiembre de 1937 comenzó la Revuelta de Palestina que confrontó a los nacionalistas árabes contra los sionistas judíos y las fuerzas del Ejército Británico. Como en esta ocasión los ingleses estaban mucho mejor preparados, disolvieron rápidamente a todo el Alto Comité Árabe y deportaron a sus jefes a las Islas Seychelles, aunque el Gran Muftí de Jerusalem Amín Al-Husseini se atrincheró junto a sus seguidores en la Mezquita de Omar (edificio al cual no tenía acceso nadie que no fuese musulmán) hasta que al cabo de unos días pudo escapar hacia el Líbano. A partir de ese instante la Alemania Nacionalsocialista empezó a financiar a los insurrectos palestinos aportando dinero, armamento e incluso un agente a uno de sus cabecillas, Mussa Al-Alami; lo mismo que la Italia Fascista a su intermediario Sayed Jamal al-Husseini al que entregó 138.000 liras. A continuación un buen puñado de los 2.000 residentes alemanes en Palestina que estaban afiliados a la Organización Alemana (Auslandorganization o AO), una rama exterior del Partido Nacionalsocialista Alemán (NSDAP), se unieron a las milicias árabes para luchar contra las milicias judías de la «Haganá».

La Revuelta Árabe prosiguió con intensidad y virulencia a lo largo de 1938 porque después de ejecutar los británicos a muchos rebeldes y arrestar a quién tuviese una fotografía del Gran Muftí Amín Al-Husseini, los palestinos respondieron con el incendio de barrios judíos, la destrucción del Aeropuerto de Lod, la quema de oleoductos, el corte de líneas telefónicas y cables de alta tensión, el sabotaje de ferrocarriles y la toma de comisarias de policía, además de ocuparse nada menos que la «Ciudad Vieja» de Jerusalén en Octubre de 1938 y hacer ondear la bandera árabe sobre la Puerta de Damasco. Gracias a esta insurrección que el Gobierno de Londres fue incapaz de sofocar, el Primer Ministro Neville Chamberlein renunció para siempre a otorgar a los hebreos un «Estado Judío» según las recomendaciones de los expertos de la Comisión Woodhead.

Oficialmente en 1939 las aspiraciones de los hebreos por crear un «Estado Judío» en el Mandato Británico de Palestina se truncaron, pero también las de los árabes de ser independientes porque el territorio continuaría bajo el pabellón de la «Unión Jack». De hecho en muchos sentidos los ingleses prosiguieron con la represión porque las cárceles se llenaron de nacionalistas palestinos y el Gran Muftí de Jerusalem Amín Al-Husseini permaneció en el exilio, siendo sustituido por el Gran Muftí Fakhri Bey Nashashibi que era del gusto del Gobierno de Londres. Sorprendentemente los miembros del Alto Comité Árabe que escaparon de la persecución emprendida por Inglaterra, lograron negociar el 7 de Febrero de 1937 con los británicos a través de la Conferencia Anglo-Árabe-Sionista a la que asistieron delegados de Egipto, Arabia Saudí, Irak, Yemen y Transjordania, aunque como no se llegó a ningún acuerdo, finalmente el nacionalismo árabe se echaría en los brazos de la Alemania Nacionalsocialista y la Italia Fascista cuando el embajador Fritz Grobba selló una estrecha colaboración con el Gran Muftí al empezar la Segunda Guerra Mundial.

 

Bibliografía:

-Carlos Caballero Jurado, La Espada del Islam, García Hispán Editor (1999), p.25-244
-http://www.egy.com/historica/95-09-30.php
-http://en.wikipedia.org/wiki/History_of_Morocco
-http://en.wikipedia.org/wiki/History_of_Algeria
-http://en.wikipedia.org/wiki/History_of_Tunisia
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-http://en.wikipedia.org/wiki/History_of_Saudi_Arabia
-http://en.wikipedia.org/wiki/History_of_Iraq
-http://en.wikipedia.org/wiki/History_of_Syria
-http://en.wikipedia.org/wiki/History_of_the_Southern_Levant