Régimen del «Conducator» Ion Antonescu

El «Conducator» Ion Antonescu, mariscal de las Fuerzas Armadas Rumanas, estableció en 1941 un régimen autoritario en Rumanía que ligó el destino de su patria irremediablemente al de la Alemania Nacionalsocialista y al de las potencias del Eje. Así fue como durante la Segunda Guerra Mundial el nuevo gabinete colaboró activamente con los alemanes y declaró hostilidades a los Aliados, participando el Ejército Rumano en la invasión de la Unión Soviética sobre el Frente Oriental hasta el cambio de tornas de la contienda en 1944.

Rumanía había vivido un período muy convulso desde la monarquía absoluta del Rey Carol en 1938, la pérdida de la mitad del territorio rumano a manos de la Unión Soviética, Hungría y Bulgaria ya comenzada la Segunda Guerra Mundial en 1940, y la fundación del posterior Estado Nacional-Legionario que compartieron los militares y el movimiento fascista de la Guardia de Hierro liderado por Horia Sima. Solamente la Revolución Legionaria propiciada por esta última facción en 1941 que terminó en un completo fracaso y en el aplastamiento de todos los legionarios insurrectos a manos por las Fuerzas Armadas Rumanas, permitió al Mariscal Ion Antonescu que ya ostentaba la Jefatura del Gobierno, proclamarse como jefe indiscutible del país bajo el nombre de «Conducator».

Mariscal Ion Antonescu.

El régimen del «Conducator» Antonescu, héroe de la Primera Guerra Mundial y víctima del autoritarismo monárquico del depuesto Rey Carol II, se centró en el ensalzamiento de su propia figura como una especie de salvador de la patria, pero también en el culto al nuevo Rey Miguel I. A diferencia de otros fascismos de la época o de la defenestrada Guardia de Hierro, el sistema político que implantó no fue nada revolucionario ya que salvo por algunos cambios, como la adopción de un determinado corporativismo, se mantuvieron a las antiguas élites reales en el poder y la ideología estatal se sustentó en torno a un ultranacionalismo más propio de los conservadores, así como en la enorme influencia del cristianismo de la Iglesia Ortodoxa.

Cuando el 22 de Junio de 1941 la Alemania Nacionalsocialista y demás países del Eje invadieron la Unión Soviética durante la «Operación Barbarroja», Rumanía se unió de manera entusiasta a la campaña lanzando una ofensiva mediante la cual el Ejército Rumano recuperó las provincias de Besarabia y Bukovina que les habían sido arrebatadas en 1940. Acto seguido las tropas rumanas entraron en la región de Transnistria y después de una sangrienta batalla se apropiaron del puerto de Odessa, pasando desde entonces aquella gran masa a territorial de Ucrania que estaba poblada por una minoría de rumanos a formar parte de la denominada «Gran Rumanía».

El entusiasmo que generó en Rumanía la «Cruzada Anti-Comunista» promovida por Alemania contra la Unión Soviética, también despertó la alegría de muchos miembros de la Guardia de Hierro que tras la Revolución Legionaria habían sido internados en campos de concentración de las SS, aunque respetándose su vida dado el caso de una eventual traición futura por parte del Gobierno de Bucarest. Fue de este modo como su líder Horia Sima que se encontraba en libertad formuló la solicitud ante el Reichsführer Heinrich Himmler de la creación de una unidad rumana dentro de las Waffen-SS, algo que por el momento le fue denegado. Posteriormente los legionarios probaron suerte con el mariscal Carl Gustv Mannerheimm de Finlandia para hacer lo propio con un contingente dentro del Ejército Filandés y con Benito Mussolini en Italia para estrechar lazos con el Ejército Italiano. Sin embargo después de escuchar una negativa por parte de Heilsinki y Roma, Adolf Hitler que se había enterado de lo ocurrido, no quiso indisponerse con el «Conducator» Ion Antonescu, por lo que inmediatamente los mandos intermedios de la Guardia de Hierro fueron detenidos y enviados al campo de concentración de Sachsenhausen, incluyendo Horia Sima y otros 400 militantes menores a los que se recluyó en Buchenwald.

«Conducator» Ion Antonescu con oficiales del Ejército Rumano durante la campaña de Rusia.

Paralelamente a las campañas en la Unión Soviética el régimen de Ion Antonescu se caracterizó por un antisemitismo extremo debido a que las tropas rumanas cometieron infinidad de crímenes como el Pogromo de Iasi que supuso el asesinato de 13.200 judíos o la Matanza de Odessa con otros 50.000, así como en menor medida el Pogromo de Dorohoi. Sin embargo el peor suceso tuvo lugar durante las despoblaciones de Tranistria porque se masacraron a 40.000 hebreos, sin contar a las decenas de miles de eslavos que no quisieron someterse a los procesos de «rumanización». Ante estas cifras el número total de personas asesinadas por el «gabinete antonesciano» durante la Segunda Guerra Mundial fue de unos 400.000 judíos, ucranianos, moldavo-rusos y transnistrios.

Ocupado el «espacio vital» del nacionalismo predicado por el «Conducator» Ion Antonescu, el Ejército Rumano tomó parte activamente en la campaña de Ucrania, alcanzando las costas del Mar de Azov a finales de 1941 y contribuyendo junto al Ejército Alemán a la conquista de la Península de Crimea y la plaza de Sebastopol en 1942. A continuación las tropas rumanas cruzaron el Río Don y penetraron a través del sur de Rusia alcanzando las orillas del Río Volga en la ciudad de Stalingrado, además de desviarse otro contingente hacia el Cáucaso que coronó numerosos picos de Chechenia y participó en la toma del puerto de Novorossisk.

La Batalla de Stalingrado entre 1942 y 1943 constituyó la mayor derrota del Ejército Rumano en su Historia Militar porque 158.000 tropas rumanas causaron baja frente al Ejército Rojo, la mayoría durante la «Operación Urano» que destruyó a los III y IV Ejércitos Rumanos, son contar con que dicho enfrentamiento cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial en detrimento de las potencias del Eje. A partir de entonces las fuerzas rumanas combatirían a la defensiva, librando feroces campañas en la Península del Kubán, la cuenca del Donets, las ofensivas en el Río Dniéper, la evacuación de Crimea y en la defensa de Moldavia a mediados 1944, donde milagrosamente detuvieron el avance de los soviéticos en la Batalla de Târgu Frumos. Al mismo tiempo en que se producía toda esta tragedia, las ciudades de Rumanía fueron devastadas por la aviación de los Estados Unidos que arrasó la capital de Bucarest matando a miles de civiles y causó graves daños a los campos petrolíferos de Ploiesti.

El 20 de Agosto de 1940 el Ejército Rojo que ya se encontraba en los Cárpatos, inició la demoledora invasión de Rumanía durante la ofensiva de Iasi-Chisinâu cruzando la frontera con el país y provocando el derrumbe tanto del Ejército Rumano como del Ejército Alemán. En medio de aquella crisis el «Conducator» Ion Antonescu intentó por todos los medios atender a sus tropas para evitar una debacle sin saber que a sus espaldas estaba siendo víctima de una conspiración por parte del Rey Miguel I, quién a través del Príncipe Barbu Stirbey mantenía contactos en secreto con los Aliados. A pesar de que Adolf Hitler ya le había advertido en una entrevista con la siguiente afirmación «Conducator, no vaya a Palacio», imprudentemente continuó confiando en su amistad con el monarca mientras éste reunía infinidad de apoyos para derrocarle entre los que se encontraba el Comité Miltiar al frente del general Constantin Sânâtescu y todas las formaciones políticas en la clandestinidad como el Partido Campesino, el Partido Nacional Liberal, el Partido Comunista Rumano y el Partido Socialista Rumano que se fusionaron en el llamado Bloque Nacional Democrático (Blocul National Democratic).

Rey Miguel I y el «Conducator» Ion Antonescu inspeccionando el Frente Oriental.

La tarde del 23 de Agosto de 1944, el «Conducator» Ion Antonescu se presentó en el Palacio Real para ante su máxima sorpresa ser arrestado por el Rey Miguel I, quién le entregó a una célula del Partido Comunista Rumano que clandestinamente lo llevaría como prisionero a Moscú. Inmediatamente a este hecho que supuso la completa disolución del régimen pro-germano, el monarca anunció la creación de un «gobierno de concentración» dirigido por el Bloque Nacional Democrático, para acto seguido traicionar a sus propias tropas desplegadas en Moldavia a las que ordenó entregarse al Ejército Rojo con la consiguiente deportación de 305.000 compatriotas a los gulags de Siberia, además de romper su alianza con el Eje declarando la guerra a Alemania y provocando el derrumbe militar de todo el frente sur de Europa, sin obviar con vendió a su patria a la Unión Soviética después de autorizar a las tropas soviéticas entrar en su territorio y apoderarse de la capital de Bucarest.

El final del régimen de Ion Antonescu terminó con el fin del sistema anticomunista implantado en Rumanía y con el cambio de bando hacia el lado de la Unión Soviética, combatiendo desde entonces el Ejército Rumano contra Alemania hasta la derrota definitiva del Tercer Reich en la Segunda Guerra Mundial sin que la nación obtuviese nada a cambio porque los Aliados siempre la consideraron como parte del Eje. Respecto al «Conducator» fue juzgado y ejecutado en Bucarest en 1946, aunque al año siguiente el monarca pagaría cara su traición porque ese 1947 fue derrocado y enviado al exilio por los soviéticos, instaurándose desde ese instante un largo régimen comunista que se prolongaría hasta 1989.

 

Bibliografía:

-Carlos Caballero Jurado, Ejército Nacional Rumano, «El Ejército Rumano en la Campaña de Rusia», García Hispán Editor (1997), p.71-94
-Antony Beevor, Stalingrado, «La Operación Urano», Planeta Deagostini (2006), p.219-241