Suicidios forzosos a la población de Japón

Japón fue responsable de horribles crímenes contra la población civil de China durante la Segunda Guerra Sino-Japonesa y también contra los prisioneros de los Aliados Occidentales durante la Guerra del Pacífico. Lamentablemente en cuanto el conflicto se volvió en su contra a partir del año 1944, también los propios ciudadanos del Imperio Japonés se convirtieron en víctimas del fanatismo militarista tras una serie de sucesos conocidos como los «suicidios forzosos».

Suicidios de Saipán

Cuando Estados Unidos invadió la Isla de Saipán el 16 de Junio de 1944, se inició la primera campaña de «suicidios forzosos» dentro del Imperio Japonés, en este caso en las Islas Marianas. El empleo de estos métodos tan inhumanos tuvo su origen en la difusión de falsas advertencias acerca de las tropas del Ejército Estadounidense torturarían a los civiles y violarían a las mujeres, además de la deshonra personal que supondría para los «no combatientes» el que los soldados lanzasen cargas «banzai» contra el enemigo mientras sus familias se rendían, algo que no entraba dentro del ética del Código Bushidô. Así pues y para evitar la vergüenza como pueblo, los militares organizaron partidas armadas que recorrieron todas las aldeas del territorio insular para incitar al suicidio y persuadir a todos aquellos que tuviesen dudas, a veces violentamente y bajo amenaza de oficiales, por lo que familias enteras terminaron por quitarse la vida.

Soldados del Ejército Estadounidense contemplan como una mujer japonesa se arroja viva y rebota contra las paredes rocosas del Acantilado de Marpi Point.

El 9 de Julio de 1944 tuvo lugar el episodio más triste de la Batalla de Saipán cuando sobre los Acantilados de Marpi Point, multitudes enteras de personas se arrojaron vivas desde las alturas hasta las rocas afiladas en el agua. Las primeras víctimas fueron los niños lanzados por sus propias madres, antes de que éstas también saltasen al vacío (en ocasiones con bebés en los brazos), seguidas por los hombres adultos y los ancianos. Entre los testigos de este horror estuvo el soldado norteamericano Michael Witowich, quién tras comprobar como algunos cuerpos quedaban con vida enganchados o colgados de las paredes rocosas, no pudo soportar los gritos de dolor y por tanto disparó su arma contra los heridos moribundos para acabar con su sufrimiento. Lamentablemente la tragedia no acabó ahí porque todos aquellos civiles que se negaron a saltar desde los Acantilados de Marpi Point, fueron localizados por los soldados japoneses y ejecutados dentro de sus propias casas, normalmente después de bloquear las puertas y tirar una granada en su interior con la que mataban a todos los inquilinos, incluyendo a los más pequeños. Una vez la población civil fue aniquilada, las tropas japonesas y muchos de los verdugos que acababan de convertirse en asesinos, también se suicidaron o efectuaron cargas «banzai» para inmolarse contra el Ejército Estadounidense.

Suicidios de Okinawa

La Batalla de Okinawa que prolongó de Marzo a Junio de 1945, fue el enfrentamiento más sangriento de toda la Guerra del Pacífico. La lucha sobre este lugar habitado por más de 300.000 civiles japoneses que durante meses vivieron intensos bombardeos aéreos y navales, guerrillas en la jungla, lucha urbana entre las aldeas y ataques de los aviones kamikaze, dejaría un rastro terrible de «suicidios forzosos».

Al desembarcar las tropas del Cuerpo de Marines en las playas de la Isla de Okinawa el 1 de Abril de 1945, cientos de civiles comenzaron a ahorcarse, a golpearse con piedras y palos, o a volarse con artefactos explosivos dentro de sus casas, sin obviar con que decenas de familias enteras decidieron arrojarse vivas al vacío desde las alturas del Cabo Kiyan. También a cada ciudadano «no combatiente» se le proporcionó dos granadas, una para lanzarla contra el enemigo y otra para inmolarse; además de suicidarse muchos miembros de la misma familia abrazados a la anilla de una granada que desenroscaban hasta acabar todos despedazados por la detonación.

Fuera de la Isla de Okinawa, también otros dominios de las Islas Ryûkyû se vieron afectados por la política de «suicidios forzosos». Aquel fue el caso de la Isla de Tokashiki después de que 320 personas entre mujeres, niños y ancianos se arrebataran la vida estrangulándose entre ellos mismos o golpeándose la cabeza contra rocas o ramas de árboles, siempre bajo la atenta mirada de los militares japoneses, quienes se aseguraron de que nadie sobreviviese (curiosamente ayudaron a los inválidos que no podían moverse a suicidarse). Entre los supervivientes de esta locura estuvo el soldado Shigekai Kinjou que después de matar a su propia madre incrustándola una piedra en el cráneo, decidió hacer una carga suicida «banzai» contra el Ejército Estadounidense, con tal mala suerte que en medio de la confusión fue abordado y capturado, sobreviviendo a la Segunda Guerra Mundial y sintiendo de por vida una gran culpa por todo lo ocurrido.

Kenichiro Oonuki, el piloto kamikaze que regresó debido a problemas mecánicos y que fue castigado a ser encarcelado hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

Los aviones «kamizakes» fueron un fenómeno muy relacionado con la Batalla de Okinawa porque cientos de aparatos se lanzaron contra los buques de la Flota Estadounidense (US Navy) anclada en las Islas Ryûkyû. A pesar de que curiosamente nunca se obligó a nadie a convertirse en kamikaze, ni tampoco se produjeron actos de cobardía, sí tuvo lugar un caso muy particular en que el piloto Kenichiro Oonuki que estaba a punto de arrojarse contra una embarcación, fue atacado y averiado por un caza norteamericano, por lo que evidentemente no pudo continuar la misión y tuvo que realizar un aterrizaje forzoso sobre una isla cercana. Sorprendentemente y contra todo lo imaginado, Kenichiro Oonuki fue acusado por los militares japoneses de «cobarde» y encerrado en una prisión, donde sufrió todo tipo de torturas y vejaciones hasta su puesta en libertad al terminar el conflicto (gracias a ello sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial).

Aproximadamente un total de 250.000 civiles perdieron la vida durante la Batalla de Okinawa, la inmensa mayoría a manos de las bombas y los proyectiles disparados por las fuerzas militares de Estados Unidos. No obstante y pese a que los «suicidios forzosos» constituyeron una cifra mínima en comparación con las muertes ocasionadas por las acciones bélicas del enemigo, las víctimas del suicidio se contaron por varios miles, todas por responsabilidad exclusiva del Ejército Imperial Japonés.

 

Bibliografía:

-Lawrence Rees, El Holocausto Asiático, Crítica (2009), p.133-187