Persecución a los alemanes del Volga

Muchas fueron las minorías étnicas perseguidas por la Unión Soviética durante la «Era Estalinista». Los alemanes del Volga no fueron una excepción, pues a pesar de que solamente estaban emparentados en la cuestión lingüística y racial con Alemania, la mayoría eran rusos de corazón que injustamente fueron acusados de colaboracionistas y deportados a los gulags dentro del marco de la Segunda Guerra Mundial.

Los alemanes del Volga era una etnia de Rusia que descendían de los colonos germanos traídos por la Emperatriz Catalina la Grande en el siglo XVIII con la finalidad de poblar los amplios espacios vacíos del Imperio Ruso junto a los márgenes del Río Volga. A lo largo de los dos siglos siguientes, los miembros de esta minoría aprendieron el idioma ruso sin perder su lengua alemana, por lo que desde el principio se integraron muy bien en la sociedad de acogida. De hecho, fueron unos patriotas leales porque no dudaron en combatir a Alemania formando parte del Ejército Ruso durante la Primera Guerra Mundial, ni tampoco ocultar sus simpatías por el comunismo porque un sector importante de su población apoyó la Revolución Bolchevique y se unió al Ejército Rojo, lo que les valió ser premiados por Vladimir Lenin en 1924 con un «oblast» propio al que bautizaron con el nombre de República Autónoma de los Alemanes del Volga que estuvo habitada por un censo de 370.000 germanos. Sin embargo, éstos no fueron los únicos alemanes en la Unión Soviética porque hubo otros 390.000 en Ucrania y varios millares en Moscú, Leningrado, Voronezh, Stalingrado, Saratov, Krasnodar, Ordzhonikidze, Stavropol, Cisacaucasia, Georgia y Crimea, sumando un total de 1.427.000 en los instantes previos a la Segunda Guerra Mundial.

Cuando Alemania invadió la Unión Soviética en Junio de 1941 durante la «Operación Barbarroja», el mandatario soviético Iósif Stalin se obsesionó con la existencia de una «quinta columna» en el Río Volga que pudiese estar trabajando en secreto para el Ejército Alemán. Ante esta posibilidad que no era más que una mera fantasía, el Politburó de Moscú comenzó a preparar una operación de «medida humanitaria preventiva» según rezaba el documento, consistente en deportar a todos los alemanes del Volga en dirección a los gulags del interior de Rusia.

El 3 de Septiembre de 1941 comenzó la limpieza étnica contra los alemanes del Volga cuando 14.000 soldados de la Policía Estatal Soviética (NKVD) al frente del comisario Lavrenti Beria y del vicecomisario Iván Serov, comenzaron a llevar a cabo redadas contra los ciudadanos de origen germano. La triste operación que concluyó tres semanas después, el 20 de Septiembre, se saldó con la deportación de 444.480 personas que fueron subidas en 230 trenes de 50 vagones cada uno (aproximadamente 2.000 pasajeros por convoy) y enviados en un viaje de seis a ocho semanas hasta los gulags de Omsk, Novossibirsk, Barnaul y Krasnoyarsk.

Fuera de las áreas del Río Volga, en Septiembre de 1941 se deportaron a otros miembros de la minoría alemana como a 77.570 en Ordzhonokidze, 38.288 en Rostov, 38.136 en Krasnodar, 31.320 en Zaporozhie, 9.640 en Moscú, 3.162 en Gorky y 2.700 en Tula. Respecto a la suerte de los 96.000 ciudadanos alemanes de Leningrado, su futuro fue más fortuito porque solamente 11.000 fueron enviados a Siberia debido a que la vía fluvial a través del Río Neva se congeló y el Istmo de Carelia fue cortado por el Ejército Finlandés, lo que obligó a los 85.000 restantes a dejarles en libertad (aunque muchos morirían víctimas del asedio, fruto de los bombardeos y del bloqueo de alimentos que llevó a cabo el Ejército Alemán).

Entre Octubre de 1941 e inicios de 1942, un total de 100.000 alemanes del Volga fueron secuestrados de sus hogares en el norte del Cáucaso, Georgia, Armenia, Azerbayán y Crimea, y enviados por las tropas de la NKVD a los gulags del centro de Rusia. De este modo, a mediados de 1942, la cifra oficial de germanos deportados alcanzó las 894.000 personas, incluyendo mujeres, ancianos y niños perdidos en los campos de trabajo de Siberia y Kazakhistán.

Tampoco se salvaron los soldados alemanes que servían en el Ejército Rojo, a pesar de que muchas tropas y oficiales germanos combatieron con valentía al Ejército Alemán durante las primeras fases de la «Operación Barbarroja». Así como tras expulsarse con deshonor a todos los veteranos de las Fuerzas Armadas Soviéticas, se envío muchos a servir a los batallones de castigo, en muchos casos como «carne de cañón» sobre el Frente Oriental; mientras que otros 25.000 fueron convertidos en esclavos de fábricas metalúrgicas y los restantes enviados como peones forzosos a las minerías de Cheliabinsk, Vorkuta, Kotlas y Kemerovo.

La vida de los alemanes del Volga en los gulags fue un auténtico infierno porque como los prisioneros se contaban por centenares, los funcionarios de la NKVD no tuvieron tiempo de preparar alojamientos suficientes para cobijarles. Ante esta improvisación, en cuanto los trenes descargaban a los deportados en Siberia, inmediatamente tenían que ser introducidos en barracones provisionales o establos para animales, aunque muchos tuvieron que permanecer en el exterior muriendo de frío. Como consecuencia de esta falta de previsión por parte de las autoridades, tanto las bajas temperaturas como las enfermedades mataron a decenas de miles de personas, sobretodo en Omsk cerca de los Montes Altai, en Alma Ata junto a China y en Chelyabmetallurgstroy, sin contar Novossibirsk donde perecieron 116.612 germanos.

Aproximadamente un total de 1.209.430 alemanes del Volga fueron deportados a los gulags durante la Segunda Guerra Mundial. Según los registros perdieron la vida cerca de 1 millón, el equivalente a un 82% de la población de la etnia germana en la Unión Soviética.

Hasta 1955 los alemanes del Volga permanecieron en gulags de Siberia y el Extremo Oriente, cuando finalmente el Presidente Nikita Jruschov denunció los crímenes de Iósif Stalin dentro del marco de la «Desestalinización». Fue entonces cuando los miembros de la minoría germana fueron puestos en libertad (aunque no se les devolvieron las antiguas propiedades) y se les pidió un perdón oficial por parte del mismo Politburó. Desde entonces se tendría que esperar hasta finales del siglo XX, para que tras la caída del comunismo la República Federal Rusa indemnizara económicamente a los supervivientes y catalogara el suceso como un «caso de genocidio».

 

Bibliografía:

-Stéphane Courtois, El Libro Negro del Comunismo, «Capítulo 12. El reverso de una victoria», Ediciones B (2010), p. 287-291
-http://es.wikipedia.org/wiki/Alemanes_del_Volga