Matanza de Katyn

La Matanza de Katyn constituyó uno de los crímenes más polémicos de la Segunda Guerra Mundial. Cometido por la Unión Soviética en 1940 contra todo el estamento militar, político e intelectual de Polonia en un bosque próximo a Smolensk, el asesinato de más de 25.000 polacos sería aprovechado por la propaganda del Tercer Reich y al mismo tiempo silenciado por los Aliados Occidentales, surgiendo durante las décadas posteriores un tenso debate que dividiría a la opinión pública hasta finales de la Guerra Fría.

Orígenes

El 1 de Septiembre de 1939, Alemania y Eslovaquia invadieron Polonia desatando la Segunda Guerra Mundial tras la declaración de hostilidades de Gran Bretaña, Francia y la Commonwealth el día 3. Al cabo de tres semanas, el 17, también la Unión Soviética agredió al país desde su frontera oriental según los términos acordados en el Pacto de No Agresión Germano-Soviético «Ribbentrop-Molotov». Ante este ataque sin precedentes, en cuestión de un mes, a principios de Octubre, el Estado Polaco desapareció repartido entre los invasores del siguiente modo: al oeste el Tercer Reich y al este la URSS.

Ocupada toda Polonia, el Ejército Rojo contabilizó alrededor de 1.500.000 prisioneros hechos al Ejército Polaco. A continuación se separó a los cautivos de la condición social más baja, muchos de los cuales fueron sospechosamente canjeados con el visto bueno del Ejército Alemán, al mismo tiempo en que unos 20.000 miembros de la oficialidad, así como ciertas personalidades del mundo de la política o la cultura, fueron subidos a trenes y trasladados a unos campos de detención provisionales ubicados en los monasterios de Starobielsk, Ostaszków y Kozielsk.

Soldados soviéticos custodian a prisioneros del Ejército Polaco en uno de los campos de concentración tras la invasión de Polonia en 1939. Escena del film Katyn (2008) de Adrezj Wajda.

Las dudas sobre lo que hacer con los oficiales del Ejército Polaco fueron debatidas entre Iósif Stalin y los altos cargos del Partido Comunista Soviético (PCUS) entre finales de 1939 e inicios de 1940. Como en un principio se tenía prevista la desaparición absoluta del Estado Polaco, ya que Polonia Oriental había sido incorporada a la República Socialista Soviética de Ucrania y sus habitantes desprovistos de su nacionalidad polaca, sin contar con que cualquier vestigio de su cultura estaba siendo borrada, el 5 de Marzo de 1940, el Kremlin suspendió a los cautivos la categoría de «prisioneros de guerra» y se les denominó con el estatus de «terroristas contrarrevolucionarios», lo cual implicaba su inmediata ejecución.

Matanza de Katyn

A comienzos de Abril de 1940, las autoridades de la Policía Estatal Soviética (NKVD) anunciaron a los prisioneros de los campos de concentración de Starobielsk, Ostaszków y Kozielsk que pronto serían trasladados a nuevos centros penitenciarios mucho más cómodos y con mejores alojamientos en el interior de Polonia. A pesar de que la mayoría acogieron la noticia con cierto optimismo porque empezaron a hacer su equipaje, pronto quedaron desilusionados al ver como eran subidos a trenes y conducidos hacia el interior de la Unión Soviética pasando por las estaciones ferroviarias de Bialystock, Wilno, Wilejka, Wolozyn, Pinsk, Brzesc, Lwów, Luck, Tarnopol, Stanislawów y Drohobycz. De hecho el viaje fue terrible porque los oficiales iban encerrados en vagones de ganado provistos de jaulas, lo que llevó a uno de los inquilinos a grabar en la madera del interior de uno de los coches la siguiente frase: «No creo que nos vayamos a casa».

Fosas comunes de polacos asesinados en el Bosque de Katyn.

En la mañana del 4 de Abril de 1940, un contingente de 390 cautivos polacos desembarcó en la Estación de Gniezdovo, a 16 kilómetros de Smolensk. Una vez detenida la locomotora en los andenes, un pelotón de guardias del NKVD hicieron bajar a los prisioneros y les obligaron a subir a la parte trasera de una serie de camionetas que rápidamente les llevaron hacia el interior del Bosque de Katyn, una inmensa y oscura arboleda de 4 kilómetros cuadrados compuesta por abetos rojos que se situaban entre la Colina de las Cabras «Kosogory» y las orillas del Río Dniéper. A continuación los soviéticos separaron a los generales y coroneles de sus hombres para trasladarlos a una caseta solitaria, donde tras ser desprovistos de sus objetos personales, les fueron pasando a una sala insonorizada con las paredes pintadas de rojo (para disimular la sangre) y con un guardia detrás de la puerta que les fue disparando una bala en la nuca, para acto seguido dejar caer el cadáver por un tobogán que descendía a la parte exterior del edificio sobre un camión vacío que poco a poco se fue llenando de cuerpos de sin vida. Respecto al resto de oficiales de baja graduación, fueron enviados a un claro del bosque con grandes fosas comunes excavadas en el suelo. Inmediatamente y antes de que el reo pudiese reaccionar, los miembros del NKVD le maniataban las manos con cuerdas y alambres a la espalda, para después ponerlos en fila y asesinarlos de un tiro en la cabeza sin hacer pausas ni bajar el ritmo. Así fue como se mató a los 390 polacos, a cuyos supervivientes se les remató con afiladas bayonetas dentro de las fosas, antes de que una excavadora echase tierra encima y tapase la escena del crimen.

A partir del 5 de Abril de 1940, el proceso de exterminio se fue repitiendo en el Bosque de Katyn, aunque en esta ocasión el asesinato se redujo a 250 prisioneros diarios (todas las muertes se llevaron a cabo por pistolas alemanas del modelo Walther II y en menor medida por revólveres rusos Nagant M1895). Salvo por el Día del Trabajo, el 1 de Mayo, en que se hizo una pausa por ser día festivo y los guardias se tomaron vacaciones, las matanzas jamás se detuvieron en Katyn, ni tampoco en otros lugares escogidos para la ocasión como fueron las ejecuciones llevadas a cabo en Kharkov y Tver, y los enterramientos de cuerpos en Piatykhatky, Mednoye, Bykivnia y Kurapaty.

Ejecución por tropas del NKVD de un oficial polaco sobre una de las fosas comunes del Bosque de Katyn. Escena del film Katyn (2008) de Adrezj Wajda.

Según el recuento de la Matanza de Katyn que concluyó el 11 de Mayo de 1940, fueron asesinados 25.700 polacos y sólo sobrevivieron 448 oficiales (a cambio de convertirse en colaboracionistas). Entre los militares ejecutados hubo 13 generales (León Billewicz, Stanislaw Haller, Bronislaw Bohatyrewicz, Aleksander Kowalewsi, Henryk Minkiewicz, Kazimierz Orlik-Lukoski, Konstanty Plisowski, Rudolf Prich, Franciszek Sikorski, Leonard Skierski, Piotr Skuratowicz, Mieczyslaw Smorawinski y Alojzy Wir-Konas), 1 almirante (Xawery Czernicki), 24 coroneles, 79 teniente coroneles, 258 comandantes, 654 capitanes, 17 capitanes de navío, 9.227 oficiales, 3.420 suboficiales, 600 pilotos y 85 soldados rasos. Respecto a los civiles también se mató a 1 príncipe, 3 terratenientes y 7 sacerdotes; así como un gran número de intelectuales entre los que hubo 800 médicos, 300 físicos, 100 ingenieros, 100 escritores, 100 abogados, 20 profesores de universidad, 12 catedráticos, 1 científico, 1 neurólogo y 1 cirujano. Entre las víctimas se registró una sola mujer llamada Janina Lewandowska y ciertas minorías étnicas de polacos y bielorrúsos nacionalizados polacos, incluyendo entre estos un 8% de judíos.

Polémica

Cuando el 22 de Junio de 1941 Alemania invadió la Unión Soviética durante la «Operación Barbarroja», el Imperio Británico que acababa de entrar en una alianza con Moscú, exigió a Iósif Stalin que liberase a todos los presos polacos del año 1939 para combatir a las potencias del Eje, tal y como estaba haciendo en Oriente Medio el II Cuerpo Polaco del general Wladyslaw Anders al servicio del Reino Unido. Así fue como la URSS concedió una amnistía general y liberó a miles de militares polacos de los gulags que fueron trasladados hasta Persia y de ahí hacia el Mandato Británico de Palestina. No obstante y en cuanto se presentaron los inspectores del Gobierno Polaco de Londres en el Creciente Fértil, descubrieron que estaban ausentes 27.500 oficiales que según los informes tenían que seguir prisioneros de los rusos. Lógicamente en seguida se pidieron explicaciones al Kremlin que fueron respondidas con afirmaciones acerca de que se encontraban en el Círculo Polar Ártico (y que como consecuencia del invierno no habían podido regresar) o que habían desertado a Manchuria para unirse al Japón. Como era de esperarse la excusa no convenció a nadie y por tanto el 6 de Octubre de 1941 se organizó una comisión de investigación en la que se notificaron 49 notas diplomáticas a la URSS que nunca fueron contestadas. A raíz de este silencio, el capitán polaco Józef Czapski viajó a Moscú para entrevistarse con el diplomático Andrei Vichinsky y el general Leonid Reichman a los que no pudo extraer ninguna información relevante. Tampoco el embajador Stanislaw Kot, quién mantuvo una entrevista en Abril de 1942 con el Ministro de Asuntos Exteriores Vyacheslaw Molotov, obtuvo algún dato fiable sobre los oficiales desaparecidos. Ante tales inconvenientes y temiéndose lo peor, finalmente el Presidente Wladyslaw Sikorski, acompañado del Wladyslaw Sikorski, viajaron a Rusia en Diciembre de 1942 para hablar directamente con Iósif Stalin. Sorprendentemente la cínica reflexión del mandatario soviético fue la siguiente: «No sé donde pueden estar. Tal vez se hayan quedado en el territorio ocupado por los alemanes, tal vez se hayan dispersado por aquí y por allá».

Soldados del Ejército Alemán contemplan las fosas comunes de oficiales polacas en el Bosque de Katyn.

Inesperadamente el 13 de Abril de 1943, el Ejército Alemán (Wehrmacht) descubrió por casualidad las fosas comunes de los polacos en el Bosque de Katyn tras haberse removido accidentalmente la tierra durante los combates durante la Batalla de Smolensk. La noticia fue comunicada por Radio Berlín a las 15:15 horas de la tarde de aquel mismo día mediante el siguiente mensaje: «Ha sido encontrada una gran fosa, de 28 metros de larga y 16 de ancha, rellena con doce capas de cadáveres de oficiales polacos con un total de casi 3.000 hombres». Rápidamente el hallazgo fue difundido por el Ministerio de Propaganda al frente de Josef Goebbels, primero desde Radio Oslo en Noruega y luego por todo el mundo desde varias emisoras internacionales en lengua inglesa, francesa, rusa, italiana y polaca.

El 14 de Abril de 1943, justo un día después del descubrimiento de la Matanza de Katyn, los cinco continentes amanecieron con el suceso en las primeras portadas de los periódicos y en todos los programas de radio. La magnitud propagandística de la noticia cosechó muy buenos resultados para la imagen del Eje porque se minó la frágil alianza entre los Aliados Occidentales, sobretodo cuando el Gobierno Polaco en Londres rompió relaciones diplomáticas con la Unión Soviética el 25 de Abril de 1943. Sorpredentemente en Moscú, se sintieron tan estupefactos por lo ocurrido, que el Kremlin insultó a los polacos que combatían al servicio de Inglaterra, acusándoles de haberse creído las «mentiras alemanas».

La Cruz Roja Internacional, que era absolutamente imparcial a los dos contendientes de la Segunda Guerra Mundial, decidió organizar una comisión con los representantes de los países en liza que se celebró en el mismo Bosque de Katyn. Así fue como trece delegados entre los que hubo siete de los Aliados (Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Bélgica, Holanda, Dinamarca y Yugoslavia), cinco del Eje (Alemania, Italia, Rumanía, Bulgaria y Finlandia) y uno neutral (Suiza), fueron invitados al lugar de la masacre por el general Leonard Conti de las SS, quién les mostró las fosas de 26 metros de largo por 16 metros de ancho con doce capas de cadáveres unos encima de otros. Una vez despejadas las dudas, los investigadores extrajeron varios torsos cubiertos de tierra y con líquido cadavérico por estar todavía a medio descomponer, a los que se identificó como polacos por sus uniformes (a pesar de haberse desteñido). Precisamente, entre la ropa se encontraron medallas, insignias de rangos, fotografías, bíblias, crucifijos y cigarrillos, así como ejemplares de los periódicos La Voz de la Unión (Glos Radzichi) y Camino Obrero (Rabocij Puth) datados en Abril de 1940, además de 3.300 cartas escritas en Abril de 1940 y doce diarios que una vez más no superaban la fecha de Abril de 1940. De hecho, uno de estos diarios que era propiedad de un polaco llamado Adam Solski decía: «Abril 9, son las 5 de la mañana. Somos bajados del tren y nos hacen subir en camiones. Llegamos a un bosque. Nos hacen entregar los anillos de boda. La jornada empieza mal». Tampoco se obvió el testimonio de un testigo, en este caso un obrero ruso llamado Iván Krivozhertzov que vivía en el número 9 de la localidad cercana de Nove Baticki, que aseguró haber visto las ejecuciones. Incluso se pudo demostrar que los troncos de árboles que había sobre ciertos cuerpos tenían cinco años de edad desde su tala (mientras que los nuevos sólo tenían dos años desde su plantación sobre la escena del crimen). Ante tales pruebas, ninguno de los representantes internacionales, ni siquiera de los Aliados, dudó de lo ocurrido porque en Mayo de 1943 el veredicto de la Cruz Roja fue el siguiente: «Está probada la responsabilidad soviética en la masacre».

Algunos de los cientos de cuerpos de oficiales polacos estudiados en el Bosque de Katyn por los investigadores de la Cruz Roja Internacional.

Desgraciadamente para el Gobierno Polaco en Londres, los Aliados prefirieron silenciar la Matanza de Katyn y difundir la versión manipulada que afirmaba que la masacre había sido obra del Tercer Reich con la finalidad de no deteriorar sus relaciones con la URSS. Así fue como la prensa de Gran Bretaña y Estados Unidos culpó a las SS de lo ocurrido y criticó a los polacos por hacer responsables a Rusia (a veces satirizando a las víctimas mediante viñetas insultantes en los periódicos). Incluso el Presidente Franklin Delano Roosevelt rechazó las investigaciones sobre la autoría soviética del crimen; mientras que el Primer Ministro Winston Churchill reprochó a los exiliados polacos su falta de cooperación diciendo: «Hablando de los asesinados no los vais a resucitar». Sin embargo el circo mediático alcanzó su máximo cénit en los Juicios de Nuremberg de 1946, cuando el fiscal soviético Roman Rudenko abrió un proceso fraudulento contra veintidós militares alemanes a los que acusó de la Matanza de Katyn (afortunadamente no fructiferó por falta de pruebas concluyentes).

Terminada la Segunda Guerra Mundial con Polonia bajo la órbita de la Unión Soviética, las nuevas autoridades del Partido Comunista Polaco impusieron una férrea censura acerca de todo lo relacionado con la Matanza Katyn. Curiosamente una de las primeras víctimas de alguien que intentó romper el silencio fue el abogado Roman Martin, quién fue asesinado a tiros de subfusil en su casa de Cracovia por dos pistoleros marxistas llamados Stanislav Wroblevsky y Jolanda Maklakiewicz. Mucho peor lo pasaron los familiares de las víctimas porque el motivo de tener un ser querido asesinado en Katyn implicaba no poder acceder a puestos de trabajo en el mundo de la administración o la cultura. De hecho en las lápidas de los ejecutados se prohibió bajo pena de cárcel escribir el año 1940 (ya que según la versión soviética habían sido asesinados por las SS en el año 1941).

Solamente al otro lado del Telón de Acero y ya entrada la Guerra Fría, algunos países como Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Francia o el Vaticano reconocieron la autoría rusa sobre la Matanza de Katyn. Eso mismo dictaminó una Comisión del Congreso en Washington presidida por el senador Ray Madden, así como varios grupos clandestinos polacos que recabaron suficientes pruebas para demostrar la verdad, entre ellos el Papa Juan Pablo II desde su nombramiento como tal en Roma.

Memorial de Katyn en un acto funeral efectuado por el Ejército Polaco tras el final de la Guerra Fría.

Al desaparecer la Unión Soviética en 1990, el Presidente de la Federación Rusa, Mikhail Gorbachov, envió al general polaco Wojcieh Jaruzelski un documento en el que se demostraba la culpabilidad comunista acerca de la Matanza de Katyn. A partir de entonces tendrían que transcurrir otros dos años, para que en 1992, el Presidente Boris Yelstein entregase al Presidente Lech Walesa del Sindicato Solidaridad Obrera, el papel original firmado por el propio Iósif Stalin en el que se daba la orden de ejecutar a los 25.700 polacos en Katyn.

Hasta finales del siglo XX, la verdad histórica acerca de la Matanza de Katyn había tardado más de cincuenta años en darse a conocer al mundo. Como compensación a todo lo ocurrido, el Gobierno Ruso pidió oficialmente perdón y erigió un memorial en los bosques de Smolensk, como símbolo de una de las masacres más atroces de la Segunda Guerra Mundial.

 

Bibliografía:

-Francisco Luis del Pino Olmedo, Katyn 1940. Expediente Criminal Abierto, Revista Especial Clio Nº20, (2014), p.16-25
-Editores de S.A.R.P.E., Crónica Política y Militar de la Segunda Guerra Mundial. Volumen 3. «La Matanza de Katyn», S.A.R.P.E. (1978), p.288-289
-http://en.wikipedia.org/wiki/Katyn_massacre