Deportaciones del Cáucaso

Las montañas del Cáucaso fueron una de las regiones más castigadas durante la «Era Estalinista» y también durante la Segunda Guerra Mundial. La retirada de las fuerzas del Eje de esta región y el odio racial de los rusos hacia los propios norcaucásicos, condujeron a verdaderos actos de genocidio entre 1943 y 1944.

Origen

Cuando el Eje ocupó el norte del Cáucaso, también conocido como Ciscaucasia, y algunas porciones sureñas de la Transcaucasia en 1942, las fuerzas militares del Tercer Reich mantuvieron muy buenas relaciones con las tribus locales porque miles de voluntarios de Chechenia, Ingusetia, Daghestán, Georgia, Armenia, Azerbayán, etcétera, se alistaron en el Ejército Alemán; mientras que las nuevas autoridades también reconocieron la independencia de Kabardino-Balkaria y Karachai, e incluso concedieron una amplia autonomía a Calmucia. Lógicamente estos tratos con las etnias nativas no pasaron inadvertidos al Kremlin porque el mandatario Iósif Stalin, deseando vengarse de todos estos pueblos a los que consideraba inferiores, ordenó un «castigo colectivo» en cuanto la situación se volviera a favor del Ejército Rojo en el Frente Oriental.

Al producirse la retirada del Eje en el Cáucaso a inicios de 1943, la Policía Estatal Soviética (NKVD) al frente de Lavrenti Beria, desplegó a un contingente de soldados armados en la región dirigidos por los comisarios Iván Serov y Bogdan Kobulov. Una vez consolidada la presencia rusa en la zona, la represión comenzó con rapidez porque todos los militares de origen caucásico en el Ejército Rojo fueron expulsados con deshonor de las fuerzas armadas, lo mismo que todos los funcionarios de las administraciones públicas, antes de que la mayoría fuesen arrestados y condenados a muerte. A continuación, con muchos de estos prisioneros, se organizaron batallones de castigo que fueron enviados a los frentes del Kubán y Ucrania para lanzarles desarmados y a veces desnudos contra las trincheras del Ejército Alemán como «carne de cañón», como por ejemplo sucedió con la 151ª División de Fusileros, cuyos hombres fueron segados por las ametralladoras germanas a millares (aunque afortunadamente en ocasiones los alemanes cesaron el fuego al ver lo que ocurría y acogieron en sus líneas como refugiados a muchos de estos condenados).

Soldados del Ejército Rojo deportan a chechenos (izquierda) e ingusetios (derecha).

En torno a mediados de 1943, la NKVD comenzó las deportaciones de muchos habitantes del norte del Cáucaso a los que se informó con sólo unas horas de antelación de que iban a ser expulsados de sus hogares. Ante este comportamiento repentino de los soviéticos, muchos norcaucásicos no tuvieron tiempo suficiente para recoger su equipaje, lo que propició la intervención de los soldados rusos que golpearon y subieron a la fuerza a hombres, mujeres y niños sobre camiones, sin contar con que se ejecutó directamente a la gente inválida o anciana que por si misma carecía de movilidad. Acto seguido, todos estos detenidos fueron montados en trenes con vagones de ganado herméticos que no tenían ni agua ni comida, para luego iniciar viajes de varias semanas en los que muchos desfallecían hasta que finalmente alcanzaban los gulags y campos de concentración en Siberia y Kazakhistán.

La vida en los gulags y campos de esclavos de Rusia fue lo peor que vivieron los caucásicos aquel 1943. Durante su estancia en los recintos tuvieron que soportar un frío extremo, carencia de alimentos y medicinas, condiciones insalubres en barracones pensados para albergar a cinco familias y por supuesto las largas horas de trabajo, acompañadas en muchos casos de las palizas que propinaban los guardias de la NKVD. La situación fue tan crítica que incluso se prohibió a los mismos prisioneros hablar su lengua materna, lo que impidió a muchos comunicarse entre sí por miedo a ser ejecutados. Así pues y como consecuencia de estos malos tratos, miles de presos fallecieron en cautividad, siendo la tasa de mortalidad especialmente alta en las mujeres y los niños.

Víctimas del Ejército Rojo en el Cáucaso, es este caso una madre con su bebé muertos en la Ciscaucasia.

Los campos de concentración y gulags en Siberia fueron lo peor de la pesadilla. Frío extremo, ausencia de comida y medicinas, condiciones antihigiénicas, trabajos esclavistas y torturas de los soldados eran parte del menú diario. Había un solo barracón para cada cinco familias. Niños y ancianos fueron los primeros en perecer. Todo lo relacionado con las culturas locales caucásicas fue suprimido en el interior de los campos, incluso se prohibió a los presos hablar en su propia lengua.

Junto a la despoblación del Cáucaso, todas aquellas aldeas vaciadas de nativos fueron víctimas de una fuerte «rusificación» porque fueron rehabitadas por colonos eslavos de Rusia. Así pues, un buen puñado de casas y hogares que poco antes habían albergado familias durante generaciones, se entregaron a nuevos inquilinos que probablemente desconocían el destino de sus antiguos dueños y mucho menos que estuviesen siendo fruto de un experimento étnico para «eslavizar» la región. De hecho y para borrar cualquier vestigio de los pobladores anteriores, decenas de monumentos, templos y elementos culturales del folklore popular fueron borrados y destruidos en lo que claramente constituyó un caso de «genocidio artístico».

Víctimas

Alrededor de 900.000 personas del Cáucaso fueron deportadas por la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, sin obviar la muerte de más de 100.000 de estos caucásicos (275.000 en caso de incluirse a los habitantes de Chechenia). Según su etnia y procedencia, el destino de dichas víctimas fue el siguiente:

Karachai:

Karachai fue la primera región del Cáucaso en sufrir la represión del Ejército Rojo cuando en Noviembre de 1943 el Kremlin decretó la expulsión de todos los militares de este origen de las Fuerzas Armadas Soviéticas y también de los militantes del Partido Comunista Karachai, al mismo tiempo en que disolvía la República Autónoma de los Karachais que desde entonces quedó repartida administrativamente entre la República Socialista Federativa Soviética Rusa y la República Socialista Soviética de Georgia. Acto seguido, un total de 60.000 ciudadanos de dicha etnia fueron concentrados en áreas de vigilancia dentro de sus aldeas, pueblos y ciudades durante algunos días, hasta que finalmente fueron deportados en trenes los gulags de Kazakhistán y Kirguizistán, donde 19.000 perderían la vida.

Calmucia:

Calmucia, una región habitada por mongoles budistas procedentes del Tíbet, fue vaciada de población en un tiempo récord de cuatro días, concretamente entre el 27 y el 30 de Diciembre de 1943, porque 93.193 calmucos fueron deportados a bordos de 194 trenes con 60 vagones cada uno en dirección a los gulags de Siberia. Una vez en los campos de concentración, su futuro empeoró drásticamente porque como la mayoría de los prisioneros eran jinetes, ganaderos o nómadas de la estepa, se acostumbraron muy mal a los trabajos industriales, lo que en conjunción con los escasos alimentos que consumían (sin contar con que el 30% carecía de zapatos), generó una epidemia de enfermedades que causó la muerte a muchos de ellos. Así pues y como consecuencia de estas condiciones tan terribles, la tasa de mortalidad en cautividad ascendería a un total de 16.000 calmucos.

Ingusetia:

Ingusetia fue víctima de la NKVD al mismo tiempo y con igual procedimiento que en Chechenia el 23 de Febrero de 1944 después de que 90.000 personas fueran apresadas en las plazas de sus ciudades y deportadas en tren hacia el interior de Siberia. Según las estimaciones y durante los largos años que pasaron en cautividad, las víctimas mortales inguches se contarían en 23.000 fallecidos dentro de los gulags.

Balkaria:

Balkaria fue otra región del Cáucaso que la Unión Soviético castigó en Marzo de 1944. A partir de ese fecha, un total de 40.000 balkares fueron detenidos y deportados hacia los gulags de Kazakhistán y Kirguizistán, de los cuales alrededor de algo más de 11.000 perderían la vida.

Kabardino:

Kabardino constituyó la última área del norte del Cáucaso que vació la Unión Soviética en Junio de 1944. Se trató de una operación de expulsión de 2.000 kabardos que fueron deportados a los gulags del sur de Kazakhistán, aunque afortunadamente en esta ocasión las víctimas mortales fueron muy escasas.

Mesjesetia:

Mesjesetia tuvo la particularidad de ser el primer lugar del sur del Cáucaso, concretamente la Transcaucasia, en verse afectado por la venganza de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Como esta región habitada por los mesjesetios, una tribu de origen georgiano que profesaba la religión musulmana, se situaba en un área montañosa cerca de la frontera con Turquía, el Kremlin acusó a sus pobladores de ser espías al servicio del Ejército Turco (incluyendo el 49% del censo que eran menores de 16 años). Así pues un total de 14.000 soldados del Ejército Rojo y la NKVD, acompañados por una flota de 900 camiones del modelo Studebaker que acababan de comprar a Estados Unidos, hicieron una redada sorpresa el 28 de Noviembre de 1944 que terminó con la deportación a los gulags de 115.000 mesjesetios y la muerte de otros 15.000 en cautividad.

Kurdistán:

El Kurdistán que colindaba con Turquía fue otro de los objetivos de Iósif Stalin en la Transcaucasia. Los ejecutores fueron los 14.000 soldados que el Ejército Rojo había empleado para limpiar étnicamente Mesjesetia, los cuales desviaron sus fuerzas a la región para arrestar a 94.955 ciudadanos kurdos y deportarles en tren a Siberia, donde fallecerían un total de 19.540 víctimas del gulag.

Otros:

Otras etnias de la Transcaucasia que sufrieron la ira de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial fueron las tribus de los lazes o los jemshines que como muchos otros acabaron deportados a los campos de trabajo de Uzbekistán. También el pueblo de los khemchils en Armenia fue enviado a los gulags del Asia Central, así como la raza turca de los karapapaks en Azerbayán.

 

Bibliografía:

-Carlos Caballero Jurado, Comandos en el Cáucaso, «Capítulo XIII Deportaciones en masa», García Hispán Editor (1995), p.171-189
-Stéphane Courtois, El Libro Negro del Comunismo, «Capítulo 12. El reverso de una victoria», Ediciones B (2010), p.-291-298