Deportación de ciudadanos japoneses en Estados Unidos

La entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial tras el ataque a Pearl Harbor en 1941 tuvo un profundo impacto en la sociedad hacia todo lo relacionado con Japón. Sorprendentemente y ante el temor de una especie de «quinta columna» o simplemente por un mero prejuicio racial, todos los ciudadanos norteamericanos de origen japonés serían arrestados y deportados a campos de concentración a lo largo de la toda la geografía occidental de Estados Unidos entre 1942 y 1945.

Preludio

Justo antes de la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mudnial, había un total de 280.000 ciudadanos japoneses en Norteamérica de los que 150.000 vivían en las Islas Hawaii y otros 130.000 en el continente. Esta minoría que llevaba décadas de convivencia dentro del país se componía de un 70% de nacidos en suelo estadounidense y de un 30% de personas que directamente habían emigrado desde Japón.

La vida de los «americano-japoneses en Estados Unidos no había sido fácil a lo largo del siglo XX porque hasta antes de 1925 no habían tenido derecho a la nacionalidad, mientras que en algunos estados ni siquiera se les había autorizado a poseer tierras de cultivo, elegir residencia o casarse con ciudadanos blancos. Afortunadamente y a partir de la década de 1930, los hijos directos de aquellos inmigrantes comenzaron a adquirir amplios derechos, e incluso se sintieron profundamente patriotas como los miembros adscritos a la Liga de Ciudadanos Japoneses-Americanos.

Cuando se produjo el ataque a Pearl Harbor el 7 de Diciembre de 1941 y la expansión del Imperio Japonés sobre el Asia Oriental y el Océano Pacífico a principios de 1942, una oleada de histeria se desató en el país contra todos aquellos ciudadanos que por su nacimiento o cultura tenían alguna relación con las potencias del Eje conformadas por Alemania, Italia y Japón. Así pues, alemanes y italianos sufrieron abucheos e insultos por ser considerados «enemigos peligrosos», pero mucho más la minoría japonesa, a la que incluso se acusó de estar preparando un falso levantamiento armado en la ciudad de San Francisco.

Orden 9066

Al día siguiente del ataque a Pearl Harbor, el 8 de Diciembre de 1941, coincidiendo con la declaración de hostilidades del Presidente Franklin Delano Roosevelt a Japón en el Senado, las autoridades decretaron las primeras medidas contra los ciudadanos japoneses. Se trató del Edicto Presidencial 2525-2527, cuyo contenido especificaba en segregar a los habitantes de origen japonés, alemán o italiano del resto de la población autóctona. Sus palabras fueron las siguientes: «Todos los ciudadanos, moradores o sujetos de Japón, Alemania e Italia mayores de 14 años que estén en Estados Unidos y no posean la nacionalidad, podrán ser apresados, retenidos, encerrados o expulsados como extranjeros enemigos».

Fruto de la histeria por lo ocurrido en Pearl Harbor, en todos los Estados Unidos se vivieron actos de racismo hacia los residentes japoneses porque se asaltaron algunos comercios, se les retuvieron los cheques en los bancos, se les cancelaron sus pólizas de seguros y se prohibió a los lecheros llevarles botellas. A estas muestras de odio, se dieron ciertos actos simbólicos como la retirada de los productos «Made in Japan» y la tala de 3.000 cerezos «sakura» que los ciudadanos de Tokyo había regalado a la ciudad de Washington en 1912.

Las medidas xenófobas entraron en vigor a inicios de 1942 sobre los estados limítrofes occidentales de California, Arizona, Oregón, Washington Oeste y Alaska, por miedo a que los residentes nipones colaborasen con la Marina Imperial Japonesa que en aquellos instantes dominaba el Océano Pacífico. Así pues, elementos de la Policía Federal y el Ejército Estadounidense obligaron a todos los ciudadanos japoneses a registrarse siguiendo unos cánones raciales de segregación, independientemente de que fuersen hombres, mujeres o niños, llegándose a contabilizar en los primeros días 91.858 nombres y posteriormente más de 110.000. Esto chocaba con la 14º Enmienda de la Constitución que prohibía trato discriminatorio por motivos de raza o procedencia, incluyendo en tiempos de guerra, aunque por el momento los gobernantes se saltaron la norma alegando razones de «seguridad nacional».

Una familia japonesa vende precipitadamente sus inmuebles a un comprador norteamericano en Hayward ante la inmenencia de la Orden 9066.

Junto a las medidas del Gobierno de Washington, el odio hacia los japoneses no pudo entenderse sin ayuda de la prensa porque tanto la radio como los periódicos azuzaban en contra de ellos, como por ejemplo el periódico Los Ángeles Times que mostraba portadas de seres amarillos con rostros malignos y términos insultivos como «japs (japos)». Afortunadamente, no tuvo el mundo estuvo de acuerdo con esta campaña de xenofobia porque personalidades mediáticas como el sindicalista Louis Goldbatt o el abogado Abraham Wirin que lideraba la Unión Americana por las Libertades, protestaron enérgicamente por el trato discriminatorio hacia la minoría nipona.

El 12 de Febrero de 1942, el Gobierno de Estados Unidos aprobó la Orden 9066 que con anterioridad habían promovido John DeWitt, general del Mando de Defensa Occidental, así como Frank Knox, Secretario de la Marina Estadounidense (US Navy). Según esta directriz, todos los inmigrantes japoneses y la primera generación de éstos nacidos en Norteamérica, serían deportados a campos de concentración divididos en tres categorías: campos de reunión bajo responsabilidad del Ejército Estadounidense (US Army) en donde se agruparía a los prisioneros de manera provisional para a continuación ser trasladados a otros lugares; campos de reubicación bajo el control de la Autoridad de Reubicación de Guerra (WRA) en donde vivirían los deportados; y centros de detención bajo la dirección del Servicio de Inmigración en los que recluirían a los japoneses no nacionalizados, incluyendo también a algunos alemanes e italianos. Sorprendentemente, la orden únicamente afectó a los habitantes de California, Arizona, Oregón, Washington Oeste y Alaska, pero no de otros estados como las Islas Hawaii (precisamente en este archipiélago la comunidad japonesa suponía el motor económico de la región y detener al colectivo hubiese significado el colapso financiero de todo el territorio insular).

Deportaciones

Los campos de reubicación para «americano-japoneses» fueron un total de diez que quedaron distribuidos del siguiente modo: Manzanar, Tule Lake, Poston, Gila River, Topaz, Minidoka, Granada, Heart Mountain, Rohwer y Jerome. Con anterioridad al ingreso en estos recintos penitenciarios, los deportados eran agrupados en establos y porquerizas sobre diecisiete centro de reunión (trece en California, dos en Arizona, uno en Oregón y uno Washington Oeste); o bien en diecisiete centros de detención (cuatro en Texas, tres en Nuevo México, dos en Arizona, dos en Oklahoma, uno en Winsconsin, uno en Montana, uno en Idaho, uno en Washington Oeste, uno en Dakota del Norte, uno en Kansas y uno en Louisiana; incluso para presos considerados potencialmente peligrosos en dos centros de aislamiento (uno en Arizona y otro en Moab).

Deportación de ciudadanos japoneses en Estados Unidos. Año 1942.

Normalmente las deportaciones comenzaban ocho días antes de proceder a su detención, ya que a los japoneses se les concedía este tiempo para desprenderse de la mayoría de sus pertenencias o malvender sus inmuebles, hogares y bienes (con excepción de las cuentas bancarias que les eran congeladas), contabilizándose durante ese breve período la pérdida de propiedades por valor de 400 millones de dólares. Transcurrido ese período, la Policía Federal o la Policía Militar del Ejército Estadounidense lanzaban redadas contra estos ciudadanos a los que se incautaban armas en caso de poseerlas (en una ocasión se expropió un arsenal de 2.592 pistolas y fusiles), antes de ser definitivamente deportados a las «Tierras del Oeste Americano».

Aproximadamente fueron deportados un total de 113.605 ciudadanos japoneses durante la Guerra del Pacífico, trasladados en grupos de unas 500 personas, la mayoría procedentes de California (alrededor de 90.000). Según su lugar de destino, 18.789 fueron internadas en el campo de Tule Lake, 17.817 en Poston, 13.348 en Gila River, 11.070 en Manzanar, 10.767 en Heart Mountain, 9.397 en Minidoka, 8.497 en Jerome, 8.475 en Rohwer, 8.130 en Topaz y 7.318 en Granada.

Campo de Manzanar

El campo de concentración de Manzanar fue el más famoso de entre los deportados «americano-japoneses» de toda la Segunda Guerra Mundial. Construido en la Sierra Nevada de California, fue un antiguo vergel descubierto por el Imperio Español en el siglo XVIII que a lo largo de las décadas fue intensamente explotado hasta convertirse en un lugar yermo e inhóspito, donde miles de japoneses serían alojados durante la Guerra del Pacífico.

Campo de concentración de Manzanar entre Sierra Nevada y el Desierto de California.

Oficialmente los primeros japoneses que ingresaron en Manzanar lo hicieron el 21 de Marzo 1942, aunque sólo como avanzadilla para realizar trabajos forzados en la construcción de barracones y otras infraestructuras. Una vez concluyeron esta labor, a partir de Abril fueron llegando trenes cargados con mil personas diarias, hasta sumar una cantidad de 10.046 presos, entre estos más de la mitad mujeres y un cuarto de niños, bebés y ancianos.

La estructura de Manzanar era la de un campo de perímetro rectangular rodeado de largas extensiones de alambre de espino y vigilado por ocho torretas con ametralladoras que contaban con numerosos reflectores de luz. En el interior se erigían 504 barracones cubiertos de tela asfáltica, normalmente pensados para familias de cuatro miembros con un espacio de 7’6 metros de largo y 6’1 metros de ancho, cuyos inquilinos se veían obligados a dormir sobre incómodos catres de acero o sacos de paja, separando las habitaciones con mantas colgadas del techo para tener intimidad (aunque por lo menos disfrutaban de electricidad). Respecto a los aseos y duchas se ubicaron en edificios comunales; mientras que para otros usos hubo una lavandería, salones de recreo y hasta un templo budista.

La climatología fue el peor elemento que tuvieron que sufrir todos los japoneses internos en el campo de concentración de Manzanar. Tan extremas y adversas eran las temperaturas, que en invierno las nieves dejaban una cifra por debajo de los cero grados centígrados, mientras que en verano el calor era tan insoportable y seco con medidas que superaban los 50 grados. A esta incomodidad, hubo que añadir los constantes vientos huracanados que levantaban nubes de arena, lo que provocó que muchos de los presos se despertasen cubiertos de polvo en sus camas y por tanto las condiciones salubres descendieran, con la consiguiente propagación de enfermedades.

Prisioneros japoneses en el campo de Manzanar.

A pesar de que la vida en el campo de Manzanar era muy complicada y también aburrida, en muchos casos los reos encontraron iniciativas para olvidar su malestar y buscar la mejor manera de entretenerse. Por ejemplo se improvisó una escuela para que los niños estuviesen escolarizados, se cultivaron verduras en pequeñas adquisiciones de tierra y se abrieron canchas de baloncesto y voleibol. Tampoco faltaron los toques decorativos propios de la cultura japonesa, ya que se plantaron jardines con bonitas flores rodeados de pequeños estanques; incluso el campo disfrutó de un propio periódico al que titularon Manzanar Free Express.

Internamiento (1943-1945)

A partir de 1943, los internos japoneses de los campos de concentración comenzaron a acostumbrarse a su nueva vida como reclusos. Rápidamente proliferaron negocios, cultivos y en muchos casos se abrieron oficinas de autogestión que dirigieron los mismos cautivos, además de trabajar algunas mujeres para el Ejército Estadounidense mediante la confección de redes de camuflaje. También muchos bebés nacieron en los recintos, se contrajeron matrimonios y en algunas circunstancias las autoridades norteamericanas permitieron a ciertos presos especializados a realizar determinados trabajos a cambio de salarios mínimos, incluso a salir del recinto como mano de obra con la cesión de pasaportes temporales.

A mediados de la Segunda Guerra Mundial, oficiales del Ejército Estadounidense se presentaron en todos los campos de internamiento japoneses para informar a los prisioneros de que todos aquellos jóvenes varones que lo desearan, podían alistarse en las Fuerzas Armadas a cambio de obtener la libertad. Así fue como se creó el 442º Regimiento de Combate Americano-Japonés “Nisei” con 14.000 efectivos (174 de estos procedentes del campo de Manzanar) que fue enviado a Europa, en donde luchó contra el Ejército Alemán en diversas campañas como la Batalla de Montessino en Italia, la «Operación Dragoon» en Provenza sobre Francia y la ocupación de los Vosgos en Alemania, sufriendo 4.419 bajas con 650 muertos, y siendo la unidad más condecorada de la Historia de Estados Unidos.

Ciudadanos «americano-japoneses» tras la verja de un campo de internamiento durante la Segunda Guerra Mundial.

Mientras el 442º Regimiento de Combate Americano-Japonés “Nisei» se hacía muy popular por sus hazañas en el Frente Occidental, muchos ciudadanos en Estados Unidos comenzaron a criticar la reclusión de todos aquellos compatriotas, cuyos hijos tantas victorias les estaban aportando en los campos de batalla de Europa. Por ejemplo el fotógrafo Ansel Adams, que publicó un libro titulado Nacidos Libres e Iguales (Born Free and Equal) en 1944, denunció los campos de concentración para japoneses. Lamentablemente el poder del Gobierno Estadounidense era todavía muy fuerte porque la mayor parte de la prensa y los medios de comunicación atacaron al autor e incluso incitaron a la violencia contra su persona, llegándose a realizar redadas en librerías y bibliotecas para secuestrar sus libros, que a veces ardieron en grandes piras sobre el pavimento de las calles como si de un espectáculo público se tratase.

Entre 1944 y 1945, la salud de los reclusos en los campos de Manzanar, Tule Lake, Poston, Granada, etcétera, fue empeorando después de tantos años de cautiverio, lo que generó cientos de muertes, sobretodo en los ancianos. Como consecuencia de estas condiciones, se produjeron algunos motines y protestas que los guardias del Ejército Estadounidense resolvieron a tiros, ocasionando numerosos fallecidos. El caso más grave fue la manifestación que tuvo lugar en el campo de Manzanar, donde las tropas norteamericanas abrieron fuego de ametralladora contra los internos, asesinando en el acto de 135 personas.

Después…

Terminada la Segunda Guerra Mundial el 2 de Septiembre de 1945, los «americano-japoneses» fallecidos en los campos de concentración en Estados Unidos ascendieron a más de 7.000 víctimas mortales. Afortunadamente entre finales de 1945 y el mes de Diciembre de 1946, todos los recintos fueron desmantelados y los cautivos puestos en libertad. No obstante, nadie pudo volver a su vida anterior porque las autoridades solamente entregaron a los reclusos un total de 25 dólares como compensación por la pérdida de un total de 500 millones de dólares en activo (nadie recuperó sus propiedades ni su dinero hasta décadas después cuando recibieron 20.000 dólares), por lo que sin medios con los que subsistir ni empleo, tuvieron que alojarse en refugios, albergues o viviendas de protección oficial, una situación que condujo a muchos al suicidio.

Monumento conmemorativo a los ciudadanos japoneses muertos en el campo de Manzanar.

Hasta el año 1976, la Orden 9066 no fue revocada oficialmente por el Presidente Gerald Ford, exactamente en su 34º Aniversario que coincidía con la Guerra de Vietnam. Acto seguido, el Gobierno de los Estados Unidos pidió perdón por lo sucedido a las víctimas, siendo sus palabras las siguientes: «Sabemos ahora lo que debíamos haber sabido antes: que la evacuación no sólo fue errónea, sino que los estadounidenses japoneses eran y son estadounidenses leales».

 

Bibliografía:

-Isabela Herranz, Prisioneros en Casa, Revista Historia y Vida Nº 537 (2012), p,66-73
-Jesús Hernández, Grandes Atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, «El Drama de los Japoneses Americanos», Almuzara (2018), p.176-185
-José Ángel Martos, Campos de reubicación para japoneses, Revista Muy Historia Nº45 (2013), p.29
-Donny Gluckstein, La Otra Historia de la Segunda Guerra Mundial. Resistencia contra Imperio, «EEUU, Racismo en el Arsenal de la Democracia», Ariel (2013), p.134-135
-http://en.wikipedia.org/wiki/Japanese_American_internment