Auschwitz

El campo de exterminio de Auschwitz fue el recinto más mortífero del Holocausto durante la Solución Final. Aproximadamente serían asesinadas algo más de un millón de personas y el equivalente a entre un 15% y 20% de los judíos aniquilados por el Tercer Reich, unas cifras que sin duda convirtieron a esta industria de la muerte en la más terrible de toda la Segunda Guerra Mundial.

Aldea de Oswieçim

Oswieçim fue originalmente el nombre de Auschwitz antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial en Septiembre de 1939. Se trataba de un diminuto pueblo rural de Polonia situado en la Alta Silesia entre el Río Vístula y el Río Sola, a unos 300 kilómetros de Varsovia, cuya población tenía un censo de 1.400 habitantes, curiosamente la mitad de ellos judíos, que por su lejanía de los campos de batalla, vivieron ajenos a las operaciones militares durante la invasión del Tercer Reich.

Vista frontal del campo de exterminio de Auschwitz.

El 30 de Abril de 1940, un joven capitán de las SS llamado Rudolf Höss, que iba vestido de paisano y acompañado de una maleta con la finalidad de pasar inadvertido, se bajó en la estación de Oswieçim y se alojó en el único hotel de la localidad. Su misión era sencilla porque simplemente buscaba un espacio para trabajos agrícolas e invernaderos que tras una indagación en coche encontró a escasos kilómetros del pueblo, concretamente en un terreno de establos para caballo y viejos barracones del Ejército Polaco. A pesar de que la zona no era un lugar perfecto porque las instalaciones estaban en condiciones de abandono y humedad, había una gran cantidad de insectos y encima la unión de los Ríos Vístula y Sola generaban el riesgo de inundaciones que podían poner en riesgo la construcción de granjas y centros investigación agrónoma, finalmente se decantó por escoger el sitio.

A finales de Abril 1940, el Reichsführer de las SS, Heinrich Himmler, autorizó la construcción de un campo de trabajo en la ubicación elegida por el capitán Rudolf Höss, quién además fue designado su comandante en jefe. El nombre de este centro fue el mismo que el de la aldea vecina, Oswieçim, la cual posteriormente sería rebautizada con la denominación germana de Auschwitz.

Presos Políticos

Oficialmente el 14 de Junio de 1940, el campo de concentración de Auschwitz abrió sus puertas para acoger a los primeros 728 presos políticos que acababan de ser capturados en Tarnów. A partir de entonces y durante los meses siguientes, llegarían un total de 11.000 prisioneros, la mayoría católicos polacos, así como algunos disidentes y profesores o intelectuales de la Universidad Jagellón de Cracovia.

La función de Auschwitz era la de actuar como un sistema penitenciario porque el objetivo del recinto era castigar a los presos políticos y facilitar su posterior reeducación. De tal cosa se encargaban los guardias de las SS que se ensañaban contra los reos golpeándoles con sus porras y propinándoles palizas, a veces tan duras que acababan provocando la muerte de la pobre víctima. De hecho, siempre los polacos se llevaban la peor parte, ya que los prisioneros alemanes tenían más posibilidades de ser reeducados y por tanto de obtener la libertad, aunque hubo también una gran cantidad de eslavos que pudieron salir libres una vez cumplida su condena.

Entrada a Auschwitz con el letrero de «Arbeit Macht Frei» (El trabajo os hará libres).

El trabajo esclavo fue una de las características fundamentales de Auschwitz porque los reos tuvieron que participar forzosamente en la producción de materiales de construcción debido a unos pozos de grava y arena ubicados cerca de la instalación. De igual forma, otros presos eran escoltados fueron del reciento para trabajar en la agricultura, ya fuese cultivando vegetales, cavando acequias, drenando charcas o entibando los márgenes de los ríos. Lamentablemente las condiciones eran tan pésimas e insalubres, que a causa de los accidentes laborales, se tuvo que abrir una enfermería para atender a los heridos a la que denominaron Bloque 20.

Bloque 11

Como todos los centros penitenciarios, el campo de Auschwitz tuvo su propia sección de castigo para sancionar las infracciones cometidas por los reos. Esta función la cumplió el Bloque 11, donde los prisioneros eran llevados de forma arbitraria por cuestiones absurdas como haber descansado después de agotadores trabajos o cualquier otra excusa que se les ocurriese a los guardias de las SS.

El Bloque 11 era una casa de piedra con ático y considerada muy calurosa, en cuyo interior los reos sufrían torturas muy desagradables. Al mando del alférez Max Gragner, los guardias fustigaban a los prisioneros con un látigo, les marcaban con un hierro caliente, les introducían agujas bajo las uñas, les sumergían en agua, les colocaban la cabeza en una estufa de coque o les colgaban mediante una cadena desde las manos a una viga (donde les dejaban horas). La única forma de sobrevivir a este edificio era si las víctimas confesaban un delito o delataban a un compañero, ya que de lo contrario se les torturaba hasta desfallecer o hasta que un compasivo guardia les liberase. No obstante, el mayor castigo de todos los existentes en el Bloque 11 fue la pena capital por inanición, la cual consistía en abandonar al preso en una habitación solitaria para morir de hambre y de sed.

La víctima más famosa del Bloque 11 fue Maximiliam Kolbe, un sacerdote católico polaco que al saber que los guardias de las SS habían escogido a nueve personas para ser ejecutadas, entre ellas a una mujer y su hijo llamado Franciszek Gajowniczek, se ofreció al oficial alemán para ocupar en su lugar. Así fue como Kolbe y otros siete reos fueron asesinados mediante una inyección letal, gracias a lo cual Gajowniczek pudo salvar la vida, lo que le valió al sacerdote ser canonizado en 1982 por el Papa Juan Pablo II.

Fusilamientos y Ejecuciones

Ahorcamiento de un preso político polaco.

Las ejecuciones por faltas o delitos dentro de Auschwitz fueron de muy común aplicación entre los presos políticos, especialmente si eran polacos. Las posibles penas de muerte, dependiendo del grado de infracción, podían ser sentenciadas a través de los dos siguientes veredictos:

-Veredicto Final 1: Muerte mediante azotes.
-Veredicto Final 2: Muerte ante un pelotón de fusilamiento frente al paredón.

Aproximadamente alrededor de 25.000 presos resultaron fusilados en Auschwitz por distintos motivos, a veces arbitrarios y sin ningún tipo de justificación. Sin embargo, el pelotón de ejecución siempre fue el método más amable de muerte, pues en otras ocasiones se realizaban ahorcamientos con la soga o se rociaba de gasolina a un reo para a continuación prenderle fuego.

Evasiones y Perdonados

Todos los disidentes políticos podían ser liberados de Auschwitz si las SS consideraban que el preso había sido reeducado y que por tanto estaba en condiciones de ser reinsertado en la sociedad. Cuando tal cosa sucedía, se llevaba al prisionero a un despacho donde se hacían dos preguntas: «¿Tiene alguna queja? ¿Está satisfecho con su estancia?» La primera respuesta tenía que contestarse con un «No» y la segunda con «Sí», pues de lo contrario devolvían al condenado otra vez al campo. Acto seguido, los reos debían rellenar un formulario indicando que no tenían reclamación alguna y que prometían no volver a delinquir. Una vez superado este mal trago, un guardia escoltaba al recién afortunado hasta la estación ferroviaria más cercana y se le ponía en libertad.

Las fugas y evasiones fueron otras de las formas de salir Auschwitz, aunque en caso de captura posterior, el condenado tenían altas posibilidades de ser condenado a la pena capital. Entre las huidas del campo se registraron como exitosas un total de 799 que según el año se dividieron de la siguiente manera: sólo 2 presos en 1940, 17 en 1941, 173 en 1942, 295 en 1943 y 312 en 1944.

Curiosamente la fuga más sonada de Auschwitz la protagonizaron cuatro polacos entre los que estaban Eugeniusz Bendera, Kazimierz Piechowski, Stanislaw Jaster y el sacerdote católico Józef Lempart, quienes tras lograr entrar un almacén de uniformes y vestirse de soldados de la SS (además de tomar armas y granadas que colgaron a sus cintos), subieron tranquilamente a un coche y salieron sin problemas por la puertas mientras los guardias les hacían el saludo militar creyendo que eran superiores. Una vez en el exterior, los evadidos se dispersaron y nunca fueron capturados, aunque su destino futuro resultó ser algo triste porque Stanislaw Jaster murió en un bombardeo aéreo sobre Varsovia, Eugeniusz Bendera falleció de un coma etílico y el padre Józef Lempart perdió la vida tras ser atropellado por un coche en un accidente de tráfico.

Trabajadores de la I.G.Farben

Como Auschwitz ofrecía ventajas industriales por la riqueza del suelo donde se ubicaba, Otto Ambros, inspector de la Comisión de Cauchos y Plásticos que trabajaba para la Compañía Química I.G.Farben, visitó el campo de concentración a inicios de 1941. Según el informe emitido por él, a tan sólo 5 kilómetros del recinto existían yacimientos de carbón, cal y agua de río que facilitarían la hidrogenización para la producción de goma industrial, algo fundamental para el Plan Cuatrienal que el Ministerio de Economía estaba promoviendo en el Tercer Reich. Fue entonces cuando el 1 de Marzo de 1941, el Reichsführer de las SS, Heinrich Himmler, junto con Fritz Bracht que era el Gobernador de la Alta Silesia, se presentaron en el campo y dieron su aprobación a la idea de la I.G.Farben.

Los cambios en Auchwitz empezaron en la primavera de 1941 con la construcción de la Fábrica de Dwory a las afueras del recinto y una planta especializada en la producción de plásticos y cauchos. Acto seguido, el campo se amplió con el llamado «Lagerstadt (Ciudad Campamento)» consistente en 250 barracones para 300 trabajadores cada uno que eran capaces de albergar a 40.000 presos, así como un cordón de seguridad bautizado como «Grosse Postenkette» que estaba conformado por una extensa alambrada de 16 kilómetros vigilada por torres con centinelas.

Con la industrialización de Auschwitz por la Compañía I.G.Farben, el comandante Rudolf Höss precisó de más mano de obra y por tal razón hubo de incrementar los reos en 33.000 personas. Así pues, las SS enviaron al campo a muchos prisioneros de guerra y también judíos, entre estos la mitad de los habitantes de la aldea de Oswieçim. Gracias a estos trabajadores que extrarían grava de las orillas del Río Sola y otras sustancias naturales de la zona a cambio de un sueldo de 4 marcos los especializados en la técnica y 3 marcos el resto (los judíos no cobraban), las ganancias empresariales se multiplicaron porque el rendimiento de un preso era un 75% mayor en comparación con un ciudadano libre.

Birkenau

Al comenzar la «Operación Barbarroja», con la invasión del Eje a la Unión Soviética, las SS calcularon que muy pronto tendrían que hacerse responsables de centenares de miles de prisioneros. A raíz de esta previsión, el Reichsführer Heinrich Himmler ordenó a Rudolf Höss ampliar el recinto de Auschwitz.

Barracón de judíos en Birkenau.

Aproximadamente a unos tres kilómetros del Auschwitz original, las SS comenzaron a construir un campo secundario después de evacuar a los vecinos polacos de la aldea de Brzezinska, a quienes se reubicó en otras zonas rurales del Gobierno General de Polonia. Una vez hecho esto, el diminuto pueblo de Brzezinska fue acondicionado para actuar como otro centro penitenciario y rebautizado con el nombre de Birkenau, aunque en el futuro sería mucho más conocido por la denominación de Auschwitz II.

El campo de Birkenau fue diseñado por el arquitecto Fritz Ertl y las obras supervisadas por el capitán Karl Bischoff. Gracias a esta iniciativa que acabó en la unión de los dos campos mediante kilómetros de alambradas electrificadas, torretas de vigilancia y una entrada en cuyo acceso se izó un cartel con las palabras «Arbeit macht frei (El trabajo os hará libres)», el recinto alcanzó una capacidad para 100.000 prisioneros, el equivalente a 744 personas por barracón en espacios de cuatro a uno.

Prisioneros Soviéticos

Durante la «Operación Barbarroja» contra la Unión Soviética, las tropas del Ejército Alemán (Wehrmacht) capturaron a más de 4 millones de soldados al Ejército Rojo. A raíz de esta enorme cantidad de cautivos que superó todas las expectativas previstas, las autoridades tuvieron que recurrir al campo de concentración de Auschwitz y sus instalaciones para albergar a un total de 10.000 militares apresados en el Frente Oriental.

El trato que las SS dispensaron en Auschwitz a los soldados del Ejército Rojo fue muy denigrante porque como la URSS no había suscrito la Convención de Ginebra, sus veteranos fueron considerados de un estatus inferior a aquellos ex-combatientes de los Ejércitos Británico, Francés o Estadounidense. Catalogados como «sub-humanos» o «untersmenschen», primero les despojaban de sus uniformes, luego les introducían en barriles de desinfectante y finalmente les tatuaban un número en el pecho o el brazo izquierdo mediante agujas (e inyectando tinta).

La situación de los soldados soviéticos en Auschwitz fue tan pésima como consecuencia de las palizas de los guardias o de una dieta exclusiva basada en patatas, que muchos acabaron practicando canibalismo con los compañeros que desfallecían. De hecho, la media de vida de un veterano ruso en el campo solía ser dos semanas porque de los 10.000 prisioneros iniciales, murieron un total de 9.000.

Zyklon B

El gas que posteriormente se emplearía para exterminar al pueblo judío durante el Holocausto fue un método que por el mero hecho del azar se descubrió en Auschwitz. Todo sucedió cuando un equipo de desinfección que empleaba la sustancia tóxica Zyklon B para limpiar la ropa, descuidó en el interior de una de las habitaciones contaminadas por este producto químico a un gato que entró a curiosear. El despiste del minino que como era de esperar costó la vida al animal, hizo formularse al capataz la siguiente pregunta: «¿Por qué no usarlo con seres humanos?». Así pues, se ordenó traer inmediatamente a un grupo de prisioneros de guerra soviéticos que fueron encerrados en los sótanos del Barracón II (previamente se había cubierto de tierra y tapiado), antes de verter el gas y comprobar como todos los rusos sin excepción fallecían fulminados.

Con el éxito de la prueba en el Barracón II, el comandante Rudolf Höss ordenó repetir el experimento varias veces con otros soldados soviéticos en el Bloque 11. Dependiendo de las cantidades suministradas, los rusos podían tardar un día o menos en morir (a veces las sesiones se hacían con testigos alemanes protegidos por mascaras antigás), hasta que tras varios estudios los científicos germanos descubrieron que con altas doses de ácido prúsico del Zyklon B se podía asesinar a grandes cantidades de personas de una forma rápida y barata.

Gaseamientos

Según la resolución de la Conferencia de Wansee a inicios de 1942, el campo de Auschwitz estaría a la vanguardia dentro del proyecto de la Solución Final tal y como acordaron una comisión de expertos entre los que estuvieron el responsable de seguridad de las SS, Reinhard Heydrich, junto al gestor de todas las deportaciones Adolf Eichmann. Así pues, una vez aprobada en los despachos la aniquilación de los judíos de Europa, en Auschwitz se construyó el Búnker I o «Casita Roja» consistente en dos cámaras de gas con capacidad para 800 personas por turno que se ubicaban en dos compartimentos formados por un conjunto de edificios de ladrillo y con una trampilla hermética para verter el Zyklon B.

Oficialmente el 20 de Marzo de 1942 tuvo lugar el primer gaseamiento de población judía en Auschwitz. Se trató de un grupo de 400 trabajadores forzados de la «Organización Schmelt», la mayoría ancianos, que fueron rápidamente eliminados mediante el letal gas Zyklon B. El éxito de este primer episodio, llevó a la ampliación de los programas de extermino sin saber muchos por aquel entonces que las víctimas en los años posteriores se contarían por cientos de miles.

Convoy de judíos llega a la estación de Auschwitz donde son bajados por unos guardias de las SS.

Los gaseamientos prosiguieron en 1942 con judíos de la Alta Silesia que eran liquidados en las cámaras cada vez que el verdugo de las SS, equipado con una máscara antigás, vertía el Zyklon B granular y cerraba la trampilla. Este método que se empleó en los primeros asesinatos, fue evolucionando con el paso del tiempo gracias a los cambios en el protocolo. Por ejemplo se descubrió que en lugar de conducir a los reos al matadero en forma de golpes de porra y amenazas, era mejor hacerlo mediante palabras amables porque las víctimas ganaban confianza y entraban en los habitáculos de manera ordenada y doblando previamente su ropa tras creer que simplemente iban a recibir una ducha para desinfectarse (era habitual la existencia de que un cartel que rezaba «Desinfektionnsraum» o «Cámara de Desinfección)». Curiosamente los mismos guardias de las SS, en un intento por tranquilizar a los deportados, solían repetir la siguiente broma: «No os vayáis a quemar con la ducha».

Algunos de los inconvenientes que planteó la Solución Final en Auschwitz fue la cuestión referente a cómo deshacerse de las personas asesinadas y borrar el crimen. Inicialmente los cuerpos eran trasladados hasta el exterior del campo y echados a gigantescas fosas comunes que ardían día y noche hasta generar enormes hogueras humanas, antes de que una vez disipadas las llamas, se vertiese cal y tierra para taponar las pruebas. No obstante cuando los cadáveres sumaban miles, se tuvo que recurrir a la utilización de maderos secos y trapos empapados en parafina, aunque finalmente el problema fue resuelto con la construcción de unos edificios crematorios dotados de hornos que podían incinerar los cientos de seres humanos al día.

El 26 de Marzo de 1944 fue enviado a Auschwitz el primer contingente de mujeres, un total de 999 jóvenes, que procedentes de Eslovaquia fueron liquidadas en las cámaras de gas. Al día siguiente, el 27, lo hicieron 4.000 judíos de Francia, concretamente de Drancy, que sufrieron el mismo destino que las eslovacas. De hecho durante las jornadas próximas más judíos eslovacos y franceses fueron siendo exterminados, incluyendo los enfermos que eran trasladados en camiones con el logotipo de la Cruz Roja (para disimular ante los posibles espías u observadores extranjeros que había repartidos por Europa). Ni siquiera los niños se salvaron del horror porque cada vez que se aferraban a los trenes en cuanto sospechaban cuál iba a ser su destino, eran matados a golpes por los guardias de las SS. La brutalidad fue tal que en una ocasión una mujer se aproximó al comandante Rudolf Höss para reprocharle: «¿Cómo puede mandar a morir a niños tan hermosos, tan adorables? ¿Es qué no tiene corazón?». Lamentablemente de nada sirvieron sus palabras porque en aquellos días fueron aniquilados 25.000 judíos de Eslovaquia y 69.114 de Francia, así como unos pocos de Holanda (aunque estos últimos fueron desplazados al campo de Sóbibor después de extenderse una epidemia de tifus en el recinto).

Exterminio de los Judíos

Ser judío era la categoría más baja entre los presos de Auschwitz porque en caso de que un hebreo conservase la vida se debía fundamentalmente a que había superado la selección para ser un esclavo. Una vez alcanzado este pobre estatus que por muchos era considerado un privilegio, los reos eran obligados a trabajar como agricultores en el campo y como obreros en las industrias de la Compañía I.G.Farben, o enviados a talleres manuales como carpintería, costurería, zapatería, etcétera. Otros con más suerte ejercieron de criados en las viviendas de los jefes de las SS que se distribuían alrededor del campo; mientras que los menos afortunados se dedicaron a la agotadora construcción sobre terrenos muy pantanosos y suelos enfangados de barro que se cobraron un gran número de vidas como consecuencia de las enfermedades o de los disparos de los guardias.

Los «Sonderkommando» eran el colectivo judío con más derechos dentro del Auschwitz porque a cada uno de sus miembros les perdonaba la vida y se les aumentaban las raciones de comida a cambio de engañar a los deportados desde los trenes a las instalaciones e introducirles en las cámaras de gas. Este tipo de individuos que sin duda se convertían en cómplices de los alemanes, a veces se volvieron incluso más brutales que los guardias de las SS, como por ejemplo los «Kapos» que en ocasiones mataban a sus propios compatriotas a base de golpes de porra o les robaban relojes y otros objetos de valor para su enriquecimiento personal.

Niños judíos tras la alambrada de Birkenau.

Curiosamente, dependiendo de la procedencia de los judíos, las víctimas tenían más posibilidades de adaptarse a Auschwitz y también de sobrevivir al campo si venían de Europa Oriental o de Europa Occidental. Por ejemplo los hebreos de los países eslavos estaban más acostumbrados a pasar penurias y a trabajar duro (lo que les hacía mucho más aptos para la vida de esclavos); mientras que los que venían de países del oeste y que por tanto habían crecido en un ambiente burgués y de abundancia, eran inmediatamente eliminados o en caso de ser elegidos trabajadores forzosos, solían desfallecer al principio después de ser incapaces de soportar las agotadoras jornadas. De este modo y partiendo de tales circunstancias, el grado de supervivencia fue más alto entre los judíos polacos y eslovacos que no entre los judíos franceses u holandeses.

Solución Final

A medida que se avanzaba en la Solución Final, comenzaron a surgir los primeros inconvenientes con los testigos, como por ejemplo en la cámara de gas de Auschwitz I, que al encontrarse muy cerca del edificio de oficinas de la administración del campo, los trabajadores tenían que ser evacuados para no ser alertados cada vez que llegaba un grupo de judíos, o bien distraídos con el ruido del motor de un camión y dos motocicletas para que no se escuchasen los gritos de las víctimas. De hecho el propio Reichsführer de las SS, Heinrich Himmler, visitó el recinto el 17 de Julio de 1942 para revisar los posibles fallos y contemplar un gaseamiento en directo, ordenando a continuación la toma de una serie de medidas para acelerar el proceso exterminador.

Entre los cambios realizados en Auschwitz a mediados de 1942, el arquitecto Hans Kammler transfirió desde Auschwitz I el crematorio y cinco incineradores hacia Auschwitz II que fueron incorporados a una antigua casa abandonada a la que se denominó Búnker I o «Casita Roja», cuya infraestructura contenía dos cámaras de gas con un sistema de ventilación que expulsaba el aire viciado hacia el exterior. Al poco tiempo de formalizarse esta iniciativa, también se erigió el Búnker II o «Casita Blanca» en Birkenau con las mismas funciones que el primero, pero con capacidad para aniquilar 1.200 personas por turno, además de idearse un sistema de rotación para los cadáveres consistente en sacar a los enterrados en fosas comunes para incinerarlos al aire libre o en los hornos. Gracias a estas mejoras técnicas, a lo largo del verano miles de judíos fueron siendo exterminados de forma sistemática procedentes de Francia, Bélgica, Grecia, Bulgaria, Yugoslavia o Italia, incluyendo siete víctimas venidas de Finlandia y tres de las Islas de Guernesey y Jersey en Gran Bretaña.

Trayecto hacia la cámara de gas de unas madres con sus hijos a través de un pasillo de alambradas de Auschwitz.

La noche del 24 de Agosto de 1942, tuvo lugar el episodio más triste de Auschwitz durante el Holocausto cuando un tren marcado con el número 23 descargó a 553 niños franceses (288 chicos y 265 chicas, de los que 465 tenían edades entre seis y doce años, y los otros 135 eran menores de seis) que acababan de ser deportados de los campos de concentración de Drancy, Pithiviers y Beaune-la-Rolande en Francia. Increíblemente estos pequeños que aparecieron llorando y buscando a sus padres de los que acababan de ser separados hacía días, se negaron a obedecer a los alemanes y se mostraron hostiles hacia ellos, haciendo que muchos guardias de las SS se sintieran psicológicamente incapaces de actuar contra ellos. Fueron necesarias varias horas de forcejeos y finalmente el uso de la violencia con porras y garrotes para mover a los chicos desde la estación hacia las instalación y liquidarlos en las cámaras de gas (sólo tres sobrevivieron tras escapar en la confusión). A raíz de este trágico suceso, se estableció un protocolo mediante el cual se prohibía segregar a los menores de sus padres para evitar más escenas como la vivida aquel verano negro de 1942.

Reformas

Al comienzos de 1943 se originó una parálisis en el campo de Auschwitz debido al gran número de trenes cargados con judíos que a causa de una mala previsión en las fechas y horarios se juntaron al mismo tiempo procedentes de Alemania, Polonia, Francia, Grecia y Macedonia. Como consecuencia de este inesperado colapso en el tráfico que restó fluidez al exterminio, se tardaron varias semanas en descongestionar el embotellamiento (muchos hebreos serían desplazados al campo Sóbibor), hasta que el Reichsführer de las SS, Heinrich Himmler, decidió evitar más retrasos de este calado y por tanto ordenó convertir Auschwitz en el mayor campo de aniquilación de Europa.

Durante todo el año 1943, el recinto de Auschwitz disfrutó de una ampliación espacial sobre el terreno y de una reconstrucción en sus instalaciones principales que llevó a cabo el ingeniero Hans Kammler y que estuvo financiada por 13’7 millones de marcos (Reichsmarks) junto a la participación de 12 empresas nacionales. Entre los cambios más destacados y dirigidos por el arquitecto Walter Dejaco, estuvo la implantación en el Búnker I y el Búnker II de los Crematorios I, II, III, IV y V con cámaras de gas subterráneas y en túneles que se interconectaban mediante montacargas hacia tres gigantescos hornos de ocho compuertas cada uno, así como varios depósitos de cadáveres en las bodegas que se tapaban con cemento para evitar epidemias.

Muchas fueron las novedades y reformas de los métodos en Auschwitz a lo largo de 1943 para eliminar de una forma más rápida y eficaz a miles de personas diariamente. Por ejemplo las cámaras de gas se construyeron bajo el suelo en forma de grandes búnkers subterráneos por los se accedía desde una escalera en la superficie (que estaba custodiada por unos músicos judíos que tocaban melodías con el fin de relajar a las víctimas que descendían sin saber cuál iba a ser su destino). Una vez abajo, los reos se desvestían en un vestíbulo y se les cortaba el pelo, antes de que los colaboradores del «Sonderkommando» se llevaran las pertenencias a una sala de objetos conocida como «Canadá» para seleccionar lo útil y valioso del botín. Mientras tanto, los prisioneros eran conducidos por pasillos hasta las cámaras de gas, habitualmente disfrazadas en forma de ducha con tuberías en el techo, donde solía pasar un miembro del «Sonderkommando» que se quedaba con las víctimas hasta que la última hubiese entrado, para a continuación salir junto a un guardia de las SS que vigilaba en la puerta y la cerraba herméticamente. Acto seguido, a través de una chimenea de ladrillo que enlazaba con el exterior mediante un abertura, se dejaba caer los cristales del gas Zyklon B (con excepción de los Crematorios II y III en que las pastillas descendían en contenedores de tela metálica). Así pues, en cuanto el producto químico entraba en contacto con el aire, el veneno asfixiaba con rapidez a todos los presentes que entre tos y gritos iban entrelazándose entre sí hasta hacer cadenas humanas e incluso escalar hasta el techo. Terminado el proceso, los «Sonderkommando» accedían al interior y arrastraban los cadáveres hasta los montacargas, y luego a los hornos crematorios para ser la carne incinerada, los huesos convertidos en polvo con un molino triturador y la masa restante utilizada como fertilizante en los campos de cultivo.

Factorías de Esclavos

Si Auschwitz alcanzó su cénit de exterminio en 1943, también alcanzó su máxima expansión geográfica con el establecimiento de otros subcampos en la Alta Silesia y 28 campos satélites con fábricas, minas y explotaciones agrícolas o de cultivos. La razón de este fenómeno fue el incremento de los 30.000 reos a los 80.000, así como la llegada de un mayor número de población judía y gitana, además del establecimiento del Campo de Mujeres en Birkenau.

A mediados de 1943, el comandante Rudolf Höss impulsó la inauguración de un tercer campo en Auschwitz, concretamente el de Monowitz o Auschwitz III, que contó con una rica industria de caucho sintético de la Compañía I.G.Farben, una planta armamentística de la Compañía Eintrachthütte, una central eléctrica de la Compañía Energie-Versorgung Oberschlesien y una fábrica de cementos de la Compañía Goleszów, sin contar con algunos talleres menores de la Compañía Krupp y la Compañía Siemens. Gracias a todo este entramado empresarial en Auschwitz, el Tercer Reich recaudaría para las arcas de Berlín un total de 30 millones de marcos (Reichsmarks) a lo largo de toda la Segunda Guerra Mundial.

Esclavos trabajando en una zanja frente a las alambradas electrificadas de Auschwitz.

Con las reformas llevadas a cabo en Auschwitz en 1943, jamás se detuvo la industria del exterminio, que al fin y al cabo era la más importante, con aproximadamente entre 7.000 y 8.000 personas diarias asesinadas. Este despilfarro en vidas produjo las quejas de algunas de las empresas en el campo, como por ejemplo la Compañía I.G. Farben, porque de cada 5.000 presos sólo recibía 1.000 como esclavos cuando las exigencias para el trabajo eran mayores.

Experimentos Médicos

El campo de exterminio de Auschwitz tuvo la particularidad de ser un centro de experimentos médicos con los prisioneros que de forma muy brutal perpetraron numerosos doctores después de romper el juramento hipocrático hecho en la carrera de medicina. Esta función era llevada cabo en el Bloque 10 dedicado a mujeres y en el Bloque 28 destinado a los hombres que las SS elegían para ser «conejillos de indias».

Los primeros médicos en iniciar sus investigaciones fueron Carl Clauberg y Horst Schumann que se hicieron populares por matar inyectando fenol en las víctimas o esterilizando a mujeres mediante máquinas de rayos X sobre el útero y los ovarios con la finalidad de contraer dichos órganos (aunque también los hombres eran objeto de estas prácticas con unos resultados que acababan con quemaduras y vómitos cuando se aplicaban sobre el vientre). También otro doctor que destacó por sus crímenes fue Friedrich Entress que tenía afición por diseccionar a la gente en una sala de operaciones, donde abría a los pacientes vivos sin anestesia, hasta que una vez dejaban de ser útiles, los asesinaba inyectándoles fenol en el corazón.

Josef Mengele fue el peor médico de todos los presentes en Auschwitz debido a su extrema crueldad y torturas sobre las víctimas. Especial obsesión sentía por los gemelos (en cada cargamento que llegaba a Auschwitz ordenaba a los guardias separarlos del resto) para experimentar con ellos hasta la muerte con la intención de encontrar a partir de la biología hereditaria la manera de tener más hijos con una rapidez mayor de la normal. De hecho los niños solían llamarle el «Tío Bueno» porque les regalaba una tableta de chocolate cada vez que los pequeños se portaban bien durante el proceso experimental.

Respecto a los cadáveres de los judíos o los huesos de las víctimas fruto de experimentos, eran enviados para estudiar al Instituto de Investigación de Verschuer de Berlín-Dahlem. Incluso algunas empresas farmacéuticas como la Compañía Bayer, también suministraron sus a médicos a Auchwitz para trabajar en la elaboración de un analgésico experimental y otros proyectos de distinto calado científico.

Las SS

Hasta 7.000 alemanes residían o trabajaban en Auschwitz, el campo con más personal de Europa, entre los que un 70% eran soldados, un 26% suboficiales y un 4% oficiales, incluyendo algunas mujeres de las SS que actuaban como funcionarias o guardianas. Según su función, la administración se dividió en los siguientes cinco departamentos:

-Cuartel General.
-Sección Política: Gestapo y Kripo (Policía Criminal).
-Administración de Seguridad: Guardias de las SS.
-Admnistración Económica: Registro y propiedades confiscadas a las víctimas.
-Unidad Médica: Sanitarios y dentistas.

Los que mejor vivían en Auschwitz eran oficiales alemanes que contaban con viviendas adosadas al campo en las que podían albergar a veces a sus familias con mujeres y niños, tenían sanidad y alimentación gratuita, además de muchas otras ventajas como criados y educadores para los niños. Por ejemplo el comandante Rudolf Höss residía con su esposa e hijos a las afueras del campo, como muchos otros, acompañado de sirvientes que en su totalidad eran prisioneros por ser testigos de Jehová.

Como si de un centro de ocio se tratase, las zonas de los soldados alemanes en Auschwitz disponían de un club deportivo, un cine, un teatro, una cantina y hasta una piscina para veranear. De hecho y para deleite de los guardias, en una ocasión se organizó una orquesta con los presos que de profesión eran músicos, así de un teatrillo en que los reos interpretaban cada dos o tres semanas obras como Novia a la fuga, Noche de bodas interrumpida o Alegres variedades, entre otras.

Guardias de las SS y auxiliares femeninas disfrutando de un rato libre en el campo de exterminio de Auschwitz.

Mucho más desagradable era la vida de los habitantes alemanes y polacos de la ciudad de Auschwitz que en incontables ocasiones protestaron por los malos olores que emitían las fábricas de muertos y la humareda cadavérica que el viento empujaba a decenas de kilómetros de distancia por diversas aldeas. A raíz de estas quejas, fue necesario incrementar la guardia en el perímetro exterior para evitar que los curiosos se aproximaran al campo.

El trabajo habitual de los guardias alemanes, además de los que estaban en las torres de vigilancia, era esperar en comedores o salas de recreo hasta que entrase un cabo gritando «¡Convoy!». Acto seguido, todos se levantaban para recibir el tren de los condenados en la estación e iniciar el proceso exterminatorio, para a continuación volver a su tiempo de ocio.

Las ganancias personales de los guardias y dirigentes se incrementó con el robo de todos los muertos, pues entre los objetos requisados llegaron a sumar un total de 825 vagones cargados con riquezas para sus propiedades en Alemania. De hecho había empleados que se dedicaban a contabilizar los marcos alemanes, francos franceses, zlotys polacos, coronas checas, liras italianas, dracmas griegos o dólares estadounidenses sustraídos a los muertos, o bien a repartirse bebidas alcohólicas caras como coñac francés, vodka ruso, ginebra holandesa, samuca italiano, oúzo helénico, etcétera. Como consecuencia de esta corrupción entre las SS, fue necesario poner orden enviando al campo al juez Konrad Morgen para castigar a los creadores y responsables de dicho mercado negro.

Vida del Campo

La vida en Auschwitz fue un auténtico infierno para los judíos y gitanos porque ninguno de estos dos colectivos disfrutaba de la posibilidad de sobrevivir debido a que el objetivo del Tercer Reich era su exterminio físico como raza. Algo más de suerte tuvieron los presos políticos, católicos polacos o prisioneros de guerra soviéticos porque en caso de cumplir con sus obligaciones tenían más perspectivas de salir vida y gozaban de ciertos privilegios como quedarse con algunos objetos valiosos de las víctimas o disponer en ocasiones muy limitadas de un burdel con chicas polacas traídas de la zona. Respecto a la procedencia de cada reo, las relaciones no eran nada buenas dependiendo de su nacionalidad como por ejemplo sucedía con los judíos de Alemania que eran odiados por el resto de judíos de Europa al ser vistos como alemanes; mientras que los judíos polacos estaban confrontados con los judíos franceses y holandeses, así como los judíos griegos con los judíos húngaros. Solamente los judíos del «Sonderkommando» ostentaban un nivel muy elevado porque además de serles perdonada la vida a cambio de matar a su propio pueblo, los guardias de las SS les regalaban cinco cigarrillos diarios y una comida de lujo consistente en pollo, patata, sopa de tomate, salchichas, pan, col roja, licores, dulces y helados; aunque hubo otras excepciones como el judío italiano Primo Levi que gracias a sus dotes como químico, fue apartado del resto para trabajar en los laboratorios de Buna.

Algunos de los episodios más curiosos dentro de la vida diaria en Aushcwitz fue la historia de amor entre un guardia alemán llamado Franz Wunsch y una prisionera judía de nombre Helena Citrónová. Todo ocurrió cuando la chica cantó para Franz en su cumpleaños y él se enamoró perdidamente de ella, pese a que las leyes raciales prohibían estrictamente este tipo de aventuras. A partir de ese instante, el joven de las SS consiguió colocar a Helena en puestos de trabajo más cómodos para evitar que la maltratasen, le regaló con frecuencia cajas de galletas e incluso pudo salvar la vida de su hermana. Así fue como nació entre ambos un sentimiento de cariño que se truncó al final del conflicto cuando las tropas del Ejército Rojo se aproximaron al campo y entonces comenzó una precipitada evacuación, durante la cual Franz entregó a Helena un par de botas para evitar que sus pies se helasen en la nieve. Desde ese instante, los caminos de Franz y Helena se separaron porque el guardia de las SS fue enviado a combatir en el Frente Oriental, hasta que increíblemente en 1972, después de veintiocho años, ambos se reencontraron en un ambiente de reconciliación y amistad.

Industria de Muerte

Con la llegada del año 1944, Auschwitz se convirtió en el campo de exterminio más mortífero de Europa por encima de Treblinka que hasta ese momento había ostentado el primer puesto en el Holocausto. La razón de esta efectividad aniquiladora fue el tendido de dos kilómetros de vía ferroviaria a lo largo de cuatro líneas que terminaban en el interior del recinto, donde los deportados bajaban de los trenes a muy pocos metros las cámaras de gas. De hecho, el protocolo para la introducción del Zyklon B también fue modificado porque se construyó una columna con una trampilla que se abría en el interior del habitáculo liberando los cristales, además de aumentar los crematorios en treinta hornos con 120 bocas.

Judíos de Hungría siendo desembarcados en Auschwitz en 1944.

Aproximadamente las cámaras de gas mataban a 1.000 personas por turno desde 1944, lo que facilitó el fácil exterminio de 35.000 judíos deportados de los Países Bajos. Al poco tiempo, otros 5.000 hebreos bielorrúsos procedentes del Gueto de Byalistock en Bielorrúsia fueron liquidados, entre ellos Otta Kafka, hija del escritor Franz Kafka; así como 1.030 judíos italianos del Gueto de Roma que acababa de ser vaciado en Italia (de estos últimos sólo 15 sobrevivirían al conflicto); sin contar con los miles de personas que vinieron de Atenas, Grecia y las Islas de Rodas y Kos en el Mar Egeo (muchos traídos en barco hasta la costa y después montados en los trenes).

Cuando se produjo la ocupación de Hungría por el Ejército Alemán (Wehrmacht) a mediados de 1944, comenzaron las redadas de las SS y la milicia de la Cruz Flechada hacia los 700.000 judíos magiares. A partir de ese momento, fueron llegando a Auschwitz unas cantidades cifradas entre 12.000 y 14.000 personas diarias que al cabo de un tiempo fueron saturando las cámaras de gas y los hornos crematorios, haciendo que algunos acabasen por fundirse. A raíz de este inconveniente, se abrió un quinto crematorio, se añadió una tercera vía de ferrocarril al tendido y se cavaron cinco fosas comunes en el exterior para enterrar a los miles de cuerpos que no podían ser incinerados. Gracias a este iniciativa, se consiguió gasear a miles de seres humanos al día y a un total de 400.000 judíos húngaros en pocos meses, ya que mientras se extraía el último cadáver de la cámara, en el vestíbulo la gente ya estaba desnuda y lista para entrar.

¿Bombardear los Crematorios?

A mitad de 1944, los Aliados Occidentales tenían mucha información acerca de la Solución Final y la existencia de Auschwitz, aunque no de la gran magnitud exterminadora del Holocausto. Según los Protocolos de Auschwitz, numerosas personas advirtieron acerca de lo que ocurría en el Congreso Mundial Judío con base Suiza, así como en la Junta de Refugiados de Guerra en Washington y en agencias como la «Agudas Israel World Organization». También en el Reino Unido tuvieron algunas nociones de lo que pasaba tanto el diputado William Brown como el Ministro de Asuntos Exteriores, Antonhy Eden, quién al escuchar la propuesta de bombardear los campos, se negó con la siguiente afirmación:»El único medio verdaderamente eficaz de socorrer al atormentado pueblo judío es la victoria de los Aliados».

Jamás los Gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos autorizaron lanzar incursiones sobre los campos de exterminio, aunque en el caso de los militares la actitud fue algo distinta cuando representantes del Congreso Mundial Judío se reunieron con los mandos de la Fuerza Aérea Real Británica (Royal Air Force o RAF) y la Fuerza Aérea Estadounidense (USAF), a los que preguntaron acerca de la posibilidad de bombardear la línea férrea que unía Auschwitz con Hungría, e incluso arrasar las instalaciones de las cámaras de gas con bombarderos pesados o lanzar paracaidistas para liberar a los presos y matar a los guardias. Sorprendentemente, el jefe de operaciones áreas del Reino Unido, Archibald Sinclair, le gustó la idea, pero inmediatamente se la remitió a los norteamericanos que al fin y al cabo eran los expertos en los ataques diurnos, hasta que finalmente el general Carl Spaatz la rechazó alegando que se perderían las vidas de muchos pilotos y también decenas de bombarderos B-17 y B-24 Liberator.

Levantamiento Armado

Las rebeliones de los judíos fueron algo habitual durante el Holocausto como por ejemplo había ocurrido en el Levantamiento del Gueto de Varsovia o en los campos de exterminio de Treblinka y Sóbibor. Curiosamente tampoco Auschwitz sería una excepción cuando un Kapo pagado por las SS, recibió la orden de elegir a 300 miembros del «Sonderkommando» para ser asesinados, algo que lógicamente condujo a un motín con la esperanza de salvar la vida.

El 7 de Octubre de 1944 se produjo la «Rebelión de Auschwitz» después de que los judíos del «Sonderkommando» del Crematorio 4 golpeasen a los guardias con picos y rocas, obligando a los miembros de las SS a retirarse del edificio. Al cabo de pocos minutos, los «Sonderkommando» del Crematorio 2 también se sublevaron e incluso mataron a un soldado alemán de las SS arrojándole vivo a uno de los hornos. Una vez consumada la revuelta, los judíos se parapetaron con las armas robadas a los vigilantes, antes de incendiar todo el Crematorio 4 que desde entonces jamás volvió a funcionar.

Las tropas de las SS tardaron horas en responder hasta que asaltaron con fuego de ametralladora las instalaciones del Crematorio 2 y el Crematorio 4. Acto seguido, se produjo un combate cuerpo a cuerpo en los pasillos que dejó varios muertos por ambos lados, hasta que en medio de la confusión, algunos judíos consiguieron escapar del campo y refugiarse en la aldea de Rasjko, donde muchos volvieron a ser capturados (aunque un reducido grupo se fugó y salvó la vida).

El resultado de la «Revuelta de Auschwitz» fue un completo fracaso porque más de 200 judíos del «Sonderkommando» perdieron la vida en los combates o fueron fusilados posteriormente, sin contar con los tres soldados alemanes que perdieron la vida en la lucha. A partir de entonces, ya no se producirían más revueltas en Auschwitz, pese a que con el levantamiento algunos pocos hebreos consiguieron escapar.

Últimas Matanzas

A finales de 1944 los gaseamientos en Auschwitz fueron rebajándose porque de las varias miles de personas eliminadas al día en las cámaras de gas, las cifras se redujeron a unas 1.000 víctimas por jornada. Lamentablemente no disminuyeron las malas condiciones porque con la aproximación del Frente Oriental a la Alta Silesia, las condiciones higiénicas y alimenticias empeoraron sobre un recinto cargado de superpoblación afectada de piojos, tifus, noma y afección de piel.

Objetos de los muertos tirados junto a las vías de Auschwitz.

Otro de los colectivos a los que también se amplió el programa de exterminio aquel 1944, fueron a los gitanos europeos que también resultaron liquidados por miles, sobretodo por iniciativa de los dos nuevos jefes del campo tras el cese de Rudol Höss, concretamente los comandantes Maximilian Grabner y Rudolf Mildner. De hecho y como el proceso tuvo que ser acelerado con la mala marcha de la contienda, a los gaseamientos se sumaron fusilamientos masivos de personas e incluso para ahorrar balas se mataron a decenas niños a base de golpes contra los laterales de los camiones (por ejemplo en sólo una noche 2.897 gitanos fueron asesinados).

Evacuación

A inicios de de 1945, las SS procedieron a la desmantelación de las instalaciones de Auschwitz en cuanto supieron que el Ejército Rojo avanzaba sobre Polonia. Fue entonces cuando unos 56.000 reclusos entre judíos, polacos y prisioneros de guerra soviéticos, fueron evacuados en tren o a pie a lo largo de un trayecto que varió entre 50 kilómetros hacia Gliwice o 75 kilómetros hacia Wodzislaw, durante el cual un elevado porcentaje perdió la vida sobre las carreteras a causa del frío invernal, el hambre, el cansancio o los disparos de los guardias que les acompañaban. Una vez concluidas estas «marchas de la muerte», los reos fueron reubicados dentro de Alemania en los campos de concentración de Dachau, Kaufering y Mühldorf, o en las cuevas subterráneas de Dora-Mittelbau para trabajar en el diseño de los misiles V-2 que el Tercer Reich disparaba sobre las ciudades de Inglaterra.

Mientras los combates entre el Ejército Alemán y el Ejército Rojo se sucedían a pocos kilómetros de Auschwitz, las fuerzas de las SS rápidamente comenzaron a dinamitar y a volar con explosivos las instalaciones, destruyendo las cámaras de gas y los crematorios, y arrojando los documentos y otro tipo de pruebas culpatorias a piras ardientes. Respecto a los cuerpos que no habían podido ser incinerados por falta de tiempo, se los sacó de sus fosas y se los llevó a bosques cercanos para echarles tierra encima y simular accidentes orográficos del terreno.

En torno a mediados de Enero de 1945, los primeros guardias de las SS abandonaron el campo de Auschwitz dejando atrás a miles de presos con expresión de incredulidad al contemplar como sus verdugos se marchaban a toda prisa en camiones y coches. De hecho, algunos de los prisioneros, sobretodo polacos católicos o judíos de ideología conservadora, pagaron altas sumas de dinero a los alemanes para viajar con ellos a sabiendas de que serían represaliados si caían en manos de las escuadras comunistas del Ejército Rojo (básicamente para muchos cautivos sería cambiar un opresor por otro).

La evacuación de Auschwitz transcurrió con celeridad a lo largo de las semanas iniciales de 1945, no sin que antes los guardias de las SS asesinaran mediante pelotones de fusilamiento a 200 mujeres que no habían tenido tiempo de llevarse consigo. De este modo y después de haber borrado el mayor número de pruebas posible, el 19 de Enero los últimos soldados alemanes abandonaron el campo de Auschwitz para siempre.

Liberación

La mañana del 30 de Enero de 1945, un escuadrón de la Caballería Cosaca al que seguían tanques del modelo T-34 y tropas de infantería del Ejército Rojo, aparecieron frente a los límites Auschwitz. Se trataba de los soldados soviéticos del I Frente Ucraniano que se aproximaron a la zona atraídos por el olor nauseabundo de los cadáveres al pudrirse y un manto de polvo gris que cubría grandes espacios de nieve. Acto seguido y en cuanto los rusos alcanzaron la alambrada, por la cara opuesta un grupo de prisioneros, la mayoría polacos, escapó hacia los bosques aprovechando que ya nadie vigilaba (aunque muchos desafortunados quedarían atrás). A continuación las tropas soviéticas abrieron las verjas y entraron en el recinto para descubrir uno de los mayores horrores cometido por el ser humano.

Soldados soviéticos encuentran una fosa común en Auschwitz.

La liberación de Auschwitz fue uno de los momentos más rememorados en el siglo XX, especialmente por los soldados soviéticos que conquistaron el campo, quienes a pesar de haber padecido las calamidades y la dureza del Frente Oriental, jamás en sus pesadillas pudieron haber imaginado lo que se encontraron en su interior. Entre la terrible visión que contemplaron estuvieron millares de muertos entrelazados, montañas de huesos, supervivientes esqueléticos, fosas comunes y miseria por todas partes, sin contar con un valioso lote de objetos personales robados entre los que había 348.000 trajes de hombre, 836.000 complementos de mujer y 6.000 pares de zapatos, así como otros utensilios como maletas, gafas, prótesis, etcétera. No obstante, la noticia del hallazgo se mantuvo en silencio por la propaganda comunista primero por miedo a que los Aliados Occidentales pudiesen culpar a los soviéticos de lo sucedido (estaba reciente la Matanza de Katyn perpetrada por el Kremlin) y también porque muchos de los supervivientes del Holocausto eran disidentes del régimen soviético, a los que hubo que identificar en el campo y tristemente ejecutar o deportar a los gulags de Siberia.

Después…

Apróximadamente 1’3 millones de personas fueron exterminadas por el Tercer Reich en Auschwitz. Según el colectivo humano, las víctimas se dividieron en 1’1 millones de judíos (80%), 70.000 polacos (10%), 22.000 gitanos (4%), 10.000 soldados soviéticos (3%) y 10.000 de otras minorías como testigos de Jehová, presos políticos, partisanos capturados, republicanos españoles, etcétera (3%). Respecto a los 200.000 supervivientes una vez se produjo la liberación de Auschwitz por el Ejército Rojo, la población se redujo a 125.000 reclusos después de fallecer 75.000 en las semanas posteriores como consecuencia de la desnutrición, las epidemias o las enfermedades (aunque algunos de estos fueron víctimas del régimen soviético que les asesinó o les hizo desaparecer).

Víctimas:
·Judíos = 1’1 millones
-Hungría = 438.000
-Polonia = 300.000
-Francia = 69.114
-Holanda = 60.085
-Grecia = 55.000
-Chequia (Protectorado de Bohemia-Moravia) = 46.099
-Eslovaquia = 26.661
-Bélgica = 24.906
-Alemania y Austria = 23.000
-Yugoslavia (Serbia, Croacia y Bosnia) = 10.000
-Italia = 7.422
-Finlandia = 7
-Gran Bretaña (Islas de Guernesey y Jersey) = 3
·Polacos = 70.000
·Gitanos = 22.000
·Soldados Soviéticos = 10.000
·Testigos de Jehová = 100

Fosa de cadáveres a las afueras de Auschwitz.

La primera vez que lo ocurrido en Auschwitz se hizo público fue en los momentos finales de la Segunda Guerra Mundial en Europa cuando el periodista soviético Boris Polevoi, publicó un artículo en el periódico Pravda, aunque como una noticia secundaria a la que no dio importancia. Tampoco en el Reino Unido se otorgó interés al asunto después de que el diario Jewish Chronicle lo citase casi como si fuese una anécdota. A partir de entonces, se tendría que esperar hasta los Juicios de Nuremberg entre 1945 y 1946, para que todo el horror del Holocausto saliera a la luz con rigor y detalle, especialmente tras la declaración en el banquillo del comandante Rudolf Höss (sería ahorcado el 16 de Abril de 1947), siendo desde ese instante el nombre de Auschwitz conocido en todo el mundo como uno de los mayores crímenes del siglo XX.

El campo de extermino de Auschwitz se convirtió en el símbolo de la Solución Final y en un referente cultural de libros, películas y documentales, al mismo tiempo en que el recinto era reconstruido como museo en homenaje a todas las víctimas del Holocausto. Independientemente de los estudios y la reinterpretación posterior, cualquier mención a Auschwitz siempre sería sinónimo de uno de los más grandes horrores de la Historia de la Humanidad.

 

Bibliografía:

-Lawrence Rees, Auschwitz, los nazis y la Solución Final, Planeta DeAgostini (2005), p.33-410
-Saul Friedländer, El Tercer Reich y los judíos (1939-1945) Los años del Exterminio, Galaxia Gutenberg (2007), p.464-827
-Editores de S.A.R.P.E., Crónica Política y Militar de la Segunda Guerra Mundial. «Los campos de exterminio», S.A.R.P.E. (1978), p.2055-2062
-Ricardo Angoso, Del antisemitismo a la Solución Final, Shoah, Revista La Aventura de la Historia Nº77 (2005), p.20-26