Guerra Civil Española

 

La Guerra Civil Española de 1936 a 1939 constituyó uno de los episodios más oscuros de la Historia de España. Su impacto antes, durante y después del conflicto que enfrentó al Bando Nacional contra el Bando Republicano no solamente significó una tragedia para los españoles debido a sus sangrientas batallas, bombardeos y brutales crímenes perpetrados por ambos protagonistas; sino que además su repercusión internacional fue una pieza clave para el desarrollo posterior de la Segunda Guerra Mundial y la configuración del mapa geopolítico a lo largo del siglo XX.

Preludio

Desde la desaparición del Imperio Español en América y el Océano Pacífico tras la humillante derrota militar contra Estados Unidos durante la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898, España había entrado en una profunda crisis de la que no se repondría en décadas. A este desastre que coincidió con el comiendo del siglo XX siguió un caos político, social, económico y colonial que haría tambalearse los cimientos del mismo concepto de España.

España en el siglo XX.

Negativo fue el panorama que se presentó en la Península Ibérica porque mientras España se desplomaba, el resto de potencias en Europa resurgían. Así lo vio el llamado movimiento del Regeneracionismo, cuyos intelectuales de la Generación del 98 como Joaquín Costa, Ramiro de Maetzu o José Ortega y Gasset entre otros muchos, presentaron una visión de la trayectoria de España mucho más oscura de la que era realmente, cuestionando su retraso respecto a otras naciones occidentales, su escaso desarrollo técnico y científico, la excesiva superstición religiosa e incluso el brillante pasado que había caracterizado al extinto Imperio Español. No obstante y a pesar de que la mayoría de estos pensadores posteriormente se retractarían de lo dicho, sus exageradas deducciones fueron un caldo de cultivo perfecto a inicios del siglo XX para generar un sentimiento casi apátrida en muchos sentidos, especialmente entre la izquierda que se mostró indiferente e incluso hostil al concepto de la propia España en favor de un internacionalismo humanista; y entre los regionalismos de Cataluña y Vascongadas que derivaron en fuertes movimientos independentistas movidos contra el odio hacia todo lo español.

Garantías de estabilidad en España había logrado el sistema de la «Restauración» que desde su implantación en el siglo XIX  mantenía inalterada la gobernabilidad del país gracias a un «caciquismo» electoral mediante el cual los partidos conservador y liberal se turnaban el poder, lo que permitía reservar el trono a la monarquía del Rey Alfonso XIII de Borbón y controlar mucho mejor a los movimientos obreros y revolucionarios. Sin embargo el «Desastre del 98» poco antes de la llegada del siglo XX cambió la situación, porque por primera vez la «Restauración» fue duramente cuestionada en la calle mediante una serie de huelgas y tumultos por parte de unos trabajadores que pedían más derechos y un trato más digno. Simultáneamente el desmoralizamiento también cundió entre los oficiales del Ejército Español, quienes sintiéndose humillados por la pérdida del Imperio de Ultramar, iniciaron una nueva aventura colonial en África para recuperar el prestigio perdido. Así pues, bautizados como «africanistas», los militares españoles iniciaron la Guerra del Rif en Marruecos contra las cabilas rifeñas del líder rebelde Abd El-Krim que consumió grandes cantidades de dinero y recursos humanos entre la población joven alistada forzosamente, lo que todavía provocó más ira, manifestaciones populares y levantamientos obreros con las consecuentes respuestas violentas de las fuerzas de seguridad y la patronal.

Coincidiendo con la Primera Guerra Mundial en la que España se había mantenido neutral e inspirados muchos de los movimientos obreros en la Revolución Bolchevique de Rusia que acababa de tener lugar durante aquel conflicto; se convocó la Huelga General de 1917 que dejó entrever la debilidad del sistema de la «Restauración» y que a pesar del masivo apoyo recibido acabó siendo aplastada tras una matanza de 71 muertos y 200 heridos. No obstante y aunque la «Restauración» sobrevivió al desafío, quedó tocada de muerte porque no consiguió impedir nuevas insurrecciones obreras como la del «Trienio Bolchevique» que asoló Andalucía entre 1918 y 1920 dejando incontables víctimas mortales entre ambos bandos; o la represión de sindicalistas en Barcelona por parte de pistoleros de la patronal en un período bautizado como la «Edad de Plomo». Sería finalmente la derrota militar del Ejército Español en Marruecos durante la Batalla de Annual en el verano de 1921 que dejó un saldo de 10.000 muertos contra los rifeños, lo que terminó por socavar la «Restauración». Eso mismo sucedió el 13 de Septiembre de 1923 con el Golpe de Estado del general Miguel Primero Rivera que liquidó definitivamente la «Restauración» e instauró un sistema conocido como la «Dictadura de Primo de Rivera».

Desembarco de Alhucemas que decantó la Guerra del Rif en favor de España.

La «Dictadura de Primo de Rivera» realmente no abarcó ningún tipo de totalitarismo a pesar del nombre con que se bautizó al régimen, ya que apodada por muchos ciudadanos como «Dictablanda» respetó la figura del Rey Alfonso XIII como Jefe del Estado y del propio general Miguel Primo de Rivera como Jefe de Gobierno, quienes lideraron un Estado sometido a un modelo de «partido único» bautizado como Directorio Civil que incluyó la representación de varias fuerzas políticas como la Unión Nacional como pilar base en la derecha o el PSOE y la UGT en la izquierda como fuerzas colaboracionistas. Gracias a este pacto de todas las ideologías en un frente de concentración nacional, la estabilidad de nuevo volvió a implantarse en España, así como un rápido crecimiento de la economía, mejora en las condiciones de vida de los trabajadores, alfabetización de un gran sector de la población y una rápida expansión de la industria, los ferrocarriles y la telefonía urbana. Incluso se consiguió desarticular al terrorismo anarquista, patronal e independentista en la Península Ibérica; y poner fin en 1925 a la Guerra del Rif sobre Marruecos después de la impresionante victoria del Ejército Español contra los rifeños de Abd El-Krim tras el Desembarco de Alhucemas que constituyó la primera operación anfibia aero-naval de la Historia.

Caída de la Monarquía

España en el siglo XX era un potencia de nivel medio que se había ido modernizando progresiva pero lentamente desarrollando una gran industria en Barcelona y Vizcaya y otra algo menor en Madrid, Asturias, Valencia, Guipúzcoa y Gerona. El país contaba con excelentes redes de comunicaciones, un suelo rico en agricultura, una población alfabetizada del 70% y ostentaba el título de Imperio Colonial en África con dominios en el Sáhara Occidental, Rif, Sidi Ifni, Guinea Ecuatorial e Isla de Fernando Poo.

Rey Alfonso XIII de Borbón.

A la caída del régimen de Miguel Primo de Rivera en 1930 por culpa de su enfermedad (y posterior fallecimiento) y el nombramiento del general Damasio Berenguer como Presidente, muchos pensaron que el sistema de la Restauración sería reimplantado en la figura del Rey Alfonso XIII. Sin embargo los movimientos republicanos, por aquel entonces escasos y muy divididos, se nutrieron de numerosos monárquicos descontentos y conservadores del anterior régimen como los diputados católicos Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura, quienes junto al socialista Indalecio Prieto, impulsaron una conspiración para derrocar a Alfonso XIII. Así se fraguó el Pacto de San Sebastián del 17 de Agosto de 1930, una coalición republicana entre las derechas, las izquierdas y el nacionalismo catalán mediante un pronunciamiento militar que inmediatamente sería apoyado por una serie de revueltas sociales. Eso mismo sucedió el 12 de Diciembre de 1930 con la Sublevación de Jaca después de que un sector de las fuerzas armadas se alzase en armas sobre la provincia de Huesca y proclamase la República. Sin embargo el escaso apoyo de la población civil, la negativa del resto del Ejército Español a secundar la aventura y la rápida respuesta de las autoridades terminaron por sofocar la rebelión y reinstaurar el orden, no sin antes fusilar a los culpables, los capitanes Fermán Galán y Ángel García. No obstante y a pesar del fracaso, la monarquía de Alfonso XIII quedó tan desprestigiada por lo ocurrido que los partidos republicanos aumentaron su popularidad saliendo muy reforzados de cara hacia las elecciones municipales de 1931.

Al producirse las elecciones municipales de 1931, los partidos monárquicos ganaron los comicios por ser los más votados, aunque los partidos republicanos se impusieron en las grandes capitales como Madrid o Barcelona. Dicho resultado llevó a una explosión de júbilo popular entre los republicanos, quienes obviando que acababan de perder las elecciones por un considerable margen, se echaron a la calle creyendo que el momento del cambio de régimen había llegado. De hecho los victoriosos monárquicos fueron tan torpes a la hora de gestionar la situación debido a las incontrolables mareas populares que salieron a manifestarse, que en lugar de recurrir al orden institucional, se produjo una fractura entre ellos que terminó con la dimisión en masa de todos los ministros, incluyendo el Conde Álvaro de Romanones que lideraba el Consejo de la Gobernación. Este vacío de poder causó tanto pánico entre los monárquicos que la mayoría de sus miembros, temiéndose represalias, abandonaron el país y marcharon al extranjero, exactamente igual que el mismo Rey Alfonso XIII tras dimitir como monarca, escapar al puerto de Cartagena y embarcarse en un buque hacia el exilio de Francia.

Sin Gobierno y con el Rey Alfosno XIII en el exilio, los miembros del Gobierno Provisional Revolucionario liderados por Niceto Alcalá Zamora ocuparon todos los ministerios y el Palacio de Oriente. Así fue como oficialmente el 14 de Abril de 1931 se proclamó la Segunda República de España.

Partidos y Milicias

Muchos fueron los partidos, sindicatos y movimientos que englobaron el arco parlamentario y la vida política de la Segunda República, así como los que llenaron de voluntarios las milicias durante la posterior Guerra Civil Española. De izquierdas, derechas o separatistas las fuerzas políticas y grupos paramilitares fueron los siguientes:

Partidos y Milicias durante la Segunda República.

Izquierda:

-Acción Republicana (AR) o Izquierda Republicana (IR): Partido republicano de izquierdas en España liderado por Manuel Azaña que primeramente fue bautizado como Acción Republicana y que posteriormente se refundaría en Izquierda Republicana. Este movimiento fue uno de los pocos partidos socialistas de la Segunda República que albergó un carácter mucho más moderado, adoptó una ideología socialdemócrata y apostó por una economía liberal de mercado con mucha intervención estatal, aunque en determinados aspectos como el anticlericalismo tuvo una actitud bastante hostil.

-Partido Socialista Obrero Español (PSOE): Optaba por un régimen socialista totalitario de izquierdas sin llegar a alcanzar el comunismo. Fundado por Pablo Iglesias en el siglo, XIX el PSOE fue el partido de tipo marxista más importante de la oposición en España hasta la instauración de la Segunda República. Desde entonces la indefinición política había caracterizado a la organización porque en sus inicios se había considerado un partido revolucionario radical, durante un período de tiempo había rozado el bolchevismo, más adelante cambió su postura a una moderada opción socialdemócrata y en la «Dictadura de Primo de Rivera» había colaborado e incluso prosperado con el régimen junto a las fuerzas de derechas. Únicamente la proclamación de la República devolvió al PSOE de Julián Besteiro y posteriormente de Indalecio Prieto a sus orígenes violentos con la creación de una milicia armada llamada Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y apostar por la llamada «Dictadura del Proletariado», aspirando por una España de corte soviética con una democracia decorativa, donde su partido se mantuviera indefinidamente en el poder tutelando a otras fuerzas políticas de izquierda en la oposición antes de dar el salto definitivo hasta la última fase de la Historia según Karl Marx del «paraíso socialista».

-Partido Comunista Español (PCE): Oficialmente el Partido Comunista de España fue la única fuerza política que representaba al verdadero comunismo en la Península Ibérica. Los comunistas españoles bajo el mando compartido de José Díez y Dolores Ibárruri «La Pasionaria», compartían una firme ideología política centrada en la abolición de la propiedad privada, la nacionalización de los medios de producción, la reforma agraria mediante cooperativas agrícolas y el control absoluto del Estado sobre todas las cuestiones económicas. Sometida la organización a la Internacional Comunista (Komintern), todo lo que afectaba al PCE se dictaminaba desde la Unión Soviética, siendo supervisadas las decisiones por el mismo líder ruso Iósif Stalin y financiadas sus campañas políticas por Moscú. Precisamente su dependencia de Rusia hacía al PCE promover la creación de una República Socialista Soviética de España como una nación satélite de la URSS, donde también fueran reconocidas otras autonomías socialistas en Cataluña, Vascongadas, Galicia y las colonias de África (aunque controladas por Madrid). De hecho todo el ideario del PCE era una copia del Partido Comunista Soviético (PCUS) en lo referente a la construcción del Estado en torno a un modelo de Partido Único, así como sus propuestas basadas en una educación universal, igualdad de la mujer, laicismo en detrimento de la religión o modernización de las infraestructuras estatales a través del desarrollo de la industria y la innovación científica. Otro de los factores particulares del PCE fue su carácter belicista en donde el Ejército Español (al que se rebautizaría como «Ejército Rojo de España») tendría que ser un pilar básico primeramente en la revolución social y posteriormente en el régimen comunista abogando por una militarización de la población y una férrea enseñanza disciplinada en el manejo de las armas que mantuviese viva la «Dictadura del Proletariado».

-Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM): Escisión política del PCE, el POUM fue un partido trotskysta fundado por Andreu Nin que defendió el comunismo promovido por el exiliado León Trotsky en contra de la línea soviética de Stalin. A raíz de esta ruptura con Moscú, el POUM se desvirtuó de la doctrina oficial denunciando el estalinismo y proponiendo tesis tan utópica como la autodeterminación política de regiones e incluso grupos humanos.

-Unión General de Trabajadores (UGT): Fue un sindicato revolucionario muy radical situado entre el marxismo y el anarquismo que pretendía erradicar la propiedad privada, prohibir la religión, abolir la familia por colectividades humanas e incluso a largo plazo eliminar el Estado. A pesar de que moderó sus posturas durante la «Dictadura de Primo de Rivera» y colaboró con el régimen adoptando la socialdemocracia, con la llegada de la República, el sindicato al mando de Francisco Largo Caballero volvió a radicalizarse mucho más que en sus orígenes y a crecer enormemente sus simpatizantes a los 700.000 afiliados.

-Confederación Nacional de Trabajadores – Federación Anarquista Ibérica (CNT-FAI): Agrupación de los dos movimientos anarquistas mayoritarios en la Península Ibérica que incluían a la CNT y la FAI con más de 1 millón y medio de afiliados. Ambos defendían la implantación del «comunismo libertario», una opción de vida basada en la destrucción del Estado con el derribo de las fronteras en todos los países del mundo, la abolición del capitalismo mediante la prohibición del dinero, la autogestión de los medios de producción y recursos naturales, la colectivización del mundo rural, la ilegalización de la religión, la supresión tanto del matrimonio como del concepto del «amor» por relaciones sexuales biológicas centradas exclusivamente en el placer y la procreación, etcétera. Este pensamiento tan radical convirtió a la CNT-FAI liderada por Juan Oliver en la facción más violenta de la Segunda República, considerada en muchos casos por las autoridades como organización terrorista.

Derecha:

-Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA): Unión de varios partidos de derecha republicanos entre los que destacaba especialmente Acción Popular de José María Gil Robles y la organización juvenil del JAP. Básicamente aglomeraba derechas de distintas facciones con tesis liberales, tradicionalistas o centralistas, aunque con una coincidencia común en la defensa de la religión católica, la familia, la propiedad privada y la unidad de España.

-Partido Radical: Fue el movimiento republicano de derechas más firmemente defensor de la Segunda República. Liderado por Alejandro Lerroux y con una alta influencia de la Masonería en sus filas, optaba por una «revolución burguesa» ensalzando a las clases medias, el capitalismo económico y el laicismo en contra del poder de la Iglesia.

-Renovación Española: Autodenominados sus militantes como «alfonsinos», reclamaban la reinstauración de la monarquía en España con la vuelta del Rey Alfonso XIII de Borbón. Representaba al partido José Calvo Sotelo, quién promovía una férrea defensa de la propiedad privada, el tradicionalismo más conservador y la participación de la Iglesia en los asuntos del Estado.

-Falange Española (FE-JONS): La Falange fue el único partido fascista de España fundado por José Antonio Primo de Rivera y fusionado con el sindicato JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas) de Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo. Rechazaba tanto el marxismo como el capitalismo abogando por un socialismo económico en el que estuvieran representados obreros y empresarios a partes iguales, así como un Estado Corporativista donde los patrones fueran sometidos al poder de un sindicato nacional para garantizar los derechos de los trabajadores. Este carácter revolucionario de izquierda que defendía la nacionalización de la banca y los créditos, además de la reforma agraria y la supresión de las grandes propiedades y fortunas privadas; también se combinaba con cierta ideología conservadora que incluía un férreo patriotismo, refinada disciplina, imperialismo colonial en África o una estética de estilo militarista (uniformes azul mahón que hizo ser conocidos a los falangistas como «Camisas Azules», saludos romanos brazo derecho en alto, desfiles en columnas, la marcha del Cara al Sol…). No obstante y a diferencia de la Italia Fascista o la Alemania Nacionalsocialista con las cuales se identificaba en muchos aspectos, la Falange se declaró contraria al laicismo del fascismo italiano optando por un ferviente catolicismo espiritual y denunció el racismo hitleriano en favor de la igualdad racial y la dignidad humana.

-Comunión Tradicionalista (Carlistas): Inspirado en el carlismo del siglo XIX y rebautizado bajo el nombre de Comunión Tradicionalista al mando de Manuel Fal Conde, los carlistas pretendían resucitar la monarquía sin los Borbones, a quienes consideraban culpables de la mala situación de España. Simultáneamente defendían un ferviente catolicismo y apostaban por una descentralización del Estado extendiendo el sistema foral de Navarra y Vascongadas al resto de la Península Ibérica en forma de amplias autónomas y fueros. Respecto a sus intenciones, los carlistas, famosos por sus boinas rojas y su himno Oriamendi, terminaron por agruparse en una milicia conocida como el «Requeté» y sometidos sus voluntarios a una disciplina militar y a un adiestramiento con armas enfocado a la guerra de guerrillas.

-Partido Agrario: Movimiento político tradicional de derechas y católico dedicado exclusivamente al ámbito rural y representante del mundo campesino. Muchos de sus propietario y labradores solían agruparse en pequeños destacamentos armados para defender sus tierras de los ataques anarquistas.

Independentistas:

-Partido Nacionalista Vasco (PNV): Sabino Arana fue su fundador en el siglo XIX basándose en la diferencia étnica y lingüística de los vascos respecto a la composición cultural latina de la Península Ibérica, promoviendo para ello la separación de Navarra y las dos Vascongadas ubicadas en España y Francia bajo un Estado llamado País Vasco «Euskal Herria». Al frente de José Antonio Aguirre durante la Segunda República, el PNV adoptó una ideología  católica, conservadora, antiliberal, antimarxista y racista que defendía la superioridad racial de los vascos frente a los españoles a los que consideraba «maquetos».

-Esquerra Republicana de Cataluña (ERC): Partido independentista y marxista radical partidario de la independencia de Cataluña que lideró primeramente Francesc Macià y poco después Lluís Companys. Contaba con una milicia de combate llamada «Estat Català» que se agrupaba en pelotones, cuyos integrantes vestían uniformes militares y se equipaban con armas de fuego.

-Lliga Regionalista: Catalanista, conservadora y liberal al frente de Francesc Cambò, promovía la independencia de Cataluña como una nación destinada a liderar un Estado Ibérico mediante la conquista del resto de España, Portugal y el sur de Francia desde Lisboa hasta el Río Ródano, una serie territorios en tres países que conformarían un gigantesco «Imperio Catalán».

Proclamación de la II República

El 14 de Abril de 1931 miles de personas salieron a las calles de todo el país para celebrar la proclamación de la Segunda República. Por primera vez en España parecía existir un proyecto loable de modernizar el país y una unión en torno a la nueva bandera tricolor (roja, dorada y morada) y a las notas musicales del original Himno del Riego. Sin embargo este aparente consenso entre los republicanos era una completa farsa por la ruptura ideológica entre la derecha y la izquierda. En el caso de la derecha católica, la cual había sido sido la principal fuerza en impulsar la República y contribuir a la caída de la monarquía, sus dirigentes confiaban en instaurar un sistema republicano radical-conservador marginando en todo lo posible a cualquier otra opción fuera de sus dogmas. Mientras tanto en el caso de la izquierda, sus representantes consideraban a la República un mero instrumento para alcanzar el poder y promover una revolución marxista que llevase a la anhelada «dictadura del proletariado».

Proclamación de la II República en Madrid el 14 de Abril de 1931.

Supuestamente la tranquilidad aparentó reinar en la Península Ibérica hasta que el 11 de Mayo de 1931 bandas incontroladas de revolucionarios de izquierda asaltaron e incendiaron numerosos conventos por diversas zonas de España y destruyeron 24 templos, obras de arte, laboratorios y centros de investigación e incluso quemaron algunas bibliotecas (entre estas la segunda más grande del país). Sorprendentemente y a pesar de que el Presidente Alcalá Zamora era un ferviente católico, prefirió no responder con represalias a toda aquella violencia anticlerical con la esperanza de que las formaciones revolucionarias se moderasen. No obstante y contra su parecer aquella táctica consiguió el efecto contrario porque las izquierdas se envalentonaron, sectores de derecha como los carlistas se radicalizaron organizándose en milicias para proteger las iglesias de Navarra y ante la inseguridad jurídica las empresas sufrieron pérdidas económicas.

Conocidos los inicios de la Segunda República como Período Constituyente, las primeras elecciones del 28 de Junio de 1931 dieron la victoria a un Gobierno Provisional Republicano que encabezó el triunfal PSOE de Julián Besteiro con 115 escaños, seguido por el Partido Radical de Alejandro Lerroux con 90 escaños, el Partido Republicano Radical Socialista de Marcelino Domingo con 61, ERC de Francesc Maciá con 29 y Acción Republicana de Manuel Azaña con 26, aunque la Jefetura del Estado fue reservada mediante un pacto de todas las fuerzas políticas a Niceto Alcalá Zamora, principal instigador de la caída de la monarquía y líder de la Derecha Liberal Republicana.

Quema del Convento de los Jesuitas en 1931.

Desde el mismo inicio de la entrada en vigor del Gobierno Provisional Republicana sus decisiones suscitaron grandes polémicas en todos los ámbitos de la economía y la sociedad. Una de las iniciativas más criticadas por unos y apoyadas por los nacionalistas fue el Estatuto de Núria, por el cual se convertía a Cataluña en una autonomía de carácter federal bajo el gobierno de la Generalidad y se comenzaba a elaborar un texto similar para Vascongadas. Sin embargo una de las apuestas más arriesgadas fue clausurar la Academia Militar de Zaragoza, por aquel entonces una de las más prestigiosas del mundo, cuyo cierre causó ira entre la oficialidad del Ejército Español. Igual indignación provocaron las constantes huelgas de la CNT, especialmente en Cataluña porque tuvieron que ser violentamente reprimidas mediante la acción de la guardia urbana de los Mossos d’Esquadra.

Bienio Progresista

Hasta el 9 de Diciembre de 1931 no se aprobó la Constitución de la República y con ésta el primer Gabinete que tuteló el Presidente Niceto Alcalá Zamora y el nuevo Jefe de Gobierno Manuel Azaña. De signo socialista, la administración apostó por la modernización del país, la igualdad entre los ciudadanos, el derecho a un trabajo digno, el reparto equitativo de la tierra entre los campesinos, la educación universal, la regulación del matrimonio y la libertad religiosa. Sin embargo estas buenas intenciones vendrían acompañadas de numerosas torpezas que harían inviable la gobernabilidad.

El primer incidente ocurrió el 31 de Diciembre de 1931 en lo que se conoció como Sucesos de Castilblanco, cuando un grupo de anarquistas lincharon, mutilaron y asesinaron a cuatro guardias civiles. Como represalia por lo sucedido, la Guardia Civil mató a disparos a dos campesinos en Zalamea de la Serena, a dos trabajadores del azúcar en Épila, a otros cuatro en Jeresa y por último a once obreros en La Rioja en lo que se conoció como Sucesos de Arnedo.

Al mes siguiente de los Sucesos de Castilblanco, el 19 de Enero de 1932, tuvo lugar la Insurrección del Alto Llobregat que constituyó la primera revuelta anarcosindicalista de la Segunda República que encabezó la CNT en Cataluña sobre la región minera de Fígols, antes de que se expandiera por Cardona, Manresa, Suria… proclamando la revolución libertaria. Únicamente la movilización del Ejército Español por el Presidente Azaña y la efectiva represión impidió el triunfo de los anarquistas, 200 de los cuales serían deportados al Sáhara Occidental, aunque el resto continuó operando mediante huelgas y atentados en la Península Ibérica en donde matarían a 280 personas durante aquel año.

Presidente Manuel Azaña en un mítin de Izquierda Republicana.

Relajada la tensión el Gobierno de Azaña fue aprobando sus paquetes de medidas a lo largo de 1932. Entre estas estuvo la apertura del Instituto de la Reforma Agraria (IRA) para repartir tierras entre los campesinos, la ley del divorcio y la ley del derecho a voto femenino (aunque inicialmente las izquierdas fueron contrarias a ésta última creyendo que las mujeres votarían condicionadas por la opinión de sus párrocos), las cuales en un principio fueron bien acogidas hasta que la llamada «cuestión religiosa» fisuró a la socidad porque causó una fuerte ira entre los cristianos, por aquel entonces la mayoría de la población del país. Esta ley en muchos aspectos persecutoria ilegalizó a la Orden Jesuita, clausuró los centros de enseñanza católicos, cerró las universidad del clero, confiscó innumerables edificios religiosos, ordenó la secularización de los cementerios, suprimió la presencia del crucifijo en edificios públicos y prohibió a la Iglesia mantener actividades económicas. Tal fractura social generó entre muchos católicos y conservadores un ferviente odio hacia la República, además de algunos intentos por derribarla como por ejemplo la «Sanjurjada».

La «Sanjurjada» fue la primera intentona de acabar con la República que protagonizó un reducido grupo del Ejército Español dirigido por el general José Sanjurjo el 10 de Agosto de 1932. Salvo por una serie de choques en Sevilla y la Plaza Cibeles de Madrid, la sublevación terminó por disolverse debido a que la mayor parte del Ejército Español se negó a sumarse y a que tanto las derechas como las izquierdas permanecieron leales a la República.

Fracasada la «Sanjurjada», el Gobierno de Azaña procedió como represalia a confiscar numerosas fincas de aristócratas y cerrar 114 periódicos de derechas que como era de esperar provocaron la ira entre la patronal y los círculos conservadores. A esta torpeza se sumó la Reforma Agraria que expropió grandes terrenos para repartirlos entre 4.400 campesinos, la caída en picado de las finanzas y la clausura de la Facultad de Ciencias Económicas de Deusto (la única existente en toda España).

Sucesos de Casas Viejas en el que Guardias Civiles y Guardias de Asalto irrumpen en una vivienda tomada por anarquistas.

Otro de las errores cometidos por el Gobierno Azañista fue la actitud de tolerancia hacia los nacionalismos periféricos en detrimento de los muchos más numerosos españoles afincados en dichas regiones. Por ejemplo en Cataluña se instauró en el poder de la Generalidad el independentismo de ERC primeramente en manos de Francesc Macià y posteriormente de Lluís Companys, quién a pesar de recuperar magistralmente aspectos de la cultura catalana que se habían perdido, no dudaron en hacerlo acosando al resto de fuerzas políticas españolistas e incluso utilizando el pistolerismo contra los anarquistas dela CNT. Simultáneamente en Vascongadas hubo un intento de construir un autogobierno para el País Vasco y Navarra mediante el Estatuto Estella, un texto que finalmente sería rechazado por la administración del PNV dirigida por el «Lehendakari» Juan Antonio Aguirre debido a que los independentistas vascos, característicos por su radical catolicismo, consideraban a los republicanos demasiado laicistas.

A inicios del nuevo año se produjo la Insurrección Anarquista de Enero de 1933 cuando la CNT-FAI convocó una huelga general en La Felguera, Austurias, la cual se extendió mediante una serie de rebeliones, saqueos y asaltos con violencia a Gijón, Oviedo, Lérida, Zaragoza, Madrid, Ciudad Real, Castellón, Sevilla y Murcia; resultando muertos un Guardia Civil y un Guardia de Asalto en Valencia y otro Guardia de Asalto en Barcelona. Sin embargo el peor episodio tuvo lugar en el «Suceso de Casas Viejas» en Cádiz, donde como represalia por el asesinato de tres Guardias Civiles, el Gobierno ordenó a las fuerzas del orden intervenir con dureza perpetrando una matanza que acabó con la vida de 22 ciudadanos, entre estos 19 hombres, 2 mujeres y 1 niño, además de incendiar las viviendas de los campesinos. Tal actuación a la hora de aplastar la insurrección, minó enormemente la popularidad del Gobierno de Azaña que cayó desprestigiado por los suelos ante la opinión pública.

Bienio Conservador

El «Suceso de Casas Viejas» terminó por hundir al Gobierno Azañista y por tanto forzar al Presidente Alcalá Zamora a disolver las Cortes y convocar elecciones. A pesar de que en los comicios se produjeron ciertos incidentes de crispación como por ejemplo sucedió con el asesinato de 5 militantes de la CEDA en España, el asalto al hotel del Partido Agrario en Salamanca, el ataque  medios de prensa opositores y la destrucción de urnas por parte de la milicia independentista Estat Català en Barcelona; la jornada electoral transcurrió con normalidad en el resto del país. Así fue como el 19 de Diciembre de 1933 la derecha ganó las elecciones con 5 millones de votos respecto a los 3 millones de la izquierda tras un resultado de 115 escaños la CEDA de Gil Robles, 102 el Partido Radical de Alejandro Lerroux, 59 el PSOE de Francisco Largo Caballero, 36 el Partido Agrario de José Martínez de Velasco, 24 la Lliga Regionalista de Francesc Cambó y 20 la Comunión Tradicionalista de Fal Conde.

Carabineros a caballo poniendo orden a una manifestación de la CNT sobre Madrid en 1933.

Nada más reunirse las Cortes tras la victoria de la derecha en las elecciones, el 8 de Diciembre de 1933, se produjo la Insurrección Cenetista organizada por la CNT-FAI como respuesta al nuevo Gobierno de Alejandro Lerroux (curiosamente unos días antes Manuel Azaña había propuesto a Alcalá Zamora repetir las elecciones con garantías de que ganase la izquierda, algo a lo que evidentemente el Presidente se negó). Con esta revuelta los anarquistas se levantaron rápidamente en Zaragoza, Aragón y La Rioja, proclamando el comunismo libertario, cortando vías férreas, asaltando iglesias y quemando registros archivísticos de la propiedad privada. La violencia transcurrió hasta el 15 de Diciembre cuando las fuerzas del orden aplastaron la revuelta mediante el empleo de las armas. Finalizada la lucha el resultado fue sangriento con un saldo de 75 anarquistas muertos y 101 heridos; así como otros 14 miembros de los cuerpos de seguridad fallecidos (11 Guardias Civiles y 3 Guardias de Asalto) y 63 heridos; además de 20 inocentes que perdieron la vida en el descarrilamiento de un tren.

Rebajada la tensión tras la última insurrección anarquista, se formó el nuevo Gabinete con otra vez Niceto Alcalá Zamora como Jefe del Estado y en esta ocasión con Alejandro Lerroux del Partido Redical como Jefe del Gobierno, siendo el ganador de las elecciones, Gil Robles de la CEDA, relegado a la cartera del Ministerio de la Guerra. Por supuesto el nuevo Gobierno salido de las urnas se dedicó desde el primer momento a corregir muchas de las iniciativas que habían fracturado la sociedad española como reabrir los centros de enseñanza religiosos y suspender el Estatuto Catalán (aunque se continuó transmitiendo competencias a la Generalidad de Cataluña). También se incrementó el presupuesto en educación, se consiguió reducir las muertes por hambre a 233 personas anuales (respecto a las 260 del bienio anterior) y se aceleró la Reforma Agraria, no sin antes rebajar excesivamente los sueldos de los jornaleros, lo que como era de esperar generó una huelga en más de 500 municipios de Andalucía, Extremadura y Castilla la Vieja.

Miembros de Falange Española con José Antonio Primo de Rivera en un mítin.

El 29 de Octubre de 1933 tuvo lugar la fundación del primer partido fascista español en el Teatro de la Comedia de Madrid, la Falange (posteriormente Falange Española de las JONS), que encabezó el carismático líder José Antonio Primo de Rivera. Contrario tanto al comunismo como al capitalismo, los falangistas jamás llegaron a ser una fuerza importante debido a que la mayoría de las derechas consideraban a la Falange un partido de izquierdas al mismo tiempo que los movimientos sociales la catalogaron de reaccionaria, lo que redujo sus durante la II República a poco más de 25.000 afiliados. Sin embargo aquella indefinición y poco protagonismo en el vida política española, no evitó a la Falange convertirse en uno de los objetivos prioritarios de los pistoleros socialistas que mataron a tiros o mediante atentados a decenas de falangistas, la mayor parte vendedores del periódico FE, entre ellos un menor de edad llamado Matías Montero. Curiosamente los miembros de Falange no respondieron a las agresiones esperando llegar a un acuerdo con las izquierdas, una actitud que valió a las siglas del partido ser apodadas «Funeraria Española de las JONS». No obstante cuando en un jardín del El Pardo de Madrid, unos jóvenes del PSOE apalizaron hasta matar al falangista Juan Cuellar, sus compañeros se vengaron tiroteando el autobús en el que viajaba la autora del crimen, la socialista Juanita Rico, quién falleció a causa de los disparos. A partir de entonces y por primera vez en la República, un partido no marxista, en este caso la Falange, se sumó a la oleada de violencia y asesinatos que la izquierda ya llevaba perpetrando desde hacía años, algo que sin duda generó respuestas y contrarréplicas por parte de unas y otras tendencias en lo que José Antonio calificó como «Dialéctica de los Puños y las Pistolas».

Revolución de Asturias de 1934

La Revolución de Asturias de 1934, conocida como tal a pesar de que se extendió a toda España, fue un intento revolucionario y golpe de Estado por gran parte de las izquierdas y los separatistas catalanes contra la legalidad republicana. Famosa por muchos contemporáneos de la época como fecha inicio de la Guerra Civil Española e incluso la primera batalla de dicho conflicto, asestó una estocada mortal a la Segunda República de la que nunca se recuperaría.

Negándose a aceptar su derrota en las elecciones de 1933, algunos sectores de la izquierda agrupados en la Alianza Obrera entre los que estuvieron el PSOE, la UGT y el movimiento separatista catalán ERC (además de parcialmente la CNT-FAI y el PCE), decidieron unir sus fuerzas para expulsar del Gobierno a la derecha y alcanzar el poder mediante un golpe de Estado. Para ello primeramente se buscaron amplio soporte social entre los movimientos obreros y sindicales, así como ciertos apoyos dentro del Ejército Español, la Guardia Civil y la Guardia de Asalto. Hecho esto se convocaría una huelga general en toda España que desestabilizase a las fuerzas del orden, momento que los insurrectos aprovecharían para echarse a las calles con miles de armas previamente escondidas en depósitos, mediante las cuales eliminarían a sus enemigos más directos y provocarían actos de sabotaje, lo que generaría la caída del Gobierno y por tanto el asalto izquierdista al poder.

Milicianos socialistas en la Revolución de Asturias de 1934.

Repentinamente y bajo la más absoluta sorpresa del Gobierno, el 5 de Octubre de 1934 estalló lo que se conoció como la «Revolución de 1934» cuando prácticamente por toda España se convocó una huelga general después de que las masas que se echaran a las ciudades y pueblos del país. Inmediatamente a estas manifestaciones populares, milicianos armados de los partidos y sindicatos se sumaron a las protestas asaltando edificios gubernamentales, atacando cuarteles de la Guardia Civil, levantando barricadas en las calles, robando bancos y boicoteando líneas de tren, centrales teléfonicas y correos postales. Los principales focos de la revuelta en los que se produjeron actos de violencia a lo largo de 23 provincias fueron Asturias, Barcelona, Vizcaya, Guipúzcua, Cantabria, León, Zaragoza y Albacete, seguidas en menor medida por explosiones revolucionarias en Andalucía, Extremadura, Navarra, La Rioja, Teruel, Valencia y las Islas Baleares.

Gran parte de España fue agitada por las insurrecciones armadas entre el 5 y 6 de Octubre de 1934, aunque el movimiento estuvo condenado desde el principio porque durante las primeras 24 horas fracasó en Madrid, después de que los revolucionarios que asaltaron fallidamente los Ministerios y el Parlamento fueran expulsados a tiros por las fuerzas del orden. Igual de contundentes fueron los soldados del Ejército Español y la Guardia Civil que desalojaron matando a numerosos sublevados en Aragón, primeramente en Mallén, Tarazona y Cinco Villas; y luego pacificando Zaragoza y la zona minera de Teruel. Tampoco en la vital ciudad portuaria de Valencia tuvieron éxito porque la Guardia de Asalto venció a todos los revolucionarios que se levantaron infructuosamente en Alicante, Elche, Villena, Elda, Novelda y Alcudia de Carlet; lo mismo que sucedió sobre la Isla Mallorca en los pueblos de Manacor y Llucmajor. Ni siquiera en el mundo rural de Andalucía, Extremadura y Castilla la Viaja los marxistas afianzaron sus posiciones tras incendiar juzgados e iglesias, como por ejemplo ocurrió en los núcleos de Algeciras y Prado del Rey en Cádiz, La Carolina en Jaén o Teba en Málaga; incluso en Albacete donde el líder socialista se suicidó después de que soldados españoles le rodeasen en un casino de Villarobledo.

Cataluña fue un caso especial de la Revolución de 1934 porque los independentistas interpretaron la insurrección como el momento propicio para separarse de España. Así fue como el 6 de Octubre el Presidente Lluís Companys salió  al balcón del Palacio de la Generalidad para proclamar la independencia del Estado Federal Catalán. La oleada de júbilo fue enorme porque los milicianos de «Estat Català» asaltaron objetivos e intereses españoles en todo el territorio, asesinaron tres sacerdotes en Lérida y cortaron las vías ferroviarias para demostrar a los trenes que circulaban como se estaban separando de España. Por suerte para el Gobierno, la pequeña guarnición del Ejército Español con 400 soldados al mando del general Domingo Batet, contraatacaron contra los independentistas venciéndoles en la comarca del Vallés y posteriormente rodeando la Generalidad y el Ayuntamiento de Barcelona, los cuales bombardearon mediante el despliegue de una serie de cañones. Bastaron un par de disparos de artillería para que todo el Gobierno Catalán escapara por las alcantarillas o se rindiese mostrando la bandera blanca, lo que puso fin al proyecto soberanista tras un saldo de 40 independentistas muertos y 8 soldados españoles fallecidos.

Vascongadas y Navarra a diferencia de Cataluña y con fuerte presencia de los nacionalistas católicos del PNV, no secundaron la Revolución de 1934 debido a su carácter anticristiano, especialmente cuando sobre Álava, Vizcaya y Guipúzcua grupos socialistas comenzaron a incendiar iglesias e incluso a asesinar en Mondragón al líder carlista Marcelino Ojeada, además de destruir el Palacio de Salazar con su valioso patrimonio artístico. Tal cosa obligó a las fuerzas del orden, los nacionalistas vascos y los milicianos «requetés» carlistas a cooperar enfrentándose a los izquierdistas a lo largo de una serie de breves batallas entre las barricadas de Bilbao, San Sebastián, Eibar, Mongragón, Baracaldo, Durango, Pamplona, Tafalla y Alasasua hasta la completa derrota de los revolucionarios tras un saldo de 40 muertos en Vascongadas y 1 muerto en Navarra.

Asedio al Palacio de la Generalidad por piezas de artillería del Ejército Español.

Muy violenta fue la lucha en el norte en comparación a otras regiones de España. Por ejemplo en Cantabria se registraron combates en los complejos industriales mineros de Santander, Torrelavega, Reinosa, Besaya, Nueva Montaña y Corrales de Buelna que dejaron un saldo de 11 muertos antes de que los revolucionarios se rindiesen. Mientras tanto en Palencia la intensidad de la lucha se intensificó en Guardo y Barruelo de Santullán después de que los sublevados tomasen el Cuartel de la Guardia Civil, el Ayuntamiento y asesinaran un sacerdote, lo que obligó a las fuerzas del orden a emplear cañones de artillería y aviación militar para aplastarles. Hubo incluso tiroteos en la provincia de Valladolid que no pasaron de simples escaramuzas en las localidades de Medina del Campo, Medina del Río Seco y Tudela del Duero.

Asturias fue el gran foco de la «Revolución de 1934» y donde cosechó mayor apoyo ya que a los socialistas del PSOE y la UGT se unieron los anarquistas de la CNT-FAI y los comunistas del PCE, de cuyas filas organizaron el «Ejército Rojo Asturiano» integrado por 30.000 efectivos y equipado con 41 cañones, 149 ametralladoras, 90.000 fusiles, 809 subfusiles y 30.000 pistolas. Gracias a aquel número tan grande de insurrectos que se sublevaron primeramente en la localidad de Mieres, pronto pudieron extender su influencia a toda la provincia ocupando 23 cuarteles de la Guardia Civil y venciendo en diversos choques armados a una columna de la Guardia de Asalto y un batallón de infantería del Ejército Español. Acto seguido los trabajadores de toda la cuenca minera del Río Nalón se unieron a la rebelión y se hicieron con las ciudades de Oviedo, Gijón, La Felguera, Grado, Sama de Langreo y Trubia, capturando en esta última algunos cañones de la fábrica de armas. A esta expansión por el territorio siguió una represión brutal porque fueron asesinados simpatizantes de derechas y sacerdotes, además de procederse a la destrucción de importante patrimonio como la Universidad de Oviedo y a la quema de iglesias (entre estas la Catedral de Oviedo y un conjunto del Período Románico), edificios culturales, colecciones artísticas y bibliotecas. Tampoco las fábricas se salvaron de ser boicoteadas, los ferrocarriles cortados y las carreteras, lo que obligó finalmente al Ejército Español a intervenir en gran escala trasladando desde África a la Legión y al Tabor de Regulares al mando del general López Ochoa. Así fue como el 7 de Octubre tropas españolas desembarcaron en el puerto de Gijón tras un bombardeo preliminar desde el Mar Cantábrico que efectuaron el acorazado Jaime I y el crucero Almirante Cervera, lo que facilitó a los militares ocupar la ciudad y aplastar a los anarquistas. Mientras tanto desde Cantabria y desde León otras dos columnas del Ejército Español cruzaron la demarcación con Asturias para sumarse a los «africanistas» de Gijón y de ese modo atrapar a los rebeldes en una bolsa. Fue a partir de entonces cuando la refriega se intensificó a lo largo de toda la provincia mediante intensos combates entre los revolucionarios y los militares sobre pueblos, zonas mineras y ciudades que fueron arrasados por los cañones de la artillería y las bombas de la aviación (curiosamente un autogiro operó sobre Oviedo, lo que supuso el primer helicóptero utilizado durante una operación bélica en la Historia). Sin embargo y a pesar de que los sublevados demostraron un valor extraordinario, finalmente la clara superioridad de los soldados españoles, tropas marroquís y miembros de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto, terminaron por aplastar a los insurrectos recuperando Oviedo, Trubia, La Felguera y el resto de ciudades ocupadas el 19 de Octubre de 1934.

Prisioneros revolucionarios hechos por la Guardia Civil tras la Revolución de Asturias de 1934.

Sofocada la Revolución de Asturias de 1934, por aquel entonces el intento revolucionario de izquierdas más grande en la Historia de Europa Occidental, el resultado fue devastador porque más de 2.000 españoles perdieron la vida (al menos 1 víctima mortal en 23 provincias). Las víctimas sumaron 300 entre las filas del Ejército Español, la Guardia Civil y la Guardia de Asalto, sin contar con los 34 sacerdotes asesinados; mientras que entre los revolucionarios hubo 1.500 fallecidos, entre estos 200 ejecutados durante la represión posterior. También a nivel material el saldo fue catastrófico porque se destruyeron 935 edificios, 58 iglesias, 26 fábricas y 63 ayuntamientos, además de resultar cortados 66 ferrocarriles y 31 carreteras, y ser robados 15 millones de pesetas en los bancos.

Nunca más la Segunda República fue la misma tras la Revolución de Asturias de 1934 porque el país quedó dividido en dos mitades ideológicas después de haber combatido hasta la muerte durante algo más de dos semanas. El revanchismo de la izquierda por el fracaso del golpe de Estado y el escaso apoyo social que encontró durante la sublevación en gran parte de España, convencieron a sus líderes de que la única forma de hacer la revolución sería utilizando la legalidad republicana de las urnas como instrumento para ello. No obstante, por si esta fractura a nivel nacional fuese poco, el Presidente Alcalá Zamora cotribuyó a agrandarla porque concedió indultos a la mayor parte de los líderes golpistas y no ilegalizó a ninguno de los partidos implicados, lo que facilitó a las izquierdas reorganizarse rápidamente y volver a intentar otra rebelión. Fuese como fuese, la Revolución de Asturias de 1934 fue la primera batalla de la Guerra Civil Española, únicamente interrumpida algo poco más de un año para volver a reiniciarse el 18 de Julio de 1936.

Elecciones de Febrero de 1936

Restaurada la paz en la Segunda República a inicios de 1935 y tras ser liberados gran parte de la oposición izquierdista y separatista, Alcalá Zamora intentó realizar junto a Alejandro Lerroux y Gil Robles una revisión de la Constitución de 1931 para asemejarla más a países occidentales como Francia o Gran Bretaña mediante una mayor reducción del poder autonómico en la regiones, una menor expropiación de la propiedad privada en el ámbito rural que estaba conduciendo a la pobreza en el campo y la abolición de las políticas hostiles hacia la Iglesia que estaban generando un fuerte anticlericalismo. Por supuesto a nadie de los partidos opositores gustaron las propuestas, por lo que la mayor parte de los artículos fueron tirados abajo. Sin embargo el asunto que terminó por minar al Gobierno fue el «Caso Estraperlo», un caso de corrupción elaborado a base de unas máquinas trucadas en dos casinos de San Sebastián y Mallorca, cuyo porcentaje del dinero negro recaudado, fue a parar a las cuentas del Jefe de Gobierno Alejandro Lerroux y varios miembros de su Gabinete. Este escándalo a nivel nacional supuso el cese de Lerroux por Manuel Portela y la expulsión del Partido Radical del Gobierno por militantes de la CEDA, lo que desató una profunda crisis política en la República.

Hundidos los conservadores ante la opinión pública por el «Caso Estraperlo» y los marxistas por la Revolución de Asturias, el Presidente Niceto Alcalá Zamora que aspiraba a liderar un gran movimiento político de centro creyó ver una oportunidad en su proyecto aprovechando que tanto las derechas como las izquierdas se habían desprestigiado con los dos gobiernos anteriores. Por esa razón y a pesar de que a la CEDA todavía le quedaban dos años de estar en el poder, Alcalá Zamora autorizó una maniobra de dudosa legalidad democrática para disolver las Cortes y convocar elecciones. El líder de la CEDA, Gil Robles, quién fue expulsado de su cargo en el Ministerio de la Guerra por la Guardia Civil, advirtió a Alcalá Zamora del error que estaba cometiendo por abrir aquellos comicios innecesarios con unas palabras que serían premonitorias de todo lo que iba a suceder en España: «Triunfen en las urnas las derechas o las izquierdas, no quedará otra salida, por desgracia, que la guerra civil. Su responsabilidad por la catástrofe que se avecina será inmensa. Sobre usted recaerá además el desprecio de todos. Será destituido por cualquiera de los bandos triunfantes». Lamentablemente Alcalá Zamora no escuchó la advertencia de su socio, por lo que mandó al Presidente del Gobierno, Manuel Portela, ir disolviendo las Cortes y convocar unas elecciones fijadas para el 7 de Enero de 1936.

Manifestación de catalanes independentistas de ERC en Barcelona saludados por Lluís Companys.

A diferencia de todas las elecciones anteriores en la Segunda República, el discurso de los partidos contendientes no se centró en los problemas de los ciudadanos ni la economía, sino en la exclusiva destrucción del contrario. Tanto las izquierdas como los movimientos independentistas se presentaron a los comicios en bloque con la intención de vengar la Revolución de Asturias de 1934, enfocando para ello su único programa en la total amnistía para los golpistas encarcelados y promoviendo un castigo ejemplar para todos aquellos que hubiesen participado en la supresión de la insurrección. Así fue como se extendió una agitada campaña de una supuesta gran represión y exageraciones inexistentes, las cuales dieron un motivo a toda la izquierda, incluyendo comunistas y anarquistas, de agruparse en una causa común. Por su contra, a las propuestas de ilegalización de las derechas lanzadas por los revolucionarios, los partidos conservadores llamaron a la defensa de la patria y la civilización cristiana prometiendo acabar con el marxismo. Ante esta capitalización del discurso de aniquilación del oponente entre las derechas y las izquierdas, el centro promovido por Alcalá Zamora pasó desapercibido y por tanto condenado a no obtener ninguna representatividad relevante. Este fracaso de la moderación sin duda obligó a los partidos a ganar las elecciones para asegurar su propia subsistencia.

Caída de la Democracia

Tres grandes bloques políticos se presentaron unidos en masa a las Elecciones del 16 de Febrero de 1936, de los cuales, salvo la excepción del centro liberal, el resto tanto en la izquierda como en la derecha pretendían usar la República como instrumento para aniquilar al contrario y reiniciar la guerra fatricida interrumpida en la Revolución de Asturias de 1934. Así pues, la izquierda se agrupó en el Frente Popular encabezado por el PSOE, Izquierda Republicana, Unión Repúblicana, PCE, POUM, CNT-FAI, Partido Sindicalista, Partido Sindicalista Independiente, Partido Republicano Demócrata Federal, Republicanos Independientes de Izquierdas y los separatistas de ERC, Acció Catalanista, Uniò de Rabassaires, Uniò Socialista de Catalunya, Partit Nacionalista Republicà d’Esquerres, Partit Català Proletari, Esquerra Valenciana y Partido Galleguista entre varios otros; mientras que la derecha en el Frente Nacional Contrarrevolucionario de la CEDA, Renovación Española, Partido Agrario, Partido Católico, Partido Nacionalista Español, Independientes Derechistas, Monárquicos Independientes, Conservadores Independientes y los carlistas de Comunión Tradicionalista. Únicamente el centro del Presidente Alcalá Zamora se presentó como la opción moderada y democrática unida en el Partido del Centro Democrático, Partido Radical, Partido Republicano Progresista, Partido Republicano Liberal Democrático y los independentistas vascos del PNV y catalanes de Lliga Regionalista. Por otro último la Falange concurrió como opción única.

Celebración del Frente Popular en la Plaza Cibeles de Madrid tras su ascenso al poder.

Al conocerse los primeros resultados electores la noche del 16 al 17 de Febrero de 1936 que otorgaban una mínima ventaja al Frente Popular, la euforia de las izquierdas se desató en todas las ciudades del país. Repentinamente miles de manifestantes y decenas de milicianos se echaron a las calles de ciudades proclamando la revolución e intimidando a las derechas. Sin haberse todavía contado el escrutinio en un amplio porcentaje, las masas obreras irrumpieron en los ayuntamientos reclamando el poder y haciendo que los gobernadores civiles abandonasen en fuga sus puestos. Miles de pueblos fueron tomados al asalto por las izquierdas, además de apoderarse de numerosas actas y secuestrar urnas que sin duda alteraron el resultado electoral en su favor. Al día siguiente y sin ni siquiera contabilizarse los votos, un Alcalá Zamora amedrentado cedió la Jefatura del Gobierno a Manuez Azaña, líder del Frente Popular. Por culpa de esta maniobra los revolucionarios obtuvieron puestos del funcionariado y por tanto controlaron la segunda vuelta de las elecciones, las cuales fueron manipuladas a su favor mediante violentas coacciones y amenazas, lo que terminó con el triunfo del Frente Popular en los comicios por muy escaso margen.

Polarizada en dos mitades salió España de las elecciones de 1936 con el 47’1% de los votos para las izquierdas, el 45’6% para las derechas y el 5’3% para el centro. Ante este resultado y a pesar de que la suma del centro-derecha superó en sufragio a las izquierdas con el 50’9% del escrutinio, la Ley Electoral favorecía en escaños al más votado y por tanto el Frente Popular fue proclamado vencedor en unos comicios totalmente fraudulentos y en donde nunca se llegaron a contar ni siquiera los votos totales. Con este suceso electoral claramente irregular que mediante la manipulación y la violencia llevó a los revolucionarios ilegalmente al poder, se socavó el sistema democrático en una República que durante los meses siguientes el Frente Popular terminaría por liquidar salvo en el nombre definitorio.

Frente Popular

Ostentando el poder las izquierdas del Frente Popular, los distintos partidos que lo conformaban pusieron en marcha su plan destinado a alcanzar la revolución particular que promovía cada uno. Primeramente el objetivo era ir aislando a la derecha social, a continuación expulsarla de la vida política y una vez sometida la legalidad republicana eliminar a sus miembros ya fuese mediante la represión o el asesinato. Una vez conseguido esto, el Frente Popular se disolvería y los partidos de izquierdas y separatistas se enfrentarían en una guerra civil entre sí para proclamar cada uno su propio totalitarismo particular (los socialistas aspiraban a la «dictadura del proletariado», los comunistas a adherirse al régimen soviético, los anarquistas a destruir el Estado y los catalanistas a un país independiente ultranacionalista). Únicamente Izquierda Republicana de Manuel Azaña y otros grupos menores siguieron optando por la democracia, aunque rápidamente fueron amedrentados por sus socios a través de la explosión de violencia que convirtió a los partidos de izquierda moderada en rehenes de los radicales del Frente Popular.

Rápidamente el Frente Popular inició la demolición del siempre débil sistema democrático de la Segunda República ejerciendo el control absoluto de los poderes legislativo y judicial. Por ejemplo se obligó a los jueces a estar sometidos a comisarios políticos para emitir sentencias favorables, se sustituyó a los oficiales de las fuerzas del orden por milicianos de los partidos, se estableció censura de prensa para varios medios de comunicación conservadores e incluso se urdió una oscura maniobra por la que se suprimieron ilegalmente 37 escaños a la derecha con la finalidad de reducir su presencia en el Parlamento.

Disturbios callejeros en Abril de 1936.

Uno de los casos más flagrantes de la ya prácticamente inexistente democracia española fue cuando el Frente Popular, procedió al intento de ilegalización del primer partido político dentro del nuevo régimen marxista que estaba implantando, en este caso la Falange. Todo sucedió el 27 de Febrero después de que la Guardia de Asalto por orden del Gobierno cerrase la sede de Falange en Madrid y clausurase su periódico Arriba, un acto completamente ilegal que además fue seguido por el asesinato de varios obreros falangistas en Almuradiel, cuatro en Madrid y uno más en Palencia. Como era de esperar los falangistas respondieron matando a un socialista, lo que desató a continuación una ira revolucionaria de las izquierdas que acabó con la muerte de otro afiliado de Falange y la quema de varias sedes de partidos conservadores e iglesias en donde fallecieron dos bomberos intentando apagar el fuego, además de resultar destruidas las imprentas de los periódicos derechistas La Nación y ABC. Por si fuera poco y a pesar de que la respuesta falangista fue mínima en comparación con la de las izquierdas, el Frente Popular que controlaba los tribunales consiguió ilegalizar a la Falange, confiscar todas sus sedes políticas y encarcelar a todos sus dirigentes, entre ellos a José Antonio Primo de Rivera.

Desde Marzo de 1936 las milicias y partidas armadas del Frente Popular desataron la agitación para amedrentar psicológicamente a las derechas. Huelgas incontroladas, quema de iglesias, destrucción de conventos, ataques a empresas, atentados con bombas, ocupaciones de propiedades agrícolas, incendios de los campos, sacrificios del ganado y boicots a vías ferroviarias fueron un ejemplo de la anarquía imperante que dejó un saldo de más de 200 muertos y heridos. A este grave coste humano, los revolucionarios también provocaron pérdidas enormes en el patrimonio cultural español con la destrucción de la Iglesia Santa María de Elche o esculturas del maestro barroco Francisco Salzillo y la quema de valiosos cuadros del pintor italiano Tiziano Vecelli o retablos del pintor español Juan de Juanes. Nadie en el Gobierno del Frente Popular hizo nada por evitar la desaparición de bienes históricos (a pesar de que se autodefinían como los máximos representantes de la cultura y el saber), incluso aleccionaron estas prácticas y se mofaron diciendo que eran vestigios del pasado que no tenían cabida dentro de la nueva revolución.

Enfrentamientos urbanos en la Plaza de Sant Jaume de Barcelona entre la Guardia de Asalto e izquierdistas.

La depuración de opositores practicada por el Frente Popular alcanzó al Presidente Niceto Alcalá Zamora el 7 de Abril de 1936 cuando fue forzado a dimitir cediendo la Presidencia a Manuel Azaña y la Jefatura del Gobierno a Casares Quiroga, tras haberse visto inculpado de cometer una ilegalidad al convocar las elecciones de Febrero (algo contradictorio porque la izquierda misma fue la beneficiada de esos mismos comicios supuestamente ilegales). Una vez neutralizado el Presidente Alcalá Zamora y convertido Manuel Azaña en un simple títere aterrorizado por sus socios, el Frente Popular tuvo manos libres para practicar el terror contra sus enemigos. Por ejemplo durante aquel mes se registraron 74 muertos, 345 heridos, 73 incendios de sedes de partidos de derecha y otros 312 asaltos, quema de 142 iglesias y daños en 251 más, destrucciones de 10 periódicos y ataques en 33, 156 atentados con bomba y 138 atracos a bancos. También 60.000 jornaleros ocuparon 2.000 propiedades en el centro y sur de España; mientras que se destrozó el Registro de la Propiedad Privada en Yecla, se produjo un motín en Jumilla, se apalearon varios mandos del Ejército Español en El Ferrol y se secuestró un general y cuatro oficiales en Logroño. Por supuesto la derecha reaccionó a todas estas amenazas con una demostración de fuerza en Madrid mediante una multitudinaria manifestación el 16 de Abril que como era de esperar acabó con disparos y varios muertos. Ni siquiera el mismo Frente Popular se salvó de la violencia izquierdista tal y como le sucedió al socialista Indalecio Prieto después de ser atacado en Écija por un grupo de pistoleros de la facción más radical del PSOE que fracasaron en el intento de acabar con su vida; o al independentista catalán Miquel Badiá asesinado por sicarios al mando de Lluís Companys debido a una cuestión de celos por una mujer.

Viviendo España un auténtico clima de guerra civil y revolución en sus calles durante el Gobierno del Frente Popular el trágico saldo fue de 333 muertos. Entre las víctimas hubo 121 muertos en la derecha (71 falangistas y 50 cedistas o carlistas asesinados en reyertas urbanas) y 114 en la izquierda (socialistas, anarquistas y comunistas caídos mayoritariamente en huelgas a manos de las fuerzas del orden). También fallecieron 19 miembros de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto; así como 17 sacerdotes por la violencia izquierdista y 45 personas neutrales que perecieron por daños colaterales.

Conspiración Militar

Desesperada era la situación de la derecha política en España ante la amenaza verdadera de resultar completamente aniquilada por la incontrolada violencia del Frente Popular. Fue entonces cuando prácticamente toda la derecha, el centro e incluso intelectuales progresistas que en su momento defendieron la República, decidieron moverse cuanto antes y acabar con el régimen antes de que la revolución se instaurase definitivamente.

Numerosos fueron los generales de diversas guarniciones que en secreto iniciaron lo que se conoció como la «Conspiración del 1936». Organizados en la Junta Militar que presidió el general José Sanjurjo exiliado en Portugal; el general Emilio Mola con base en Navarra, fue nombrado «Director» encargado de coordinar la sublevación en toda España. A estos se sumaron los generales Andrés Saliquet en Castilla la Vieja, Miguel Cabanellas en Zaragoza, Queipo de Llano en Andalucía, Joaquín Fanjul en Madrid o Manuel Goded en Baleares, entre muchos otros conspiradores.

Altos oficiales de la Junta Militar que conspiraban contra el Gobierno del Frente Popular.

Básicamente la intención de la insurrección planteada por Emilio Mola era sencilla: ocupar militarmente España, derribar al Gobierno del Frente Popular, procesar criminalmente a sus asesinos, restaurar los valores de la Segunda República inspirados en la Constitución de 1931 y una vez desarticulados los movimientos revolucionarios, ir restaurando lenta y progresivamente el sistema democrático sin riesgo de más revoluciones. La bandera oficial seguiría siendo la republicana tricolor y no existiría ninguna posibilidad alguna de volver a la monarquía, aunque esto último no gustó a muchos como los carlistas que pretendían imponer su propia monarquía o los falangistas que defendían la bandera roja y gualda. Por suerte y tras muchas deliberaciones finalmente primó el instinto de supervivencia y todos ofrecieron su apoyo a la revuelta.

La Falange que durante el Gobierno del Frente Popular había pasado a ser un partido clandestino consiguió nutrirse de una gran cantidad de voluntarios en sus filas gracias a que la mayor parte de la derecha moderada, la cual estaba siendo perseguida, apenas podía reaccionar ante la represión lanzada por las izquierdas. Por esa razón en ciertos bosques, barrios aislados y zonas rurales de España la Falange fue organizándose en una milicia armada y adiestrada militarmente con la cooperación del Ejército Español que incrementó sus efectivos a cifras nunca antes soñadas. De hecho uno de los síntomas de esta movilización falangista fue el exitoso asesinato contra el juez Manuel Pedregal (antiguo encarcelador de falangistas) o el asalto fallido contra la casa del sindicalista Francisco Largo Caballero. Pero la Falange no fue la única formación en prepararse para combatir al Frente Popular, ya que en menor medida los monárquicos alfonsinos y carlistas se organizaron fusionados en el Bloque Nacional al mando de Juan Antonio Ansaldo, siendo especialmente fuerte los carlistas de Comunión Tradicionalista por sus milicias de «Requetés» ocultas en las montañas de Navarra y Álava. Así fue como falangistas, carlistas y alfonsinos constituirían el elemento civil de la sublevación.

Mientras tanto, el Gobierno del Frente Popular que tenía conocimiento del alzamiento (aunque no de su magnitud), había comenzado a tomar las primeras medidas para desmantelarlo cesando a los militares sospechosos, concediendo jubilaciones anticipadas, trasladando de destino a todos aquellos posibles candidatos a sublevarse y fundando como contrapartida la Unión Militar Republicana Antifacista con oficiales de tendencia marxista. Ante estas contramedidas el tiempo empezó a correr en contra de los conspiradores, por lo que la sublevación se hizo más urgente que nunca. Sin embargo los militares no podían poner en marcha su plan hasta que no tuvieran asegurado el control de Marruecos, única base logística que ofrecía protección gracias al Estrecho de Gibraltar y a las veteranas tropas presentes de la Legión, los Regulares e indígenas africanos. Desgraciadamente para contar con dicho territorio necesitaban conseguir la confianza de un joven general de dudosa afinidad llamado Franco.

Francisco Franco.

Francisco Franco Bahamonde había nacido un 4 de Diciembre de 1892 en El Ferrol, Galicia, todavía cuando España dominaba un Imperio de Ultramar. Patriota, católico y «soldado de raza», ostentó la carrera militar más brillante del Ejército Español en el siglo XX. Fue herido en innumerables ocasiones contra los rifeños durante la Guerra del Rif, además de ser uno de los cofundadores de la Legión y la pieza clave en el Desembarco de Alhucemas de 1925 sobre Marruecos que facilitó a España expandirse en el Protectorado. Gracias a estos méritos Franco se convirtió en el general más joven de Europa y en la figura más prometedora de las fuerzas armadas españolas tras la llegada de la Segunda República, tal y como se le recompensó con el nombramiento de director en la prestigiosa Academia Militar de Zaragoza. A pesar de no declararse ni monárquico ni republicano, Franco se mantuvo leal a una República de la que desconfiaba, pasando por diversos destinos como las comandancias de Baleares, Marruecos y Canarias. Por tales méritos y a sabiendas de que Franco era el único capaz de hacerse con el control del África antes del alzamiento, los conspiradores le propusieron unirse al golpe de Estado que Sanjurjo y Mola estaban planeando, algo a lo que el ambicioso general se negó alegando que los problemas de la Segunda República causados por los revolucionarios todavía podían solucionarse mediante cauces legales o negociando con el sector más moderado del Gobierno de Azaña. Esa respuesta sin duda supuso un jarro de agua para los sediciosos que a punto estuvieron de echar a perder su oportunidad de no ser por el inesperado Atentado de Calvo Sotelo.

Asesinato de Calvo Sotelo

Viviendo un auténtico clima de guerra civil era como se desarrollaba la vida española en Julio de 1936. Hasta la fecha se habían registrado 454 muertos y 1.638 heridos, mientras que en el Congreso de los Diputados se proferían amenazas e incluso a veces los parlamentarios desenfundaban sus pistolas desde los escaños para amedrentar a los opositores.

José Calvo Sotelo, líder monárquico del Partido Renovación Española, se convertiría sin quererlo en el detonante de la guerra civil. Todo se fue gestando cuando el socialista Ángel Galarza amenazó a Calvo Sotelo en plena sesión del Parlamento señalando a su escaño y profiriendo las siguientes palabras: «La violencia puede ser legítima en algún momento. Pensando en Su Señoría, encuentro justificado todo, incluso el atentado que le prive de la vida». No mucho antes también el líder comunista José Díaz lanzó una amenaza similar a Gil Robles diciendo: «Yo no sé cómo va a morir Gil Robles, pero sí puedo afirmar que si se cumple la justicia del pueblo morirá con los zapatos puestos!», a lo que Dolores Ibárruri añadió «¡Si os molesta, le quitaremos los zapatos y le pondremos las botas!».

José Calvo Sotelo, líder de Renovación Española, asesinado por el Frente Popular.

Temiendo lógicamente por su vida, Calvo Sotelo solicitó escolta al Parlamento, una petición que fue atendida con la asignación de dos guardias, quienes más que protegerle fueron pagados para vigilar sus movimientos. De hecho la intención de los socialistas por matar a los dos líderes de la oposición, tanto a Gil Robles como a Calvo Sotelo, fue emitida el 12 de Julio de 1936 después de que el teniente socialista José Castillo de la Guardia de Asalto fuera asesinado a tiros por pistoleros falangistas (como represalia por el asesinato anterior del falangista Andrés Sáenz de Heredia). Así iba a ser como muy pronto se cumpliría la amenaza vertida por la comunista Dolores Ibárruri unos días atrás: «Es la última vez que usted habla en este Parlamento».

Repentinamente la noche del 13 de Julio de 1936, varias camionetas con Guardias de Asalto, Guardias Civiles y milicianos socialistas armados con fusiles partieron de la Dirección General de Seguridad (DGS) a realizar sus habituales detenciones arbitrarias. Uno de estos vehículos, el Nº17, se desvió del resto para acudir a la casa del diputado Gil Robles, la cual encontraron vacía debido a que se encontraba de vacaciones en Biarritz, por lo que cambiaron de objetivo y se dirigieron a la de Calvo Sotelo. Tras irrumpir en su apartamento, el oficial Fernando Condés de la Guardia Civil, así como algunos Guardias de Asalto y miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas al mando de Luis Cuenca (guardaespaldas del socialista Indalecio Prieto), exigieron la presencia de Sotelo, algo a lo que su familia no opuso resistencia porque el líder de Renovación Española se ofreció a acompañarles. Una vez en la camioneta, el vehículo arrancó hasta que a 200 metros de distancia el socialista Luis Cuenca mató a Calvo Sotelo de dos disparos en la cabeza y arrojó el cadáver en la cuneta. Allí permaneció hasta que el amanecer los vecinos descubrieron el cuerpo sin vida del líder conservador, lo que causó una consternación profunda en la derecha y una ira desmedida, porque mientras unos lloraron su muerte, otros brindaron, una actitud que sin duda demostró la fractura de España en dos mitades.

Ni siquiera Calvo Sotelo tuvo un entierro digno porque durante el funeral los familiares y asistentes presentes, organizaron una protesta ante la indignación por el asesinato, lo que implicó la reacción de izquierdistas de la Guardia de Asalto que dispararon sobre la multitud matando 5 personas y causando 34 heridos. Por si fuera poco a los investigadores que supuestamente debían encontrar a los culpables, les fueron robados los documentos de la causa tras un asalto con fusiles que realizaron milicianos socialistas al Tribunal Supremo de Madrid. Ante dicha arbitrariedad, el Gobierno del Frente Popular decretó el estado de alarma, no para los asesinos, sino para los militantes de Renovación Española (el mismo partido de Calvo Sotelo), a quienes clausuraron sus sedes y periódicos sacándoles fuera de la ley. Esta último acto forzó definitivamente a los representantes del resto de la derecha a renunciar a todos sus escaños en el Parlamento (por lo cual el Congreso de los Diputados pasó a estar dominado 100% por la izquierda) y abandonar la política para centrarse en salvar la vida ante una matanza que ya era inminente.

Entierro de José Calvo Sotelo en el Cementerio de Madrid y miembros de la derecha radical en el funeral.

El Atentado de José Calvo Sotelo no fue el detonante de la Guerra Civil Española, aunque sí la última chispa que faltaba para prender la mecha. De hecho el magnicidio propició que muchos de los que se habían opuesto a participar en el golpe de Estado, finalmente se decantaran por sublevarse al comprender que la situación no podía continuar por esos cauces y que su vida dependía de ello. Precisamente uno de estos fue el general Franco, quién tras haber permanecido dubitativo con la esperanza de haber solucionado el problema pacíficamente aplacando al Frente Popular, terminó por adherirse a los conspiradores prometiendo hacerse con el control de Marruecos y las Islas Canarias. Así  pues, el asesinato del líder de Renovación Española adelantó el pronunciamiento antes de lo previsto y enterró la última esperanza, por ínfima que fuese, de evitar un conflicto entre hermanos. El propio Gil Robles definió la situación perfectamente el 16 de Julio refiriéndose al Frente Popular con las siguientes palabras: «Ahora estáis muy tranquilos porque cae el adversario. ¡Ya llegará el día en que la misma violencia que habéis desatado se volverá contra vosotros!» (curiosamente ese día llegaría 48 horas más tarde).

Sublevación de Marruecos y Canarias

Inesperadamente la mañana del 17 de Julio de 1936, un incidente en el Norte de África estuvo a punto de hacer fracasar la sublevación prevista para el día siguiente, 18 de Julio, cuando unos militares conspiradores al mando del coronel Darío Gazapo que se encontraban reunidos en el edificio de la Comisión Cartográfica de Melilla, recibieron la visita de un grupo de Guardias de Asalto al frente del teniente Juan Zaro, quién ordenó hacer un registro a la instalación. Por fortuna para los rebeldes, el coronel Gazapo consiguió ganar algo de tiempo y enviar un destacamento de la Legión Española que rápidamente abordó a los Guardias de Asalto y los desarmó.

Sublevación en Marruecos por parte de la Legión Española que se echa a las calles en Ceuta.

Toda la población de Melilla se enteró del incidente entre los Guardias de Asalto y la Legión Española, por lo que los militares tuvieron que sublevarse aquel mismo 17 de Julio, exactamente 24 horas antes de lo previsto. Así fue como rápidamente los legionarios y un Tabor de Regulares con tropas marroquís ocuparon todos los edificios públicos de Melilla y la Comandancia Militar, haciendo prisionero al general republicano Manuel Romerales y a sus oficiales. Acto seguido los sublevados vencieron a la resistencia armada ofrecida por los milicianos de izquierda en los barrios obreros y conquistaron tras breves combates el Aeródromo de Taiuma y la Base de Hidroaviones del Atalayón (habiendo en este último dos regulares muertos que constituyeron las primeras víctimas mortales del conflicto).

Tomada Melilla la sublevación se extendió al resto del Protectorado Español de Marruecos. Primeramente la 2ª Bandera de la Legión al mando del general Juan Yagüe ocupó Ceuta sin pegar un sólo tiro. A continuación y tras un corto tiroteo que costó 2 muertos a los militares y 5 fallecidos a los gubernamentales de la Guardia de Asalto, los rebeldes se hicieron con el control de Larache. A esta plaza siguió la guarnición de Tetúan, Xauén y otras ciudades del Rif que fueron controladas sin mayores incidentes.

Repentinamente y como represalia por lo que sucedía en Marruecos, la aviación gubernamental lanzó un bombardeo de represalia contra Tetúan que acabó con la destrucción de una mezquita y 15 árabes muertos junto a otros 40 heridos. Esta acción que fue un completo error por parte del Frente Popular, produjo tal indignación entre los musulmanes, quienes en nombre de «Alá» exigieron venganza por lo ocurrido. Fue entonces cuando absolutamente todas las tribus y cabilas al mando del Jalifa Muley Hassan, se sumaron masivamente a la rebelión militar y facilitaron la conquista del Atlas, el norte del Desierto del Sáhara y en general de todo el Marruecos Español en menos de 24 horas.

Tropas insurrectas se sublevan contra el Frente Popular en Gran Canaria.

Mientras tanto en las Islas Canarias, el general Francisco Franco (que había tomado el liderazgo tras una operación a bordo del avión Dragón Rapide que en secreto lo había traído desde Londres) sublevó el archipiélago también aquel 17 de Julio. Con relativa facilidad, los militares rebeldes aplastaron durante breves combates a la escasa resistencia izquierdista sobre Santa Cruz y Las Palmas, antes de que se hicieran con el control total de las siete islas: Tenerife, Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote, La Palma, Gomera y El Hierro. Una vez asegurado el archipiélago, Franco volvió a embarcar en el avión Dragon Rapide y voló hasta Marruecos, donde aterrizó al día siguiente, siendo aclamado por sus antiguos compañeros de armas y árabes que acudieron a recibirle. Acaba de producirse lo que sus protagonistas bautizarían como «Día del Alzamiento Nacional».

Golpe de Estado del 18 de Julio

Madrid se mantuvo en la más completa indecisión y caos porque desde el mismo instante en que se produjo el «Alzamiento Nacional», las masas obreras furiosas se echaron a las calles, lo que impidió a muchas guarniciones volverse contra el Frente Popular como el intento fallido de sedición por parte de la Base Aérea de Getafe que fue reprimido, el del Cuartel del Pacífico, el del Cuartel María Cristina o el del Cuartel de Carabanchel que terminó con la muerte del general García de la Herrán a manos de sus propios soldados. Así fue como la mayor parte de los centros militares en Vicálvaro, Leganés, Cuatro Vientos o Torrejón permanecieron fieles al Gobierno, salvo el Regimiento de Transmisiones del Pardo y la guarnición de Alcalá de Henares que consiguieron abandonar la capital y unirse a los rebeldes en la Sierra de Madrid. Únicamente el Cuartel de la Montaña con 2.500 defensores entre 2.000 militares y falangistas al mando del general Joaquían Fanjul declaró el Bando de Guerra y se aprestó a resistir al poseer los 5.000 cerrojos de los fusiles que el Frente Popular acababa de entregar a los batallones populares. A partir de entonces empezó un cruento asedio en el que más de 8.000 revolucionarios entre Guardias Civiles, Guardias de Asalto y sindicalistas de la CNT y UGT protagonizaron lo que se conoció como el «Asalto al Cuartel de la Montaña». Durante el ataque que estuvo precedido por el bombardeo de un avión que derrumbó una de las fachadas del edificio, los asaltantes fueron repelidos con una decena de muertos, hasta que finalmente el fuego de cañones de la artillería y las bombas de aviación, incluyendo la deserción de muchos de los defensores, acabaron con la irrupción de las masas revolucionarias en el cuartel. Una vez dentro la violencia fue atroz porque los milicianos lincharon, apalizaron y asesinaron a más de 200 defensores, además de hacer prisioneros al resto, entre ellos el general Joaquín Fanjul que sería fusilado. Neutralizado el Cuartel de la Montaña, Madrid y con éste la capital de España, quedó en manos del Frente Popular.

Asalto al Cuartel de la Montaña por parte de milicianos del Frente Popular, la Guardia de Asalto y la Guardia Civil.

Barcelona se sublevó con parte de la 4ª División Orgánica de la que tomó el mando el general Manuel Goded. No obstante 2.000 efectivos de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto, junto a milicianos anarquistas de la CNT e independentistas del Estat Català, respondieron contundentemente protagonizando sangrientos enfrentamientos callejeros en el Paseo de Gràcia, la Avenida Diagonal, Atarazanas Reales y la propia Universidad de Barcelona, donde poco a poco los rebeldes fueron siendo rechazados. Simultáneamente en el resto de Cataluña la Guardia Civil y los catalanistas fueron controlando la situación pacíficamente en Gerona y con violencia en Lérida tras el fracaso insurreccional del 25º Regimiento de Montaña y el fiasco en Tarragona de la guarnición de Matarò. Debido a esto Cataluña permaneció leal a la Generalidad, por lo que el Frente Popular centró su atención en vencer a los sublevados en Barcelona. De hecho bastaron unas horas para que el Parque de Maestranza de Artillería se rindiese a la CNT; mientras que el 3º Regimiento de Santiago fue aplastado después de una dura resistencia en el Convento de los Carmelitas que terminó siendo asaltado y saqueado con incontables asesinatos. Ante tales descalabros, los últimos rebeldes ocultos en la Capitanía General del puerto se rindieron, siendo los oficiales capturados y Manuel Goded ejecutado, lo que dejó completamente a Cataluña del lado de la República.

Navarra fue la zona de España con más adhesión al «Alzamiento Nacional». Bajo el mando del general Emilio Mola, un total de 8.000 milicianos carlistas del Requeté se hicieron con el control absoluto de Pamplona, la Ribera Navarra e incluso Logroño y la cercana provincia de La Rioja. Apenas hubo disparos porque la población civil secundó masivamente la rebelión.

Absoluta fue la adhesión al «Alzamiento Nacional» en Castilla la Vieja. Todo comenzó en Valladolid con la irrupción del general rebelde Andrés Saliquet pistola en mano dentro del despacho del general Nicolás Molero, a quién tras un tiroteo que dejó un saldo de tres muertos entre dos soldados y un civil, los sublevados con el apoyo de la Falange y la Guardia de Asalto se hicieron con el control de la 7ª División Orgánica y al mismo tiempo de la ciudad. Inmediatamente a la caída de Valladolid, la insurrección triunfó sin ningún incidente en León, Palencia, Soria y Segovia, siendo esta última invadida por los cadetes del Alcázar de Artillería. Solamente en Salamanca hubo resistencia de milicianos izquierdistas en la Plaza Mayor hasta que los militares les dispersaron a tiros y restituyeron el orden.

Barricada de la CNT en Barcelona ante el golpe de Estado del 18 de Julio de 1936.

Contrariamente en Castilla la Nueva la insurrección constituyó un completo fracaso. Por ejemplo en Toledo el coronel José Moscardó decretó el Bando de Guerra antes de que las muy superiores milicias del Frente Popular obligasen a los alzados a ocultarse bajo los muros de la Fortaleza del Alcázar donde resistirían un prolongado asedio. Mientras tanto en Guadalajara el Regimiento de Aeroestación se sublevó tomando el Ayuntamiento y la Casa del Pueblo, aunque la Guardia Civil que permaneció leal al Gobierno consiguió aplastar a los  rebeldes y restituir el orden en la provincia. Precisamente algo similar ocurrió en Albacete porque aunque los sublevados triunfaron inicialmente, terminaron siendo aniquilados tras diversos choques en la capital, Hellín y Almansa. De hecho, tal fue el desastre cosechado en Castilla la Nueva que los milicianos anarquistas de la CNT se valieron solos para tomar apenas sin pegar un sólo tiro las provincias de Cuenca y Ciudad Real.

Zaragoza se rebeló por medio de la 5ª División Orgánica al mando del general Miguel Cabanellas y elementos de la Guardia Civil, la Guardia de Asalto, el Requeté y la Falange. Consumada la insurrección, los sublevados desarticularon las huelgas y neutralizaron a tiros a las fuerzas obreras que se resistieron en la ciudad. Acto seguido y una vez Zaragoza estuvo asegurada, los rebeldes prosiguieron su avance combatiendo y conquistando las plazas de Jaca, Huesca y Teruel. No obstante una parte de Aragón no se adhirió al «Alzamiento Nacional» porque la mitad oriental de la provincia fue invadida por las columnas anarquistas de la CNT-FAI que en seguida lanzaron una ofensiva desde Cataluña, dejando a la región completamente segmentada.

Vascongadas resultó partida en dos. Guipúzcua y Vizcaya se mantuvieron leales al Gobierno de los nacionalistas del PNV, incluyendo las ciudades de Bilbao, Eibar y San Sebastián, siendo en esta última aplastados los rebeldes que se atrincheraron en el Cuartel de Loyola y el Hotel María Cristina. Contrariamente en Álava los requetes carlistas se hicieron con la provincia que pusieron del lado rebelde prácticamente sin pegar un sólo tiro.

Al norte de España la insurrección también terminó en un fiasco. Por ejemplo Cantabria ni siquiera se sublevó, mientras que en Asturias los rebeldes fueron vencidos en Gijón. Únicamente en Oviedo un total de 5.000 golpistas al mando del coronel Antonio Aranda entre los que había Guardias Civiles, Guardias de Asalto y milicias de la Falange, se refugiaron en el cuartel de la ciudad donde resistirían en un largo asedio que se prolongaría meses.

Milicianos carlistas del Requeté se hacen con Pamplona.

Galicia se sublevó fácilmente porque gran parte de la 8ª División Orgánica apoyó el levantamiento. Con la excepción de La Coruña y el Arsenal Naval del Ferrol, donde hubo algunos enfrentamientos con muertos por ambos lados, la caída de dichas ciudades junto con Santiago de Compostela, Vigo, Ourense, Lugo y Pontevedra, pusieron la provincia al completo en manos de los rebeldes.

Sevilla fue la primera ciudad de Andalucía en producirse el «Alzamiento Nacional» cuando el general Queipo de Llano con poco más de un centenar de soldados, falangistas y requetés, consiguió hacerse con el mando de la 2ª División Orgánica y salir con sus tropas a la calle. Primeramente los rebeldes vencieron a la Guardia de Asalto tras un intenso tiroteo y acto seguido ocuparon el Aeródromo de Tablada aplastando a los aviadores que lo defendían. Poco después aniquilaron una columna de socorro formada por mineros socialistas a la altura de la Pañoleta e irrumpieron en el Barrio de Triana a través de la Plaza de San Marcos, donde combatiendo con ferocidad tuvieron que abrirse paso a través de los distritos obreros de La Macarena y San Bernardo. No obstante y a pesar de las dificultades, los rebeldes terminaron conquistando Sevilla de forma magistral porque únicamente contabilizaron 13 muertos a costa de varios cientos de bajas en el bando opuesto.

Cádiz fue la provincia de Andalucía que más costó ocupar a los rebeldes porque las tropas al mando del general Enrique Varela fueron frenadas por los levantamientos obreros en la ciudad y alrededores. Para ello fue necesario desplazar desde Ceuta al 2º Tabor de Regulares a bordo del destructor Churruca para que conjuntamente con un intenso bombardeo de los cañones de la artillería, los milicianos de izquierda fuesen vencidos. De este modo, una vez el puerto de Cádiz estuvo en manos de los rebeldes, estos hubieron de combatir en San Fernando, Algeciras y la Línea de la Concepción junto a la colonia británica de Gibraltar hasta que todos los miembros del Frente Popular fueron aplastados y la provincia pasó a estar bajo control sublevado.

Huelva fue ocupada apenas sin resistencia porque la Guardia de Asalto, la Guardia Civil y los Carabineros se sumaron a la rebelión. Eso mismo sucedió en Córdoba porque bastó un breve bombardeo de la artillería contra el Ayuntamiento para que la provincia se adhiriese al alzamiento; al igual que en todos los pueblos y pequeñas ciudades de la cuenca del Río Guadalquivir.

Granada se sublevó con una insurrección de los militares del parque de artillería y milicias de la Falange al mando del comandante José Valdés, a los cuales posteriormente se les uniría la Guardia Civil y la Guardia de Asalto. Gracias a este apoyo se detuvo al general Miguel Campins (fusilado posteriormente) y se ocupó el Ayuntamiento, antes de que los rebeldes tuvieran que enfrentarse a las milicias obreras en una sangrienta lucha por el Barrio del Albaicín, cuyas viviendas fueron devastadas por los cañones emplazados sobre la muralla de la Alhambra hasta que todos los defensores fueron aniquilados o capturados.

Artilleros golpistas con sus cañones se hacen con el control de Sevilla junto a la Torre del Oro.

Tres provincias de Andalucía fueron las que se mantuvieron leales al Frente Popular. En Málaga por ejemplo los sublevados fueron derrotados por la Guardia de Asalto y los movimientos obreros, quienes superiores en número, les aniquilaron con facilidad. También sobre Almería los rebeldes fracasaron por la intervención de los Carabineros y la Guardia Civil que se habían mantenido leales al Gobierno, además de por los refuerzos procedentes desde el mar con la llegada del destructor Lepanto que revirtieron la situación en favor del Frente Popular. Igualmente en Jaén los gubernamentales controlaron la provincia, salvo el Santuario de la Virgen de la Cabeza en Sierra Morena, donde 300 sublevados de la Guardia Civil con sus familias se refugiaron dentro un monasterio que sería asediado durante largos meses.

Murcia permaneció enteramente leal a la República gracias a que en la capital las masas obreras amedrentaron al Cuartel de Artillería que se mantuvo fiel al Gobierno del Frente Popular. Mientras tanto en la Arsenal Naval de Cartagena la marinería detuvo y en algunos casos mató a los oficiales rebeldes.

Valencia fue de las pocas provincias donde no hubo sedición porque tanto la capital como las provincias de Castellón y Alicante declararon su fidelidad a la República. Únicamente en Benalúa el 11º Regimiento «Tarifa» se sublevó brevemente antes de ser la rebelión disuelta y sus responsables capturados.

Extremadura fue otra de las regiones dividida entre ambos bandos. Por ejemplo en Badajoz la Guardia de Asalto y la Guardia Civil se sublevaron, aunque rápidamente fueron desarticuladas por los militares leales al Frente Popular que restituyeron el control de la provincia. Por su contra en Cáceres los rebeldes triunfaron apenas sin encontrar oposición.

Baleares se unió al «Alzamiento Nacional» con una insurrección militar en Mallorca que en escasas horas y tras breves tiroteos en la Plaza de Cort se apoderó de la ciudad de Palma. Asegurada la capital, los combates se trasladaron a Sóller, Sa Pobla y la Base de Hidros de Pollença, donde los rebeldes aplastaron a los milicianos de izquierda tomando el control de la isla a costa de sufrir sólo 9 muertos. También Ibiza, Formentera y Cabrera se adhirieron a la sublevación sin pegar un sólo tiro. Sin embargo en Menorca los militares alzados fueron derrotados tras rendirse en la Fortaleza de la Mola de Mahón, lo que dejó el territorio insular en manos del Frente Popular.

Mapa del Golpe de Estado del 18 de Julio de 1936. Azul = Sublevados. Rojo = Frente Popular.

El Imperio Colonial que España mantenía en ultramar fue también foco de la división política a raíz del golpe de Estado. Por ejemplo el Sáhara Occidental, Sidi Ifni y Río de Oro entre Marruecos y Mauritania se unió a los sublevados, exactamente igual que la Isla de Fernando Poo en la costa del África Central. No obstante la insurrección fracasó en la Guinea Ecuatorial Española y su capital de Bata porque a pesar de que inicialmente triunfó en las ciudades de Kogo y Benito gracias al apoyo de parte de la Guardia Colonial, los alzados fueron emboscados en la selva junto al Río Ekuku y derrotados tras un breve tiroteo en el que murieron dos indígenas negros.

Revolución Española

Entre el 19 y 20 de Julio de 1936 se configuraron los frentes peninsulares entre los dos bandos contendientes con una situación completamente favorable al Frente Popular por tres razones fundamentales: 1) la República controlaba las principales capitales de provincia y grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao), incluyendo más de la mitad de la Península Ibérica con toda Castilla la Nueva, Cataluña, Comunidad Valenciana, Murcia, Cantabria, Asturias y gran parte de Andalucía, Extremadura y Vascongadas, además de la Isla de Menorca; 2) la mayor parte de las fuerzas de seguridad permanecieron leales al Gobierno con el 55% del Ejército Español, el 60% de la Guardia Civil, el 70% de la Guardia de Asalto, el 65% de los Carabineros, el 60% de la Fuerza Aérea y el 70% de la Marina Republicana; y 3) los principales recursos económicos como las industrias, las cuencas mineras, factorías energéticas y depósitos petrolíferos quedaron bajo control republicano, mientras que los rebeldes únicamente dispusieron de los menos eficientes productos agrarios del ámbito rural.

Solamente 48 horas después del fracaso del golpe de Estado perpetrado por los rebeldes, el Frente Popular había ganado indiscutiblemente aquel conflicto que empezaba a ser conocido como «Guerra Civil Española». Aislados, superados en número, con inferioridad aérea y naval, y con todos los recursos económicos e industriales en manos de la República, los sublevados estaban condenados a perder la guerra de forma irremediable. No obstante y contra todo pronóstico, el Gobierno colapsó durante los primeros instantes de la contienda y de manera increíble todo el sistema se vino abajo a manos de las masas obreras y los revolucionarios de izquierda que en cuestión de pocas horas desmantelaron el Estado y salvaron de forma milagrosa a los golpistas de ser derrotados.

Anarquistas de la Columna «Durruti» se hacen con el control de Barcelona.

La descomposición de las últimas instituciones de la Segunda República se produjo los días 19 y 20 de Julio de 1936, cuando las fuerzas revolucionarias y las columnas populares de partidos y sindicatos, exigieron al Gobierno la apertura de los depósitos de armas de los cuarteles (independientemente de que se hubiesen sublevado a no) para entregarlas al pueblo y de ese modo poder defenderse del golpe de Estado. Esta petición que sin duda suponía una auténtica locura, forzó la dimisión de hasta tres jefes de Gobierno en menos de 48 horas entre los que estuvieron Casares Quiroga, Diego Martínez Barrio y José Giral como consecuencia de la violencia desatada por los revolucionarios, especialmente por las milicias civiles del PSOE, UGT y CNT, que organizaron huelgas masivas y ocuparon edificios gubernamentales. Ante tal descontrol y sin suficientes fuerzas del orden debido público a que muchas se habían pasado a los sublevados, el Gobierno tuvo que ceder, por lo que las milicias accedieron a los cuarteles haciéndose con decenas de miles de armas, municiones y explosivos. Tal decisión significó el socavamiento de la ley y por tanto liquidó definitivamente cualquier tipo de dirección del Estado.

Conocida como «Revolución Social Española» o «Verano de la Anarquía», la entrega de armas al pueblo por parte del Gobierno del Frente Popular, supuso el estallido revolucionario de todas las zonas bajo dominio de la Segunda República. Los autores fueron más de 2 millones de anarquistas de la CNT, socialistas de la UGT y trotskystas del POUM, quienes proclamaron el llamado «comunismo libertario» e impusieron su propia ley y orden sin ningún control efectivo por parte del Gobierno. Las masas obreras rápidamente se hicieron con el control de las ciudades, tomando las calles, ocupando las fábricas y anunciando la «revolución social». Solamente en Cataluña el 75% de la industria fue colectivizada por los trabajadores, exactamente igual que en otras provincias como en Madrid o Valencia. De hecho la propiedad privada fue abolida, las fincas tomadas, las cajas de los bancos saqueadas y el dinero prohibido. Ni siquiera se salvaron los hospitales, hoteles, restaurantes, bibliotecas, cines y peluquerías que fueron nacionalizadas por sus propios empleados. Todo vestigio de capitalismo desapareció y un 54% de la superficie de la España Republicana fue expropiada por los revolucionarios. Esto último se acrecentó especialmente en el mundo rural porque los pueblos y las aldeas se organizaron en colectividades agrarias que subsistieron mediante la autogestión de los campesinos. La «revolución» llegó incluso a la educación con la instauración de ateneos libertarios y escuelas racionalistas que difundían un pensamiento contracultural y ateo, así como la propagación de doctrinas antifamiliares en favor del amor libre sexual e ideas tan utópicas como el naturismo alimenticio.

Milicianas de las CNT junto a sus compañeros toman las calles de España.

Tal fue el impacto de la «Revolución Social Española» que la Segunda República fue víctima del más completo caos y la anarquía. Sin orden ni ley, las milicias de partidos y sindicatos ejercieron la verdadera administración en infinidad de colectividades industriales y agrícolas, lo que hizo que sus promotores estuviesen más interesado en sus proyectos revolucionarios que no hacer la guerra a los militares sublevados. Por si fuera poco la aniquilación del sistema capitalista y liberal junto a la descentralización del Estado, las huelgas masivas, los saqueos de almacenes y las fugas de las inversiones extranjeras ante la inexistencia de garantías jurídicas, hundió absolutamente la economía, provocó la caída de las finanzas y sobretodo generó desconfianza entre las naciones democráticas vecinas que comenzaron a mirar con mejores ojos a los autores del golpe de Estado. Así fue como el Frente Popular pasó en menos de 48 horas en tener ganada la Guerra Civil Española, a entrar en colapso por culpa de la revolución y regalar un tiempo precioso a los sublevados para reorganizarse, afianzar las posiciones conquistadas, buscar apoyo internacional y sobretodo cederles poco a poco la iniciativa, lo que modificó la contienda de ser un conflicto de corta duración a otro muy prolongado.

Batallas de Guadarrama y el Alto Aragón

Inmediatamente a los instantes después del golpe de Estado y la «Revolución Social Española», se configuraron los principales frentes peninsulares. Dos de estos teatros de operaciones en aquellos inicios se la contienda fueron la Sierra de Guadarrama y la meseta del Alto Aragón.

Bautizada como la «primera campaña» de la Guerra Civil Española, la Batalla de Guadarrama comprendió un gigantesco enfrentamiento sobre los picos del Sistema Central de Madrid, Segovia, Guadalajara y la Sierra de Gredos en Ávila que protagonizaron las fuerzas sublevadas al mando del general Emilio Mola que descendían desde Navarra y Castilla la Vieja contra las tropas gubernamentales y milicias anarquistas tanto de la CNT como del 5º Regimiento del PCE que subían de Madrid. Inicialmente los rebeldes obtuvieron ventaja porque milicianos «alfonsinos» tomaron el túnel que atravesaba la cadena montañosa y los militares ocuparon el puerto de Guadarrama y los Altos del León. Sin embargo la llegada de cada vez más milicianos procedentes de Madrid que llegaron a sumar 40.000 anarquistas y comunistas liderados por el carismático Cipriano Mera los primeros y por el general José Riquelme los segundos, frenaron el avance enemigo primero en Navalperal de Pinares y posteriormente en puerto de Somosierra. Únicamente sobre el sector de Guadalajara los sublevados tuvieron algo más de suerte al conquistar la ciudad de Sigüenza después de una fanática resistencia en la catedral que costó 500 muertos a los defensores. Sin embargo en el resto de áreas que comprendían el Sistema Central las tropas rebeldes fueron siendo detenidas y rechazadas, lo que favoreció al Frente Popular estabilizar la línea del frente en dicha zona durante toda la contienda a favor de la República.

Cordillera del Sistema Central ocupada por milicianos y el Ejército Republicano durante la Batalla de la Sierra del Guadarrama.

Otro de los frentes abiertos fue el del Alto Aragón después de que por iniciativa popular más de 10.000 anarquistas de la CNT-FAI al mando del revolucionario Buenaventura Durruti, partiesen de Cataluña e irrumpieran en las provincias Huesca y Zaragoza. Lo hizo principalmente la «Columna Durruti» y otras menores que ocuparon Caspe, Siétamo, Bujaraloz, Pina de Ebro y Osera de Ebro, llegando a tan sólo 22 kilómetros de Zaragoza capital. Incluso estos anarquistas fueron artífices de una gran victoria militar en la Batalla de Monte Pelado tras aniquilar apenas sin sufrir pérdidas a una guarnición rebelde a la que destruyeron un tanque y provocaron 690 bajas entre 650 muertos y 40 prisioneros.

«Puente Aéreo» del Estrecho de Gibraltar

Crítica era la situación de los sublevados a finales de Julio de 1936 cuando la superior Marina Republicana bloqueó el Estrecho de Gibraltar e impidió el paso del Ejército de África a la Península Ibérica. Tal cosa condenaba al resto de unidades rebeldes en España a quedar rodeadas por fuerzas mucho más numerosas y a no poder recibir los valiosos refuerzos «africanistas» que podían equilibrar la balanza. Fue entonces cuando tras estudiar algunas alternativas poco fiables, el general del aire Alfredo Kindelán tuvo la idea de realizar el transporte atravesando el cielo.

Bajo el nombre táctico de «Puente Aéreo», un grupo de 7 aviones de transporte con base en Tetuán comenzaron a llevar grupos de 15 legionarios desde Marruecos hacia la Península Ibérica aterrizando en el Aeródromo de Tablada de Sevilla. Aquello sin duda ayudó mucho a mantener el frente en Andalucía, aunque los aparatos eran tan pocos que los refuerzos fueron llegando a cuentagotas. Por dicha razón el general Francisco Franco tuvo que aparcar sus perjuicios de no internacionalizar el conflicto y solicitar ayuda al exterior, concretamente a la Alemania Nacionalsocialista y la Italia Fascista que respondieron positivamente. Gracias a esta contestación afirmativa la Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe) y la Fuerza Aérea Real Italiana (Regia Aeronautica) enviaron 29 aviones, entre los que hubo 20 Junkers Ju 52 alemanes y 9 Savoia S-81, que facilitaron trasladar tropas españolas a la Península de manera mucho más rápida y en bastante más cantidad.

Tropas marroquís del Ejército de África esperan a embarcar en aviones alemanes Junkers Ju 52.

Simultáneamente al «Puente Aéreo», los sublevados organizaron el «Convoy de la Victoria» consistente en una pequeña flotilla de embarcaciones encargada de atravesar el Estrecho de Gibraltar bajo la escolta de cazas alemanes e italianos. Esto sin duda hizo más fácil la circulación marítima hacia la Península porque la cada vez mayor superioridad aérea de los sublevados hizo peligrar la navegación de los buques republicanos. No obstante la Marina Republicana respondió eficazmente enviando una flota integrada por 4 navíos entre los que estuvieron el acorazado Jaime I, los dos cruceros Libertad y Miguel de Cervantes, y el destructor Sánchez Barcáiztegui. Dicha fuerza cañoneó intensamente los puertos militares y astilleros de Ceuta, Melilla, Algeciras, Tarifa y la Línea de la Concepción, causando grandes desperfectos, hundiendo al cañonero rebelde Dato y generando ciertos retrasos en el tránsito naval enemigo. Sin embargo y a pesar de los esfuerzos por impedir el tránsito por el Estrecho de Gibraltar, los sublevados consiguieron desembarcar a 13.000 legionarios y regulares que resultaron decisivos sobre el frente peninsular.

Batalla de Badajoz

Gracias al «Puente Aéreo» que facilitó a los sublevados traer desde Marruecos al Ejército de África a Sevilla, el general Franco pudo dar comienzo a su ofensiva desde Andalucía para ocupar Extremadura. Básicamente la razón de esta operación consistía en aislar al Frente Popular de la frontera con Portugal y sobretodo enlazar con el Ejército del Norte del general Mola que en aquellos momentos se encontraba peligrosamente aislado en Castilla la Vieja y rodeado geográficamente de enemigos.

Milicianos del Frente Popular iniciando un contraataque sobre una trinchera en Córdoba. Fotografía de Robert Capa.

A principios de Agosto de 1936 comenzó la ofensiva sublevada hacia el norte de Andalucía y el sur de Extremadura avanzando más de 300 kilómetros sobre importantes enclaves como Zafra o Los Santos de Maimona hasta que chocaron con los republicanos en lo que se conoció como la Batalla de Mérida. Precisamente dicha ciudad que defendían numerosos milicianos del Frente Popular equipados con dos cañones, fue asaltada por la 5º Bandera de la Legión al mando del general Rolando de Tella tras desactivar las cargas del Puente Romano y cruzar esta construcción sobre el Río Guadiana, irrumpiendo en la villa por tres flancos hasta que después de varias horas de lucha, Mérida terminó siendo ocupada por los rebeldes antes de que emprendiesen la marcha hacia Badajoz.

La Batalla de Badajoz empezó al amanecer del 14 de Agosto de 1914 cuando 3.000 tropas españolas y marroquís del Tabor de Regulares y la Legión equipadas con 30 cañones, bombardearon y atacaron frontalmente la ciudad extremeña que protegían 3.000 milicianos de partidos y sindicatos al mando del general Ildefonso Puigdendolas. Inicialmente los defensores triunfaron porque con sus ametralladoras repelieron una carga de legionarios e incluso aplastaron una sublevación interna por parte de la Guardia Civil. Sin embargo la segunda oleada apoyada por tanques se abrió paso hasta el recinto amurallado, en donde se combatió cuerpo a cuerpo, hasta que los asaltantes alcanzaron la Puerta de Carros y penetraron rápidamente en la ciudad. Una vez dentro la lucha fue feroz en torno a la Alcazaba, la Catedral y la Puerta de la Trinidad porque regulares y legionarios fueron disparando a todo aquel que encontraban en las calles independientemente de que fuese o no miliciano. Cientos de personas murieron en la confusión, muchas a manos de los cuchillos de las tropas africanas que no dudaron en saquear. Vencida toda oposición a costa de unas 250 bajas entre fallecidos y heridos para los rebeldes, los republicanos se rindieron o simplemente se retiraron hacia Madrid dejando atrás cientos de muertos que no pudieron escapar. Así fue como con la caída de Badajoz, la Segunda República Española perdió todos los límites de su frontera con Portugal que pasaron a estar dominados enteramente por los sublevados.

Legionarios del Ejército de África irrumpiendo en Badajoz.

Resignándose a la derrota en la Batalla de Badajoz, el Frente Popular intentó recuperar la situación sobre Extremadura organizando una invasión sobre la provincia andaluza de Córdoba que de tener éxito volvería a cortar el frente peninsular de los rebeldes en dos partes y sobretodo interrumpir su logística. Por eso mismo el 19 de Agosto de 1936, más de 3.000 efectivos al mando del general José Miaja lanzaron una ofensiva contra los sublevados que en un principio les encontró por sorpresa porque los republicanos reconquistaron el Valle de Pedroches y los pueblos de Añora, Adamuz, Belalcázar, Alcaracejos, Villanueva del Duque, Hinojosa del Duque y Pozoblanco. No obstante la pronta llegada de refuerzos al frente del general Enrique Varela con 2.000 hombres y aviones italianos, paralizaron el ataque republicano el 20 de Agosto a tan sólo 6 kilómetros de Córdoba entre Alcolea y el Cerro Murciano, por lo que éstos entraron en pánico y desertaron como hicieron 200 Guardias Civiles, haciendo fracasar absolutamente la operación.

Incapaz el Frente Popular de ejercer ninguna respuesta seria ni en Extremadura ni Andalucía, el Ejército Republicano se retiró desordenadamente hacia Madrid. Tal cosa permitió a los nacionales continuar su avance con la toma de Navalmoral de la Mata el día 20 y poco después con la ocupación del Monasterio de Guadalupe en la provincia de Cáceres, además de hacer cumbre en la Sierra de San Vicente y la Sierra de Gredos. Finalmente el 23 de Agosto de 1936, las columnas rebeldes alcanzaron las orillas del Río Tajo por Almaraz, enlazando el Ejército de África con el Ejército del Norte y unificando de este modo las dos zonas geográficas de la España Sublevada en una sola.

Terror Rojo y Persecución Religiosa

El Terror Rojo fue el término lingüístico que se empleó durante la Guerra Civil Española en referencia a todos los crímenes cometidos por las diversas milicias de izquierda y fuerzas paramilitares del Frente Popular contra todos aquellos individuos adscritos a partidos de derechas o de ideología conservadora. Dentro de esta represión también tuvo lugar la Persecución Religiosa consistente en el exterminio físico y cultural del cristianismo y la Iglesia Católica, lo que constituyó un caso evidente de genocidio según las leyes internacionales y la mayor matanza de cristianos hasta la fecha en la Historia.

Masacre del Cuartel de la Montaña con decenas de derechistas linchados y asesinados.

Variables fueron los crímenes que formaron parte del Terror Rojo según la cronología de la guerra y las diferentes facciones de izquierda que según su radicalidad aplicaron en mayor o menor medida la represión. Inicialmente durante los primeros instantes del conflicto las matanzas tuvieron lugar dentro de una revolución social incontrolada por parte del Gobierno del Frente Popular porque las milicias armadas de los distintos partidos y sindicatos (básicamente anarquistas, socialistas y algo menos los comunistas) se lanzaron a una orgía de sangre y violencia contra todos aquellos a los que consideraban «enemigos del pueblo». Este tipo de actos criminales se cometieron directamente en las calles de muchas ciudades linchando, humillando y finalmente asesinando públicamente a miles de personas, entre estas inocentes porque las venganzas personales estuvieron a la orden del día. Prácticamente esta constante se siguió a lo largo de los primeros meses de la contienda hasta que una vez restituido parcialmente el orden gracias a la militarización impuesta por los comunistas al resto de fuerzas políticas, se decretó la ejecución de víctimas más selectas que serían eliminadas mediante fusilamientos masivos por toda la geografía española. De hecho la metodología empleada en estas masacres colectivas fueron los «paseos» en el caso de los pueblos porque se montaba a los reos en la parte trasera de las camionetas hasta llevarlos al lugar de la ejecución; mientras que las «sacas» en el caso de los ciudades porque se vaciaban las cárceles y prisiones estatales antes de conducir a los reclusos hasta las grandes fosas comunes excavadas sobre la tierra donde iban a ser muertos de un tiro y enterrados.

La Matanza de Paracuellos en Madrid fue el mayor crimen cometido por el bando republicano cuando los comunistas asesinaron en una serie de fusilamientos masivos sobre fosas comunes a 2.400 prisioneros derechistas y militares sublevados entre Barajas y Torrejón de Ardoz. Una similar cifra en torno a las 2.000 víctimas entre fusilados y linchados se produjeron durante los primeros meses de la contienda en Málaga después de fracasar el golpe de Estado y desatarse el odio de las izquierdas hacia sus enemigos. Igualmente varios cientos de derechistas resultaron ejecutados por la izquierda en provincias como Valencia, Castellón, Alicante, Toledo, Ciudad Real, Albacete, Huelva, Murcia o Badajoz; o en ciudades importantes como Carabanchel, Alcalá de Henares, Aravaca, Cuatro Vientos, Getafe, Cartagena, Mérida, Talavera de la Reina, Sigüenza, Almansa, Alcoy, Las Cabeceras, El Albaicín, Eibar, Ciudadela, Mahón, etcétera. Simultáneamente en Cataluña el Frente Popular perpetró matanzas del mismo calibre con la colaboración de los independentistas del Estat Català en Barcelona, Tarragona, Gerona, Tarrassa, Montjuic, Rosas, Palamós y San Feliu de Guíxols. Otras masacres también muy famosas durante el conflicto fueron las 280 personas linchadas y asesinadas en la Cárcel de Guadalajara, los 224 presos en las Cárceles Larrinaga y Casa Galera de Bilbao, los 200 soldados apaleados hasta la muerte del Cuartel de la Montaña de Madrid, los 150 fusilados en Gijón, los 128 matados en la Mancha Real de Jaén, los 93 del Castillo de Ibiza, los 64 de la Puerta del Cambrón de Toledo, los 49 de San Antón de Cartagena, los 49 de la Cárcel de Alicante o los 30 de la Cárcel Modelo de Madrid entre otros; además de la depuración alcanzada dentro de las fuerzas armadas y de seguridad que acabó con la ejecución de 30 generales y cientos de oficiales, así como importantes personalidades del bando opuesto como los dirigentes falangistas José Antonio Primo de Rivera y Ramiro Ledesma Ramos o el intelectual Ramiro de Maetzu.

Milicianos del Frente Popular posan junto algunos de los derechistas ejecutados en la Matanza de Paracuellos.

Una de las particularidades de la represión republicana durante la Guerra Civil Española fue la extrema crueldad y el consciente sadismo que se aplicó hacia las víctimas. Por ejemplo a comienzos de la contienda los anarquistas fueron los protagonistas de las mayores atrocidades hacia sus enemigos como linchamientos multitudinarios y palizas en las calles, desnudos o humillaciones públicas, mutilaciones de miembros o violaciones de mujeres. Sin embargo poco a poco los métodos se fueron recrudeciendo por parte del resto de las fuerzas de izquierda mediante despellejamientos de la piel, castraciones de genitales, extracción de cuencas oculares, apertura de vientres, introducción de crucifijos por la boca, electrocutamientos, incineraciones con gasolina o devoramientos a manos de las fieras del zoológico tras ser arrojados los prisioneros a las jaulas; incluso hubo decapitaciones como le sucedió al general Eduardo López Ochea al que se clavó su cabeza en una pica para ser paseada como trofeo por todo Madrid. También otra de los destinos más horribles fueron los centros de detención política conocidos como «Chekas», donde los cautivos eran encerrados en habitaciones y sometidos a todo tipo de torturas hasta morir, siendo especialmente famosa por su brutalidad la «Cheka de Bellas Artes» situada en la Calle Alcalá de Madrid.

Numerosas y violentas fueron las muertes perpetradas bajo la responsabilidad de la Marina Republicana primeramente por las matanzas de un gran sector de la oficialidad a manos de sus propios marineros y posteriormente por la reconversión de algunas embarcaciones en buques prisión. Por ejemplo 210 prisioneros a bordo de los navíos de carga España Nº 3 y Sil que zarparon de Cartagena fueron atados y arrojados al mar en donde perecieron ahogados. También durante el asalto al mercante Atlante en Menorca los milicianos de izquierda lincharon hasta la muerte a 72 prisioneros; en el vapor Alfonso Pérez recalado en Bilbao masacraron a 155 reos más; mientras que en el carguero Luis Caso de los Cobos anclado en Gijón se pegó un tiro a decenas de derechistas antes de lanzar sus cuerpos por la borda.

Monjas arrestadas por milicianos antes de ser ejecutadas.

La Persecución Religiosa fue uno de los casos más polémicos dentro del Terror Rojo porque de todos los crímenes de la Guerra Civil Española cometido por ambos bandos fue el único que alcanzó la categoría de genocidio. Este suceso que básicamente se centró en el exterminio físico de todos los seglares de la Iglesia Romana y en el aniquilamiento de la cultura cristiana occidental; se llevó a cabo en tres fases consistentes primero en convertir a los católicos en ciudadanos de rango de inferior, luego en matarles directamente y por último en borrar su memoria incendiando templos, quemando documentos y bibliotecas, destruyendo edificios religiosos y acabando con todo tipo de iconografía como esculturas, pinturas, retablos, murales, figuras, crucifijos, etcétera. Precisamente más de 20.000 iglesias, conventos, monasterios y catedrales de la España del Frente Popular fueron quemados, saqueados y derrumbados por oleadas enfurecidas de anarquistas y socialistas. Durante estos asaltos fueron asesinados 334 sacerdotes en Madrid, 327 en Valencia, 286 en Toledo, 279 en Barcelona y 270 en Lérida, así como el 62% de los seglares de Tortosa, el 55% de los de Segorbe, el 49% de los de Menorca, el 48% de los de Málaga y otros muchos en Albacete, Guadalajara, Sevilla, Jaén, Almería, Ciudad Real, Cuenca, Oviedo, Gerona, Badajoz, Guipúzcua, Teruel, Tarragona, Sigüenza, Cienpozuelos, Guadix, etcétera; siendo las diócesis del Monasterio de Barbastro con 123 muertos (88% de los inquilinos) y del Monasterio del Escorial con 73 fallecidos las más afectadas por la represión. Tal cantidad de víctimas llegaron a sumar un total de 10.000 religiosos asesinados entre los que hubo 7.000 miembros del clero con 13 obispos, 282 monjas, 2.000 frailes, 4.000 sacerdotes y varios cientos de claretianos, franciscanos, escolpaios, maristas, agustinos, jesuitas y dominicos; además de otros 3.000 cristianos laicos.

Otro de los aspectos del Terror Rojo fue que la represión se aplicó sistemáticamente entre las mismas izquierdas del Frente Popular debido a la marcada rivalidad por hacerse con el control de la República e imponer cada una su propio totalitarismo. Inicialmente las primeras víctimas fueron anarquistas descontrolados que el Ejército Republicano en manos del Gobierno tuvo que reprimir para restituir el orden en las ciudades. Sin embargo las cosas fueron cambiando a peor cuando los comunistas del PCE apoyados por agentes estalinistas de la URSS liderados por el comisario Alexander Orlov se hicieron con el control de las fuerzas de seguridad con la intencionalidad de arrestar y secuestrar a miles de anarquistas de la CNT y trotskystas del POUM que fueron inmediatamente ejecutados en grandes cantidades. Curiosamente entre las víctimas del POUM, cuyos cuadros y militancia fueron eliminados y encarcelados en su mayoría, estuvo su líder Andreu Nin que fue torturado, desollado y finalmente ejecutado en Alcalá de Henares. Incluso desde Moscú se envió a agentes de la Policía Secreta del NKVD para aniquilar a disidentes comunistas extranjeros que cayeron ante los piquetes de ejecución soviéticos como el austríaco Kurt Landau, el checo Erwin Wolf, el alemán Mark Rein, el francés Gaston Delasalle, el ruso Nokólai Skoblin o los italianos Camillo Berneri y Francesco Barbieri. Tampoco faltaron los castigos ejemplares por cobardía como los 53 voluntarios de la 84ª Brigada Mixta ejecutados en Mora de Rubielos. Sin embargo las matanzas no terminaron ahí, pues tras la eliminación de anarquistas y trotskystas, tanto los comunistas del PCE como los socialistas del PSOE se enfrascaron en una guerra particular de secuestros y fusilamientos entre ellos mismos que dejó un nuevo escenario sangriento hasta el fin la de la contienda.

Durante toda la Guerra Civil Española entre 1936 y 1939 fueron asesinadas un total de 55.000 personas en la zona republicana como parte del Terror Rojo.

Terror Blanco y Represión Nacional

El Terror Blanco fue el término lingüístico que se empleó durante la Guerra Civil Española para referirse a todos los crímenes cometidos por los sublevados que englobaban a una parte del Ejército Español y las diferentes milicias dentro del espectro ideológico de la derecha. Este capítulo que también fue conocido como Represión Nacional o posteriormente como Represión Franquista, incluyó la persecución y aniquilamiento físico de todos los individuos adscritos a partidos de izquierdas, sindicatos o fuerzas obreras del Frente Popular.

La metodología de la Represión Nacional varió según la zona geográfica y la cronología de la contienda. Por ejemplo en los primeros momentos del conflicto se perpetraron brutales crímenes fruto del descontrol, el miedo y la ausencia todavía de unas autoridades militares competentes para instaurar el orden. Los autores de este tipo de asesinatos fueron principalmente las milicias de derechas, muchas de la Falange y las Escuadras Negras de la CEDA; o pistoleros a título personal que aprovecharon la propicia situación para saldar viejas cuentas que nada tenían que ver con la guerra (el famoso poeta Federico García Lorca fue matado por este motivo debido a una cuestión revanchista respecto a unas tierras de su familia). No obstante y a medida que avanzó el conflicto, las cosas cambiaron porque las fuerzas militares capitalizaron gran parte de los crímenes asesinando sobre el terreno a un gran número de prisioneros rendidos o arrestando y ejecutando a militantes de izquierda (los partidos del Frente Popular al militarizarse perdieron su condición de civiles por la de combatientes fuera de los márgenes legales, lo que facilitó enormemente el fusilamiento inmediato nada más producirse la captura). Precisamente la mayoría de estas masacres se solían realizar buscando a los sospechosos casa por casa y a continuación matándolos en una zona discreta; o bien llenando las partes traseras de camiones para conducir a las víctimas a los cementerios de las afueras de las ciudades y acto seguido fusilarles en zanjas excavadas sobre la tierra.

Republicanos asesinados durante la Matanza de Badajoz.

La Matanza de Badajoz fue el mayor crimen de guerra cometido por los naciones porque 1.400 personas que previamente habían sido alojadas en la Plaza de Toros de la ciudad extremeña, fueron a continuación asesinadas en una serie de fusilamientos colectivos y los cuerpos arrojados a fosas comunes. A esta brutalidad siguió la Matanza en la Muralla de la Macarena de Sevilla donde más de 1.000 prisioneros fueron ajusticiados a tiros. Similares cifras de víctimas se produjeron en otras regiones de España como Granada, Málaga, Córdoba, Huelva, Mérida, Baena, Talavera de la Reina, Valladolid, Salamanca, Logroño, etcétera. Otras 700 personas también fueron fusiladas en Pamplona, 497 Palencia, 200 en La Coruña, 145 en Segovia u 80 en Sánlucar de Barramada. Sin embargo la mayor parte de los asesinatos que se contabilizaron por varios centenares tuvieron lugar con las llamadas «columnas de la muerte» del Ejército de África cuando avanzaba hacia el centro de la Península Ibérica por Andalucía y Extremadura dejando durante el trayecto una auténtico rastro de sangre y muerte que alcanzó a miles de víctimas a lo largo de muchos meses.

Respecto al Ejército Español y fuerzas de seguridad como la Guardia Civil y la Guardia de Asalto, los sublevados depuraron a todos aquellos mandos afectos a la República que se negaron a unirse a la insurrección. Con estas purgas se eliminaron a decenas de oficiales y suboficiales, además de 7 miembros del generalato entre los que estuvieron los generales Domingo Batet, Miguel Campins, Enrique Salcedo, Rogelio Pita, Miguel Núñez del Prado, Manuel Quintero y el almirante Antonio Azarosa, entre decenas de oficiales y suboficiales. Hubo incluso víctimas dentro de la Iglesia como 15 sacerdotes (14 en Vascongadas y 1 en Mallorca) fusilados por esconder a «rojos» en sus capillas.

Otro de los elementos de terror empleados por los sublevados fueron los pillajes y las violaciones a mujeres por parte de los llamados «moros», un término que identificaba a las tropas coloniales, mayoritariamente musulmanes del Ejército de África e indígenas negros de Guinea Ecuatorial. Este tipo de combatientes destacaron por su extrema crueldad saqueando hogares, devastando poblados, asesinando civiles sin razón alguna y especialmente violando a miles de mujeres españolas, en ocasiones varios hombres a la misma víctima. También se hicieron populares por su sadismo porque solían cortar dedos, orejas y lenguas a los soldados que capturaban y nunca capturaban prisioneros como por ejemplo hicieron voluntarios de la Legión Extranjera en el Hospital Tavera de Toledo arrojando granadas a las habitaciones con enfermos. Sin embargo los «moros» no fueron los únicos extranjeros en perpetrar crímenes porque en Mallorca una serie de voluntarios italianos encuadrados en una milicia mixta con españoles que fue conocida como los «Dragones de la Muerte» asesinaron a 1.000 personas en las ciudades de Palma, Manacor e Inca.

Detenciones arbitrarias del Ejército de África en el pueblo de Constantina en Sevilla.

Al mismo tiempo más de 200.000 reos entre personas de izquierda y combatientes capturados fueron alojados inhumanamente en diversos centros penitenciarios, recintos de prisioneros y campos de trabajos forzados. Algunos de estos sistemas carcelarios y colonias militares fueron Andes, Aranda de Duero, Binéfar, Burgo de Osma, Camposancos, Candás, Canero, Cariñena, Caspe, Castropol, Castro-Urdiales, Celanova, Celorio, Cervera, Corbán, Dueso, El Mogote, Haro, Infiesto, La Cadellada, La Isleta, La Morgal, La Madalena, Laredo, Lazareto de Gando, Llanes, Los Arenales, Luarca, Manresa, Manzanero, Medina de Rioseco, Miranda de Ebro, Murgía, Muros, Orduña, Ortiguera, Osío, Peguerillas, Pola de Sierro, Puerto Pesquero, Rianjo, Ribadeo, San Cristóbal, San Gregorio, San Juan de Mozarrifar, San Marcos, Santa Ana, Santa Clara, Santa Espina, Santa María de Olla, Soneja, Sot del Ferrer, Torres-Torres, Seu Vella o Villacastín entre otros, donde muchos cautivos perderían la vida por las pésimas condiciones y los malos tratos de los guardias.

Durante toda la Guerra Civil Española entre 1936 y 1939 fueron asesinadas un total de 60.000 personas en la zona sublevada como parte del Terror Blanco.

Campaña de Guipúzcoa

Inmovilizado el Ejército del Norte del general Emilio Mola al inicio de la Guerra Civil Española, únicamente la provincia de Guipúzcoa se presentaba como un objetivo factible de alcanzar por dos razones: primeramente porque de ocuparse se cerraría la frontera de Francia con la República del Frente Popular y segundo porque las fuerzas gubernamentales de la región se encontraban en inferioridad numérica. De hecho únicamente 2.000 milicianos de la CNT y el PCE, batallones independentistas vascos «Gudaris» del PNV y mineros asturianos defendían la provincia.

Batalla de Irún con infantería y piezas de artillería.

Inesperadamente a mediados del verano 1936 los sublevados del Ejércitos del Norte con voluntarios del Requeté invadieron la provincia de Guipúzcoa por varios puntos conquistando ciudades como Tolosa, Villabona, Beasain o Andoain y haciendo cumbre en el Cerro Pikoketa. Sin embargo los rebeldes fueron rápidamente frenados en el Fuerte de San Marcial, donde mineros asturianos resistieron heroicamente varios días causando a los asaltantes numerosas bajas. Tal fue la determinación de estos defensores que cuando se les acabaron las municiones los milicianos les lanzaron dinamita e incluso piedras para evitar su caída.

Finalmente a inicios de Septiembre de 1936 el Fuerte de San Marcial terminó siendo ocupado por los sublevados y sus defensores aniquilados. Gracias a ello se pudo conquistar Irún en la frontera con Francia, lo que aisló completamente al Frente Popular del exterior, además de protagonizarse un espectacular avance sobre Azpeita, Azkoita, Zumarraga y Mondragón que dejó toda la provincia de Guipúzcoa en manos de los rebeldes.

Campañas de Baleares y Guinea Ecuatorial

Fuera de la Península Ibérica la Guerra Civil Española afectó de manera sangrienta a otros escenarios. Las Islas Baleares en el Mar Mediterráneo y la colonia de la Guinea Ecuatorial Española en el África Negra fue un buen ejemplo.

Desembarco en Mallorca sobre la playa de Porto Cristo por las fuerzas revolucionarias del Frente Popular que escoltan destructores desde el agua.

Las Islas Baleares habían quedado divididas al inicio de la contienda con el Frente Popular dominando Menorca y los sublevados Mallorca, Ibiza y el resto del territorio insular. Tal situación obligó a los revolucionarios a organizar una columna de invasión al mando del capitán Alberto Bayo para recuperar el archipiélago que incluyó a varios miles de soldados del Ejército Republicano, anarquistas de la CNT e independentistas catalanes de la Milicia Estat Català. Esta fuerza que recibió el apoyo de la Marina Republicana desembarcó primero en Formentera que conquistó prácticamente sin oposición. Acto seguido le tocó el turno a Ibiza que resistió hasta que los sublevados fueron aniquilados al completo antes de capitular y entregar la isla a los revolucionarios. Por último destacamentos procedentes de Valencia y Menorca ocuparon Dragonera al oeste de Mallorca y Cabrera al sur, registrándose en esta última algunos disparos con la Guardia Civil antes de la rendición.

Mallorca fue invadida por el Frente Popular mediante una gran operación anfibia en Porto Cristo en la que desembarcaron 10.000 efectivos acompañados por 10 cañones y cubiertos por numerosos aviones y grandes navíos de la Marina Republicana entre los que se encontraban el acorazado Jaime I, el crucero Libertad, los dos destructores Almirante Miranda y Antequera, así como numerosos mercantes, cargueros, vapores, submarinos, veleros y otras embarcaciones menores. Inicialmente las tropas revolucionarias aplastaron a los defensores y avanzaron en un gran arco que les permitió conquistar Porto Cristo y numerosas ciudades al este de Mallorca hasta que fueron detenidos a las puertas de Manacor. Los defensores que por aquel entonces contaban con 3.500 efectivos entre 2.000 falangistas, 1.200 soldados y 300 Guardias Civiles; fueron a última hora reforzados por milicias de los Camisas Negras y aviones procedentes de Italia que se pusieron al mando del oficial Arconovaldo de Bonarcossi. Gracias a esta ayuda los rebeldes contuvieron a los revolucionarios en Manacor, les bombardearon con piezas de artillería emplazadas en las Cuevas del Drach y les fueron ganando terreno a lo largo de diversas batallas como la de Son Servera hasta arrinconarles de nuevo en Porto Cristo y finalmente expulsarles de Mallorca. Sin embargo no fue este el último desastre cosechado porque los sublevados contraatacaron y reconquistaron Ibiza, Formentera, Cabrera y Dragonera sin pegar un sólo tiro, lo que devolvió el mando de casi todas las Baleares a los insurrectos.

Milicianos de Falange y fascistas italianos en Mallorca durante los combates por Manacor.

Guinea Ecuatorial en África Negra fue objetivo de otro desembarco por parte en este caso de los sublevados cuando 488 tropas coloniales de los Tiradores de Ifni a bordo del cañonero Canalejas y el guardacostas Arcila tomaron tierra en las costas de Bata, donde entablaron un duro combate contra la Guardia Colonial leal al Frente Popular que terminó con la ocupación rebelde del puerto y numerosos muertos, bastantes de ellos ahogados en un carguero anclado en los muelles que fue hundido a cañonazos. Así pues, una vez asegurado el litoral, los soldados del Ejército de África avanzaron hacia el interior de la jungla y se hicieron con el control de la colonia antes de que las últimas tropas gubernamentales se refugiaran en la neutral África Occidental Francesa. Solamente se produjeron algunos enfrentamientos menores en Ebebiyín y la Isla de Annobón hasta que finalmente toda Guinea Ecuatorial y por tanto el Imperio Colonial Español pasó a depender del golpistas.

Asedio del Alcázar de Toledo

Cuando Toledo se sublevó tras el golpe de Estado en Julio de 1936, los militares rebeldes al mando del coronel José Moscardó se hicieron con el control de la ciudad con la esperanza de que el levantamiento triunfase en España. Sin embargo a los pocos días de la sedición el «Alzamiento Nacional» fracasó en toda Castilla la Nueva y por tanto los insurrectos quedaron atrapados geográficamente a merced de millares de fuerzas hostiles.

Inmediatamente a la sublevación de Toledo, el Frente Popular envió una columna al mando del general José Riquelme compuesta por 2.100 efectivos entre 1.400 milicianos del PCE y la CNT, 500 Guardias de Asalto y 200 militares del 2º Regimiento de Infantería acompañados por tres vehículos blindados, cañones y aviación. Frente a ellos los alzados disponían de 1.317 efectivos entre 700 Guardias Civiles, 482 soldados y cadetes de la Academia de Infantería, 110 milicianos de Falange y el Requeté, y 25 Guardias de Asalto; así como un material de 2 cañones de 70 milímetros, 26 ametralladoras, 2 morteros, 1.200 fusiles y 275 granadas. Ambas fuerzas chocaron a las afueras de Toledo combatiendo en los alrededores del Hospital Tavera, la Fábrica de Armas y el Convento de los Carmelitas, hasta que superados en número, los rebeldes se replegaron hacia la seguridad de la Fortaleza del Alcázar de Toledo, un castillo militar inexpugnable gracias a su elevada altura y gruesos muros unidos a cuatro torreones, en cuyos sótanos se refugiaron 1.028 sublevados junto a 670 civiles entre los que hubo 500 mujeres, 120 varones y 50 niños.

Barricada de milicianos comunistas en la Plaza de Zocódover junto al Alcázar.

Sometidos a estrictas privaciones y durísimos bombardeos, los sitiados que protagonizaron la gesta del Asedio del Alcázar resistirían dos meses y medio los intentos de conquistar la fortaleza por parte del Frente Popular. Prácticamente sin agua y con las raciones reducidas, los defensores consiguieron mantener vivo el ánimo tanto entre los combatientes como entre los civiles que ocultos bajo el subsuelo de los sótanos estuvieron a salvo de las bombas haciendo vida normal. En el exterior mientras tanto más de 6.000 milicianos equipados con piezas de artillería de gran calibre descargaron infinidad de proyectiles contra el Alcázar al mismo tiempo que la aviación arrojó numerosas bombas que hicieron caer dos de los torreones y tres de las fachadas laterales. Sin embargo los continuos asaltos hacia la fortaleza fueron repelidos por los sublevados que siempre estuvieron muy bien parapetados entre los escombros. Ni siquiera las amenazas de matar a Luis Moscardó (hijo del coronel jefe de la defensa que fue posteriormente fusilado), ni los rehenes escogidos que tuvieran algún parentesco con los sitiados, amedrentaron a las personas atrapadas en aquella ratonera. Tampoco sirvieron los intentos de guerra química tras el lanzamiento de gases tóxicos en el rellano de la fortaleza o la demolición de los edificios adyacentes como la Plaza de Zocodover. Fue entonces cuando se recurrió a excavar una mina bajo el suelo que detonó el 18 de Septiembre de 1936 con una fuerte explosión (en el suceso estaban presentes el Gobierno del Frente Popular y la prensa internacional a la que se había prometido una victoria), mediante la cual se generó una onda expansiva que derrumbó otra torre y el resto de las fachadas. Acto seguido y transcurridos unos segundos del estallido, un total de 3.800 efectivos entre 3.000 milicianos, 240 soldados y 220 Guardias de Asalto acompañados de 3 tanques, 17 ametralladoras y 9 morteros; cargaron en tres alas contra el Alcázar superando las ruinas, subiendo a la plataforma por escaleras de mano e irrumpiendo en el mismo patio de la fortaleza. Ante un asalto de este calibre que debía haber triunfado con facilidad, los defensores aguantaron estoicamente llegando a luchar cuerpo a cuerpo hasta que contra todo pronóstico los atacantes fueron rechazados y puestos en retirada con numerosas bajas entre muertos y heridos, lo que constituyó un absoluto desastre para el Gobierno que tuvo que ver como los periodistas de muchas naciones fueron testigos del descalabro sufrido.

Mientras la lucha se intensificaba en la ciudad de Toledo, el general Francisco Franco que con el Ejército de África procedente de Extremadura se adentraba en la provincia manchega, tomó la polémica decisión de abandonar la marcha sobre Madrid y desviarse para liberar el Alcázar. Así fue como inmediatamente los rebeldes con una fuerza reducida de 3.500 efectivos avanzaron sobre el terreno haciendo frente a los 10.000 hombres del Ejército Republicano del general José Riquelme desplegados entre Oropesa, Escalona, Maqueda y el Río Guadarrama. No obstante y a pesar de la superioridad numérica del Frente Popular, los republicanos fueron decisivamente derrotados en la Batalla de Talavera librada el 25 de Septiembre de 1936 con 1.500 muertos y prisioneros a costa de 1.000 muertos y heridos las tropas de Franco. De este modo y una vez tomada Talavera de la Reina, los sublevados emprendieron la marcha por la carretera de Madrid haciéndose con Torrijos, Maqueda, Barcience y Rielves hasta alcanzar el pueblo de Bargas el 27 de Septiembre.

Derrumbamiento de una de las torres del Alcázar durante el asedio.

Todavía el Frente Popular intentó un último asalto contra el Alcázar el 27 de Septiembre de 1936, cuando mediante mangueras de camiones de bomberos traídos de Madrid se filtraron 6.000 toneladas de gasolina sobre los restos de la fortaleza con la finalidad de incinerar a los sitiados; algo que terminó en desastre porque una inesperada granada explosionó por accidente y quemó el petróleo antes de tiempo chamuscando a los operarios que estaban llevando a cabo la misión. Por si fuera poco ese mismo día, las vanguardias del Ejército de África al mando del comandante árabe Mohammed Ben Mizzian llegaron a las afueras de Toledo irrumpiendo por la Fábrica de Armas y tomando el Hospital Tavera antes de entrar en la ciudad combatiendo contra los milicianos que resistieron hasta ser aniquilados con más de 600 bajas entre muertos y prisioneros. Al día siguiente, el 28 de Septiembre de 1936, las tropas hispano-marroquís conquistaron Toledo y liberaron el Alcázar tras ser recibidos jubilosamente por los defensores que hasta ese momento habían sufrido 93 muertos (sin contar las 220 bajas de la columna de socorro) en un total de 70 días de asedio. Curiosamente las palabras del coronel José Moscardó nada más ver aparecer a Franco sobre los escombros del patio de armas fueron: «Le entrego el Alcázar destruido pero el honor intacto».

De todas las grandes epopeyas de la Guerra Civil Española la más famosa de todas fue indudablemente el Asedio del Alcázar de Toledo, tanto por su nivel propagandístico a nivel nacional como por su repercusión internacional. Tan grande fue el prestigio adquirido por el general Franco a raíz de esta batalla que gracias a ello muy pronto se convertiría en líder de los rebeldes y accidentalmente cambiaría el propósito del bando sublevado por algo completamente nuevo que nada tendría que ver con las razones por la cual los golpistas se habían levantado contra la República. Así fue como el sitio al Alcázar modificó accidentalmente el devenir de la contienda y por tanto la Historia de España.

Gobierno de la Victoria y Gobierno de Burgos

A medida que la Guerra Civil Española avanzaba en el tiempo, las dos zonas enfrentadas tuvieron que empezar a tomar medidas para restablecer el orden y el caos imperante. En el caso de la España Republicana todos los partidos y sindicatos se agruparon en un gabinete de unidad; mientras que en la España Sublevada se organizó de manera provisional una junta militar.

A la disgregación inicial de las diversas fuerzas políticas y milicias obreras sobre la España Republicana, el Frente Popular fue intentando restaurar el descontrol en todas las zonas afectadas por los movimientos revolucionarios, los cuales hacían la guerra por cuenta propia. Sin embargo las cosas empezaron a cambiar poco a poco con el nombramiento del «Gobierno de la Victoria» liderado por Francisco Largo Caballero, quién ostentando el liderazgo del sindicato UGT, consiguió agrupar en su gabinete a fuerzas tan dispares como el PSOE, PCE, ERC, PNV e incluso a los anarquistas de CNT-FAI. Gracias a esta iniciativa se fue recuperando el control de la ley en muchas ciudades y pueblos, se militarizó la sociedad e incluso se incrementó la disciplina entre los combatientes, aunque tampoco se renunció a la «Revolución» porque las milicias siguieron teniendo un peso muy importante.

Gobierno de Burgos con Francisco Franco y Emilio Mola acompañados por militares, falangistas y la Guardia Civil.

Al mismo tiempo en la España Sublevada se nombró la Junta Técnica de Estado, también denominada Gobierno de Burgos por su ubicación en dicha ciudad. Básicamente consistió en una jerarquía militar, integrada por numerosos alfonsinos y carlistas, quienes liderados por el general Francisco Franco tras ser elegido unánimamente por sus victorias en el campo de batalla, trató de administrar las zonas bajo poder de los rebeldes. Fue a partir de entonces cuando los sublevados se bautizaron como «nacionales», adoptaron la bandera roja y gualda e incluso proclamaron la «España Nacional» como alternativa a la Segunda República.

Internacionalización del Conflicto

A pesar de que la Guerra Civil Española fue una contienda de carácter local focalizado en España, irremediablemente se internacionalizó cuando el comunismo y el fascismo intentaron exportar su influencia. Básicamente la Segunda República Española sería apoyada por la Unión Soviética y las Brigadas Internacionales procedentes de distintos países del Komintern; mientras que la España Nacional obtendría la ayuda de la Alemania Nacional Socialista, la Italia Fascista, el Estado Nuovo de Portugal y el Ejército Republicano Irlandés (IRA) de Irlanda. También numerosos voluntarios procedentes de Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Polonia, Hungría, Yugoslavia, Checoslovaquia, Rumanía, Bulgaria, Grecia, Holanda, Dinamarca, Suiza, Suecia, Noruega, Finlandia, Estonia, Lituania, Luxemburgo, Albania, Argentina, Cuba, México, Brasil, Perú, Chile, Uruguay, Puerto Rico, Colombia, Guatemala, Chipre, Australia, Nueva Zelanda, China, Vietnam, Japón, India, Turquía, Egipto o Georgia tomaron partido por uno u otro bando, llegándose a dar casos de combatientes de la misma nacionalidad que se encontraron cara a cara con un compatriota en el lado opuesto.

CTV, Legión Cóndor y Viriatos:

Italia desplegó dos importantes fuerzas de tierra y aire durante la Guerra Civil Española que fueron el Cuerpo de Tropas Voluntarias (Corpo Truppe Volontaire o CTV) y la Aviación Legionaria (Aviazione Legionaria), cuyo mando recayó en el general Mario Roatta sobre la Península Ibérica y en el propio Benito Mussolini desde Roma. Aproximadamente el número de voluntarios fue de 78.500 tropas italianas procedentes del Real Ejército Italiano (Regio Esercito), el Cuerpo Alpino (Alpini), los Bersaglieri y la milicia de los Camisas Negras, acompañados por un material de 160 tanques, 1.800 cañones, 6.800 vehículos, 1.400 morteros, 3.400 ametralladoras y 740 aviones.

Tropas italianas fascistas del CTV en España.

Alemania participó del lado de la España Nacional enviando a un segmento de la Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe) bautizado como Legión Cóndor al mando del general Wolfram Von Richtofen. Dicho escuadrón llegó a disponer de 600 aviones entre cazas y bombarderos de última generación con una dotación de 19.000 militares (pilotos, oficiales, técnicos, artilleros e infantería) que contaron con el apoyo de 48 tanques de las unidades Panzer y 60 piezas de artillería antiaérea.

Portugal que sentía grandes simpatías hacia la España Nacional por el régimen autoritario y católico de Oliveira Salazar, prestó a un total de 12.000 portugueses organizados en grupos de combate denominados «Viriatos» que se integraron dentro de la Legión Española.

Irlanda que como la España Nacional era un país profundamente católico se sumó a la «cruzada cristiana» enviando 700 voluntarios del grupo armado IRA al mando del general Eoin O’Duffy como parte de la Brigada Irlandesa.

«Viriatos» Portugueses en la Guerra Civil Española.

Otros voluntarios extranjeros en la España Nacional tuvieron una procedencia muy dispar, aunque la mayoría eran de tendencias fascistas o anticomunistas. Entre los varios ejemplos hubo 300 argentinos, 250 franceses, 150 rusos blancos, 100 polacos, 100 cubanos, 40 belgas, 20 británicos, 20 brasileños, 20 finlandeses, 16 rumanos, 15 húngaros, 10 estadounidenses, 10 noruegos, 10 suizos, 10 checoslovacos, 7 mexicanos, 7 georgianos, 5 holandeses, 5 chilenos, 3 yugoslavos, 2 canadienses, 2 búlgaros, 2 egipcios, 2 lituanos, 1 australiano, 1 neozelandés, 1 sudafricano, 1 indio, 1 griego, 1 turco, 1 peruano, 1 colombiano, 1 guatemalteco y 1 judío.

URSS y las Brigadas Internacionales:

La Unión Soviética fue el principal aliado de la España Republicana básicamente por los asesores militares y el material suministrado. Aproximadamente 5.000 efectivos soviéticos (3.500 soldados y 1.500 oficiales, aviadores, carristas, consejeros, comisarios y técnicos) combatieron en el conflicto, desplegando un poderoso y moderno arsenal de 400 tanques, 1.700 cañones, 60 vehículos, 20.500 ametralladoras, 250.000 fusiles y 1.100 aviones, así como 30.000 toneladas de munición.

Voluntarios polacos de las Brigadas Internacionales.

Las Brigadas Internacionales se integraron por voluntarios de todos los diversos partidos comunista del mundo ligados al Komintern y en menor medida algunos anarquistas y trotskystas. Étnicamente algunas de las unidades más famosas fueron los batallones «Abraham Lincoln» con anglosajones, «Commune de París» con francófonos, «Dimitrov» con balcánicos, «Thaelmann» con germánicos, «Dabrowski» con eslavos, «Benito Juárez» con latinoamericanos, «Rakosi» con magiares, «Domingo Germinal» por lusoparlantes, etc. Por sus filas pasaron 10.000 franceses, 5.000 alemanes, 4.000 italianos, 3.500 estadounidenses, 3.000 británicos, 3.000 belgas, 3.000 polacos, 2.500 canadienses, 1.700 yugoslavos, 1.500 húngaros, 1.500 austríacos, 1.200 cubanos, 1.000 checoslovacos, 858 rumanos, 800 lituanos, 780 suizos, 628 holandeses, 600 argentinos, 550 daneses, 500 suecos, 462 búlgaros, 400 griegos, 280 mexicanos, 250 irlandeses, 225 noruegos, 225 finlandeses, 200 estonios, 152 judíos, 134 portugueses, 103 luxemburgueses, 100 chinos, 90 chilenos, 70 australianos, 70 uruguayos, 65 brasileños, 60 chipriotas, 58 peruanos, 50 filipinos, 43 albaneses, 40 puertoriqueños, 31 neozelandeses, 3 vietnamitas, 1 indio y 1 japonés.

Asedio de Madrid

La Batalla de Madrid fue el enfrentamiento más decisivo de la Guerra Civil Española porque decidiría el destino de España durante los años que se prolongase el conflicto. A pesar de que el Ejército Nacional ya se vislumbraba como el más inmediato vencedor de la contienda y muchos republicanos daban ya a la capital por perdida, milagrosamente resistiría al grito de «¡No pasarán!».

Partiendo desde Toledo, el Ejército de África del general Enrique Varela y en menor medida unidades del Ejército del Norte del general Emilio Mola, emprendieron la marcha hacia Madrid el 6 de Octubre de 1936 con la toma de Santa Cruz de Retamar y el 7 con la de Escalona y Sotillo de la Adrada, poniendo en fuga en esta última a milicianos anarquistas. Al día siguiente, el 8, cayó Navalperal y San Martín de Valdeiglesias, siguiéndose a continuación el curso del Río Alberche hasta entrar en Cebreros el 10. Poco a poco las últimas ciudades entre Toledo y Madrid fueron siendo ocupadas como Aldea de Fresnos la jornada del 13, Chapinería el 15, Casarrubios el 16, Olías del Rey y Robledo de Chavela el 17, Illescas y Añover del Tajo el 18 o Navalcarnero el 21 que fue invadida por 13 tanques italianos. No obstante el mayor encuentro tuvo lugar en lo que se conoció la Batalla de Seseña, donde 15 tanques T-26 soviéticos al mando del capitán Paver Arman destruyeron 11 tanques a los nacionales y les causaron 600 bajas, antes de replegarse ante las tropas marroquís que con botellas de gasolina acabaron con 3 tanques rusos y 8 tripulantes. Este inesperado golpe entre las filas nacionales que de forma milagrosa les permitió mantener Seseña en su poder, ralentizó notablemente su avance sobre Ciempozuelos el 25 de Octubre, Torrejón de la Calzada el 27, Brunete y Valdemoro el 30, Parla y Pinto el 31, Fuenlabrada y Viciosa de Odón el 2 de Noviembre, Leganés el 3, Alcorcón y el Aeródromo de Getafe el 4, Villaverde el 5 y Carabanchel el 6 hasta ir cerrando poco a poco el cerco en torno a la capital de España.

Gran Vía de Madrid ardiendo por culpa de un proyectil de la artillería nacional.

Mientras el asedio se estrechaba sobre Madrid, el pánico cundió en la ciudad cuando los aviones alemanes de la Legión Cóndor comenzaron a bombardear desde el aire la metrópoli y los civiles se vieron obligados a ocultarse en refugios o el metro. A este terror psicológico también se sumaron los bombardeos de las piezas de artillería instaladas a las afueras de la capital que constantemente lanzaban proyectiles sobre las vías principales y dejaban decenas de muertos sobre las aceras. Tal era el terror que el mismo Gobierno del Presidente Manuel Azaña huyó hacia Valencia (no sin antes ser la comitiva de vehículos abordada por unos anarquistas que a punto estuvieron de matar a los líderes del país). Sin embargo y a pesar de que ya todo parecía perdido, el general Vicente Rojo, jefe del nuevo Estado Mayor y experto táctico, comenzó a insuflar el ánimo primero entre las milicias y luego entre los soldados profesionales del Ejército Republicano asegurando que «Madrid iba a ser la tumba del fascismo». A esta revitalización de la moral que muchos creían sería la batalla final de la Guerra Civil, se añadió la ayuda que acababa de llegar de la Unión Soviética en forma de oficiales de carrera, material bélico y modernos aviones y tanques; así como los primeros voluntarios franceses, belgas, alemanes, polacos y británicos de las Brigadas Internacionales. De repente y gracias a estos cambios de última hora el optimismo volvió a crecer al máximo dentro de la guarnición madrileña constituida por la 1ª División Orgánica del Ejército Republicano, la Guardia de Asalto, los Carabineros, la Guardia Republicana y las milicias del PCE que rápidamente prepararon la defensa, cavaron trincheras y se parapetaron entre los escombros. Tal fue el espíritu combativo que incluso se trasladó desde Cataluña la Columna «Durruti» con 4.000 anarquistas y se organizaron batallones proletarios según el oficio de ferroviarios, profesores, deportistas, artistas, médicos, peluqueros, etc. Fue así como se reunió a un contingente defensivo de un total 48.000 efectivos (44.000 españoles y 4.000 extranjeros), 50 tanques, 100 cañones y 200 aviones.

Simultáneamente el Ejército Nacional al mando del general Francisco Franco no planteó una operación alternativa a invadir una ciudad de 1 millón de habitantes cuando el enemigo les doblaba en número de hombres y material, estaba atrincherado a la defensiva y además por el momento tenía tanques y aviones más modernos. Básicamente la estrategia se basó en la mayor calidad de las tropas del Ejército de África, altamente cualificadas y veteranas, cuyos efectivos cargarían frontalmente contra la capital en cinco columnas de la siguiente manera: la columna del general Antonio Castejón atravesaría la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria hasta el Paseo de la Castellana; la columna del general Francisco Delgado haría lo mismo por la Calle Ferraz y Gran Vía; la columna del general Asensio Cabanillas hasta la Plaza Colón; la columna del general Fernando Barrón hasta la Estación de Atocha; y la columna del general Rolando de Tella hasta hasta el Puente de Toledo. Para ello reunieron a un total de 20.000 soldados, 30 tanques, 100 cañones y 120 aviones.

Sigilosamente la noche del 6 al 7 de Ocubre de 1936 comenzó la penetración del Ejércio Nacional a Madrid que ocupó el Hospital de Carabanchel, la Plaza de Toros de Vistalegre e irrumpió en el Barrio de Zofío. Al mismo timpo, ya bien entrado el día 7, la Legión Española entró en por primera vez la Casa de Campo y progresó hacia el interior encontrando núcleos aislados de milicianos en los parques y arboledas que tuvo que ir venciendo. De momento todo parecía estar marchando bien para los nacionales hasta que inesperadamente un grupo de Carabineros destruyó a un tanque italiano CV-33 en el Puente de Toledo, capturando en su interior un mapa detallado que explicaba todo el plan de invasión nacional a Madrid. Inmediatamente el general Vicente Rojo estudió el mapa e incrédulo por aquel golpe de suerte decidió concentrar la mayor parte de sus efectivos en el centro de la capital que era precisamente por donde iban a pasar los nacionales.

Cuando la gran ofensiva del Ejército Nacional se desencadenó sobre Madrid el domingo 8 de Octubre de 1936 bajo un intenso fuego de artillería contra el casco urbano, miles de tropas hispano-marroquís se abalanzaron contra la Casa de Campo y el Río Manzanares sufriendo un repentino fuego de ametralladoras y fusilería que diezmó sus filas. Sin embargo la Legión Española consiguió reponerse de las bajas iniciales y tras volar la tapia de la Puerta de Hierro, penetró en tromba hacia la ciudad junto al Puente Princesa; exactamente igual que hicieron otros legionarios por la Puerta del Batán, quienes a continuación aseguraron el Coto Real y destruyeron un tanque soviético T-26. Mientras tanto en otros sectores las columnas no tuvieron tanta suerte porque fueron frenadas por los republicanos en el Puente de los Franceses, el Cerro Garabitas y las barricadas infranqueables de las calles del Barrio de Usera.

Incapaces de avanzar hacia el interior de Madrid, las tropas nacionales fueron repelidas el 9 de Octubre en el Basurero de Usera y el 10 en el Puente Nuevo que fue demolido por dinamita. Tampoco en el aire los nacionales tuvieron suerte porque los nuevos cazas soviéticos Polikarpov I-16 Mosca se mostraron muy superiores a sus contrincantes y por tanto derribaron un gran número de aviones atacantes. De hecho los únicos progresos del Ejército de África, por aquel entonces empantanado a causa de un imprevisto temporal de fuertes lluvias y viento, fue alcanzar la Glorieta de Mataderos, coronar la cumbre en la Colina del Paquillo y expulsar a los voluntarios de las Brigadas Internacionales del Cerro de los Ángeles a costa de un gran número de muertos y heridos. Fue entonces como ante estos tímidos avances, se decidió concentrar todo el esfuerzo de la ofensiva contra la Ciudad Universitaria.

Parapeto republicano en la Ciudad Universitaria.

La Batalla de Ciudad Universitaria se inició el 15 Noviembre de 1936 cuando la Legión y el Tabor de Regulares cruzaron el Río Manzanares sobre el sector del inservible Puente de los Franceses, donde fueron acribillados por las ametralladoras en el agua y la mayor parte de sus tanques resultaron destruidos tras quedar embarrancados en el lodo. No obstante y a pesar de las adversidades, un grupo de 500 tropas coloniales marroquís consiguieron alcanzar la orilla opuesta y establecer una cabeza de puente conquistando en los alrededores del Campus la Escuela de Arquitectura y el Estadio. Gracias a esta base el resto de regulares y legionarios atravesaron el río y fueron internándose en la Ciudad Universitaria, expulsando primeramente a un contingente de comunistas polacos de la Casa Velázquez y luego a una milicia de independentistas catalanes en la Escuela de Ingenieros Agrónomos. Sin embargo a partir de este punto la batalla se convirtió en un combate cuerpo a cuerpo en cada edificio y sala por sala que costó un alto precio en vidas a los dos bandos, a veces por el simple control de una habitación. Por ejemplo se peleó con granadas y cuchillos en los cuartos de la Residencia de Estudiantes y en los quirófanos del Asilo de Santa Cristina antes de caer en manos de los nacionales. Igual de intensa fue la lucha en la toma de los jardines del Paseo Rosales, el Palacio de la Moncloa y el Hospital Clínico que costó la muerte al líder anarquista Buenaventura Durruti el 20 de Noviembre. Dos días más tarde, el 22 de Noviembre, los nacionales se hicieron con el Monumento de los Héroes de Cuba en el Paseo del Oeste, no logrando progresar ni un sólo metro más debido al gran número de bajas sufridas y a las interminables reservas del enemigo que se aferró al terreno heroicamente. Así fue como al día siguiente, 23 de Noviembre, Franco comprendió su derrota y ordenó suspender la operación de ocupar la capital. Madrid se había salvado.

Sin duda alguna la Batalla de Madrid fue un encuentro clave de la Guerra Civil Española porque gracias a la victoria militar del Frente Popular, el Ejército Nacional quedó mermado e incapacitado para conquistar la capital. De hecho las bajas nacionales entre muertos y heridos ascendieron a la elevada cifra de 10.000 (de una fuerza de 20.000, lo que constituyó el 50% del total); exactamente igual que los republicanos que también encajaron otras 10.000 entre fallecidos y prisioneros (de una fuerza de 48.000, lo que significó el 20% del total y por tanto un triunfo abrumador). Fuese como fuese la salvación de Madrid supuso la continuidad política de la España Republicana y un cambio de planes para la España Nacional, que tuvo que posponer la toma de la capital para el final y mientras tanto ir invadiendo el resto de España.

Batalla de Málaga

Andalucía había permanecido bastante inactiva desde la consolidación de los dos frentes en la Guerra Civil Española hasta que a finales de 1936 y principios de 1937, las fuerzas nacionales agrupadas en el Ejército del Sur al mando del general Queipo de Llano pasaron a la ofensiva en diversas provincias. Por ejemplo desde Córdoba y Jaén un grupo de 2.000 efectivos del Tabor de Regulares y Requetés protagonizaron la «Campaña de la Aceituna» consistente en profundo avance en Albendían, Cañete de las Torres, Valenzuela, Bujalance, Pedro Abad, El Carpio, Villafranca, Adamuz y Morente antes de aniquilar contundentemente a una fuerza de las Brigadas Internacionales sobre Villa del Río en lo que se conoció como la Batalla de Lopera, donde voluntarios comunistas británicos y franceses sufrieron 900 bajas entre 300 muertos y 600 heridos a costa de 200 bajas los nacionales. Simultáneamente desde Cádiz y Granada, nuevos refuerzos del Ejército del Sur escalaron la Sierra del Oreganal, superaron la Serranía de Ronda y dejaron atrás Sierra Palmitera para tomar los pueblos de Arriate, Parchite, Júcar, Tarajal, Cartajima, Parauta, La Ventilla, Igualeja, Jubrique, Benahavis, Pujerra, Benalguacil, Madroño, Escuzar, Ventas de Huelma, Coín, Alhama, Santa Cruz del Comercio, Resinera, Arenas del Rey, Játar, Alcaicerías, Torrecillas y finalmente el importante puerto de Marbella el 20 de Enero de 1937.

Tropas italianas del CTV avanzando hacia Málaga.

La ofensiva nacional contra Málaga se inició en Febrero de 1937 con 25.000 efectivos que partieron en dos alas a través de las cumbres de la Cordillera Bética de la siguiente manera: 15.000 hispano-marroquís del Ejército del Sur al mando del general Queipo de LLano y 10.000 italianos del CTV al frente del general Mario Roatta. Mientras tanto al otro lado, el Ejército Republicano del general José Villalba disponía de 40.000 efectivos entre voluntarios de las Brigadas Internacionales, Guardias de Asalto y milicianos del PCE y la CNT apoyados solamente por 16 piezas de artillería.

Veloz fue el avance nacional sobre la provincia de Málaga al encontrarse gran parte del Ejército Republicano sin municiones y con unas milicias escasamente instruidas. A la caída de la Boca del Asno tras un asalto de los falangistas y la toma de Titán por efectivos españoles, las tropas italianas de los Camisas Negras progresaron rápidamente haciéndose con Alazores, Colmenar, Almogia, Ardales, El Burgo, Alora, Ventas de Zafarraya e irrumpiendo en la Sierra del Torcal, el Valle de Abdalajís y Puerto de La Torre hasta conquistar los importantes enclaves de Fuengirola el 6 de Febrero y los muelles de Torremolinos el 7. Al día siguiente, 8 de Febrero, los soldados italianos del CTV cruzaron el Río Guadelmedina y entraron victoriosos en el puerto de Málaga.

Ocupada Málaga por las tropas italianas del CTV, inmediatamente el pánico cundió en la ciudad y por tanto las fuerzas republicanas presentes en la región iniciaron una retirada masiva y en desbandada que fue desbordada con millares de civiles tras echarse a los caminos con sus familias y pertenencias. Aquel éxodo que constituyó la huida de 100.000 personas a través de la pedregosa carretera que unía Málaga con Almería terminó en una catástrofe humana porque los refugiados fueron constantemente hostigados por ametrallamientos y bombardeos desde aviones, así como por los proyectiles lanzados desde el mar por los cruceros nacionales Baleares y Canarias. No obstante y a pesar de que la mayoría consiguió escapar hacia Almería o los montes de Sierra Morena, los republicanos sufrieron 7.000 bajas a costa de únicamente de 297 bajas italianas entre 76 muertos y 221 heridos, lo que supuso uno de los mayores triunfos militares nacionales hasta la fecha.

Refugiados huyendo por la Carretera de Málaga hacia Almería.

Muchas fueron las ventajas tras las victorias sobre Andalucía a inicios de 1937. Por un lado entre Córdoba y Jaén los nacionales ganaron 1.500 kilómetros cuadrados de terreno; mientras que en Málaga acortaron la línea de frente 105 kilómetros. Gracias a ello no solamente se apuntalaron las posiciones rebeldes en Andalucía, sino que además con el puerto de Málaga se facilitó la comunicación naval con Marruecos y las Islas Baleares, puntos estratégicos del esfuerzo bélico en el Mar Mediterráneo. Contrariamente, el único inconveniente de estas operaciones sobre Andalucía fue que se dejó de lado el Asedio del Santuario de la Virgen de la Cabeza en Jaén (donde 300 Guardias Civiles resistían desde el inicio de la contienda los ataques del Ejército Republicano), cuyos efectivos fueron inevitablemente derrotados y tuvieron que rendirse tras haber muerto la mayoría. A partir de entonces, tanto un bando como el otro permanecerían inmóviles en Andalucía toda la contienda sin variar el frente apenas unos insignificantes kilómetros.

Batallas de Jarama y Guadalajara

Imposibilitado el Ejército Nacional a la hora de invadir Madrid, el general Francisco Franco tuvo que buscar otras alternativas para neutralizar la capital de España. Una de estas fue plantear una ofensiva sobre el Río Jarama que cortase la carretera de Valencia por donde Madrid recibía los suministros vitales que contribuían enormemente al esfuerzo del asedio. Por eso mismo el general Enrique Varela tomó el mando de una fuerza de 40.000 efectivos (39.300 hispano-marroquís y 700 irlandeses) del Ejército de África que incluían la Legión, algunos Tabores de Regulares y los voluntarios de la Brigada Irlandesa apoyados por 40 cañones y 55 tanques alemanes Panzer I. Frente a ellos se interponían un número inferior de 30.000 soldados del Ejército Republicano del Centro al mando del genera José Miaja con numerosos extranjeros de la Brigada Internacional «Thälman» integrada por comunistas alemanes y austríacos, la Brigada Internacional «Garibaldi» por italianos y la Brigada Internacional «Abraham Lincoln» por estadounidenses, británicos y canadienses que apoyaban 30 tanques soviéticos T-26.

La Batalla del Jarama comenzó el 6 de Febrero de 1937 con una ofensiva que en sus primeras 48 horas cosechó grandes éxitos porque el Ejército de África ocupó las localidades de Gózquez, San Martín de la Vega, Valdecabas, La Marañosa, Cabeza Fuerte y el Monte Fraile; al mismo tiempo que la Brigada Irlandesa contribuía a asegurar los alrededores de Ciempozuelos y Titulcia. Sin embargo los nacionales no consiguieron progresar más hacia el interior debido a la férrea resistencia republicana que les detuvo en el ascenso hacia el Alto Pajares y la Cota 700, ya que la Brigada Internacional «Garibaldi» les impidió hacerse con Arganda y la Brigada Internacional «Abraham Lincoln» les expulsó de la Meseta de Morata. De hecho la única ganancia sublevada a lo largo del mes fue la Cota Pingarrón que cayó en su poder el 27 de Febrero antes de que suspendiese la campaña del Jarama con un derrota que a los nacionales les costó 6.000 bajas entre muertos y heridos a costa de 5.000 bajas republicanas (2.500 españolas y 2.500 de los voluntarios extranjeros).

Voluntarios estadounidenses de la Brigada Internacional «Abraham Lincoln» en la Batalla del Jarama.

Guadalajara fue el siguiente objetivo de los nacionales tras el fracaso en la Batalla del Jarama, aunque en esta ocasión los protagonistas serían exclusivamente las tropas italianas del Cuerpo de Tropas Voluntarias (CTV). Dicha elección fue porque los mandos italianos al frente del general Mario Roatta interpretaron que hundiendo las líneas republicanas en Guadalajara se podría rodear Madrid desde el noroeste cortando Brihuega y cerrando el paso por Alcalá de Heneras. Fue por eso mismo por lo que el CTV desplegó a un total de 35.000 fascistas italianos con 89 tanques, 216 cañones, 2.000 camiones y 62 aviones que se enfrentarían al Ejército Republicano del Centro con 20.000 hombres (15.000 españoles y 5.000 comunistas franceses, italianos, alemanes, belgas, polacos y austríacos de las Brigadas Internacionales), 70 tanques y 120 aviones.

El 8 de Marzo de 1937 empezó la Batalla de Guadalajara tras un previo bombardeo artillero de los italianos que apenas tuvo efecto debido a las adversas condiciones de lluvia y niebla que impidieron la visibilidad y encharcaron los caminos. Por dicha razón cuando se emprendió la marcha el día 9 las tropas del CTV únicamente penetraron 12 kilómetros antes de resultar frenadas en Brihuega por los voluntarios franceses y alemanes de las Brigadas Internacionales, así como por comunistas italianos de la Brigada «Garibaldi» que tuvieron ocasión de enzarzarse en un tiroteo contra sus compatriotas de los Camisas Negras. Así fue como tras dos días de lucha, los fascistas italianos esperaron hasta el 11 de Marzo para ocupar Brihuega y progresar otros 3 kilómetros en la Carretera N-II para otra vez quedar detenidos por culpa de la climatología lluviosa y el suelo embarrizado que atascó los tanques y ralentizó a los soldados. Aprovechando esa debilidad, al día siguiente, el 12 de Marzo, el Ejército Republicano del Centro desencadenó su contraofensiva arrollando a los italianos y destruyendo en su retaguardia el Puente de Alcolea del Pinar para evitar que escapasen; al mismo tiempo que la 11ª División de Infantería Republicana del teniente coronel Enrique Líster y milicias anarquistas de la CNT del revolucionario Cripriano Mera efectuaron una maniobra envolvente con la que recuperaron Brihuega el 18 y derrotaron humillantemente al CTV al que situaron al borde de su destrucción.

Columna italiana del CTV durante la Batalla de Guadalajara.

La Batalla de Guadalajara significó la mayor derrota militar de la Italia Fascista desde su fundación porque el CTV encajó 9.200 bajas (8.800 italianos y 400 colaboradores españoles) entre los que hubo 4.000 muertos, 4.000 heridos y 800 prisioneros junto con unas pérdidas materiales de 10 tanques, 65 cañones, 13 morteros, 500 ametralladoras y 67 camiones; a costa de 6.400 bajas republicanas entre 6.000 muertos o heridos y 400 prisioneros. Aquella inesperada victoria del Frente Popular contra una potencia extranjera como Italia a la que provocó un auténtico desastre militar a pesar de tener un poderoso ejército moderno, hundió el prestigio de Benito Mussolini a nivel internacional y sobretodo revitalizó el estatus en el extranjero de la Segunda República que por segunda vez había salvado Madrid.

Campaña de Vizcaya

Particular fue la situación del Frente Norte en España porque Vascongadas, Cantabria y Asturias habían quedado aisladas del resto del territorio bajo control del Frente Popular desde el mismo golpe de Estado que dio inicio a la Guerra Civil Española. Fue por esa razón por la que se concedió al Lehendakari Juan Antonio Aguirre del PNV la autorización para crear unas fuerzas armadas locales que bautizó como Ejército Vasco (Euzko Gudarostea) y organizar una fuerte línea defensiva en torno a las industrias de Bilbao que fue conocida como el «Cinturón de Hierro» por sus 8 kilómetros inexpugnables de hormigón, trincheras, blocaos y 1.400 nidos de ametralladora protegidos por 35.000 efectivos, 144 cañones y 25 aviones. Frente a ellos el Ejército del Norte de los nacionales al mando del general Emilio Mola contaba con 36.000 efectivos equipados con 200 cañones y 140 aviones listos para el ataque.

Ejército Vasco del PNV defendiendo el Cinturón de Hierro de Bilbao.

Durante todo 1936 la situación en el norte de España se había mantenido en tablas hasta que a finales de año el Ejército Vasco compuesto por tropas nacionalistas vascas de «Gudaris» y milicias sindicales de UGT desencadenaron una breve ofensiva contra Álava en lo que se conoció como Batalla de Villareal. Este asalto que fue protagonizado por 4.300 efectivos, 9 tanques y 25 cañones encontró por sorpresa al Ejército del Norte del general Emilio Mola con solamente 600 hombres y 17 cañones, cuyas tropas se vieron obligadas a ceder terreno en favor del Ejército Vasco que conquistó Nafarrete, Albertia, Elosu, Chabolapea, Bechina e irrumpió en el Valle de Léniz ocupando el Monte Isusquitza. Sin embargo los republicanos fracasaron en sus continuos intentos sobre la ciudad de Villareal, donde los nacionales resistieron gracias a la fluida llegada de refuerzos desde Navarra que estabilizaron la línea del frente y finalmente favorecieron la contraofensiva expulsando al enemigo hacia su línea de partida tras la caída de Nafarrete y Chabolapea. Terminada la operación el Ejército Vasco sufrió 4.300 bajas entre 1.000 muertos y 3.300 heridos; mientras que el Ejército del Norte un total de 1.500 bajas entre 450 muertos y 1.050 heridos.

Hasta bien entrado 1937 la Campaña del Norte permaneció inactiva, cuando por fin el 21 de Marzo el Ejército del Norte con 28.000 tropas hispano-italianas iniciaron su gran ofensiva contra Vizcaya. Durante el primer mes y gran parte de Abril los asaltantes avanzaron con pasmosa rapidez ocupando Ochandiano, Elorrio, Ermua, Marquina, Elgueta e hicieron cumbre encajando serias bajas en el Monte Inchorta. A estas localidades siguieron la conquista de Durango el 28 de Abril y Guernica el día 29; al mismo tiempo que desde el norte los italianos que remontaban la costa del Mar Cantábrico se hacían con el puerto de Bermeo el 1 de Mayo y posteriormente con el Cabo Machichaco. Tampoco supuso un problema el sector central porque los nacionales a lo largo de Mayo se abrieron paso primero en Sollube, luego en el Mazico de Bizcargui y por último en Peña Lemona el 3 de Junio que cambió tres veces de dueño debido a los intensos combates librados. Tales progresos permitieron superar el «Cinturón de Hierro» después de que tropas españolas cruzaran el Río Nervión cerca de Ibaizábal y soldados italianos de las Flechas Negras asegurasen Munguía, antes de que las vanguardias nacionales conquistasen la capital vasca e izaran la bandera bicolor en el Ayuntamiento de Bilbao.

Milicianos de Falange entran triunfales en San Sebastián.

Perder Vizcaya fue un duro golpe para el Frente Popular porque además de los 14.000 efectivos del Ejército Vasco caídos en su defensa; privó a la Segunda República de los Altos Hornos de Bilbao y toda la cuenca industrial de Vascongadas que desde entonces pasaría a enriquecer a los sublevados.

Ofensivas de Córdoba y Segovia

Aliviar la presión en Madrid a costa de otros lugares de importancia secundaria en España se convirtió en una necesidad urgente para el Frente Popular y una alternativa a evitar por los nacionales en la primavera de 1937. Por dicho motivo los sublevados de Andalucía al mando del general Queipo de Llano planearon una ofensiva hacia Córdoba en el sur del país; al mismo tiempo que el general del Estado Mayor de la República, Vicente Rojo, otra hacia Segovia en el centro.

Más conocida como Batalla de Pozoblanco, la ofensiva nacional sobre Córdoba se efectuó el 6 de Marzo de 1937 con el avance de 16 kilómetros a través las líneas enemigas en la Cordillera Subética, con la toma de Villanueva del Duque el día 9 y con la entrada en Alcaracejos la jornada del 6. Sin embargo los nacionales fracasaron en su intento de invadir Pozoblanco porque fueron rechazados por los republicanos, quienes curiosamente imitando a tiempos pasados de la Edad Media, protagonizaron una carga de caballería a espada sufriendo 9 muertos y consiguiendo poner en fuga a los sublevados. Gracias a este contraataque los republicanos reconquistaron Alcaracejos y Villanueva del Duque y derrotaron a los nacionales que volvieron a sus iniciales líneas de partida.

Soldados del Ejército Republicano a la ofensiva en Segovia.

Segovia fue el objetivo de la ofensiva dirigida por el general Karol Walter el 30 de Mayo de 1937 con un total de 15.000 hombres del Ejército Republicano del Centro y la Brigada Internacional «La Marsellesa» compuesta por voluntarios franceses cubiertos por 20 tanques, 50 cañones y 102 aviones contra un reducido número de 7.000 hispano-marroquís integrados en la 75ª División de Infantería Nacional y el Tabor de Regulares de Melilla. No obstante y a pesar de la superioridad evidente, los republicanos únicamente conquistaron la localidad de Cabeza Grande, ya que en el resto de sectores sobre La Granja y el Alto del León tuvieron que retirarse sufriendo 1.500 muertos a costa de 1.100 muertos los nacionales que heroicamente mantuvieron la posición y desbarataron la ofensiva enemiga para siempre.

Sucesos de Mayo en Barcelona

Las divisiones internas dentro del Frente Popular se habían mantenido desde que había comenzado la Guerra Civil Española debido a que socialistas, comunistas, anarquistas, trotskystas y republicanos moderados habían unido temporalmente sus fuerzas para enfrentarse a la sublevación militar. Sin embargo todos estos grupos se odiaban entre sí y aspiraban aniquilar a sus compañeros de armas una vez fuesen vencidos los nacionales para imponer su propio totalitarismo. Desgraciadamente para muchos dentro del Frente Popular, la cada vez más intromisión de la Unión Soviética de Stalin dentro del Gobierno a través del PCE y un ala radical del PSOE puso en alerta tanto a las anarquistas de la CNT-FAI como a los trotskystas del POUM de que muy pronto habría una purga interna.

Cataluña y Aragón se habían mantenido hasta mediados de 1937 con un estatus diferencial del resto de la Segunda República debido a que el anarquismo de la CNT se había hecho con el control absoluto de esta zona de España, quedando relegadas las autoridades del Gobierno de Madrid y de la Generalidad de Cataluña a una simple presencia simbólica. Este problema todavía se había agravado más con el intento fallido de los anarquistas de adueñarse de Valencia tras un enfrentamiento armado sobre esta provincia entre la CNT y los comunistas que se saldó con 30 muertos por ambos lados. También la tensión se incrementó con la detención de 600 anarquistas en Aragón y el asalto comunista a un puesto de la FAI en Barcelona en el que murieron varios sindicalistas. Fue así como nacieron dos bandos enfrentados en el seno Frente Popular que generaron un conflicto armado de la siguiente manera: por un lado el Ejército Republicano y los partidos del PSOE, PCE, UGT y los nacionalistas catalanes de ERC que defendían centrarse primeramente en ganar la guerra a los nacionales para luego llevar a cabo la revolución social; contra la CNT-FAI, POUM y la Sección Leninista-Bolchevique que proponían primero hacer la revolución para posteriormente ganar la guerra. Tal desentendimiento que resultó fatal para la Segunda República desembocó en una guerra civil dentro de otra guerra civil conocida como los «Sucesos de Mayo de Barcelona».

Barricada comunista en Barcelona esperando un ataque anarquista durante los Sucesos de Mayo de 1937.

Oficialmente la «mini guerra civil» dentro del Frente Popular comenzó la tarde del 2 de Mayo de 1937 cuando milicias independentistas del Estat Català de ERC intentaron retomar el control de Barcelona para la Generalidad de Cataluña atacando en la ciudad a una patrulla de la FAI y matando un anarquista, lo que provocó la reacción de estos últimos iniciando tiroteos en diversas calles. Al día siguiente, el 3, la situación todavía se complicó más después de que 200 Guardias de Asalto ocuparan la Central Telefónica de la CNT tras una sangrienta lucha con muertos y heridos. Ante estos incidentes que la CNT-FAI consideró una agresión, los anarquistas se echaron a las calles de toda Barcelona, levantaron barricadas y declararon la guerra a socialistas, comunistas y catalanistas. A esta rebelión también se sumaron las milicias trotskystas del POUM y los voluntarios de la Sección Leninsta Bolchevique que intensificaron más la reyerta.

Barcelona fue testigo de una cruenta guerra urbana entre los combatientes de la CNT y el POUM que controlaban gran parte de la ciudad y las fuerzas gubernamentales apoyadas por las columnas del PCE que sometían el centro y la Avenida de Las Ramblas. Tal era el caos que rápidamente las azoteas de los edificios quedaron atestadas de francotiradores y los cruces bloqueados por culpa de los vehículos militares incendiados con granadas mientras los muertos aumentaban en ambos lados. Algunos de los episodios más sangrientos fueron los enfrentamientos en la Vía Durruti donde falleció el líder anarquista Domingo Ascaso, así como los tiroteos en la Oficina Central del Sindicato Médico de la Plaza Santa Ana, la Sede de la Federación Local de la FAI y el Cine Municipal debido a que en este último fallecieron numerosos Guardias de Asalto y Carabineros a manos de los disparos de un cañón de 75 milímetros emplazado por los anarquistas.

Fuera de Barcelona también se produjeron choques entre la CNT-FAI y las tropas gubernamentales tanto en Cataluña como en menor medida en otras zonas de España. Por ejemplo en Vich hubo numerosos tiroteos y bajas; exactamente igual que sucedió en Tarragona con la muerte de 30 anarquistas o en la ciudad de Tortosa con víctimas mortales de otros 30 milicianos de la CNT. Sin embargo y a diferencia de la capital catalana, en el resto de España la situación fue rápidamente controlada por el Ejército Republicano. Sobre Aragón fracasó un motín de la 26ª División de Infantería Anarquista acuartelada en Barbastro; mientras que en Madrid la 28ª División de Infantería Anarquista y la 29ª División de Infantería del POUM suspendieron la rebelión iniciada ante una amenaza de bombardeo por parte de la Aviación Republicana.

Milicianos anarquistas de la CNT disparando en Barcelona a los comunistas durante los Sucesos de Mayo de 1937.

Poco a poco la insurrección de la CNT-FAI y el POUM fue desarticulada en toda la España Republicana, quedando los revolucionarios arrinconados en Barcelona. Gracias a ello, el Gobierno del Frente popular envió 5.000 tropas procedentes de Madrid hacia Cataluña y una fuerza naval desde Valencia compuesta por tres navíos entre los que estaban el acorazado Jaime I y dos destructores. Ante tal superioridad los milicianos anarquistas y trotskystas fueron retrocediendo no sin antes causar un gran número de bajas a sus atacantes e incontable destrucción en calles, edificios, carreteras, ferrocarriles y puentes. Finalmente el 8 de Mayo de 1937 los soldados del Ejército Republicano aplastaron a los últimos núcleos de resistencia de la CNT-FAI y el POUM, recuperando de una vez por todas el control de Barcelona.

Los Sucesos de Mayo de 1937 en Barcelona fueron un acontecimiento catastrófico para el Frente Popular, inmensamente peor que cualquier derrota militar anterior con los nacionales. A las 2.500 bajas entre 1.000 muertos y 1.500 heridos por parte de los dos bandos izquierdistas, siguió la ilegalización política de la FAI y el POUM, lo que primeramente desactivó a decenas de miles de combatientes en los diversos frentes de operaciones en España y segundo obligó a las fuerzas gubernamentales a desviar importantes recursos terrestres y navales para mantener el orden en la retaguardia. Tal crisis acabó en la caída del Gobierno de UGT liderado por Largo Caballero en favor de Juan Negrín del PSOE, así como en una división interna cargada de odios y rencores de la que jamás la Segunda República se recuperaría. Por si fuera poco la inesperada «guerra civil» entre los mismos partidos de izquierda del Frente Popular, socavó el escaso prestigio del Gobierno de Madrid en el extranjero y en especial a ojos de las democracias occidentales que a pasos agigantados fueron apoyando discretamente la causa mucho más sólida de Franco.

Gobierno del PSOE y Falange FET de las JONS

A mediados de 1937 muchas cosas habían cambiado en la España Republicana y la España Nacional. Hasta la fecha ninguna de las «dos Españas» había podido oriental una política predecible debido a los dispares movimientos ideológicos existentes entre sus filas. Sin embargo a aquellas alturas de la contienda ambos bandos habían aprendido de sus errores y por fin consolidarían fuertes gabinetes con claros objetivos de cara al futuro, cosa que harían los republicanos hacia el comunismo y los nacionales hacia el fascismo.

La España Republicana fue el caso más radical porque tras purgar violentamente a los anarquistas de la FAI y los trotskystas del POUM en los Sucesos de Mayo en Barcelona, el Gobierno de la Victoria de Francisco Largo Caballero se vio forzado a dimitir a causa del ridículo que supuso la «mini guerra civil» entre el Frente Popular. Ante tal escándalo, el 17 de Mayo de 1937 se tuvo que nombrar un Gobierno del PSOE encabezado por el radical Juan Negrín, quién apoyado por los comunistas del PCE y a su vez por la Unión Soviética y el mismo Iósif Stalin, orientó a la Segunda República hacia un modelo comunista en muchos aspectos. Por ejemplo se acabó con la revolución social en todas partes de España, se disolvieron las milicias, se retomó el control de las ciudades, se impuso una férrea vigilancia policial, se militarizó completamente a la población civil, se reabrieron las empresas burguesas (aunque controladas por comisarios estatales) y se volvió a legalizar el cristianismo (aunque con sacerdotes afines al Gobierno), entre muchas otras medidas destinadas al cumplimiento de la disciplina. Así fue como el Frente Popular quedó sujeto a los intereses del Komintern, especialmente tras el traslado del oro del Banco de España a Moscú, lo que privó al Gobierno de cierta independencia respecto a la toma de decisiones.

Mapa de la Guerra Civil Española a mediados de 1937. Azul = Nacionales. Rojo = Republicanos.

La España Nacional fue cada vez más abrazando un modelo fascista cuando Francisco Franco fue nombrado «Caudillo de España» y «Generalísimo» del Ejército Nacional. La razón de este inesperado cambio (al fin y al cabo el golpe de Estado del 18 de Julio de 1936 había sido perpetrado con la intención de acabar con la Revolución y restaurar la Constitución Republicana de 1931), respondía a que la situación se había modificado por completo. Primeramente los generales republicanos protagonistas del Alzamiento Nacional, José Sanjurjo y Emilio Mola, fallecieron en accidentes aéreos; mientras que el resto de militares habían perdido protagonismo al no destacar en el campo de batalla a diferencia de los importantes triunfos logrados por Franco. En segundo lugar, la vuelta a otra República o la monarquía borbónica como solicitaban los alfonsinos, no aseguraba a Franco la estabilidad en un país que había sido azotado por revoluciones en las últimas dos décadas. Ni siquiera la situación internacional con las democracias occidentales sucumbiendo en el mundo ante los fascismos le hicieron decantarse por un sistema liberal cuando sus dos grandes promotores eran Alemania e Italia (gracias en parte a que la Falange se había convertido en el partido más poderoso y en la milicia más numerosa del bando nacional). Fue así como finalmente Franco promovió un sistema filofascista de carácter autoritario centrado en la figura de su persona como Jefe del Estado y como líder de un modelo de «partido único» que fusionó a falangistas y carlistas en lo que se conoció como la Falange Española Tradicionalista de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, más conocida como FET-JONS. No obstante y a diferencia de otros fascismos la ideología nacional que pronto se iría conociendo como «franquismo» entró en muchas contradicciones con el ideario fascista original porque se declaró completamente antirrevolucionario y otorgó un papel muy importante a la Iglesia Católica en los asuntos estatales, entre otras cuestiones; aunque copió otras tal cual como la economía corporativista, los sindicatos verticales, el militarismo, los saludos romanos brazo en alto al grito de «¡Arriba España!», la uniformidad de camisa azul falangista con boina roja carlista o la inclusión en la bandera del águila de San Juan con el lema «Una Grande y Libre».

Batalla de Brunete

Amenazada la Campaña del Norte ante una más que probable invasión nacional de Asturias y Santander, el Estado Mayor del Ejército Republicano al mando del general Vicente Rojo planeó una ofensiva de distracción en Madrid para aliviar la presión enemiga en la Cornisa Cantábrica y de paso golpear al exhausto Ejército de África que asediaba la capital de España. Así fue como nació la idea de atacar el sector de Brunete entre Valdemorillo y Cuesta de la Reina que conjuntamente con una avance desde el mismo centro de Madrid hacia Alcorcón dejaría embolsadas a grandes cantidades de fuerzas nacionales para su posterior destrucción. Dicha ofensiva contó con un total 85.000 soldados, 170 tanques, 220 cañones y 300 aviones por parte del Ejército Republicano liderado por el general José Miaja; mientras que un total de 65.000 soldados y 280 aviones (200 españoles y 80 alemanes) en el lado del Ejército Nacional encabezado por el general Enrique Varela.

La noche del 5 al 6 de Julio de 1937 dio comienzo la ofensiva del Frente Popular mediante el asalto directo del V Ejército Republicano hacia Brunete por el flanco derecho y el VIII Ejército Republicano por el flanco izquierdo. En el caso del V Ejército los republicanos consiguieron superar con facilidad las primeras trincheras nacionales bordeando Hoya Espesa, tomando la importante ciudad de Villanueva de la Cañada y escalando la Cota 663 que ocuparon después de una carga a bayoneta efectuada por 320 milicianos al final de la jornada. Sin embargo los hombres del XVIII Ejército Republicano progresaron más lentos porque hasta el 8 de Julio no salieron de su estancamiento tras la conquista de Quijorna; al mismo tiempo que los poderosos tanques soviéticos T-26 y BA-6 del V Ejército Republicano se hacían velozmente con el Cementerio de Bohadilla del Monte, el Cerro Mosquito y el pueblo de Villafranca del Castillo. Gracias a esta maniobra, al día siguiente, 9 de Julio, las vanguardias republicanas de ambos ejércitos rodearon el sector de Brunete por Villanueva del Pardillo destruyendo 10 tanques nacionales y dejando embolsadas a un gran número de fuerzas enemigas. De hecho, tan crítica se volvió la situación, que el general Francisco Franco personalmente se trasladó a la zona de operaciones de Brunete para hacerse cargo de un Ejército Nacional al borde de una derrota.

Caballería y soldados del Ejército Republicano en la Batalla de Brunete.

Con Franco al frente de la Batalla de Brunete las tornas empezaron a cambiar en favor de los nacionales porque el general reorganizó las posiciones defensivas, ordenó el traslado de refuerzos desde otras partes de España y fue taponando todas las brechas abiertas al norte de Madrid, lo que detuvo de manera definitiva la ofensiva republicana. Durante estos combates la ciudad de Brunete llegó a cambiar hasta tres veces de propietario tras resultar destruida por los proyectiles de la artillería y la aviación, así como por las incesantes luchas cuerpo a cuerpo entre sus calles. Milagrosamente los republicanos mantuvieron el control Brunete expulsando a legionarios y regulares después de una embestida de 40 tanques soviéticos. No obstante y aunque los nacionales decidieron dejar de lado Brunete, optaron en su lugar por concentrarse sobre sus flancos lanzado una contraofensiva el 18 de Julio que les permitió conquistar Los LLanos a costa de 1.050 bajas (202 muertos y 848 heridos) y los sectores de Loma Quemada y El Cortijo el día 19 con otro sangriento saldo de 140 muertos. A estos ataques siguieron durante las jornadas siguientes la toma de Casa Jardín, Mocha y Casa Palancar hasta que finalmente el 24 de Julio de 1937, los nacionales reconquistaron la ciudad Brunete dando por concluida la batalla.

Brunete acabó con un resultado para los republicanos de 20.000 bajas entre muertos y heridos y 60 aviones derribados; mientras que para los nacionales de 17.000 bajas entre muertos y heridos y 25 aviones derribados. Tácticamente la batalla favoreció a los nacionales porque detuvieron una ofensiva que de haber triunfado hubiese acabado en un desastre total para los sublevados. Sin embargo los republicanos también salieron favorecidos porque conquistaron grandes franjas de terreno al norte de Madrid que mantuvieron en su poder, interrumpieron durante unos meses la Campaña del Norte y sobretodo porque mermaron a las fuerzas sitiadoras de la capital impidiendo que desencadenasen más intentos de asalto por el momento.

Campaña de Santander y Asturias

Prioritaria se convirtió a mediados de 1937 la Campaña del Norte porque para el Bando Nacional significaba cerrar de una vez por todas el frente septentrional de la Península Ibérica y para el Bando Republicano mantener abierto un escenario que distraía un gran porcentaje de las fuerzas del adversario. Fue por esa razón por la cual la Segunda República levantó un gran cinturón defensivo en torno a la Cordillera Cantábrica en donde situó al Ejército Vasco del PNV y al XV Ejército Republicano, ambos al mando del general Mariano Gamir, con unos efectivos de 80.000 soldados, 150 cañones y 44 aviones. Frente a ellos los nacionales al mando del general Fidel Dávila se aprestaron a desarrollar una ofensiva contando con un total de 90.000 soldados (65.000 españoles del Ejército del Norte y 25.000 italianos del CTV) con 126 cañones y 220 aviones (80 italianos, 70 alemanes y 70 españoles).

El 14 de Agosto de 1937 los nacionales iniciaron su ofensiva en dos alas: desde Castilla la Vieja en el sur partió el Ejército del Norte y paralelamente a la costa del Mar Cantábrico el CTV de los italianos. Con relativa facilidad los españoles hicieron cumbre en el Pico de Valdecebollas, el Monte Cuesta Labra y la Sierra de Híjar al mismo tiempo que los italianos rompieron el sistema enemigo por Solcillo. Con esta maniobra un gran número de fuerzas gubernamentales fueron inmovilizadas en el terreno montañoso facilitando a los nacionales tomar Barruelo de Santullán, Peña Rubia, Salcedillo, Matalejos, Reinosilla y las instalaciones de la Constructora Naval de Portillo de Suano tras vivir intensos combates; mientras los italianos fueron cerrando el cerco por el Puerto Escudo hasta contactar con el ala opuesta española en San Miguel de Aguayo el 17 de Agosto. Gracias a este movimiento en pinza más de 6.000 soldados del Frente Popular que formaban 22 batallones fueron embolsados y destruidos, viéndose obligados los supervivientes a rendirse.

El CTV Italiano con una sección de ametralladoras en la Campaña del Norte sobre Cantabria.

Roto el frente en Santander, las tropas italianas del CTV al mando del general Ettore Bastico reanudaron su ofensiva aprovechando la caótica retirada enemiga para cruzar el Río Anson y tomar entre el 18 y 22 de Agosto los pueblos de San Pedro del Romeral, San Miguel de Luena, Cilda, Guzparras y Vega de Pas. Más al sur el Ejército del Norte se sumó a la persecución ocupando las localidades montañosas de Santiurde, Cabuérniga, Bárcena de Pie de la Concha, Entrambasmestas, San Martín de Toranzo, Selaya, Castillo Pedroso, Quintana de Toranzo, Ontaneda, San Vicente de Toranzo, Villacarriedo, Tezanos, Bárcena, Santibáñez, Las Fraguas y todo el Valle de la Saja. Simultáneamente las milicias del Frente Popular y el Ejército Vasco iniciaron su repliegue hacia la capital de Santander estando hostigados en todo momento por la aviación ítalo-germano y acosados por las vanguardias nacionales que poco a poco irrumpieron en el Valle de Mazcuerras, cortaron la carretera de escape hacia Asturias a la altura de Ibio y atravesaron el Río Dobra por el sector de Santa María de Cayón, lo que permitió embolsar a gran cantidad de fuerzas republicanas tras la caída de Torrelavega. Por si fuera poco los italianos también avanzaron imparables superando Puente Viesgo, penetrando en el Valle de Obregón y asegurando los pueblos de Vargas, Carandía, Zurita y Vioño.

Ante el espectacular progreso del Ejército Nacional en Cantabria, los independentistas del Ejército Vasco (quienes al no defender Vascongadas sentían estar luchando por una causa ajena) decidieron traicionar al Frente Popular de la República y entablar diálogo con los sublevados a través del Ministro de Asuntos Exteriores de Italia, Galeazzo Ciano, yerno de Benito Mussolini. Tras arduas negociaciones tanto en Roma como en el Vaticano, finalmente los vascos del PNV accedieron rendirse a los soldados italianos y entregar pacíficamente Santander a Franco a cambio de un trato justo en la capitulación. A raíz de este tratado que se conoció como Pacto de Santoña, el 26 de Agosto de 1936 las tropas italianas del CTV entraron victoriosas en Santander sin pegar un sólo tiro y haciendo prisioneros a los 17.000 efectivos supervivientes del Ejército Vasco sin que se tomaran ningún tipo de represalias contra ellos.

Traicionado el Frente Popular por la rendición pactada del Ejército Vasco con el CTV y la deserción masiva de todos los batallones de «Gudaris» de los independentistas vascos, el XV Ejército Republicano se vio combatiendo en solitario sobre un amplio frente imposible de cubrir. Esto sin duda precipitó la retirada general a Asturias mientras el Ejército del Norte de los nacionales se abalanzó sobre el resto de Cantabria cruzando el Río Deva por el sector de Unquera, internándose en el Valle de Peñarrubia por La Hermida, escalando la Sierra de Albas y ocupando importantes enclaves como Peña Labra, Piedrasluengas, Vega de Liébana o la Posada de Valdeón, incluyendo el complejo industrial de las Minas de Ándara. Acto seguido las tropas nacionales penetraron en los Picos de Europa y tomaron la última localidad cántabra de Tresviso el 17 de Septiembre de 1937. Hasta ese momento el Frente Popular había sufrido una tremenda derrota con más de 60.000 bajas y 16 aviones derribados; a costa de unas pérdidas nacionales de 32.000 bajas (30.000 españoles y 2.000 italianos) y 2 aviones.

Tropas republicanas defendiendo los Picos de Europa en Asturias.

Asturias, último reducto del Frente Popular al norte de España, fue invadida en Septiembre de 1936 por el Ejército del Norte del general Fidel Dávila con 90.000 soldados, 250 cañones y 150 aviones (80 italianos y 70 alemanes) frente a un reducido Ejército Republicano al mando del general Adolfo Prada con 45.000 efectivos y 180 cañones. No obstante y a pesar de la inferioridad numérica de estos últimos, los republicanos retuvieron tres semanas a sus enemigos en lo que se conoció como la Batalla de El Mazuco gracias a las elevadas posiciones defensivas de los Picos de Europa, hasta que finalmente los nacionales rompieron el sector y avanzaron rápidamente tomando Ribadesella y Covadonga, cruzaron el Río Sella y ocuparon Cangas de Onís e Infiesto. Incluso los aviones alemanes de la Legión Cóndor se distinguieron bombardeando diversos objetivos y hundiendo al submarino republicano C-6 en la rada de Gijón. Finalmente el 21 de Octubre de 1937, las tropas nacionales entraron triunfales en Avilés y Gijón, dando por finalizada la Campaña del Norte.

Invadidas Santander y Asturias por el Ejército Nacional, el Frente Popular recibió el mayor golpe político, económico y militar hasta ese momento en la Guerra Civil Española. A las grandes bajas sufridas que alcanzaron los 200.000 efectivos, se sumó la pérdida del 90% de la producción de acero en favor de los nacionales, el 60% de la carbón y en general el 36% de las industrias españolas. Por si fuera poco la conquista de toda la cornisa del Mar Cantábrico facilitó a los nacionales trasladar a todo el Ejército del Norte hacia otros frentes de España donde hacían mucha más falta, algo que sin duda cambio el curso de la contienda claramente al lado de Franco.

Ofensiva de Zaragoza y Batalla de Belchite

Aragón había sido considerado un frente secundario por el Ejército Nacional desde el inicio de la Guerra Civil Española. No lo veía así el Frente Popular que se encontraba a escasos kilómetros de Zaragoza, la capital, cuyo nudo de comunicaciones mejoraría considerablemente la situación de la República y privaría de valiosos recursos al Gobierno de Burgos. Por esa razón aquel verano de 1937 se proyectaron dos ofensivas de importancia sobre Huesca y Zaragoza que de triunfar pondrían en serios aprietos la causa nacional.

Huesca fue objetivo de la primera ofensiva republicana el 12 de Junio de 1937 mediante un ataque contra dicha ciudad y el cercano pueblo de Chimillas que acabó en un completo fracaso porque los nacionales desde unas posiciones muy bien emplazadas les repelieron con fuego de artillería y ametralladoras. Cuatro días más tarde, el 16, los republicanos protagonizaron un nuevo asalto por el sector de Alerre que también resultó un nuevo desastre con un coste de 1.000 bajas sin apenas causar pérdidas a sus oponentes. Simultáneamente más al sur de Aragón, en Julio de aquel verano, la 42ª División de Infantería Republicana intentó una pequeña ofensiva de distracción en Teruel en lo que se conoció como Batalla de Albarraicín, durante la cual se consiguió ocupar la Catedral y el Cuartel de la Guardia Civil de esta ciudad, aunque un contraataque terminó por desalojar a los republicanos el 14 de Julio. Fue entonces como ante estas dos ofensivas desarticuladas, el avance hacia Zaragoza previsto para Agosto tendría que progresar sin los flancos cubiertos.

Tanque T-26 soviético en la Batalla de Belchite.

Zaragoza fue centro de atención de la segunda ofensiva desencadenada el 24 de Agosto de 1937 con un total de 80.000 soldados, 105 tanques y 200 aviones del Ejército Republicano del Este al mando del general Sebastián Pozas contra una fuerza bastante inferior de 70.000 hombres y 80 aviones del V Cuerpo Nacional del general Miguel Ponte. Sobre un frente de 100 kilómetros desde Tardienta a Fuendetodos los republicanos avanzaron con rapidez ocupando Quinto, Mediana y Codo, aniquilando en este última localidad a 300 carlistas del Requeté de Montserrat que heroicamente resistieron hasta la muerte tras un asalto de 3.000 enemigos. También cruzaron el Río Gallego, tomaron Fuentes de Ebro y se situaron a tan sólo 6 kilómetros de Zaragoza. Sin embargo los republicanos cometieron el error de desviarse hacia el pueblo de Belchite en lugar de continuar hacia la capital aragonesa, lo que facilitó a los nacionales recibir refuerzos y fortalecer la defensa de la línea del frente.

Belchite fue la gran apuesta de una fuerza de 24.000 hombres del Ejército Republicano del Este y la Brigada Internacional «Abraham Lincoln» compuesta por voluntarios británicos, estadounidenses y canadienses al mando de general Karol Walter; que asaltaron dicha ciudad el 25 de Agosto de 1937 protegida por 7.000 nacionales dirigidos por el alcalde Alfonso Trallero (quién fallecería en la batalla). Precedido por un bombardeo de aviación que convirtió Belchite en un montón de ruinas, cascotes y escombros y dejó sin comida ni agua a los defensores, los republicanos se filtraron entre las calles destruidas combatiendo intensamente contra el enemigo casa por casa y a veces habitación por habitación, dándose duros enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Lentamente las tropas republicanas fueron progresando en la ciudad haciéndose con la Fábrica de Aceite y el centro del casco urbano hasta que tras dos semanas de refriega, finalmente entraron en el Ayuntamiento y conquistaron Belchite.

Guardias de Asalto con una ametralladora Maxim en la Batalla de Belchite.

La Batalla de Belchite terminó con una victoria del Ejército Republicano que sufrió 2.000 bajas entre muertos y heridos a costa del provocar al Ejército Nacional 3.000 bajas entre 600 muertos y 2.411 prisioneros. Gracias a este triunfo se consiguió ocupar una importante franja territorial en Aragón, aunque el éxito se convirtió en amargo, ya que el tiempo y el desgaste sufrido en Belchite, impidieron al Ejército Republicano conquistar Zaragoza y por tanto verse obligado a cavar trincheras nuevamente.

Curiosamente y sin cesar en su empeño, todavía el Ejército Republicano protagonizaría una última ofensiva en otoño de 1937 sobre Huesca protagonizada por 14.000 hombres y 16 cañones sobre la zona de Biescas que defendían 10.000 nacionales. Increíblemente el ataque tomó totalmente por sorpresa a los nacionales que se rindieron con 140 efectivos en Gavín, entregaron una batería de artillería en Escuera y se retiraron con numerosas bajas de varios sectores que ocupó el enemigo como la Loma de Asún, Acumuer, Loma de Punta Güe, Larrede, Ysún de Basa, Allué, Javierre del Obispo, el Hospital de Ipiés, la Estación de Caldearenas, Guarguera y Rapún. Solamente la resistencia en el Fortín de Santa Helena y Sabiñanigo, así como la llegada de fuerzas de la Legión y Tabores de Regulares, impidieron el desastre y favorecieron la contraofensiva nacional que recuperó Punta Güe, la localidad de Mirador del Abuelo y parte de la Sierra de San Pedro. Por ambas partes las bajas fueron de 3.500 para los nacionales y 2.500 para los republicanos, quienes a pesar de su victoria, quedaron incapacitados para intentar más ofensivas en Aragón.

Batalla de Teruel

Jamás desde que había comenzado la Guerra Civil Española el Frente Popular había conquistado una sola capital de provincia porque como consecuencia de la Revolución Social Española el Ejército Republicano únicamente había sido capaz de lanzar ofensivas menores de carácter local. Sin embargo a finales de 1937 las tropas republcianas ya estaban adiestradas y lo suficientemente disciplinadas para llevar a operaciones militares de gran intensidad como la que el general de Estado Mayor, Vicente Rojo, proyectó para tomar Teruel con la finalidad de anular la línea de comunicaciones entre Aragón y Castilla la Nueva. Para ello eligió al Ejército Republicano del Levante y las Brigadas Internacionales al mando del general Hernández Saravia que contaban con 100.000 soldados, 100 tanques, 400 cañones y 300 aviones.

Guerra urbana en la Batalla de Teruel entre nacionales y republicanos.

Sobre un frente en forma de cuña de 60 kilómetros y bajo una helada tormenta de nieve, el Ejército Republicano del Levante desencadenó su ofensiva a las 15:00 horas del 15 de Diciembre de 1937 contra una pequeña guarnición de 8.000 combatientes entre los que había 4.000 soldados de la 52ª División de Infantería Nacional y 4.000 milicianos de Falange y el Requeté al mando del coronel Domingo Rey D’Harcourt. Con facilidad la 11ª División de Infantería Republicana al frente del teniente coronel Enrique Líster rompió las líneas nacionales por el norte y ocupó la localidad exterior de Concurd el día 16; al mismo tiempo que desde el sur las vanguardias tomaron La Muela el 17 encerrando en una bolsa la ciudad de Teruel. A partir de entonces se inició la lucha por la ciudad el 19 de Diciembre con un asalto al Cementerio Viejo y el Campo de Fútbol que los sitiados defendieron hasta la muerte. De hecho, la progresión de las tropas republicanas en la ciudad transcurrió de forma muy lenta a lo largo de casi dos semanas con una temperatura de -18ºC grados bajo cero debido a que los naciones presentaron batalla casa por casa y calle por calle, lo que obligó a la artillería republicana ir demoliendo todo aquel edificio con soldados enemigos en su interior. Mediante esta táctica, los republicanos y a costa de muchas bajas, se hicieron con el Convento de Santa Clara el 1 de Enero de 1938, con la Comandancia Militar el día 3 y finalmente con el Seminario el 8 tras la rendición de los últimos 3.000 nacionales, incluyendo el propio coronel Domingo Rey D’Harcourt que mostró bandera blanca.

La conquista de Teruel y la completa destrucción de la 52ª División de Infantería Nacional fue la primera gran victoria del Frente Popular por ser la única capital de provincia capturada al enemigo. El triunfo se celebró en toda la España Republicana y supuso una inyección de ánimo para el mermado prestigio internacional de Madrid. No obstante el general Francisco Franco se sintió tan molesto por lo ocurrido que en seguida ordenó preparar una contraofensiva para recuperar Teruel utilizando a un total de 100.000 soldados, 500 cañones y 350 aviones hispano-alemanes del Ejército del Norte y el Ejército de África.

Soldados republicanos en las ruinas de la ciudad durante la Batalla de Teruel.

Oficialmente el contraataque nacional dirigido por el general Enrique Varela tuvo lugar el 17 de Enero de 1938 a las afueras de Teruel. Protegidos por piezas de artillería italiana del CTV y aviones alemanes de la Legión Cóndor, las tropas nacionales cruzaron el Río Turia pero fueron incapaces de alcanzar los suburbios de Teruel debido a la férrea resistencia de los republicanos sobre Singra que llegaron a combatir a bayoneta calada. Fue entonces cuando Franco decidió modificar el sector de ataque y desviarse al norte en lo que se conoció como Batalla del Alfambra. Esta nueva ofensiva que se inició atravesando el Río Alfambra el 5 de Febrero por tres puntos abrió un corredor de 15 kilómetros que permitió a las tropas coloniales marroquís del Ejército de África tomar las localidades de Pancrudo y Rillo; al mismo tiempo que los jinetes de la 1ª División de Caballería Nacional se apoderaban el día 6 del Túnel de Aguantón y la Sierra Palomera capturando 1.600 prisioneros. Precisamente esta última unidad protagonizó el 7 de Febrero una impresionante carga con cientos de caballos galopando y sus jinetes blandiendo espadas que arrollaron a los republicanos en Visiedo, facilitando la conquista de Lidón, Camañas y Perales del Alfambra. Gracias a estas maniobras, el 21 de Febrero la ciudad de Teruel fue cercada hasta la completa destrucción de la 46ª División de Infantería Republicana y la posterior rendición de sus 1.500 defensores que el día 22 volvieron a entregar la ciudad a los nacionales.

La Batalla de Teruel fue uno de los encuentros más sangrientos de la Guerra Civil Española hasta la fecha. Por parte del Ejército Nacional hubo 53.000 bajas entre 17.000 muertos, 33.000 heridos y 3.000 prisioneros; mientras que en el Ejército Republicano hubo 34.000 bajas entre 20.000 muertos o heridos y 14.000 prisioneros. No obstante y a pesar de que los nacionales fueron mucho más castigados en pérdidas, consiguieron recuperar Teruel y sobretodo mermar fuerzas al enemigo que para el Frente Popular cada vez eran más difíciles de reponer.

Ofensiva del Levante

Hasta 1938 las regiones de Aragón y Cataluña habían sido imposibles de atacar para el Ejército Nacional debido a que la mayor parte de los medios se había destinado a otros frentes y a que dicho escenario era considera como secundario por el general Franco. Sin embargo en Febrero del nuevo año las cosas cambiaron porque tras la derrota del Frente Popular en la Batalla de Teruel, el Ejército Republicano del Levante y las Brigadas Internacionales encargadas de defender dicho sector únicamente contaban con poco más de 100.000 hombres escasamente entrenados y apenas sin municiones. Fue entonces cuando Franco decidió centrar todos sus esfuerzos en la zona oriental de la Península Ibérica para alcanzar las aguas del Mar Mediterráneo hacia Valencia y dejar la Segunda República partida geográficamente en dos mitades.

Soldados italianos del CTV en la Ofensiva del Levante.

Al amanecer del 7 de Marzo de 1938 un total de 150.000 soldados (120.000 españoles y 30.000 italianos), 200 tanques y 950 aviones (760 españoles, 120 italianos y 70 alemanes) integrados en el Ejército del Norte, el Ejército de Castilla, el Ejército de África, el CTV y la Legión Cóndor, iniciaron su gran ofensiva contra Aragón y Castilla rompiendo el frente por diversos puntos. Primeramente los nacionales ocuparon Vivel, luego las tropas coloniales marroquís cruzaron el Río Ebro, acto seguido los italianos tomaron Rudilla y por último los soldados españoles conquistaron el disputado pueblo de Belchite después de expulsar a los voluntarios estadounidenses, en cuyas filas murió su comandante Robert Merriman. Mientras tanto las fuerzas del Ejército Republicano del Levante entraron en pánico y abandonaron apresuradamente sus posiciones sin combatir, lo que facilitó a los nacionales hacerse con Montalbán, Alcañiz y Caspe a lo largo de una marcha de 110 kilómetros.

Toda Aragón fue invadida por el Ejército Nacional porque el 22 de Marzo de 1938 las vanguardias entraron triunfales en Huesca capital, el 23 en Tardienta y Alcubierre, y el 24 en Pina de Ebro, Barbastro, Bujaraloz y Sariñena; antes de que el día 25 los marroquís ocupasen la última localidad de la región en Fraga tras una marcha espectacular de 130 kilómetros. Al día siguiente, el 26, las tropas nacionales pisaron por primera vez Cataluña apenas sin encontrar oposición. Atrás únicamente quedaría la 46ª División de Infantería Republicana atrapada en un asedio que se conoció como la «Bolsa de Bielsa», cuyo resultado se saldó con la completa aniquilación de esta unidad, la captura de 7.000 soldados y la pérdida de Sobrarde, Ribagorza y el margen izquierdo del Río Segre en favor de los nacionales.

Ocupada toda Aragón, el Ejército Nacional comenzó inmediatamente la invasión de Cataluña. El 3 de Abril de 1938 las tropas nacionales conquistaron Lérida haciendo prisioneros a 140 soldados británicos y estadounidenses de las Brigadas Internacionales; al mismo tiempo que más al norte tomaban Balaguer, Camarasa y Trem, incluyendo todas las presas hidroeléctricas de los alrededores que dejaron sin energía a la mayor parte de la producción industrial de Barcelona. Poco a poco el avance continuó hacia la frontera con Francia mediante la irrupción del Ejército Nacional en el Valle de Arán y la ocupación de Viella, así como más al sur proseguía hacia la Comunidad Valenciana. Fue entonces cuando el 15 de Abril de 1938, los soldados de la 4ª División de Infantería Nacional al mando del general Camilo Vega alcanzaron Vinaroz en la costa del Mar Mediterráneo y por tanto cortaron a la Segunda República en dos áreas geográficas separadas la una de la otra.

Tropas nacionales celebran su entrada en la playa de Vinaroz tras cortar en dos a la República.

Dividido territorialmente el Frente Popular en dos mitades, el Ejército Nacional reanudó la ofensiva con la intención de conquistar el importante puerto de Valencia. Prácticamente sin resistencia los nacionales avanzaron por el Maestrazgo a inicios de Mayo, tomaron Lucena del Cid el día 31, conquistaron Castellón el 14 de Junio, entraron en la localidad de Villareal la jornada del 15 y aseguraron las ciudades de Mora de Rubielos y Sarrión, así como la Sierra del Espadán y la Sierra del Toro a principios de Julio. Sin embargo por aquel entonces las tropas nacionales estaban exhaustas después de cuatro meses de sucesivos combates, por lo que fueron fácilmente frenadas en la denominada Línea XYZ, un sistema defensivo de trincheras y fortificaciones de hormigón que hizo imposible continuar la marcha. Precisamente de nada sirvieron las continuas cargas que tuvieron lugar los días 18 y 24 de Julio porque los soldados nacionales e italianos tuvieron que retirarse sufriendo unas elevadas bajas de 20.000 muertos y heridos por unas pérdidas republicanas de solamente 5.000 hombres. Así pues y siendo incapaces de alcanzar Valencia que todavía se encontraba a 40 kilómetros de distancia, el Ejército Nacional interrumpió las operaciones y comenzó a cavar trincheras a la espera de acontecimientos.

Bombardeos y Guerra Aérea

Uno de los aspectos que caracterizaron a la Guerra Civil Española fue la intensificación de la guerra aérea que superó ampliamente a la de la Primera Guerra Mundial y anunció un precedente de lo que sería la Segunda Guerra Mundial. Tanto la Aviación Republicana como la Aviación Nacional no sólo competirían por el absoluto dominio del cielo, sino que además intentarían minar la capacidad psicológica e industrial del contrario mediante el bombardeo estratégico que supuso la destrucción de numerosas ciudades.

Bombardero Heinkel He 111 de la Legión Cóndor Alemana arrojando bombas.

La Fuerza Aérea del Frente Popular mantuvo la superioridad material durante la primera mitad de la contienda (1936-1937) y constituyó una mezcla de la Aviación Republicana Española y la Flota Aérea Roja Soviética. En el caso de la Aviación Republicana, los pilotos hispanos disfrutaron de aparatos de distintas naciones adquiridos a Francia, Reino Unido, Polonia, Checoslovaquia, Holanda, etc, como por ejemplo cazas Hawker Fury, Nieuport, Loire 46, Dewoitine D.371, Dewoitine D.500, Fokker D.XXI, Letov S-31…; bombarderos Bloch MB.200, Potez 540, Breguet 19…; torpederos CASA-Vickers…entre otros. Simultáneamente en el caso de la Flota Aérea Roja Soviética se desplegaron modernos cazas Polikarpov I-15, Polikarpov I-16 Mosca, Polikarpov R-5 o Polikarpov R-Z Natacha y bombarderos Tupolev SB.

La Aviación Nacional mantuvo la superioridad material durante la segunda mitad de la contienda (1938-1939) y constituyó una fusión de la Fuerza Aérea Española, la Aviación Legionaria Italiana y la Legión Cóndor Alemana. Salvo el caza Breguet 19, el bombardeo Vultee V-1 y algunos pocos aparatos capturados a los republicanos como los Polikarpov I-16 Mosca, la Aviación Nacional se integró básicamente por aviones adquiridos a Alemania e Italia que también sirvieron con estos países en el conflicto español. Por ejemplo la Aviación Legionaria Italiana desplegó cazas Fiat CR.32, Fiat CR.50 Freccia…; bombarderos Savoia S-79, Fiat BR.20 Cicogna, Breda Ba.65, Caproni Ca.310…; torpederos Savoia S-81, CANT Z.506…entre otros. Al mismo tiempo la Legión Cóndor Alemana dispuso de cazas Messerschmitt Bf 109, Heinkel He 51, Arado 68…; bombarderos Junkers Ju 52, Heinkel He 111, Dornier Do 17, Heinkel 70, Junkers Ju 86; bombarderos en picado Henschel Hs 123 y Stuka Junkers Ju 87…entre otros.

Ruinas de la ciudad de Guernica devastada por la Legión Cóndor Alemana.

Tanto la Aviación Nacional Española como la Legión Cóndor Alemana llevaron la mayor parte de la campaña de bombardeos aéreos contra las ciudades de la España Republicana, cuyas poblaciones se tuvieron que adaptar a vivir bajo el aviso de las sirenas, los escombros y a ocultarse en los refugios antiaéreos y los metros. De entre todas las metrópolis, Madrid fue la más castigada por ostentar el rango de capital, lo que la convirtió en objetivo de los aviones hispano-alemanes que causaron una gran devastación a lo largo de la Gran Vía, la Avenida de la Castellana, Barrio de Tetuán, Argüelles, Ciudad Universitaria o Vallecas dejando 1.500 muertos y 2.500 heridos, así como el derrumbamiento de 1.000 edificios. Otra ciudad muy afectada fue Jaén tras un raid de seis bombarderos alemanes Junkers Ju 52 que mataron a 159 personas; tragedia a la que sumaron Valencia con 125, Figueras con 83 muertos, Santander con 70, Tarragona con 53 (entre estos 3 ciudadanos británicos), Fraga con 50, Campdevánol con 30, Bujaraloz con 26, Ampurdán con 20, Les Borges Blanques con 20, Ripoll con 20, Benicarlò con 17 o Gerona con 11; además de daños menores en Bilbao, Vizcaya, Sagunto, Guadalajara, Murcia, Alcalá de Henares, Avilés, Rosas, Villareal, Monzón, Denia, Peñíscola, Vich, Sitges, Manresa, Martorell, Villafranca, Portbou, Alcañiz, Caspe, Santa Cruz de la Zarza, Vinaroz, Burriana, Torrevieja, Gandía, Santa Pola, Palamós, Tosa de Mar, Alcoy, Elorrio, Ermua, Ochandiano, Elgueta, Mahón o los 60 niños fallecidos tras un ataque por error a un colegio de Getafe. También las plazas militares habitadas fueron blancos de los ataques aéreos como el puerto de Cartagena en el que 40 aviones alemanes Heinkel He 111 provocaron 100 muertos y 200 heridos a costa de perderse 5 aparatos de la Legión Cóndor; o la exitosa incursión sobre el Aeródromo de Vilajuïga que acabó con la destrucción de 26 aviones republicanos en tierra. Sin embargo el raid más popular de toda la contienda fue el bombardeo de la ciudad vasca de Guernica, en donde 57 aviones (44 alemanes y 13 italianos) causaron 126 víctimas mortales y redujeron a polvo 271 edificios, lo que llevó al pintor Pablo Picasso a plasmar la masacre en un cuadro mundialmente famoso que tituló El Guernica.

La Aviación Legionaria Italiana, a diferencia de la Aviación Nacional Española o la Legión Cóndor Alemana, actuó bajo mando propio y directamente a las órdenes de Benito Mussolini desde Roma, destacando sus raids por su mayor destrucción y más numerosas víctimas mortales. Un caso trágico fue el bombardeo de Barcelona por una cincuentena de aviones italianos Savoia SM-79 que provocaron un total de 1.300 muertos y 1.000 heridos con la consecuente devastación de 126 edificios debido a que una de las bombas alcanzó accidentalmente un camión de municiones que explosionó en la Calle Balmes causando enormes desperfectos en Las Ramblas, Plaza Cataluña y la Avenida Diagonal. Otros raids muy destructivos fueron el de los 37 Savoia SM-79 que arrasaron Durango matando a 300 personas, el de Alicante en el que fallecieron 250, Lérida con otros 250, Granollers con 224, Alcañiz con 200, Játiva con 129, Reus con 100, Puigcerdà con 20, Ocaña con 14 o el de La Garriga con 13.

Cazas soviéticos Polikarpov I-16 «Mosca» defendiendo los cielos de la España Republicana.

La Aviación Republicana Española y la Flota Aérea Roja Soviética lanzaron numerosos raids contra las ciudades bajo dominio de los nacionales, aunque los daños y víctimas mortales causadas fueron menores debido a que sus aviones no estaban tecnológicamente adaptados para provocar grandes destrucciones. De hecho el bombardeo más devastador lo protagonizaron tres bombarderos soviéticos Tupolev SB sobre Cabra en Córdoba matando a 109 personas e hiriendo a otras 200. También las Islas Baleares fueron duramente castigadas, especialmente la ciudad de Palma de Mallorca en la que fallecieron más de 100 habitantes y varios cientos resultaron heridos. Otras urbes igualmente dañadas fueron Valladolid con 80 muertos, Cáceres con 35, Granada con 26, Jaca con 19, Talavera de la Reina con 16, Azuega con 16, Sevilla con 15, Tetuán con 15, Palencia con 12, Cantalejo con 12, Navalcarnero con 10, Baena con 10, El Ferrol con 9, Salamanca con 8 o Córdoba con 7; así como víctimas menores en Burgos, Logroño, Segovia, Toledo, Vélez, Calatayud, Gallur, Miranda de Ebro, Roa de Duero, Tormes, Bélmez, Peñarroya, Sort, Serós, Ibiza o los territorios de África en Ceuta, Melilla y Larache. Los bombarderos republicanos llegaron incluso a destacar atacando instalaciones enemigas como el Aeródromo de Zaragoza en donde destruyeron  17 aparatos nacionales aparcados en tierra o el Aeródromo de La Cenia en Tarragona acabando con 7 cazas alemanes Messerschmitt Bf 109.

Guerra Naval

Durante la Guerra Civil Española el Mar Mediterráneo, el Mar Cantábrico y el Océano Atlántico se convirtieron en un escenario de intensos combates para conseguir la hegemonía naval. Enfrentada la Marina Republicana contra la Marina Nacional, la primera mantuvo una superioridad material frente a la segunda que se manifestó a lo largo del conflicto en una serie de breves, pero sangrientos duelos marítimos.

La Marina Republicana dispuso de un total de 52 navíos entre 1 acorazado (Jaime I), 3 cruceros (Libertad, Miguel de Cervantes y Méndez Núñez), 16 destructores (Alsedo, Lazaga, Sánchez Barcáiztegui, José Luis Díez, Almirante Ferrándiz, Lepanto, Churruca, Alcalá Galiano, Almirante Valdés, Almirante Antequera, Almirante Miranda, Císcar, Escaño, Gravina, Jorge Juan y Ulloa), 12 submarinos (B-1, B-2, B-3, B-4, B-5, B-6, C-1, C-2, C-3, C-4, C-5 y C-6), 5 cañoneros, 11 torpederos y 4 guardacostas.

La Marina Nacional dispuso de un total de 21 navíos entre 1 Acorazado (España), 4 cruceros (Baleares, Canarias, Navarra y Almirante Cervera), 1 destructor (Valdés), 2 dragaminas (Vulcano y Júpiter), 3 cañoneros, 5 torpederos y 5 guardacostas.

Crucero nacional Canarias que llevó a cabo la mayor parte de los combates en el Cantábrico y Mediterráneo.

Oficialmente los primeros encuentros navales de la Guerra Civil Española tuvieron lugar en torno al Estrecho de Gibraltar cuando la Marina Republicana trató de impedir que la Marina Nacional transportara al Ejército de África desde Marruecos a la Península Ibérica durante el «Convoy de la Victoria», una operación que únicamente se saldó con el hundimiento del cañonero rebelde Dato. Pero si los daños causados a sus enemigos fueron escasos, la Marina Republicana fracasaría estrepitosamente en la Batalla del Cabo Espartel cuando los cruceros nacionales Canarias y Almirante Cervera hundieron al destructor republicano Almirante Ferrándiz con 130 muertos y dañaron al destructor Gravina.

Interrumpidas las operaciones navales en el Estrecho de Gibraltar, el escenario marítimo se trasladó al norte de España, donde la Marina Nacional llevó la iniciativa de manos del crucero Canarias que hundió durante la Batalla del Cabo Machichaco al cañonero Nabarra causándole 35 muertos y 11 heridos. Poco después el mismo Canarias apresaría al mercante republicano Cantábrico y el destructor Velasco al carguero soviético Smidovich; mientras que la aviación rebelde hundiría a los submarinos C-5 en Bilbao y C-6 en Asturias. De hecho fueron tan escasos los éxitos republicanos que a la captura del mercante alemán Palos, el crucero germano Graf Spee como represalia abordaría al mercante gubernamental Aragón y el crucero Königsberg al carguero Marta Junquera. Otro suceso destacado, en este caso en aguas internacionales, fue el hundimiento del mercante republicano Cantabria a manos del cañonero nacional Nadir durante un encuentro fortuito en las costas de Inglaterra cerca de Norkfolk.

Tanto la Marina Real Italiana (Regia Marina) como la Marina de Guerra Alemana (Kriegsmarine) violaron en diversas ocasiones su neutralidad a pesar de los buques extranjeros presentes del Comité de No Intervención. Por ejemplo los submarinos italianos Galilei, Ferraris, Iride y Onice iniciaron una campaña de acoso a las líneas de suministros republicanas hundiendo dos mercantes; mientras que el crucero Eugenio di Saboya cañoneó Barcelona matando a 18 habitantes y el crucero Emmanuele Filiberto Duca D’Aosta hizo lo propio con Valencia acabando con la vida de 25 civiles. También los alemanes se saltaron las leyes neutralistas como hicieron los dos submarinos germanos U-33 y U-34 hundiendo junto a Málaga al submarino republicano C-33 en el que fallecieron 37 tripulantes. No obstante, el suceso más famoso ocurrido fue el incidente del acorazado alemán Deutschland cuando dos aviones soviéticos Tupolev SB arrojaron por error varias bombas sobre el buque anclado en Ibiza matando a 31 marineros e hiriendo a otros 74; algo que llevó a una acción de represalia ordenada por el mismo Adolf Hitler que terminó con el cañoneo de la costa de Almería por parte del acorazado germano Aldmiral Scheer y los destructores Albatros, Leopard, Seeadler y Lluchs con un resultado de 35 edificios destruidos y 19 ciudadanos muertos y 55 heridos.

Acorazado Jaime I que constituyó el buque insignia de la Marina Republicana.

Ocupadas las costas del Mar Cantábrico a mediados de la Guerra Civil, la Marina Republicana quedó reducida a los puertos del Levante Español y por tanto a una destacada vulnerabilidad debido a la estrechez del cerco sobre el Mar Mediterráneo. Sometidos sus buques a constantes incursiones navales y aéreas, el crucero nacional Canarias bombardeó las costas de Barcelona, Almería, Sagunto, Rosas, Gerona, Castellón de la Plana y Flix; mientras que el Almirante Cervera la costa de Andalucía hundiendo a los guardacostas Uad-Muluya y Uad-Lucus. La Aviación Nacional y la Legión Cóndor Alemana utilizaron sus aviones para al acoso de los puertos como el raid sobre Cartagena en donde hundieron al valioso acorazado Jaime I, buque insignia de la Marina Republicana, al que provocaron 300 muertos. También otros aparatos nacionales fueron artífices del hundimiento sobre Barcelona del submarino C-4; sobre Tarragona del patrullero V-11; sobre Alicante del carguero Maryat; o sobre Valencia del mercante Cabo Cullera destruido por bombarderos en picado Stuka alemanes. Hubo incluso graves errores con buques extranjeros porque se hundieron por equivocación a los tres mercantes británicos SS Thropenesss, SS Pethanes London y SS Stanland o el francés Brisbane.

Varios fueron los encuentros entre la Marina Nacional y la Marina Republicana, aunque sin duda el más famoso de todos fue la Batalla del Cabo de Palos librada entre las aguas de Cartagena e Ibiza. Todo sucedió cuando una escuadra nacional compuesta por los tres cruceros Baleares, Canarias y Almirante Cervera interceptaron a un convoy republicano procedente de la Unión Soviética que se integraba por cinco navíos al mando del vicealmirante Luis Ubieta entre los que estaban los dos cruceros Libertad y Méndez Núñez junto a los tres destructores Almirante Antequera, Lepanto y Sánchez Barcáiztegui. Rápidamente los tres cruceros nacionales dispararon sus cañones contra la escuadra enemiga que hazañosamente evitó los impactos; al mismo tiempo que los destructores republicanos salían de la formación para lanzar una serie de torpedos que ahuyentaron a los cruceros Canarias y Almirante Cervera. Fue entonces cuando dos de dichos torpedos impactaron entre las dos torretas delanteras del Baleares, provocando una gran explosión que favoreció la entrada de agua en el casco y una escora de proa antes de sumergirse. Únicamente pudieron rescatarse 441 supervivientes por buques neutrales de la Marina Real Británica (Royal Navy) porque finalmente el crucero Baleares acabó por hundirse llevándose la vida de 786 marineros, lo que constituyó la tragedia naval más grande hasta la fecha de la Guerra Civil.

Crucero nacional Baleares hundido durante la Batalla del Cabo de Palos.

Casi contra todo pronóstico y a pesar de la superioridad naval de la Marina Republicana, la Marina Nacional se impuso contra su oponente, donde salvo por la excepción de la derrota en la Batalla del Cabo de Palos, el Frente Popular siempre tuvo las de perder. La razón de esta debacle fue el dominio absoluto del aire por parte de los nacionales, una oficialidad muyo más cualificada que no había sido purgada a diferencia de la republicana y por supuesto la decisiva ayuda material de la Regia Marina y la Kriegsmarine que decantaron la guerra naval en favor de la Marina Nacional.

Batalla del Ebro

A mediados de 1938 la situación era desesperada para la Segunda República después de haber sido partida en dos mitades durante la Ofensiva del Levante. La única opción de sobrevivir para el Frente Popular era que estallase la Segunda Guerra Mundial en Europa, algo que a lo que muchos diplomáticos apuntaban tras la anexión de Alemania a Austria y la Crisis de los Sudetes que había desatado la amenaza de una invasión germana a Checoslovaquia y por tanto la intervención de Gran Bretaña y Francia, lo que supondría la implicación militar de los Aliados en España. Por esa razón de lógico fundamento, el general del Estado Mayor, Vicente Rojo, planteó una ofensiva en el Río Ebro que daría el respiro suficiente a la Segunda República para continuar resistiendo hasta que se desencadenasen las hostilidades en Europa.

Cruce del Ejército Republicano por el Río Ebro sobre Miravet.

El Ejército Republicano reunió para la Batalla del Ebro un total de 100.000 soldados, 120 tanques, 227 cañones y 204 aviones repartidos en el V Cuerpo Popular del teniente coronel Enrique Líster, el XV Cuerpo Popular del teniente coronel Manuel Tagüeña y las Brigadas Internacionales (comunistas franceses, británicos, estadounidenses, alemanes y polacos) del comandante Hans Kahle. Por su contra el Ejército Nacional al mando del general Francisco Franco disponía de 98.000 soldados, 300 cañones y 171 aviones (110 italianos y 61 alemanes) distribuidos en el Ejército del Norte del general Fidel Dávila, el Ejército de África del general Juan Yagüe y el Cuerpo Marroquí del coronel Mohammed Ben Mizzian. No obstante y a pesar de la formidable defensa del Ejército Nacional, los republicanos eligieron bien el lugar de su acometida por un sector del Río Ebro comprendido entre Ribaroja y Benifallet que dificultaba notablemente el uso de la artillería y aviación de los nacionales gracias al terreno abrupto, elevado y rocoso tras el Río Ebro, desde el cual los gubernamentales se lanzarían hacia Gandesa, luego Alcañiz y finalmente amenazarían Zaragoza.

Al amanecer del 25 de Julio de 1938, la artillería y la aviación del Ejército Republicano iniciaron un intenso bombardeo contra las posiciones del Ejército Nacional en Tarragona. Cogidos totalmente por sorpresa y manteniendo las cabezas agachadas, las tropas republicanas comenzaron a cruzar el Río Ebro en botes de remo o tendiendo pontones. Primeramente 200 barcazas desembarcaron en la margen occidental del río a un contingente de tropas entre Fayón y Mequinenza que se hicieron con el nudo fluvial de Gilabert y el Monte Aüts. Al mismo tiempo un primer grupo del  XV Cuerpo Republicano atravesó las aguas con 110 barcazas y dos puentes artificiales construidos por los zapadores, consiguiendo ocupar la población de Riba-Roja d’Ebre con toda su guarnición militar, el pueblo de Flix y la Fábrica Química Cros; mientras que un segundo grupo desembarcó en Ascó tomando dicha ciudad y penetrando hacia el interior hasta Les Camposines, donde capturaron un gran número de tropas y cañones nacionales. Simultáneamente el V Cuerpo Republicano efectuó un último desembarco en Miravet que terminó con la rendición en el castillo de un batallón nacional, la conquista del área del Pinell de Brai, el cruce del Río Canaleta y la entrada en las localidades de Benissanet y Mota d’Ebre. Únicamente en la zona de Camp-Redó fracasó el trasbordo sobre el Río Ebro porque el batallón comunista francés encargado de la misión fue masacrado sobre el agua por las tropas nacionales.

Soldados republicano haciendo una carga a bayoneta en la Batalla del Ebro.

Un absoluto desconcierto imperó entre las filas del Ejército Nacional el 26 de Julio de 1938 tras 24 horas de ofensiva republicana. Todavía sin hacerse una idea de lo que estaba sucediendo, los soldados nacionales y tropas coloniales marroquís fueron siendo empujadas por los republicanos que imparables conquistaron el Monte La Fatarella, la Sierra de Bernís, el Monte Roda, la Sierra de Cavalls, el Valle de la Torre, la Sierra de Pandols y la importante localidad de Corbera d’Ebre gracias al flujo de nuevos efectivos que cruzaban a cada hora el Río Ebro sobre puentes de hierro y madera, pasarelas de tiro rápido, botes de remo y otras embarcaciones menores. Sin embargo el avance se detuvo primero en la ciudad de Vilalba y luego entre Gandesa y el Monte Puig Gaeta que cambió varias veces de mano hasta permanecer en poder los nacionales el día 27. Este imprevisto paralizó toda la ofensiva republicana que se centró exclusivamente en intentar ocupar Gandesa sin éxito porque los defensores nacionales, reforzados por la Legión y los Tiradores de Ifni, repelieron todos los asaltos que únicamente consiguieron alcanzar el cementerio, el Sindicato Agrícola y las viviendas a las afueras de la ciudad. Por si fuera poco las reservas republicanas fueron siendo mermadas porque los aviones nacionales y los certeros bombarderos en picado Stuka alemanes destruyeron algunos de los pontones y barcas sobre el Río Ebro, además de resultar desbordados tres de los puentes cuando Franco ordenó abrir las válvulas de los embalses de Tremp y Camarasa provocando una gigantesca ola de 4 metros de agua. Fue por este motivo y sobretodo después de un último ataque fallido el 31 de Julio con 20 tanques soviéticos y el fuego de 72 cañones contra Gandesa y el Monte Puig d’Àliga, cuando finalmente los republicanos decidieron suspender la ofensiva del Ebro en Agosto y afianzar posiciones atrincherándose en el terreno ganado.

A principios de Agosto de 1938 el Ejército Nacional inició la contraofensiva contra un Ejército Republicano que todavía consolidaba sus trincheras en torno al Río Ebro. Primeramente los nacionales golpearon contra el sector entre Fayón y Mequinenza tras un potente bombardeo de 25 baterías de cañones y morteros, así como un escuadrón de 60 aviones, que facilitaron a la Legión ocupar la Sierra de la Herrera, escalar Punta Quemada, ascender la Loma de Auberà y finalmente aniquilar a los republicanos en el Monte Aüts el día 5. Cuatro días más tarde, el 9 de Agosto, el Ejército Nacional atacó el dispositivo central para alejar al enemigo de Gandesa, algo que se consiguió la jornada del 14 con la conquista de la Sierra de Pandols y el 22 con la de Gaeta a pesar del asfixiante calor veraniego de 30ºC grados y la constante sed entre los hombres. Por suerte en Septiembre refrescó y el día 3 los nacionales profundizaron otros 10 kilómetros cubiertos por 67 baterías que les ayudaron a hacer cumbre en la Sierra de Cavalls y la Sierra de Lavall de la Torre, antes de que el 13 rompieran el frente por Vilalba, el 18 cruzaran el Río y a primeros de Octubre reconquistaran Les Camposines. Desde entonces los republicanos se fueron replegando lentamente y sin dejar de combatir entre las rocas contra los nacionales que el día 3 tomaron Pinell de Brai, el 4 el pueblo de Miravet, el 7 la localidad de Mora d’Ebre y el 14 los enclaves de Riba-Roja d’Ebre, Flix y Ascó. Precisamente dos días después, el 16 de Noviembre, los últimos soldados republicanos cruzaron en sentido contrario el Río Ebro, devolviendo al enemigo todo el territorio ganado en verano.

Batería de artillería nacional en la Batalla del Ebro.

La Batalla del Ebro fue la campaña más sangrienta de la Guerra Civil Española porque dejó en el Ejército Republicano un total de 64.000 bajas (10.000 muertos, 34.000 heridos y 20.000 prisioneros) y 100 aviones abatidos; mientras que en el Ejército Nacional un total de 41.500 bajas (6.500 muertos, 30.000 heridos y 5.000 prisioneros) y 50 aviones derribados. Esta batalla que costó una sangría en los dos bandos enfrentados, fue la última oportunidad perdida por el Ejército Republicano para alargar la contienda hasta enlazarla con una todavía lejana Segunda Guerra Mundial. De hecho y para desgracia del Frente Popular, los Pactos de Múnich entre Reino Unido, Francia, Italia y Alemania terminaron concediendo los Sudetes a está última en detrimento de Checoslovaquia, por lo que la guerra en Europa no estallaría y por tanto la Segunda República, casi vencida y apenas sin hombres con los que continuar la lucha, quedó condenada a extinguirse en una lenta agonía.

Ofensiva en Cataluña y exilio en Francia

Agotado y exhausto el Ejército Republicano tras la derrota en la Batalla del Ebro, el Ejército Nacional aprovechó el desgaste de su oponente para lanzar una ofensiva sobre Cataluña con la intención de acabar con este importante reducto industrial y militar de la Segunda República. Para ello los nacionales reunieron a diversas unidades del Ejército del Norte, el Cuerpo Marroquí, los Requetés de Navarra y el CTV Italiano que sumaron 300.000 soldados, 565 cañones y 490 aviones (300 españoles, 120 italianos y 70 alemanes); contra el denominado Ejército Oriental Republicano que desplegaba a la defensiva 300.000 efectivos, 200 tanques, 360 cañones y 80 aviones.

Bombardero italiano Savoia SM-81 acompañado por cazas Fiat CR.42 Falco bombardeando Barcelona como paso previo a la ofensiva en Cataluña.

La mañana del 23 de Diciembre de 1938 el Ejército Nacional inició la ofensiva sobre Cataluña cruzando el Río Segre y rebasando las primeras líneas republicanas. Sin embargo y por suerte para los defensores, la crecida del caudal del Río Ebro que provocó inundaciones y las lluvias que obligaron a mantener a los aviones en tierra, paralizaron más de una semana los avances hasta que finalmente la llegada de tanques nacionales el 3 de Enero de 1939, causaron el hundimiento del frente republicano. Rápidamente el Ejército Nacional progresó tomando Borges Blanques y Artesa el día 5, Montblanch el 12, Valls el 13 y por último Tarragona conquistada por el Cuerpo Marroquí el 14. Una semana después, el 22 de Enero, los nacionales volvieron a romper el frente sobre Manresa y Sitges; mientras que al día siguiente, el 23, las tropas en vanguardia cruzaron el Río Llobregat y alcanzaron las afueras de Barcelona por los distritos de Sabadell, Tarrasa y Badalona. Milagrosamente la capital catalana resistiría 48 horas gracias a las barricadas levantadas por milicianos comunistas del PCE que aguantarían dos jornadas hasta que se dieron a la fuga cuando los nacionales se hicieron con Montjuic y el Tibidabo. Finalmente el 25 de Enero de 1939, las tropas del Ejército Nacional entraron triunfales en Barcelona, siendo recibidos jubilosamente por la población civil.

Uno de los aspectos más trágicos durante la ofensiva a Cataluña fue la crisis desatada por el casi medio millón de refugiados republicanos desplazados desde Barcelona hacia los Pirineos para alcanzar la seguridad de la frontera con Francia. Durante el trayecto columnas enteras compuestas por miles de desplazados, entre los que había políticos y funcionarios del Frente Popular, soldados y milicianos, familias con mujeres, niños o ancianos e incluso desertores; colapsaron los caminos y carreteras pirenaicas sufriendo las inclemencias del clima de alta montaña como el frío o la nieve, múltiples epidemias y por supuesto el ametrallamiento de los aviones nacionales que dejaron numerosas víctimas mortales. Salvo la excepción de los grandes dirigentes como el Presidente Manuel Azaña, el líder catalán Lluís Companys, el «Lehendakari» vasco José Antonio Aguirre o el general Vicente Rojo que entraron en Francia sin problemas; el resto de personas en fuga vivieron un auténtico calvario en la carrera para llegar a la demarcación gala. Por si fuera poco en la frontera francesa los refugiados no fueron bien recibidos porque en varias ocasiones la encontraron cerrada y cuando por fin el Gobierno de París les autorizó a entrar, fueron tratados inhumanamente por la Gendarmería Francesa y tropas árabes del Ejército Colonial Francés procedentes de Argelia que primeramente desarmaron a los exiliados y luego los deportaron a diversos campos de internamiento. Algunos de estos recintos fueron Gurs, Rivesaltes, Argelés-Sur-Mer, Saint-Cyprien, Barcarès, Septfonds o Vernet d’Aiège, donde fallecerían muchos de los exiliados contagiados de enfermedades como por ejemplo el poeta Antonio Machado. No obstante y a pesar de las dificultades, 400.000 españoles se refugiaron en Francia entre los que había 220.000 soldados, 60.000 varones no combatientes, 17.000 mujeres o niños y 10.000 heridos entre personal militar y civil.

Tomada Barcelona por el Ejército Nacional, los sublevados comenzaron la persecución de los restos del Ejército Republicano hacia los Pirineos, el cual prácticamente se había disuelto como consecuencia del caos y el número creciente de deserciones. Con gran velocidad en su avance, el 8 de Febrero los nacionales tomaron Figueras, el 10 escalaron las cumbres más altas de los Pirineos y finalmente el 12 ocuparon la última ciudad catalana de Llivia, lo que significó el cierre total de la frontera francesa y por tanto la conquista de toda Cataluña, así como la captura de 60.000 prisioneros republicanos.

Milicianos anarquistas del CNT huyendo por los Pirineos hacia Francia.

Menorca fue el siguiente objetivo nacional a la caída de Cataluña por constituir un territorio completamente alejado de la metrópoli y aislado del resto de España. La iniciativa curiosamente la llevó a cabo una «quinta columna» oculta en Ciudadela que se sublevó junto a un grupo de militares antes de echarse a las calles iniciando tiroteos y recibiendo ayuda de un contingente de infantería nacional que procedente de Mallorca desembarcó en Mahón y a continuación avanzó hacia Mercadal, donde se produjo el único muerto de la operación. Solamente gracias a la presencia del crucero británico HMS Devonshire que obligó a los dos bandos a sentarse a negociar, se pudo evacuar a 452 refugiados de la isla hacia Inglaterra. Como compensación por la tregua, el Ejército Nacional se hizo con el control absoluto de Menorca sin disparar una bala más.

Batalla de Valsequillo

Crítica era la situación de la Segunda República a inicios de 1939. Primeramente la pérdida de Cataluña había supuesto la desaparición de un frente en el noreste peninsular y la cesión de toda la industria catalana a los sublevados. Por si fuera poco el prestigio del Frente Popular, cuyos líderes del Gobierno habían huido a Francia y sus representantes en España comenzaban a conspirar los unos con los otros, terminó con su peso político en el extranjero porque Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y las democracias occidentales reconocieron al Gobierno de Franco como el único legítimo, lo que supuso un auténtico aislacionismo para la República y la depreciación de la peseta gubernamental en el mercado mundial. Ni siquiera la Unión Soviética quiso apoyar una causa perdida porque en un intento de acercarse diplomáticamente a Alemania ante un posible reparto de Polonia entre las dos potencias, Moscú retiró de España la ayuda militar y las Brigadas Internacionales. Ante esta dramática situación, el Estado Mayor del Ejército Republicano decretó la orden de reclutar forzosamente a todos los varones y mujeres entre los 16 y 55 años conocidos como la «quinta del biberón» por la gran cantidad de menores de edad presentes en sus filas.

Tropas republicanas en la Batalla de Valsequillo a inicios de 1939 sobre Andalucía.

Contra todo pronóstico y a pesar de que ya todo estaba perdido para la República, el Frente Popular todavía tuvo fuerzas para llevar a cabo una última ofensiva en Andalucía y Extremadura con tal de prolongar en todo lo posible la contienda. El general Antonio Escobar fue el artífice de esta operación consistente en golpear el punto más débil del enemigo situado entre Badajoz y Córdoba, que de neutralizarse, trataría de alcanzar la frontera de Portugal para dividir a la España Nacional en dos partes. Para tal fin el Ejército Republicano del Centro reunió a 90.000 soldados, 40 tanques, 200 cañones y 50 aviones; contra el Ejército del Sur al mando del general Queipo de Llano que contaba con 75.000 hombres y 100 piezas de artillería.

Simultáneamente a la ofensiva nacional en Cataluña, el Ejército Republicano desencadenó su propia versión de ataque entre Extremadura y Andalucía con gran contundencia. Tomados totalmente por sorpresa, los nacionales fueron rebasados en Hinojosa del Duque por donde se abrió una brecha de 8 kilómetros. Roto el frente, miles de tropas republicanas arrollaron a sus enemigos en un espectacular avance que siguió a la toma de Fuente Obejuna, Los Blázquez y la Peraleda de Zaucejo, antes de resultar detenidos algunas jornadas por culpa de la lluvia y el barrizal que empantanó el terreno. Por suerte para los atacantes, una vez disipadas las adversas condiciones climatológicas, el Ejército Republicano reanudó su ofensiva cruzando el Río Zújar y destruyendo a un batallón nacional en el saliente de Monterrubio de la Serena. Esta inesperada victoria supuso la mayor reconquista de territorio sublevado por el Ejército Republicano, aproximadamente unos 500 kilómetros cuadrados, desde que se había iniciado la Guerra Civil.

No obstante y a pesar de los impresionantes éxitos del Ejército Republicano en lo que se conoció como Batalla de Valsequillo, los artífices de la ofensiva, que a punto estuvieron de causar un desastre militar al Ejército Nacional, fueron detenidos en diversos puntos del frente como Peñarroya, Mano de Hierro, Cabeza de Buey y Sierra Trapera debido al traslado desde otras zonas de España de numerosos refuerzos y escuadrones de aviación. Gracias a esta superioridad que los nacionales fueron ganando poco a poco, no tardaron en paralizar el avance enemigo y pasar a la contraofensiva mediante diversas cargas coordinadas entre la infantería y la caballería con apoyo aéreo. Debido a ello el terreno ganado por los republicanos fue cediendo cuando las tropas nacionales retomaron primero la Peraleda de Zaucejo y luego Fuente Obejuna hasta quedar estabilizado el frente en Febrero de 1939.

Caza alemán Messerschmitt Bf 109 que al final de la contienda regaló el absoluto dominio del cielo a la España Nacional.

La Batalla de Valsequillo fue la última ofensiva de la Segunda República y la ganancia de un destacado saliente territorial al sur de España que de haberse tomado en otro momento de la contienda hubiese supuesto un factor muy positivo para el Frente Popular; aunque a aquellas alturas del conflicto ya no tenía valor ninguno. Aproximadamente fallecieron 6.000 republicanos en la refriega y otros 2.000 nacionales; un coste innecesario en vidas para los dos bandos cuando la guerra ya estaba decidida. De hecho a partir de la caída de Cataluña y la Batalla de Valsequillo, ya no tendrían lugar más enfrentamientos de consideración entre el Ejército Nacional y el Ejército Republicano porque las conspiraciones políticas en este último serían las que pondrían fin a la lucha.

Golpe de Casado y «Guerra Civil entre la Izquierda»

A inicios de 1939 la Segunda República se encontraba en su fase terminal. Geográficamente había quedado reducida a Madrid, Valencia, Castilla la Vieja, Murcía y Almería; políticamente se articulaba en un Gobierno Provisional dirigido por el socialista Juan Negrín porque el Presidente Manuel Azaña había escapado a Francia; económicamente estaba arruinada y sufriendo una hambruna con cartillas de racionamiento que habían reducido la dieta a simples lentejas y 100 gramos de pan diarios; y militarmente se encontraba absolutamente derrotada con tropas bisoñas defendiendo los frentes y las veteranas desertando. Ante tan oscuro panorama, muchos dentro de la propia izquierda consideraron que la mejor opción era negociar con los nacionales y poner fin al conflicto cuanto antes.

A pesar de que aceptar la derrota y acabar con el sufrimiento de la población civil era lo más sensato, el Frente Popular se dividió en dos vertientes consistente la primera en continuar con la guerra y la segunda en alcanzar la paz formando un nuevo gabinete de izquierdas que mediase con Franco. En el caso de los partidarios de seguir con la lucha estaban los comunistas del PCE y el ala radical del PSOE encabezada por el mismo Presidente Juan Negrín, quienes a raíz de la nueva crisis desatada tras la invasión del Tercer Reich a Checoslovaquia y sus amenazas sobre Polonia, interpretaron acertadamente que podrían enlazar la contienda española con la Segunda Guerra Mundial y por tanto generar la intervención militar anglo-francesa que les llevaría a la victoria. Contrariamente los favorables a la paz se agruparon en torno al Consejo Nacional de Defensa que lideraba el coronel Segismundo Casado y que estaba representado por ala moderada del PSOE de Julián Besteiro, así como los partidos de izquierda moderada, los sindicatos UGT y CNT, los funcionarios exiliados (Presidente Manuel Azaña, Ministro de Guerra Indalecio Prieto, general Vicente Rojo…) y prestigiosos militares del cuerpo general de oficiales como José Miaja o Cipriano Mera; todos ellos opuestos a las directrices comunistas del PCE acerca de prolongar el conflicto y mucho menos de arriesgarse a meter a España en la Segunda Guerra Mundial, a sabiendas de que la tragedia sería mucho mayor que la vivida hasta entonces. Además, la completa dependencia del Gobierno de Negrín de la Unión Soviética y las purgas aplicadas por los comisarios comunistas hacia las otras izquierdas, obligaron al resto de partidos y movimientos sindicales también de izquierda a rebelarse mediante la violencia armada contra los bolcheviques.

Tropas del Ejército Republicano leal al PSOE sobre las ruinas de Nuevos Ministerios tras su batalla contra los comunistas en el «Golpe de Casado».

A las 7:00 horas de la tarde del lunes 5 de Marzo de 1939 se produjo lo que se conoció como el «Golpe de Casado» cuando la guarnición del Ejército Republicano en Madrid se sublevó contra el Gobierno de Negrín y los cuadros del PCE. La rebelión la protagonizaron inicialmente los soldados del IV Cuerpo Republicano al mando del teniente coronel Cipriano Mera mediante la ocupación armas en mano del Ministerio de Hacienda, la Sede de la Gobernación, la Dirección General de Seguridad, el Banco de España, la Telefónica, la Central de Comunicaciones, el Palacio de Buenavista y diversas radios locales. Simultáneamente la 2ª División de Asalto Republicana bloqueó los accesos a la capital y la 65ª División de Infantería Republicana tomó posiciones en Nuevos Ministerios y el Paseo de la Castellana. Gracias a este despliegue que acabó con la toma parcial de Madrid, se consiguió la disolución del Gobierno y la fuga de todos sus representantes, incluyendo el depuesto Presidente Juan Negrín, que huyeron en avión desde el Aeródromo de Monóvar hacia Francia. De este modo, una vez fuera del país el anterior gabinete, el Consejo Nacional de Defensa asumió el Gobierno de la España Republicana al frente del socialista Julián Besteiro, quién ostentando el liderazgo de una coalición entre el PSOE, UGT y CNT, declaró la guerra a los partidarios comunistas del PCE, iniciándose a continuación una lucha fatricida entre las diferentes visiones de la izquierda.

Inmediatamente al «Golpe de Casado», el PCE movilizó sus recursos para retomar el control de Madrid enviando desde El Pardo a la 8ª División de Infantería Comunista al mando del general Guillermo Ascanio. Al día siguiente, el lunes 6 de Marzo, los comunistas penetraron en la capital y abriéndose paso a tiros contra la guarnición republicana ocuparon Chamartín y Ciudad Lineal, antes de hacerse con la llamada «Posición Jaca» en la que capturaron y ejecutaron como represalia a tres coroneles leales al PSOE. Acto seguido, la 8ª División de Infantería Comunista prosiguió hacia la Calle Alcalá donde fue retenida gracias a que un grupo de militares gubernamentales resistieron sobre el monumento de la Puerta de Alcalá que resultó dañado por los combates. Sin embargo la suerte cambió en favor de los atacantes el martes 7 de Marzo porque desde el exterior de Madrid se recibió ayuda del I Cuerpo Comunista que entró en la ciudad tomando la Casa de Campo y el Palacio Real; al mismo tiempo que la 42ª Brigada Mixta del PCE se hizo con el control de la Calle Serrano, lo que dejó asediada a la guarnición del coronel Segismundo Casado y del Presidente Julián Besteiro en el Ministerio de Hacienda de la Calle Alcalá.

Tanque comunista en una plaza de Madrid tras el «Golpe de Casado».

Cartagena fue otro foco de violencia durante el «Golpe de Casado» en Murcia que comenzó con la sublevación de las fuerzas de tierra al mando del coronel Fernando Oliva y la ocupación del Arsenal Naval, lo que obligó a la Marina Republicana, por aquel entonces en manos de los comunistas, a escapar del puerto que pronto quedó a merced de las 36 baterías de costa tomadas por los insurrectos. Desgraciadamente durante la evacuación uno de los cañones de 152 milímetros hundió al carguero Castillo de Olite que se sumergió bajo el agua con 1.476 fallecidos a bordo (lo que constituyó la mayor tragedia marítima de la Guerra Civil). No obstante y al mismo tiempo que esto sucedía, la 206ª Brigada Mixta Comunista acampada en la localidad de Los Dolores, atacó Cartagena el 8 de Marzo y venció fácilmente a los militares leales al PSOE. Desde entonces y sin dejar de combatir los comunistas desalojaron las baterías de La Parajola y tomaron el Parque de Artillería, el Arsenal Naval y finalmente la Capitanía de la Base haciendo prisioneros a 300 rebeldes; lo que puso Cartagena y Murcia bajo control absoluto del PCE.

Milagrosamente y a pesar de que el 95% de Madrid y Murcia estaban en manos de los comunistas, el «Golpe de Casado» triunfó en el resto provincias como por ejemplo Valencia, Guadalajara, Albacete…etcétera; lo que facilitó desviar grandes recursos del Ejército Republicano leal al PSOE hacia la capital. Gracias a ello el jueves 9 de Marzo las tropas del XVII Cuerpo Republicano cruzaron el Puente de Arganda (no sin antes ser bombardeados por los cañones nacionales que desconocían lo que estaba sucediendo) e irrumpieron en la Casa de Campo, donde chocaron contra los comunistas en una intensa batalla. Este movimiento forzó a la 42ª Brigada Mixta del PCE a retirarse de la Calle Serrano y levantar el asedio sobre el Ministerio de Hacienda. Mientras tanto el IV Cuerpo Republicano que combatía cerca de Nuevos Ministerios aplastó la resistencia comunista en los edificios y acto seguido recuperó Chamartín y conquistó Fuencarral. También tropas gubernamentales procedentes de Guadalajara lograron cortar la carretera hacia la capital en una serie de enfrentamientos tanto por tierra como por aire. Así fue como los comunistas fueron rodeados el 11 de Marzo sobre un área comprendida entre El Pardo, la Casa de Campo y la Sierra del Guadarrama que fue sometida a duros ataques y bombardeos. Finalmente al día siguiente, 12 de Marzo, los comunistas fueron aniquilados o hechos prisioneros y el «Golpe de Casado» se consolidó en toda la España Republicana.

Pieza de artillería gubernamental en Madrid durante la «mini guerra civil» entre las izquierdas del PSOE y el PCE durante el «Golpe de Casado».

El «Golpe de Casado» que costó más de 2.000 muertos durante el enfrentamiento librado entre Ejército Republicano y los comunistas del PCE, fue la última acción bélica de cierta envergadura de la Guerra Civil Española. A partir de esta muerte autoinfligida por el Frente Popular, los soldados del Ejército Republicano se negarían a combatir más tiempo y por tanto el Ejército Nacional ocuparía el resto de España sin oposición armada.

Fin de Hostilidades

A mediados de Marzo de 1939 la Guerra Civil Española había casi concluido. Ante el triunfo del «Golpe de Casado» en la España Republicana y el nombramiento del socialista Julián Besteiro como Presidente, el nuevo gabinete inició las conversaciones con la España Nacional asegurando que habían eliminado a los comunistas, disuelto el Frente Popular y que por tanto ya no era necesaria la lucha entre hermanos. No obstante y sin haberlo previsto, los nacionales rechazaron la oferta de paz presentada por el coronel Segismundo Casado, la cual solicitaba la legalización de todos los partidos políticos, la convocatoria de elecciones y una amnistía para evitar represalias. Sin embargo el general Francisco Franco no tenía intención de arriesgarse a una experiencia revolucionaria como la vivida en 1936 y además había redactado una «Ley de Responsabilidades Políticas» encargada de llevar a juicio a todos los criminales. Por tales razones y también porque tenía la guerra casi ganada, la ventaja le otorgaba plenos poderes para imponer sus propias condiciones, motivo por el cual Franco exigió la rendición incondicional de la Segunda República.

Mapa de la Guerra Civil Española en 1939. Azul = Nacionales. Rojo = Republicanos.

Sin contestación previa por parte del Consejo Nacional de Defensa del coronel Segismundo Casado, el 26 de Marzo de 1936, el Ejército Nacional pasó a la ofensiva en todos los frentes peninsulares. Por suerte y a diferencia de otras ocasiones, el Ejército Republicano no ofreció resistencia porque los soldados desertaron en masa hacia sus casas, los centinelas abandonaron las trincheras y los regimientos se disolvieron en cuestión de minutos. Gracias a esta desbandada general en 48 horas los nacionales irrumpieron en Castilla la Vieja, Extremadura y Andalucía tomando Jaén, Pozoblanco, Peñarroya, Linares, Bailén y Ocaña entre otras. Inesperadamente el día 28 y después de la evacuación de 6.000 soldados republicanos por mar, una milicia oculta de 200 miembros de Falange se hizo con el control de Valencia que entregó intacta a los soldados nacionales que avanzaban paralelos a la costa por Sagunto. A la jornada siguiente, el 29, los indígenas del Cuerpo Marroquí ocuparon Puertollano y Ciudad Real; mientras que el 30, las tropas italianas del CTV se hicieron con Almansa, Villena, Elda y Alicante. Por último, el 31 de Marzo, las vanguardias de la 4ª División de Infantería Nacional alcanzaron Murcia y el puerto de Cartagena; al mismo tiempo que la Marina Republicana fue internada en el puerto de Bizerta, por aquel entonces bajo el Protectorado Francés de Túnez, cuyas autoridades devolvieron hasta el último barco a los nacionales.

Entrada triunfal de las tropas del Ejército Nacional en Madrid.

Madrid capituló tras una firma de rendición entre las autoridades nacionales y republicanas que se celebró en las ruinas del Hospital Clínico de la Ciudad Universitaria. Acto seguido el Ejército Nacional entró triunfal en la capital del país, siendo sus tropas recibidas jubilosamente por la población civil y a gritos de «¡Franco, Franco!» y «¡Viva España!». Con este último objetivo tomado el 1 de Abril de 1939, España había sido conquistada al completo por el Ejército Nacional.

Conclusión

«En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, las tropas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos militares. La guerra, ha terminado. Burgos 1º de Abril de 1939. Tercer Año Triunfal. El Generalísimo Franco». Estas fueron las últimas palabras emitidas por radio segundos antes de la finalización de uno de los conflictos más fatricidas que habían confrontado a los españoles.

La Guerra Civil Española de 1936 a 1939 fue uno de los capítulos más negros y trágicos de la Historia de España tanto por el gran número de muertos, por la devastación de una importante nación que hasta hacía poco había sido un admirado imperio y especialmente por los rencores entre la población que llevaron a la matanza. Sin duda alguna el conflicto fue un fracaso de la sociedad española, quién engañada y agitada violentamente por una pésima clase política que desde inicios del siglo XX, primero con la conservadora monarquía y luego por la revolucionaria izquierda republicana, condujeron a la nación a un desastre de proporciones apocalípticas.

Desfile de la Victoria de 1939. Sobre el podio Francisco Franco saludando a las tropas coloniales de Marruecos y a las unidades motorizadas del CTV Italiano.

Política y militarmente la España Nacional obtuvo una victoria total y absoluta sobre la España Republicana en la Guerra Civil Española. Tal triunfo se debió sin duda a un proyecto viable de futuro por parte de los sublevados, quienes a pesar de sus diferencias, antepusieron sus rivalidades en favor de dos objetivos prioritarios que eran la unidad de España y la defensa de la cultura cristiana occidental. No lo mismo ocurrió en el Frente Popular, donde las ideas revolucionarias eran tan distintas y dispares, a veces irrealizables y en numerosas ocasiones enfrentadas entre sí (los comunistas querían todo para el Estado, los anarquistas exigían destruir el Estado, los socialistas pedían un régimen revolucionario, los trotskystas un libertinaje descontrolado, los nacionalistas vascos y catalanes la independencia de naciones inexistentes, etcétera), que terminaron colapsando un sistema ya de por sí condenado a desaparecer. Ante todos estos antecedentes, incuestionablemente el resultado de la Guerra Civil fue la victoria de la lógica frente a la utopía.

España en la II Guerra Mundial

La repercusión de la victoria de la España Nacional en la Segunda Guerra Mundial fue determinante en muchos aspectos. Primeramente con el estatus de neutralidad al de «no beligerancia» en 1940, el Eje ganó con España un socio muy importante en el extremo occidental de Europa y el Mar Mediterráneo. También el papel de Madrid fue clave en la guerra desatada en el Frente Oriental a partir de 1941 contra la Unión Soviética porque sobre este escenario el Ejército Español envió una unidad bautizada como la División Azul que combatió en la campaña de Rusia. Sin embargo Francisco Franco, quién más bien era un líder que buscaba la estabilidad y detestaba las aventuras revolucionarias, incluyendo el nacionalsocialismo de Alemania y el fascismo de Italia; únicamente combatió contra el Komintern en la URSS, ya que en el Frente Occidental mantuvo una actitud absolutamente neutral que benefició mucho más a los Aliados encarnados por Gran Bretaña y Estados Unidos, que no al Tercer Reich por permitir a los británicos seguir manteniendo bajo su control el estratégico Estrecho de Gibraltar. Fuese como fuese la lectura de Franco a lo largo del conflicto mundial fue muy inteligente porque al participar en la «Guerra del Este» garantizó el no enemistarse con Alemania; mientras que al permanecer neutral en Occidente facilitó el triunfo de los Aliados en 1945 y por tanto la supervivencia de España de cara al futuro.

Adolf Hitler y Francisco Franco en Hendaya durante la Segunda Guerra Mundial.

Respecto al destino de la España Republicana en el exilio su existencia fue un nuevo fracaso. De hecho únicamente el PCE desde la URSS y dentro de la propia España continuó la lucha en una guerrilla bautizada «Maquis» que tras algunas acciones en zonas montañosas terminó siendo aplastada. Tampoco las demás fuerzas del Frente Popular encarnadas en el PSOE, UGT o la CNT exiliadas en México lograron reconocimiento alguno y se fueron disolviendo paulatinamente a la espera de tiempos mejores debido a su oscuro pasado y a que las democracias occidentales únicamente prefirieron entenderse con la Dinastía de los Borbones que estaban refugiados en Portugal desde la Segunda República (y que de nuevo volvieron a ganar protagonismo ante un posible retorno de la monarquía en el futuro).

Sorprendentemente y a pesar de que España fue neutral en la Segunda Guerra Mundial sufrió la elevada cifra de 27.000 muertos de los cuales 20.000 fueron republicanos asesinados por el Tercer Reich en represalias o campos de concentración, 6.000 cayeron luchando junto al Eje en la División Azul y otras unidades, 800 lo hicieron en la Invasión del Valle de Arán, 300 murieron en «La Nueve» y otras formaciones de los Aliados, 300 perecieron en los «gulags» soviéticos de la URSS, 300 resultaron masacrados por los japoneses en la Matanza de Manila y un centenar perdió la vida por daños colaterales en bombardeos aéreos, accidentes, confusiones, etcétera. Tales cifras de víctimas mortales superaron ampliamente a las de muchas de las naciones contendientes.

Españoles con el Eje:

-División Azul: También conocida como División Española de Voluntarios (DEV) estuvo integrada por 45.245 soldados (2 generales, 2.372 oficiales, 4.290 suboficiales y 38.685 soldados) y 147 cañones procedentes básicamente del Ejército Español y la Falange FET de las JONS que estuvieron al mando de los generales Muñoz Grandes y Esteban Infantes. Enviada al Frente Oriental de la Unión Soviética como parte del Ejército Alemán (Wehrmacht) las tropas españolas combatieron en el Asedio de Leningrado y la Batalla de Possad en 1941, la Bolsa de Vsvad, el Lago Illmen y el Río Voljov en 1942 y obtuvieron una impresionante victoria en la Batalla de Krasny Bor que evitó el derrumbe del teatro de operaciones del Eje al norte de Rusia. Sería retirada de la URSS a finales de 1943, aunque permanecería un destacamento menor denominado Legión Azul que luchó en los Países Bálticos hasta su vuelta a España en 1944. Durante la contienda la División Azul sufrió 5.500 muertos, 8.000 heridos, 7.800 enfermos y 489 prisioneros a costa de provocar 60.000 bajas al Ejército Rojo, lo que la convirtió en una de las unidades militares más profesionales de la Segunda Guerra Mundial.

Tropas españolas de la División Azul en Rusia durante la Segunda Guerra Mundial.

-Escuadrilla Azul: Grupo aéreo formado por más de 100 aviones y un centenar de pilotos que se integraron en la Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe) desplegada en el Frente Oriental. Algunas de las acciones en las que tomaron parte fueron la Batalla de Moscú, el Asedio a Leningrado, la Bolsa de Smolensk, la Ofensiva del Don o la Batalla de Kursk. Causaron un total de 164 derribos a la aviación soviética a costa de sufrir únicamente 20 aparatos abatidos, lo que significó uno de los mejores resultados de la contienda.

-Unidad SS Española «Ezquerra»: Formación dentro del ejército multinacional de las Waffen-SS que se compuso por 400 falangistas españoles. Su bautismo de combate tuvo lugar en Agosto de 1944 durante la Liberación de París contra la Resistencia Francesa; aunque su mayor logró fue en la Batalla de Las Ardenas al causar 300 bajas al Ejército Estadounidense en el Río Mosa a costa de únicamente 5 hispanas. También destacó en la Batalla de Berlín en Abril de 1945 defendiendo el Búnker de Adolf Hitler, donde los españoles destruyeron 20 tanques soviéticos antes de que la Unidad SS Española «Ezquerra» resultase diezmada, disuelta y con sus integrantes siendo hechos prisioneros o huyendo a España.

-Otros: Un total de 130 españoles se alistaron en la 24ª División SS de Montaña «Kartsjäger» que operó en los Balcanes luchando primero contra los comunistas yugoslavos de Josip Tito sobre Eslovenia y luego contra los partisanos italianos en los Alpes Cárnicos. También algunos falangistas armados que residían en Filipinas colaboraron con el Ejército Imperial Japonés atacando a tropas estadounidenses en la Isla de Cebú y posteriormente ayudaron a combatir a la Guerrilla Filipina que se ocultaba en las junglas.

Españoles con los Aliados-Komintern:

-9ª Compañía Republicana Española «La Nueve»: Adscrita a la División Blindada «Lecrec» de la Francia Libre y agrupada en la fuerza expedicionaria del Ejército Estadounidense, un total de 2.000 exiliados republicanos españoles equipados con 160 tanques del modelo Sherman tuvieron la oportunidad de tomar partido en el Frente de África y el Frente Occidental. Por ejemplo algunas de sus gestas fue enfrentarse entre 1942 y 1944 a las fuerzas italianas y de la colaboracionista Francia de Vichy en el Chad, Egipto, Bir Hacheim o en la ocupación de Trípoli en Libia. A partir de 1944 los republicanos españoles combatieron en la Campaña de Normandía y fueron los primeros soldados de los Aliados en entrar en París, liberando la ciudad de los alemanes tras una entrada triunfal por los Campos Elíseos. También lucharían posteriormente en la invasión de Alsacia y la penetración hacia el interior de Alemania hasta contribuir en Baviera a la conquista del «Nido del Águila» del propio Adolf Hitler en Berchtesgaden. Terminada la Segunda Guerra Mundial «La Nueve» encajó 35 muertos y 97 heridos a la victoria final de los Aliados.

Unidad motorizada de la 9ª Compañía Republicana Española «La Nueve» en París.

-4ª Compañía Española del OMSBN: Fue una unidad de unos 750 republicanos españoles afiliados al PCE que combatió al lado del Ejército Rojo durante la guerra en el Frente Oriental. Algunas de sus operaciones fue la lucha en la Batalla de Moscú, la de saltar en paracaídas sobre Ucrania, la de aplastar la guerrilla nacionalista en Georgia o incluso la de tomar parte en la Batalla de Berlín cruzando el Río Spree, entre otras misiones de sabotajes llevadas a cabo en retaguardia junto a los partisanos ucranianos, rumanos o checoslovacos. Fallecieron un total de 204 españoles entre 1941 y 1945; aunque por su valentía 700 recibieron condecoraciones.

-Otros: Muchos republicanos españoles formaron parte de la Resistencia Francesa y el «Maquis» a través de toda la geografía de Francia, recogiendo información y organizando acciones guerrilleras contra las tropas de ocupación alemanas e incluso contra la Guardia Civil junto a la frontera española en los Pirineos como por ejemplo la Invasión del Valle de Arán en 1944 que terminó en desastre tras la irrupción del Ejército Nacional para repeler la agresión. También un gran número de republicanos españoles luchó en la Guerra del Pacífico contra Japón uniéndose a la Guerrilla Filipina y participando en la Batalla de Manila en 1945 hasta la liberación por parte de Estados Unidos.

Franquismo y la Monarquía

Una de las particularidades históricas de la presencia de la España Nacional en el contexto internacional tras la Segunda Guerra Mundial fue que se convirtió en la única nación filofascista superviviente a la caída del bloque geopolítico del Eje (hasta ese momento habían sido derrotadas Alemania, Italia, Japón, Rumanía, Hungría, Croacia, Eslovaquia, Thailandia, Francia de Vichy…), lo que supuso uno de los casos más curiosos en el devenir de la Historia. De hecho, mientras el capitalismo y el comunismo se preparaban para una batalla a muerte en lo que iba a ser la Guerra Fría; en España la estética fascista de militarismo social, demostraciones de fuerza con la Falange, uniformes, mítines y saludos romanos brazo derecho en alto continuarían subsistiendo más de tres décadas como si de otro tiempo se tratase.

No obstante y a pesar de que España fue un caso anacrónico en la segunda mitad del siglo XX, la existencia del franquismo y la gestión de Francisco Franco con el título de «Caudillo» generaron cambios muy profundos que hasta entonces la nación no había experimentado nunca. Con el paso de los años empleados en la reconstrucción de un país devastado y tras la superación de un duro aislacionismo internacional con la entrada en las Naciones Unidas (ONU) en 1955, España se recuperó económicamente a pasos agigantados y constituyó un socio clave para los Aliados frente al comunismo en la Guerra Fría. Desde entonces iría progresivamente naciendo una clase media que alcanzó a la mayor capa de la población, se incrementaron los derechos de los trabajadores, se estableció una seguridad social y se alcanzó un excelente nivel de vida jamás visto hasta la fecha. A raíz de todos estos éxitos el franquismo fue sentando las bases para dar un salto pacífico de un régimen autoritario a una monarquía democrática lo suficientemente entrenada para no cometer los errores de 1931 que llevaron a nueve años de catástrofe.

Valle de los Caídos con los restos de las víctimas nacionales y republicanas de la Guerra Civil Española.

Gracias a la reconciliación de las nuevas generaciones y a todos los logros conseguidos durante el franquismo, tras la muerte de Francisco Franco el 20 de Noviembre de 1975 y la desaparición del último sistema filofascista en el mundo, se proclamó el Reino de España bajo la forma de una monarquía constitucional liderada por el Rey Juan Carlos I de Borbón. A partir de entonces los nuevos españoles tendrían que escribir su propia Historia.

 

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