«Operación Keelhaul»: Repatriación de Ex-Soviéticos

La «Operación Keelhaul» fue uno de los crímenes más controvertidos en los últimos compases de la Segunda Guerra Mundial e inicios de la Guerra Fría. Cometido por la Unión Soviética que entre 1945 y 1947 asesinó a casi un millón de rusos blancos, ucranianos, caucásicos y otros eslavos, la matanza sólo pudo ser llevada a cabo gracias a la colaboración entusiasta de las autoridades de Estados Unidos, Gran Bretaña y otras naciones de los Aliados Occidentales.

Al celebrarse la Conferencia de Yalta entre el 4 y el 11 de Febrero de 1945, las tres principales potencias del bando de los Aliados encarnadas por el Presidente Franklin Delano Roosevelt de Estados Unidos, el Primer Ministro Winston Churchill de Gran Bretaña e Iósif Stalin de la Unión Soviética, pactaron la devolución de sus respectivos compatriotas en suelo del Tercer Reich en caso de que se encontrasen en la zona de otro de los ejércitos vencedores. Aunque esta idea iba encaminada a que el Ejército Rojo repatriase a los militares de los Ejércitos Estadounidense, Británico y Francés liberados de los campos de prisioneros en la Europa del Este, la verdadera razón era que la URSS deseaba recuperar a todos sus ciudadanos eslavos que habían deseado colaborar con las fuerzas del Eje para castigarlos y ejecutarlos. Así pues y pese a que la medida iba en contra del espíritu de las Naciones Unidas y podía condenar a la muerte de cientos de miles de personas inocentes, los gobiernos norteamericano e inglés, temiendo que sus soldados en manos soviéticas pudiesen sufrir represalias, decidieron acatar la voluntad de Stalin y llevar a cabo la «Operación Keelhaul» en lo que sería una redada a escala única en la Historia porque afectó a todos los rincones del Planeta Tierra.

A inicios de 1945, justo después de la Conferencia de Yalta, las autoridades de Estados Unidos y Gran Bretaña, movilizaron a sus fuerzas armadas y policiales dentro de sus respectivos países para llevar a cabo la mayor redada de antiinmigración jamás vista hasta la fecha. Los objetivos de la Policía Federal Estadounidense y la Policía Británica de la «Scotland Yard», cuyos agentes no dudaron en emplear la violencia, fueron los cientos de miles de ciudadanos rusos que se habían alojado en dichas naciones durante la Segunda Guerra Mundial, quienes sin previo aviso, fueron sacados de sus hogares a base de golpes y se los condujo a estaciones o puertos para ser encerrados en una serie de albergues con alambradas a la espera de ser deportados a la Unión Soviética. Lamentablemente, la medida también afectó a aquellos civiles que residían dentro de las fronteras anglo-estadounidenses desde antes de 1941 (fecha de la entrada de la URSS en la contienda) e incluso refugiados de la Guerra Civil Rusa de tiempos de la Revolución Bolchevique de 1917 que por tanto no entrarían dentro los Pactos de Yalta. De hecho, ni siquiera se hizo una excepción con los hijos de inmigrantes rusos que tenían nacionalidad norteamericana o inglesa, lo que constituyó una clara ilegalidad por parte de los propios Gobiernos de Washington y Londres.

Civiles rusos son entregados desde Occidente a los las tropas del Ejército Rojo en la frontera de Europa Oriental.

Las deportaciones de eslavos en Estados Unidos y Gran Bretaña se hicieron bajo una brutalidad injustificada pese a defender sistemas democráticos, especialmente en el caso de Norteamérica. Por ejemplo en San Francisco, más de 1.179 inmigrantes rusos fueron apaleados hasta que subieron a bordo de un buque que los transportó a través del Océano Pacífico hasta el puerto de Vladivostok. También en Idaho, un sector importante de la población rusa fue rociada con gases lacrimógenos y linchada como consecuencia de las cargas policiales, hasta que también acabó siendo extraditada a la Unión Soviética.

Durante todo el año 1945, barcos cargados de inmigrantes rusos, ucranianos y bielorrusos partieron de los puertos de Estados Unidos y Gran Bretaña para realizar un largo viaje a través del Océano Atlántico, el Mar Mediterráneo y el Mar Negro que concluyó en el puerto de Odessa y en la Península de Crimea. Una vez en su destino, los guardias de la Policía Estatal Soviética (NKVD) irrumpían violentamente en las embarcaciones para sacar a culatazos a los repatriados y llevarlos al exterior, donde ejecutaban inmediatamente a los más peligrosos y deportaban al resto a campos de concentración y gulags de Siberia. En ocasiones, los prisioneros se llegaron a aferrar en el interior de las bodegas de los buques, como sucedió en un carguero de Odessa durante tres días que hubo de ser desalojado con el uso de la fuerza militar; e incluso se produjeron dos fusilamientos en dos navíos británicos, concretamente los británicos el SS Alamanzora y SS Empire Pride.

Mucho peor fue el destino de los voluntarios rusos en el Ejército Alemán o las Waffen-SS que habían conformado unidades como el Ejército de Liberación Ruso, la 29ª División SS de Granaderos Rusa, la Brigada «Kaminsky» o el Cuerpo de Defensa Ruso que se enfrentaron al Ejército Rojo en el Frente Oriental. Dichos combatientes, que con anterioridad se habían rendido al Ejército Estadounidense o al Ejército Británicos en Alemania Occidental o Italia, fueron abordados en los campos de prisioneros (sobretodo en los italianos de Pisa, Bagnoli, Aversa y Riccione), numerados a base de amenazas con el fusil y subidos a bordo de camiones para ser conducidos hasta el Río Elba y entregados maniatados a las tropas del NKVD en la frontera de Alemania Oriental. Acto seguido, los soviéticos apresaron a todos los rusos blancos y en ocasiones ejecutaron a muchos delante de los mismos soldados norteamericanos e ingleses, quienes también participaron en las matanzas aporreando o disparando a los que intentaban huir. De hecho, hubo algunos casos en que las mismas tropas soviéticas entraban en el territorio sometido a los Aliados y bajo la complicidad de los occidentales secuestraban a los veteranos presos y se los llevaban a la URSS. Respecto al principal responsable de todo el voluntariado ruso en el Eje, el general Andrei Vlasov, fue juzgado, condenado a muerte y ahorcado en Moscú.

Francia fue la cuarta potencia que más participó en la «Operación Keelhaul» porque albergó hasta setenta campos de prisioneros para los excombatientes del Ejército de Liberación Ruso. Sorprendentemente, dentro del territorio francés los agentes del NKVD tuvieron total libertad de movimiento porque se les permitió entrar en los recintos y fusilar directamente a los disidentes, tal y como por ejemplo sucedió en el campo de Beauregard (el único episodio en la Historia del siglo XX en que las autoridades de la URSS cometieron crímenes al otro lado del Telón de Acero bajo el amparo legal de un gobierno democrático de Europa Occidental).

Hubo muchos rusos blancos y ucranianos que prefirieron suicidarse, a veces con toda su familia, antes que ser deportados la Unión Soviética por los Aliados. Algunos ejemplos de esta desesperación tuvieron lugar en el campo de prisioneros de Paltting en Baviera, donde los soldados norteamericanos comprobaron incrédulos como se había producido un ahorcamiento colectivo de decenas de personas; o en un tren con repatriados cuando a la altura de las Alpes cuando muchos de los cautivos suicidaron saltando desde las ventanillas a los desfiladeros para morir despeñados. Lamentablemente, los guardias estadounidenses pronto aprendieron a evitar estas prácticas utilizando engaños, como ocurrió en el campo de Ruccione después de lograr convencer a 185 prisioneros rusos que iban a ser trasladados a Escocia (gracias a ello se pudo encerrar a todos los refugiados en camiones y deportarlos a la URSS). Respecto al destino de todos aquellos eslavos que intentaban escapar, la mayoría fueron abatidos por los soldados norteamericanos y británicos.

Agentes de la Gendarmería Sueca detienen a un báltico para ser extraditado a la URSS.

Los caucásicos fueron el otro gran colectivo perseguido por la URSS y por sus cómplices anglo-norteamericanos. Soldados de Georgia que habían combatido a los alemanes y ayudado a la Resistencia Holandesa, ni siquiera fueron perdonados por el Gobierno de Holanda, que deportó a 228 de los georgianos que habían luchado por ellos en la Batalla de la Isla de Texel. Más tarde, desde Pisa en Italia, los británicos deportaron a los primeros 80 civiles caucásicos. Millares de caucásicos de Georgia, Azerbayán, Armenia, Nogai, Chechenia, Ingusetia, Daghestán, etcétera, fueron extraditados a la URSS y castigados por la NKVD.

El otro colectivo damnificado por la «Operación Keelhaul» fueron los miles de voluntarios procedentes del Cáucaso, básicamente de Georgia, Azerbayán, Armenia, Nogai, Chechenia, Ingusetia, Daghestán, etcétera, que habían combatido en las legiones orientales del Tercer Reich. Al igual que los rusos blancos, la mayoría de estos veteranos sin excepción fueron repatriados forzosamente a la Unión Soviética, incluyendo ochenta civiles que se habían asentado en la ciudad de Pisa en Italia. Ni siquiera se hizo una excepción con 228 georgianos que se habían unido a la Resistencia Holandesa y habían peleado contra el Ejército Alemán en la Batalla de la Isla de Texel, porque al entregarse al Ejército Canadiense, las autoridades del Canadá y los Países Bajos arrestaron a sus antiguos compañeros de armas y los extraditaron a Europa Oriental para ser asesinados o convertidos en esclavos, en lo que claramente fue una de las mayores traiciones en la Historia de Occidente.

Otras víctimas destacables de la «Operación Keelhaul» fueron los ciudadanos de los pueblos bálticos de Estonia, Letonia y Lituania que habían pasado por las filas de las Waffen-SS. Sorprendentemente, muchos de estos individuos que se habían refugiado en la neutral Suecia fueron igualmente víctimas de las presiones ejercidas por las Naciones Unidas porque finalmente la Gendarmería Sueca intervino arrestando a los refugiados y deportándolos a la URSS.

A finales de 1947, los Aliados Occidentales pusieron fin a la «Operación Keelhaul» cuando las tensiones con la Unión Soviética aumentaron como consecuencia de la Guerra Fría. Hasta entonces, más de 2 millones de antiguos ciudadanos soviéticos habían sido deportados desde todas partes del mundo, de los cuales alrededor de un millón perdieron la vida asesinados por el NKVD o desfallecidos como consecuencia del trabajo esclavo en los gulags.

La utilidad de la «Operación Keelhaul» tuvo poco impacto en los prisioneros occidentales liberados por el Ejército Rojo, porque pese a cumplir los Aliados con lo estipulado en la Conferencia de Yalta de extraditar en los países democráticos a todo aquel individuo considerado enemigo del comunismo, la Unión Soviética sólo devolvió a muy pocos soldados a su patria debido a que 30.000 británicos, 23.500 norteamericanos y algunos franceses permanecerían en territorio ruso. Sólo al producirse el final del comunismo en 1991, tanto Estados Unidos como Gran Bretaña pidieron un perdón oficial a las víctimas por su entusiasta colaboración con la URSS en la «Operación Keelhaul», en lo que claramente constituyó un gigantesco Crimen de Guerra.

 

Bibliografía:

-Stéphane Courtois, El Libro Negro del Comunismo. «Capítulo 1. La Kommitern en acción», Ediciones B (2010), p.-419-422
-Joaquín Bochaca, Los Crímenes de los Buenos. «Operación Keelhaul», Ediciones Sieghels (2009), p.345-353
-http://en.wikipedia.org/wiki/Operation_Keelhaul